Tarde Lluviosa

Una adolescente conoce el amor en brazos de su prima.

TARDE LLUVIOSA

Tenía 16 años y acostumbraba ir a menudo a la casa de mi prima, dos años mayor, donde frecuentemente me invitaban a almorzar y pasaba largos ratos con ella, platicando de muchachos, viendo televisión, escuchando música o navegando por Internet.

En las tardes, cuando llegaba hasta su casa, generalmente no había nadie más que ella y la empleada del servicio, ya que mis tíos estaban trabajando. En una oportunidad, se sentó frente a su computadora y comenzó a accesar algunas páginas de sexo lésbico y a mostrármelas. Me quedé como hipnotizada viendo aquellas fotos de mujeres desnudas, haciendo el amor con otras mujeres. Desde ese momento, ya no me volvió a interesar la televisión y, siempre que llegaba, le pedía a mi prima que accesáramos esas páginas. Así me fui obsesionando más y más.

Ya nada más me interesaba. Cuando estaba en mi casa o en el colegio, no dejaba de contar el tiempo que me faltaba para poder llegar a casa de mi prima y navegar en Internet, para ver aquellas fotos.

Una tarde, cuando llegué, comenzaba a llover. Paty, así se llamaba mi prima, se veía extraña. Estaba como nerviosa y no ponía mucha atención a lo que yo le decía. Parecía que quería decirme algo, pero no se atrevía.

  • Esta tarde... me gustaría ensayar lo que hemos visto -dijo por fin. - ¿A qué te refieres? -pregunté sin comprender. - ¿Quisieras que hiciéramos lo que hemos visto en Internet? - Bueno... no sé... Yo... ¿Qué quieres exactamente?

Me dejó asombrada con su respuesta:

  • ¡Quiero tener sexo contigo!

La miré atónita y noté que estaba excitada. Yo también comencé a excitarme y hacerme cerebro, ya que varias veces me había masturbado fantaseando con aquellas fotos y una relación entre mi prima y yo. Así que, cuando volvió a insistir, accedí.

Me tomó de la mano y me llevó hasta la cama cercana. Comenzó a desnudarse y yo, lentamente, me quité la playera y los pantalones vaqueros, quedando sólo en bikini y sujetador. Ella se acercó y me besó. Me sentí extraña, pero me excité más cuando comenzó a mamarme los pezones.

Nos tendimos en el lecho, besándonos como locas. La abracé con fuerza y con lentitud fui besando su boca, sus mejillas, su cuello, sus pechos.

Chupé ávidamente sus lindos pezones, durante un rato, mientras mis manos recorrían toda su anatomía. Seguí bajando con mis besos, a través de su vientre, hasta llegar a su hermoso clítoris, que estaba ya bien erecto y listo para cualquier acción. Lo tomé en mi boca con entusiasmo, haciéndola gritar de placer.

El calor de su cuerpo era increíble y me sentí en la gloria al saber que mi lengua podía darle tanto placer. La lamí con fuerza y mi prima gritó de gozo y puso lo ojos en blanco, ante la inmensa sensación que la invadía.

Ella gemía constantemente de placer y, dicho sea de paso, esto me excitaba un montón. Poco a poco me fui poniendo en posición de 69 y ella, rápidamente, comenzó a mamarme, transportándome a un universo de placer.

Comencé a lamer y chupar con ritmo y fuerza su rica vulva. Paty gemía y gritaba de placer, en forma cada vez más desaforada. Abrió los ojos y la boca con expresión de asombro y su cuerpo estalló con un intensísimo orgasmo.

  • ¡Aaahhhhh! -grito Paty, al tiempo que explotaba y temblaba como un volcán.

Marqué una pausa, y muy pronto ella continuó lamiéndome con más y más fuerza, hasta que sin poder evitarlo, me corrí, con deleite.

Mi prima, sin más, siguió lamiendo y lamiendo, hasta que limpió completamente mi vulva con su lengua.

Con nuestras mamadas ininterrumpidas, volvimos a estar preparadas para otro polvazo por lo que, al sentirse lista, sin titubear, Paty se encaramó en mí y, poco a poco, fue frotando su entrepierna contra la mía y comenzamos un nuevo acto sexual. Muy pronto sentí el mayor placer que había experimentado hasta entonces.

Coordinadas, lo fuimos haciendo lenta y suavemente durante largo rato, hasta que tiró su corrida en mi lengua, unos momentos antes de que yo misma tuviera mi nuevo orgasmo.

Tras unos momentos de reposo, expresé mi intención de retirarme, pero ella me pidió que no lo hiciera.

  • Mis padres vendrán tarde y quisiera que me acompañaras otro rato-dijo.

Tranquila, entonces acepté y, las dos nos quedamos abrazadas en la cama.

2) La orgía

Afuera llovía a cántaros. Me sobresaltó el sonido de unos nudillos en la puerta. Paty fue a abrir, sin cubrirse, al tiempo que me hacía señas de que no me preocupara. Mi sorpresa fue grande, porque alguien entraba en la habitación: ¡la sirvienta!

Paty me explicó que ella tenía ya cierto tiempo de tener relaciones con la mucama y me invitó a compartir con ellas. Me quedé paralizada, viendo a la mujer que comenzaba a desvestirse.

La sirvienta, llamada Graciela, tenía unos 40 años, era morena, con enormes seños, pelo negro entrecano que peinaba austeramente hacia atrás, recogido en una trenza, y tenía una pancita apreciable, producto de varios embarazos.

La miré detenidamente y, pese a la sorpresa, no me resistí y comencé a sentirme excitada de nuevo. Graciela se acercó y con sus manos ávidas comenzó a acariciar mi cuerpo, logrando hacerme sentir más y más caliente.

Yo, estaba ya excitada, lista para la guerra. En seguida, me estremecí al contacto de su boca húmeda que me rozaba los pezones. Apreté los dientes y retorcí los dedos de los pies, cuando su boca hambrienta comenzó a devorarme la teta izquierda. Su lengua salvaje me recorrió el cuerpo de cabo a rabo, hasta que se detuvo en mi entrepierna, lamiendo y succionando con furia, llenándome de éxtasis las entrañas.

Gemí, al tiempo que las sensaciones de la mamada me enloquecían. Extendí mi brazo y puse mi mano sobre la espalda suave y caliente de Paty que, sentada a nuestro lado, observaba la escena.

El cuerpo de Graciela se acostó sobre el mío. Su boca ávida comenzó a chupar y sorber mi pezón, ya incandescente. Deslicé mi mano por el caliente cuerpo de mi prima. Un quejido alborozado se escapó de la garganta de Paty, al sentir que mis dedos se enredaban con su clítoris. En tanto, el pecho de Graciela se aplastó contra el mío, acrecentando el gozo de nuestra unión.

Mis labios recibieron la desesperada boca de la sircvienta, e introduje mi lengua en ella, con ferocidad. El ritmo se incrementaba y ella se movía restregándose contra mí, arreciando en sus embates, revolviéndose con locura, hasta que se estremeció convulsa, por el roce de nuestras entrepiernas.

  • ¡Aaaahhhh! -gimoteó y sus quejidos me anunciaron que había llegado a un orgasmo que la hacía vibrar de placer.

Yo guardaba silencio, mientras sentía que la mano de Paty se afirmaba en torno a mi pecho. Lo apretó y sus labios mamaron mi pezón, que se mantenía erecto y caliente.

Me viré de lado, metiendo una mano entre las piernas de mi prima, apartándole los muslos y agarrando su clítoris encendido. Lo froté unos momentos, mientras su mano se deslizaba por mi cuerpo.

Graciela volvió al ataque, esta vez armada de un curioso instrumento con forma de pene, muy largo y que tenía cabezas en ambos extremos, el cual estaba ya cubierto de vaselina. Con este príapo, comenzó a penetrarme suavemente. Me sentí en la gloria con la sabrosura de aquella penetración, ya que aquella barra dura y resbalosa iba siendo tragada lentamente por mi vagina acalenturada.

  • ¡Oooohhhhh! -grité-. ¡Qué riiicoooo!

Vi con asombro, cómo el otro extremo del pene artificial desaparecía dentro de la vagina de Graciela, que tendida sobre mí, bombeó recio, intensificando mi pasión, al grado que muy pronto, sentí que estaba al borde de una explosión gigantesca.

No pasó mucho tiempo sin que comenzara a sentir las convulsiones de mi orgasmo. Graciela, a su vez, lloraba y reía al mismo tiempo, gimiendo con profunda voz, anunciando la llegada de su clímax. No pude entonces, dejar de tirar de ella hacia mí, para que nos diéramos un sabroso beso de lengua.

Paty se tendió sobre la cama, a mi lado, y comenzó a acariciarme suavemente. Su mano fue bajando, hasta llegar a mi clítoris, y comenzó a masturbarme con frenesí. Mi mano bajó para apoderarse del duro falo de goma.

  • ¡Es enorme! -exclamé al contemplarlo.

Graciela se puso de rodillas entre mis piernas, encaramó mis extremidades encima de sus hombros, dejando expuesta la abertura de mi ano. Agarró la verga de goma con una mano y me puso la punta del glande frente a la entrada de mi culo. Empujó con firmeza y aquel enorme trozo fue entrando en mí, provocándome una sensación innenarrable.

  • Se siente sabroso, ¿verdad? -preguntó, sin obtener respuesta, ya que yo estaba muy ocupada gozando la sensación de la penetración, mientras Paty obvervaba la escena con ojos cargados de lujuria.

Graciela comenzó a bombear en mí, haciéndome sentir feliz de haber llegado aquel día a casa de mi prima. Introdujo la verga artificial hasta el fondo de mi recto, arrancándome un profundo suspiro y se estregó contra mi, arrebatada de un fuerte furor sexual. De pronto, dobló el pene y, apuntando la otra cabeza hacia mi vagina, me penetró. Gemí, grité, gruñí, babeé y, al sentirme fornicada por ambos orificios, finalmente me vine como yegua, aullando como una condenada, al sentir el mayor orgasmo de la tarde.

Al sacarme el falo, Paty ocupó inmediatamente el lugar de Graciela y comenzó a lamerme ambos orificios. Yo me dejé hacer. Me atrajo hacia ella fuertemente, lamiéndome desaforadamente. Se metió una punta del pene en su vagina y la otra volvió a ocupar su lugar en la mía. Entonces, la agarré firmemente de sus nalgas, que atraje hacia mí con energía, clavándonos en pene en forma tremenda.

Paty trató de llevar el ritmo lo más controlado y suave posible, pero cuando finalmente ella se vino, yo no pude evitar tener un nuevo orgasmo con aquel falo dentro de mí.

Después de eso, las dos me besaron, acariciaron y jugaron conmigo a su sabor y antojo. Me acariciaron de pies a cabeza, me sobaron por todas partes, me mamaron las tetas y la vulva, hasta que me tuvieron nuevamente gritando de excitación. Ambas entonces, me tomaron por asalto. Me abrazaron, lamieron y mordieron, me pasaron el pene artificial por todo el cuerpo y sin que yo pudiera o quisiera evitarlo, me fueron metiendo simultáneamente las dos cabezas en mi ano.

Un grito, de dolor brotó de mi garganta. El príapo artificial estaba tratando de entrar, lentamente, en mi culo, provocándome una sensación hasta entonces desconocida. Nunca había tenido dos penes adentro, al mismo tiempo. Luego, Graciela, con una sonrisa maligna en sus labios, empujó el falo con fuerza y me introdujo por completo las dos cabezas del enorme pene.

Ellas se fueron moviendo coordinadamente, fornicándome arrebatadamente, logrando que yo tuviera otro orgasmo, entre alaridos de placer, al tiempo que mamaba las tetas de Graciela y masturbaba furiosamente a mi prima.

Perdí la cuenta de los orgasmos que obtuve, gracias a Paty y Graciela, quienes jugaron insaciables con mi cuerpo, hasta que caímos rendidas por agotamiento y quedamos tendidos, exhaustas, sobre el lecho.

Desde ese día, ya no pienso en chicos. Voy casi todas las tardes a casa de mi prima y... ¡soy muy feliz!

Autora: ANASO anaso111@yahoo.com