Tardes con mi novia en el parque

Retozamos sobre la hierba, en presencia de amigos sin que ellos se den cuenta de nada.

Esto sucede una soleada tarde se primavera. Estamos en un tranquilo rincón del parque de la ciudad. Mi novia, Mireia,  lee con atención el último libro que había caído en sus manos. Yo simplemente sesteo disfrutando de la dulce caricia de los rayos de sol.

Miro a mi alrededor y me siento muy feliz. Mi novia esta tendida sobre la hierba, de costado, dándome la espalda, con la cabeza apoyada sobre la mano puesta a modo de soporte. Su pantalón de tel fina y vaporosa que se ajusta perfectamente  a su trasero , siendo amplios de pernera. La curva de la cadera se marca con claridad debido a la postura dibujando una curva semejante a la de la guitarra.

La observo y me alegro mucho que este conmigo. Una de las cosas que más me gustan de ella es su precioso culo, bien dibujado, con unas curvas casi perfectas y un tacto turgente. Alargo la mano y se lo toco, no le da importancia, me deja hacer.

Lo sobo un poco pasando el dorso de la mano por el final de la raja del culo. Culea un poco y me pide que no la distraiga. Yo ya estoy caliente. La mezcla de sopor causado por el sol, la vista de su trasero, recordarlo desnudo y a mi alcance, son detalles que no incitan precisamente a la calma.

Le toco el culo con descaro y le susurro que me encanta tocárselo, que lo encuentro maravilloso y que esto deseando tener la oportunidad de comérmelo a mordiscos. Se que lleva un tanga y sus cachetes están solamente cubiertos por el holgado pantalón que viste. El contacto es electrizante y cuanto más la acaricio más dura se me pone.

En los alrededores hay otras parejas tumbadas en la hierba, y gente que pasea de un lado para otro. Cada vez estoy más caliente, tengo ganas de ir a casa a echar un buen polvo . Ella sin embargo, parece absorta con la lectura y muy cómodamente instalada tomando el dulce sol de la tarde.

Como no me hace demasiado caso, trato de contentarme solo. Mientras  le sobo el culo, meto mi mano dentro de la bragueta y me todo la polla, que ya está francamente contenta. Pongo la mano sobre el muslo que permanece en contacto con la hierba y alargo un dedo para meterlo buscando su rajita.

Ella me concede su beneplácito, separa un poco las piernas y me deja que le toque el chochito. Le gusta sentirse acariciada y sabe que a mí me encanta hacerle cositas para ponerla caliente. Con disimulo y oculto tras su cuerpo, me saco la polla y empiezo a jugar con ella, sin que nadie se de cuenta de nada.

Mireia se vuelve hacia mi, la mira, hace un gesto de picardía y se coloca para cubrirme mejor de posibles miradas. Le pido de nuevo que vayamos a casa, estoy muy caliente y podemos pasarlo muy bien juntos. Me pide paciencia, solo le faltan cinco capítulos del libro y después iremos a darnos un festín.

Momentáneamente me conformo, pero enseguida vuelvo a “mis cosas” y me pajeo abiertamente a sus espaldas. Mi novia se queja por mi falta de paciencia, cierra el libro, se da la vuelta y me da un beso intenso y profundo.

Cuando creo que la he convencido para que vayamos a casa, noto como su mano se desliza hacia abajo, desde mi pecho hasta mi entrepierna. Me coge la polla y la empieza a manosear. Mientras me da besitos en la cara y en la boca, me la menea dulcemente pero con la determinación de conseguir que llegue al paraíso.

Me susurra que me quiere mucho, que ella me desea, y que hará todo lo que yo le pida, pero que tengo que saber esperar. Simultáneamente, me la sigue machacando hasta que me corro de forma explosiva. Espero que los que nos rodean no se hayan percatado.

Después de unos minutos que dedico a relamerme después del gustazo, retiro el armamento y me tumbo boca arriba dispuesto a tomar el sol. Ahora ya no me importa que Mireia tarde un rato en acabar el libro.

UN rato mas tarde nos fuimos a casa y echamos un buen polvo. Yo andaba mucho mas calmado y la necesidad era menos acuciante, por lo que puede dedicarme mas a ella y lo hicimos durar, y durar hasta que ella se hizo agua entre mis brazos.

Luego me comento que lo había pasado realmente bien, y lo más sorprendente fue oír de sus labios que le dio mucho morbo pajearme en el parque en presencia de tanta gente.

Ayer repetimos experiencia, pero esta vez Mireia vestía una falda larga de amplio vuelo. Me recordó aquellos hippies de los años 70. Después de retozar un rato sobre la hierba, de dejarnos calentar por el sol y de estudiar qué tipo de personas nos rodean, nos ponemos a jugar con mucho disimulo.

Poco a poco le levanto la falda y descubro para mí su piel suave y su ligera palidez. Me deja que le vea sus braguitas, pequeñas y divertidas. Le paso el dedo por encima y ella juega a poner dificultades a mi invasión.

Sin que nadie pueda ver mi maniobra le pongo la mano en la entrepierna y luego le cuelo un par de dedos entre las piernas. Mientras, nos besamos apasionadamente y esto es lo máximo que los posibles curiosos pueden llegar a ver.

Después de un rato de juego, noto como su conchita se va humedeciendo y me pongo a pensar que hoy volveremos a disfrutar de un buen polvete al regresar a casa. Mireia me toca el paquete para cerciorarse de que todo está en su sitio, mientras yo sigo acariciando su entrepierna.

Llegado a este punto, mi novia se da la vuelta se pone de costado sobre la hierba y pone el culete bien en pompa apoyado sobre mi regazo. Después de culear un par de veces si polla queda perfectamente centrada en la raja de su culo, y me pongo a apretar como si el pantalón ni la falda estuviesen en medio.

Con mucho tiento, ella se sube la falda para que su culete quede a mi alcance, pero escondido para otras miradas. Le toco la tibia piel de las nalgas y me pongo a cien. Miro a nuestro alrededor, compruebo si hay alguien que nos observe o alguien interesado en saber lo que ocurre en medio de nuestro abrazo. Animado por la falta de atención que demuestran los que a escasos metros nos rodean, me saco la polla y la cubro con la falda. Luego me aproximo a mi novia y busco a tientas su conchita. Pronto  compruebo que la muy tunante, hoy ha venido preparada y se ha dejado las bragas en casa.

Se la meto muy lentamente, y luego me quedo inmóvil. No es momento de ponerme a culear, pues todo el mundo se daría cuenta. Me muevo solo unos milímetros y muy lentamente, adelante y atrás…adelante y atrás.

Mireia es la que tiene en su mano el éxito de la misión. Empieza a culear muy despacito, arqueando el cuerpo de forma casi imperceptible, pero suficiente para conseguir un frote excelente entre mi polla y su coño.

Luego acompaña los movimientos con unas contracciones de su musculatura pubiana y me hacen ver las estrellas. Sabe bien como apretar y como culear para abrazar mi polla y para hacer que sus cachetes me atraigan y me engullan.

Así estuvimos casi una hora. Su coñito desprendía un fuego que conseguía ponerme a cien. El contacto de sus nalgas tibias hacia el contrapunto. La suavidad con que la cabezota de mi polla conseguía introducirse en medio de sus nalgas me ponía al borde del orgasmo una y otra vez.

Cuando ya no pudimos más, nos fuimos a casa y follamos un buen rato más. Hoy, también hemos ido al parque. Yendo para allá me preguntaba que podríamos hacer hoy, pues mi novia vestía un pantalón vaquero raído y desgastado, pero que no se presta a bajarlo en medio del parque.

Lleva un jersey anudado a la cintura, y la veo bastante animada. No sé qué se trae entre manos. Repetimos la preparación de días anteriores. Un rato tumbados al sol. Nos rodean unos cuantos vecinos poco interesados en nuestras carantoñas. Muchos besos, unos cuantos apretones y una creciente erección.

Unos amigos se acercan a saludar. Charlamos unos minutos y se van prometiendo que volverán en unos minutos. Mireia se envalentona, se echa encima de mí y jugamos. Consigue sentarse sobre mi vientre mientras permanezco tumbado de espaldas boca arriba sobre la hierba.

Me hace que le toque los pechos. Se inclina hacia mí, me da un beso en la boca y me enseña por el escote que no lleva sostenes. Doblo las piernas y apoyo los pies en el suelo haciendo una especie de respaldo de una silla imaginaria. Llegado a este punto, Mireia se apoya sobre sus rodillas, eleva su culo y deja libre el espacio suficiente para colocar su mano en busca de mi polla.

La saca y la coloca tiesa como un mástil. Luego se deja caer y sucede el milagro. Mi polla se introduce en su coño pasando por el hueco que ha dejado un certero descosido en el pantalón. Nadie puede imaginar que estemos unidos atravesando dos pantalones vaqueros.

En esto que vuelven nuestros amigos y como les gusta nuestra postura nos imitan sin saber que nosotros estamos realmente unidos. Mireia sabe gesticular y moverse lo suficiente como para provocar nuestro más excitante contacto, y al mismo tiempo no levantar sospechas en nuestros amigos.

Todo va bien hasta que noto que mi novia me está mojando el pantalón, y que va a ser imposible disimular la mancha. Lo único que se me ocurre es que podré taparme con el jersey que actualmente cubre el bonito espectáculo de mi polla clavada en su coño.

Deverano.