Tarde libre y Marosa

Una tarde lenta y tranquila de cuarentena me acordé de un libro que me habían regalado, un compilado de relatos eróticos de Marosa di Giorgio. Me metí de lleno en ese mundo de seres botánicos y animalísticos, de escenarios donde cada sujeto y objeto es un personaje cargado de un deseo libre y limpio

Una tarde lenta y tranquila de cuarentena me acordé de un libro que me habían regalado, un compilado de relatos eróticos de Marosa di Giorgio. Me tiré en la cama dispuesta a meterne de lleno en la lectura. Me encontrñe con un mundo de seres, entre botánicos y animalísticos, de escenarios donde cada sujeto y objeto es un personaje cargado de un deseo libre y limpio, sin prejuicios. El goce entre quién sabe qué o quiénes se da sin tapujos, a carne viva y sin pudor.

Aquí el fragmento que me inspira a inciarme en la escritura erótica:

*“Querida Una est

a

ba tendida en la mesa; era en el pasto pero parecía la mesa, como esperando el regalo, sin mayor apuro ni sorpresa.*

Él tironeaba de la enagua en flor advirtiendo con espanto, que la enagua procedía de ella; estaba hecha de la misma leve carne, sujeta con pedúnculos vivos a todo el cuerpo.

Era una gran enagua sexual, todo de ovarios, todo de clítoris recios, como pimpollos de rosas rojas en hilera.

-Está usted colmada… Hay muchos, varios, le decía él, triste -sin saber por qué- y gozosamente buscaba enceguecido entre todo, entre todo el vuelo, el nervio central que atacar.

Imaginé a Una llena de todo, de clítoris y de vulvas. Sobre todo de clítoris. Lo deseé. ¿Quién no quisiera estar repleta de vaginas turgentes? Me mojé un poco de solo pensarlo. Centenares de conchitas expectantes, hinchadas, perfectamente lubricadas. Imaginé una cascada de lubricante, chorreando de a una concha hermosamente abierta a la otra. No puedo si quiera pensar en el placer que puede generar ser penetrada desde tantas vulvas, estaría con las tetas duras como pomelos a punto de explotar. ¿Sería como llegar al nirvana? ¿el cuerpo podría soportar tal despliegue de espasmos?

Una aparece en el segundo cuento del libro. Mis manos se volvieron falos esa tarde y no pude continuar leyendo, dejé el libro prolijamente a un lado y mis dedos buscaron por donde entrarme. Esa tarde acabé muchas veces y de forma intensa, como si mi deseo se hubiese hecho realidad y tuviese una gran enagua en flor.