Tarde Sorpresa.
Continuación de las aventuras lascivias y lujuriosas de Santi, protagonista de éste y el relato anterior "Noche sorpresa", que publiqué hace tiempo. Espero que el siguiente no tarde tanto en publicarlo. Espero que os guste. Disfrutadlo y comentad. Un saludo
Había pasado una semana y media, más o menos, desde aquella sesión de sexo. Sin embargo, pese a no haber sido un encuentro único y aislado en el tiempo que no se fuese a repetir, algo en alguna parte de mi cerebro me pedía más de aquella dosis de morbo, excitación y placer. Constantemente repetía las escenas y visiones de aquella noche en mi memoria, haciéndome querer más droga de aquella con la que tan bien y tan a gusto me había quedado después de correrme como nunca en dos ocasiones. No estaba seguro de querer repetir todas y cada una de las guarradas que habíamos hecho; de hecho en ocasiones sonreía con algo de apuro recordándome de rodillas en la ducha, por ejemplo. Pero sí tenía claro que quería jugar un poco más a ese juego. Y después, otro poco más. Y después ya iríamos viendo.
Recuerdo que era una tarde de un día corriente y aburrido. Martes, Miércoles... Puede que Jueves. Y que de esa semana y media, yo llevaba buscando por diversos foros y chats de Internet, alguien con quien repetir aquel subidón de adrenalina y placer. Pero las pocas personas que respondían y con las que se podía charlar, al final quedaban en agua de borrajas. Sin embargo aquella tarde, en la que entré por pura inercia, me abrió conversación una chica que se hacia llamar “Dhesireé23”. Estuvimos charlando un rato bastante agradable hasta que poco a poco entramos en materia y descubrí que se llamaba Dhesireé, pero el 23 no eran sus años, si no los centímetros de su pene.
Sin ocultar la sorpresa, sentado en la butaca del salón y con el portátil sobre mis rodillas, sentí cómo un escalofrío me recorría el cuerpo de arriba a abajo. Con los nuevos datos, proseguimos charlando sobre gustos, prácticas, límites, experiencias... Lo que es sabido por todos, que se habla en ese tipo de conversaciones; indagando y descubriendo poco a poco.
-¡Ufffff! Tú y tus amigos sois unos guarros y unos viciosos de cuidado... ¡Vaya tres!- Risas mías y silencio- Y...¿Qué te parecería si te hago una propuesta un tanto especial, Santi?
-Dispara, monada ;)
-Si te parece muy raro o violento, avisa y lo olvidamos ¿vale?
-¡Ja, ja ja! Dale sin miedo, mujer...
-Estamos libres los dos... ¿Qué te parece si quedamos más tarde para pasarlo bien y meternos una buena sesión de esas que, por lo visto, te encantan, pero añadiéndole un punto morboso? Ji, ji, ji...
-Dilo ya, por favor...
-Antes de quedar conmigo vas a quedar con mi compañero de piso (es gay) en el Suspiros. Hacéis... lo que sea que tengáis que hacer y después, que te traiga él hasta casa. La cuestión es que no te voy a decir mi dirección. Así que si quieres venir, tendrás que ir primero al Suspiros. Si te resulta muy, muy violento, tampoco hay que “traumar” a nadie...
Acababa de quedarme de “puuuuuta piedraaaa”. ¿Qué cojones acababa de pasar? ¿En qué momento habíamos pasado de hablar sobre si era activa o pasiva, a tener que ir a una sauna de ambiente de la ciudad a... Encontrarme con su compañero de piso, obviamente zumbar y a saber qué milagro se nos ocurría y ya después que me llevase hasta su casa... Estábamos jugando al parchís y acababan de meter un alfil, una torre y los cuatro ases de una baraja.
Las manos me temblaban, a duras penas sujetaba el PC, sentía el bombeo de la sangre, repentinamente acelerado en mis sienes y toda la boca seca como la estopa. Me levanté posando el portátil en el sofá y procurando realizar respiraciones profundas y calmadas, comencé a dar vueltas por el apartamento intentando procesar lo que me acababan de proponer. Pero a mi cerebro le resultaba harto difícil procesar todo aquello.
Deambulaba por el apartamento. El ordenador pitaba por los mensajes que me mandaba Dhesireé. Me acerqué y le respondí que seguía ahí. Encendí otro cigarro y comencé a dar chupadas más y más tranquilas a medida que comenzaba a meditar y razonar sobre la propuesta. ¡Joder! ¡Mierda! Era una propuesta cojonuda. Sumando el morbo de no saber qué pretendería hacer conmigo Esteban (el compañero de piso). Me daba algo de grima la idea de que hubiese... Hombres corriéndose y llenándolo todo con su semen, para que después llegasen otros hombres y repitiesen la misma operación con sus eyaculaciones espesas y viscosas.
Intentando calmar los nervios, y decidido a dejarme llevar, acepté. Dhesireé me dijo que Estaban iba para el garito en unos pocos minutos y allí me encontraría.
Ducha rápida, un poco de desodorante, ropa y a los quince minutos más o menos, estaba llegando a la entrada de la sauna. La sangre volvía bombear con fuerza en las sienes y el corazón golpeaba el pecho al ritmo de la puta jodida batería de los putos Mötley Crüe. Suspiré, sacudí la cabeza y abrí la puerta del local.
Entré; había una especie de taquilla donde al pagar me indicaron que eso era al final y me dieron una llave. Traspasé otra puerta y llegué a lo que debía ser la sala principal. A mano derecha estaba el bar, al que fui para pedir un chupito de whisky y busqué los vestuarios. Entré en la habitación, busqué la taquilla con el número que me correspondía; la abrí, dentro encontré una toalla y tres preservativos.
Con todo guardado en la taquilla, la toalla tapándome de cintura para abajo, la llave atada a la muñeca y los preservativos metidos en un bolsillo que encontré en la toalla (detallazo guapo, guapo el del bolsillico en la toalla), me senté en la bancada y comencé a respirar lenta y profundamente para normalizar el pulso. Me levanté y salí hacia el bar. Pedí otro chupito e hice memoria de las indicaciones que me había dado Dhesireé. Tenía que “buscar” a Esteban en la sauna de vapor, la sala de TV que quedaba en frente, seguir por el Sling (cosa que no tenía ni zorra de qué era). Del Sling, pasar al cuarto oscuro, llegar hasta el jacuzzi, todo en ese orden y, si para entonces Esteban no me había interceptado, llegar a las cabinas Glory Hole (que tampoco sabía dónde coño podrían estar). Tras echar un segundo vistazo al local, pude deducir que sólo tenía que seguir el sentido contrario a las agujas del reloj y todo iría apareciendo ante mí. No había razón para retrasar más el encuentro. Con toda la normalidad de la que fui capaz, llegué a la sauna de vapor y me metí. Y al entrar, me percaté de que había un tipo. Hice un movimiento de cabeza y busqué un sitio para sentarme; a cierta distancia de Esteban 1.
-No vienes mucho por aquí ¿Verdad?
-¿Qué? ¿Cuál? Eh... No.
-Tranquilo. Tómatelo como el Spa de un hotel y relájate. Sólo que aquí puedes cepillarte a los huéspedes... Si quieres te hago una visita rápida. Me llamo Nacho.
-Yo... Yo Santi. No gracias. Investigaré por mi cuenta. Pero gracias por el consejo.
Esteban 1, que era un señor cuyos cincuenta ya habían comenzado a despedirse, bigote frondoso, algo de barriga y más pelo de lo que me quitaré yo de la cabeza en mi vida, en su pecho, resultó ser Nacho. Todo correcto. Al poco me despedí de Nacho y proseguí mi excursión por Sodoma.
La segunda etapa, era una habitación de unos quince metros cuadrados, dos hileras de butacas y una pantalla gigante para la estancia, en la que aparecían tres jóvenes imberbes intentando imitarnos a Ser, Marcial y a mí días antes. La sala estaba vacía así que intrigado, me senté en la segunda hilera y me dispuse a esperar durante unos minutos mientras uno de los jóvenes me recordaba a mí, de rodillas en mi salón, chupando pollas a dos manos. Veía a los chicos, me acordaba de nuestro espectáculo y mi polla comenzó a bombear sangre y ponerse morcillona.
Al poco, vi pasar a un chico por la entrada que, teniendo en cuenta la edad del otro compañero de safari que había visto, parecía joven. Pero no entró y pasó de largo bastante rápido. El chaval de la pantalla lo hacía ciertamente bien aquello de mamar, pero comenzaba a resultarme aburrido, así que tras treinta segundos, me levanté y proseguí mi peregrinaje. Entonces, al verlo, supe qué era la sala Sling. Un habitáculo con un columpio de cuerdas que colgaba del techo. Lejos de recelar, me acerqué curioso hasta el artilugio y comencé a examinarlo. Estando yo ensimismado y algo más relajado, me sorprendió la voz de Esteban 2. Ni puta idea de dónde había salido aquel señor. El caso es que ahí estaba un segundo Esteban, también entrado en años, aunque con menos pelo que el primero y que me preguntó si tenía curiosidad por probar el sling. Mientras yo le respondía agradecido que sólo curioseaba, se quitó la toalla y me preguntó si no me apetecía darle una cata a su... Vale. En cualquier otro momento de toda mi vida, si alguien usa un nombre propio para referirse a sus genitales, me descojono en su cara y ahí se queda y se apañe. Pero entre el rollo de estar allí y el santo pollón que apareció, no sé muy bien por qué, pero me quedé embobado mirando para aquella verga que comenzaba a empalmarse. Por supuesto, Esteban 2 me vio la cara, se acercó y me preguntó si quería tocarlo.
El hombre estaba entrado en años, pero tampoco tenía mal cuerpo. Cierta panza y las marcas de los años, pero allí en su vértice, estaba aquel pene recto, venoso, con un grosor aceptable, el prepucio operado del frenillo y un glande que parecía brillar, seguramente del líquido preseminal, con una forma que invitaba a todo. Sin resultar muy puntiagudo, tampoco era demasiado ancho ni achatado y con la curvatura superior calcada. Parecía salido de un estudio de dibujo; todo bien compensado y medido al milímetro. Largo, porque aquello era más largo que los 19cms de Ser, pero con el grosor y disposición perfectos para (como no pude evitar hacer) ponerse a su altura y comenzar a chupar.
Por supuesto, los preservativos iban con nosotros... En los bolsillos de las toallas. Pero aquel trozo de látex es de lo último que me acordé en esos momentos. La tragaba, lamía, chupaba, repasaba sus testículos que por supuesto, también se los habían hecho a conciencia en su día, y él lo había rematado depilándolos. Chupé y mamé hasta que el pollón comenzó a palpitar cada vez más dentro de mi boca. Él puso una mano en mi hombro a modo de aviso; aguanté un par de engullidas más y mientras con una mano masajeaba sus huevos, con la otra, separando mi boca, comencé a masturbarlo para que segundos después un par de buenos chorros fuesen a parar a mi frente, ojo (cómo no...), nariz y barbilla. Suspiramos hondo los dos y entonces, mientras mi mano se resistía a soltar aquella preciosidad de verga, se me ocurrió preguntar.
-¿Esteban?
-¡Uf..! Yo Antonio. Encantado. ¿Te vas a quedar mucho por aquí?
-Pues...- Como guarro y vicioso y todo, que soy... Al ver aquel pene, mi cerebro decidió que no podíamos dejarlo pasar y lo del nombre, ya lo preguntaríamos después, si llegaba al caso. -Sí... No sé. Supongo...
Deseó volver a encontrarnos y cogiendo su toalla se fue para otro sitio. Yo, limpiando los restos de semen con la toalla, poco a poco seguí hacia... ¡Joder! El cuarto oscuro... Si viendo, ya me había comido a un Esteban que no era Esteban, el cuarto oscuro resultaba abrumador. Aminoré el paso para no dejarme los morros y me adentré en la oscuridad absoluta. En ese momento, el juego dejó de gustarme. Dhesireé y Esteban conocerían el local, pero estar completamente a oscuras y en una situación tan incierta y tensa, no resultaba apetecible. Apenas aguanté medio minuto y salí hacia el jacuzzi.
Metido, estaba Esteban 3; un chico que sería un poco más mayor que yo y que por su postura y cara, parecía estar disfrutando del baño. Saludé y, sonriendo, le pregunté como se llamaba. No pudo evitar reírse y me respondió con el premio.
-Pasa Santi. Métete. Ya verás que bien se está. Y más después del repaso que le acabas de dar a ese tio... Sí. Te he visto hacerlo. Y te he visto disfrutarlo, de hecho.
Decidí relajarme un poco dentro del agua y escuchar al Esteban de verdad. Estaba hablando de cosas banales y no le presté mucha atención hasta que al rato, salió del jacuzzi , me indicó donde estaban las cabinas de Glory Hole y me sugirió que pasados unos minutos, me metiese en la del medio de las tres.
Disfruté un buen rato de los chorros de agua y cuando supuse que ya habría hecho esperar bastante al puñetero Esteban, me sequé con la toalla y fui hasta la cabina. Nunca había estado en un sitio como aquel, pero todo el mundo ha visto en Internet cómo funciona el tema. Me metí, cerré la puerta e inspeccioné las paredes. Uno, dos y tres agujeros a la misma altura en cada pared. Uno y dos agujeros Más altos que lo anteriores. Uno situado en la puerta y otro en la pared que le quedaba a la derecha. Por último, cuatro agujeros, uno por costado del cubículo, situados más cerca del suelo. La luz era escasa, pero permitía ver lo justo para detectar las posibles pollas que apareciesen. Y teniendo en cuenta la cantidad de agujeros que había allí, Y la gente que recordaba en el local... Por un momento me temí comiendo la polla de todos los Esteban del garito y, si me apuras, hasta la del señor de la entrada. Dhesireé, prometía; pero no estaba seguro de querer aceptar todos aquellos agujeros llenos de pollas a las que saciar... La parte prudente del cerebro parecía querer despertar, pero ya era tarde. En el agujero que quedaba a la derecha de la puerta, apareció un trozo de carne, flácido aún pero prometiendo despertar.
Ya no había vuelta atrás y la adrenalina comenzó a invadir mi cuerpo. Llevé la mano hasta la polla y comencé a acariciarlo, para notar como comenzaba a dilatarse y hacerse más gorda en mi palma, hasta encontrarme ante una polla media, incluso pequeña; pero de un grosor desproporcionado para el tamaño. Me fijé y comparando, pude comprobar que era más ancha que la mía (4cms de diámetro) y tenía un capullo que siendo más gordo aún, resultaba apetecible a la boca. Comencé a masturbarla poco a poco, hasta que noté una segunda polla chocando contra mi espalda. Sorprendido me giré y allí estaba, otro pene que sería de tamaño como el mío, más o menos. Igual un poco más largo y delgado, pero sorprendentemente húmedo. Preferí no pensar y, como había hecho días atrás, me arrodillé y comencé a mamar. Al fin y al cabo es algo que, según dicen, se me da de vicio y por los espasmos que daban aquellos miembros dentro de mi boca, parecía ser verdad. La pequeña, cada vez que la metía, notaba como me llenaba la boca entera sin llegar a la garganta, cosa que la hacía muy cómoda de mamar y sentir contra la lengua y paladar. La otra, sí llegaba hasta la garganta y la sobrepasaba, pero lo que más morbo me daba, era todo el precum que soltaba. Cada vez que salía de mi boca, sentía ésta llena de fluídos, además de la saliva resultante de atravesarme la garganta con aquel capullo chorreante. Lo cierto es que no llevaba demasiado tiempo intercalando mamadas con pajas entre una y otra polla, cuando teniendo la larga metida hasta la campanilla, comencé a notar ese inconfundible aviso de que llega el orgasmo.
-¡Ya? ¿Ya te corres? - Pregunté incluso con cierto tono de indignación, tras sacarla rápidamente de mi boca. -...Pues sí.
No pasaron ni cinco segundos desde que la saqué hasta que comenzó. Y como no me había dado tiempo apenas a quitarme de la trayectoria, toda una lluvia de semen chocó y golpeó mi cara dejándome más sorprendido aún. Con mi mano zurda seguía pajeando la otra minga, pero aquella corrida me dejó flipando. Hasta la fecha, la más abundante que había conocido era la de Marcial, pero esta ducha lo superaba con creces. Al haber tardado tan poco en correrse desde que había quitado mi boca, tenía la cara a escasos diez centímetros, lo que supuso que uno, tras otro, tras otro... Tras otro chorro de corrida interminables, aterrizasen en toda mi cara. Intenté poner la mano libre en medio, pero fue inútil. Seis chorros de semen que se estrellaban por toda mi cara y cada chorro era más abundante que muchas corridas que he visto por ahí. Descolocado aún por tal cantidad de corrida, que ahora goteaba desde mi cara al pecho para seguir resbalando por mi cuerpo, no pude evitar hacer un comentario respecto de la relación tiempo-cantidad al que se oyó un “No, tranquilo” como respuesta. Y efectivamente, ahí estaba la manguera sin perder un ápice de su firmeza. Me limpié todo lo que pude con la toalla y proseguí con la mamada a la más gorda, hasta que salió del agujero para dejar paso a la polla con nombre y volver a aparecer por el agujero de la otra pared. Quería ser una zorra viciosa y parecía que eso iba a conseguir. Con cada mano masturbaba una polla y la tercera me la comía. De vez en cuando cambiaban de posición para alternar manos y boca hasta que desaparecieron las tres a la vez.
Fue la manguera la que resurgió por uno de los agujeros más bajos con un condón puesto y entendí qué tocaba. Mientras la masturbaba con una mano, me ensalivé todo lo que pude el ano, metí uno, dos y tres dedos con toda la suavidad y rapidez que pude, los meneé bien por dentro para dilatar todo lo posible el esfínter; calculé las distancias de todo, abrí las piernas, las flexioné para dejar mi agujero a la altura y, con la polla gorda dispuesta para ser engullida y la otra agarrada con una mano, comencé a empujar para penetrarme poco a poco con lo que serían unos 18cm o algo más. Empujé hasta hacer tope con la pared mientras tragaba una polla y pajeaba la otra y, cuando no podía moverme más, noté un leve empujón que acabó de meterme toda la polla en el culo. Comencé a moverme despacio, con movimientos lentos y largos, sacándola casi por completo y volviendo a metérmela hasta el fondo. Las otras dos pollas se habían cambiado el agujero y en ese momento tenía 18cms en un agujero y los 20 o más, follándome la garganta.
Al principio me resultó un tanto incómodo todo, pero cuando cogí el ritmo, todo empezó a acelerarse. Y yo, el que más y más rápido quería ir. Y tal y como sucedió la vez anterior, al poco rato, la manguera volvió a escupir chorros y chorros de semen que noté chocar contra el condón dentro de mi recto. Una polla salió de mí e instantes después, sentí la presión que hacía la polla pequeña y gorda en mi agujero. Con calma, repetí la operación, pero esta vez notando cómo se me dilataba notablemente todo el esfínter, ano y recto a medida que desaparecía entre mis nalgas cada centímetro de polla. Instantes después, volvíamos al ritmo alegre que les marcaba, sintiendo entrar y salir todo aquel grosor que rozaba y seguía dilatando mi interior, hasta que se hinchó todavía un poco más, quitándome el aire por unos instantes, palpito varias veces más de lo que me esperaba y se corrió.
Sólo me quedaba la polla con nombre y comenzaba a estar cansado deaquel caluroso habitáculo, así que decidí salir y llevarme a Antonio hasta el columpio. Esteban, que resultó ser el dueño de la manguera, me ayudó a colocarme e instantes después, tenía la maravilla de polla metida en el culo y a Esteban dándome de mamar la suya, pero esta vez eran ellos los que marcaban el ritmo sin que yo pudiese hacer nada. Así que montado en un columpio y con las piernas abiertas y levantadas. Antonio me penetraba a su antojo, aumentando y disminuyendo velocidad y profundidad según creía oportuno, frente a las contracciones y dilataciones de mi ojete, que es lo único que podía hacer yo al respecto. Zumbármelos en el Glory, había tenido su gracia y morbo, pero el momento de estar balanceándome en aquellas cuerdas, mientras Antonio, que no dejaba de ser un desconocido, usaba mi culo como si fuese su masturbador propio, me estaba haciendo segregar de lo lindo.
-Ten en cuenta que me tienes que tener contento... - A Esteban le resultaba divertido pero cuando comencé a sentir que se acercaba la corrida me asusté.
Terminaron prácticamente a la vez pero ésta, la corrida que cayó en mi boca fue, por suerte, más escasa que las anteriores. Antonio salió de mí, se quitó la goma y se despidió invitándome a volver más veces. Sabiendo que la corrida era de Esteban y que al igual que Dhesireé, estaba sano. Le sonreí y tras enseñarle sus fluidos por toda mi boca, tragué.
-Tú por el momento, tranquilo que aún no te toca correrte. ¿Lo has pasado bien? Sí. Se te ve en la cara. Dhesireé me había dicho que te gustaba hacer de pasivo, pero te has coronado... ¡Venga! Nos vestimos y vamos para casa.
Fuimos al vestuario, nos dimos una ducha, nos cambiamos y Esteban me dijo que se adelantaba a pagar todo el asunto. Yo aproveché el momento, cogí el plug que llevaba en la chaqueta y tras ensalivarlo, lo metí en mi aún dilatado y ahora más sensible ojete. Detalle que sorprende, aporta mucho morbo y además aprovechaba y mantenía parte del trabajo ya hecho para cuando llegásemos a su casa.