Tardes eternas - por Ornella

Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.

Cierro la puerta. Atrás quedan el amor, la pasión, el dolor... camino hasta el auto, entro y lo enciendo. Prendo la radio, suena un italiano cantando una de esas canciones de despecho que tanto he odiado.

Ya dentro del carro, comienzo a recordar la primera tarde juntos. Sí, debía ser tarde, era tan clandestino esto que teníamos, que no podíamos pasar la noche juntos. Su cuerpo, sus manos recorriendo nerviosas mi cuerpo, su lengua rozando cada rincón mío; ¡já!... y yo, parecía una colegiala entregada al ardor de ese primer momento, con un miedo terrible a que se abriera la puerta del cuarto de hotel y entrara el FBI en pleno. Así se pasaron estos dos últimos años, viviendo tardes eternas.

El cuarto está en semipenumbra, las cortinas están corridas, no sabemos nada del mundo exterior. Sólo él y yo. Sus brazos están alrededor de mi cintura, su boca rozando mi boca, mis piernas enroscadas alrededor suyo, mis manos apretando sus nalgas, sintiéndolo como nunca lo he sentido y como quizás nunca más lo vuelva a sentir... sus ojos, bañados en lágrimas diciéndome que no me vaya, que me quede, ahora, siempre...

Suena el celular. Son las diez y media de la mañana, tengo exactamente dos horas para llegar a mi casa y prepararme. Contesto, "Sí mamá, voy en camino, no te preocupes, yo llego a tiempo. No, no los dejaré esperando"

Arranco. Veo por el espejo retrovisor el anuncio del motel. En algún cuarto está esperando que me devuelva, pero no puedo, hoy es mi boda, mi familia está esperando verme entrar en la iglesia vestida de blanco para darle el "sí" al hombre que ellos dicen que amo.