Tarde familiar de parchís. (IV)

Las fichas se van acercando a la meta y crece la intensidad sexual entre las dos cachondas madres y sus viciosos hijos. El morbo de los hijos es sólo comparable a la excitación de las dos cachondas mujeres ante la situación.

El discurrir de la partida de parchís nos había llevado a un punto en el que se había hecho del todo evidente que aquello iba a desembocar en una fiestecita sexual de lo más morbosa. El hecho de que los cuatro jugadores de la partida fuéramos dos hijos y sus respectivas madres hacía que hubiera que avanzar con tacto, muy paso a paso y midiendo los efectos de cada acción, para que todos pudiéramos sentirnos cómodos con lo que fuera ocurriendo. Si aquella partida hubiera sido de mi primo Arturo y yo con dos amigas nuestras o incluso con dos vecinas maduritas, seguro que muy pronto, tras las primeras entregas de prendas, hubiéramos acabado follando sin mayores miramientos. Pero lo cierto (y de hecho para mí lo más morboso y excitante) era que nuestras compañeras de juego eran nuestras propias madres; era a ellas a las que poco a poco habíamos ido viéndoles los muslos, las tetas y el coño, a las que les habíamos mostrado nuestros erectos cipotes; era a ellas a las que, indistintamente y en las sucesivas pruebas, habíamos besado al principio con tímidos piquitos y luego con decididos morreos; y era a ellas, a nuestras madres, a las que en esta fase del juego estábamos metiendo mano con toda libertad amparados en las reglas del juego; era a mi madre y a mí tía a las que mi primo y yo les estábamos tocando las tetas y hasta el chocho. Y ellas se estaban mostrando encantadas con el discurrir de la partida, cada vez más abiertas, con menos rubores, haciéndonos ver con su actitud y sus besos llenos de sexualidad y saliva, que todo aquello a ellas también les estaba gustando. Y lo mejor de todo es que la partida continuaba.

Era ahora mi primo Artur el que tiraba el dado y el valor que le salió le llevó a comer una ficha a mi madre. Entonces le recordó lo del “Chúpate esa”  que antes le había dicho ella en una ocasión anterior en la que mi madre le había comido una ficha. Artur sonriendo le recordó a mi madre que ahora iba a ser ella la que tenía que chuparle “esa” a la vez que inequívocamente señalaba hacia su más que erecta polla. Todos nos reímos y yo vi a mi madre, a pesar de lo lanzada que estaba, dudar un tanto. A fin de cuentas hasta ahora había habido toqueteos, aunque fuera de zonas muy íntimas, y nosotros les habíamos chupado las tetas a nuestras madres. Pero por alguna razón, chupar una polla parece una especie de paso definitivo, una declaración ya abierta de que la acción sexual irá hasta el final. Mi madre debía estar pasando internamente por esas deliberaciones y se reflejaba en su cara. Yo entonces le guiñé aprobadoramente y simultáneamente su cuñada, le dijo también riendo:

-Bueno, chica… Si ellos nos chupan las tetas...

-Venga, mamá –la animaba yo para disipar sus posibles reparos, posiblemente más debidos a mi presencia que al hecho en sí de chuparle el nabo a su sobrino-. Hazle una buena mamada a este calentorro; que se entere cómo la chupa mi madre.

Todos reímos una vez más y ya vi a mi madre más desenvuelta y hasta dispuesta a hacer frente a la prueba sin mayores consideraciones.

-¿De verdad, hijo? –Preguntó mirándome-. Te parece bien que…

-¡Pues claro, mamá! –Le dije yo, y además aproveché para, dado que estaba sentada am mi derecha, acercarme un poquito a ella y darle un breve beso en los labios, beso que ella me devolvió de la misma manera-. A mí me va a gustar mucho verte demostrándole a Artur lo que sabes hacer con esta boquita tan bonita que tienes. –Y entonces volví a darle un beso esta vez con lengua a la vista, que aunque fue breve, me gustó y excitó mucho. Por alguna razón, pensar que la lengua de mi madre, que yo acababa de degustar y lamer, iba enseguida a estar lamiendo la polla de mi primo, me excitaba terriblemente.

-Bueno, pues si hay que chupar chuparemos. Que no vayáis a pensar que nosotras no sabemos hacer cosas de esas, por muy guarradas que sean.

Entonces mi madre se arrodilló entre las piernas de Artur, que seguía cómodamente sentado en su butaca a la derecha de mi madre, y agarrando su cipote le dio unas lamidas y después se lo metió en la boca iniciando una espectacular mamada. A mí me estaba llevando al borde de la extrema erección tanto el ver a mi madre chupándole con aquel desparpajo la polla a Artur como el verla también por detrás, dada la posición que yo ocupaba, con su tremendo culazo apoyado en sus talones y expuesto en todo su esplendor.

Sin duda no era la primera polla que mi madre se metía en la boca porque desde luego chupaba con mucha solvencia. La pregunta que me asaltó entonces, y que contribuyó a excitarme aún más, fue cuántas pollas se había metido mi madre en la boca antes que la de Artur. Este, por cierto, estaba empezando a dar unos suspiros que mostraban bien a las claras que mi madre estaba haciendo un buen trabajo.

-¡Cómo la chupas, mamona! Sigue, sigue, que me estás dando un gustazo tremendo, cacho golfa. ¡Joder, nada menos que la calentorra de mi tía Patricia mamándome el nabo! Y hay que ver cómo lo hace la muy guarra. Sigue, sigue, así, así, con toda la lengua de arriba abajo, zorra.

-Cómo la mama tu madre, ¿eh? –me dijo mi tía, que estaba sentada en la butaca a mi izquierda, dándome un codazo mientras yo observaba embelesado y muy excitado la caliente escena.

-Sin duda lo debe hacer bien. A ver cuándo os como una ficha para que me hagáis a mí un trabajito igual porque estoy que reviento.

-¿Y a quién prefieres comerle la ficha, a tu madre o a mí? –Preguntó con malicia mi tía mientras aprovechaba para acariciarme los huevos.

-Me da igual, tía. La verdad es que de sólo pensar en que me la chupéis alguna de las dos creo que me voy a correr.

Entonces oímos que Artur suspiraba con mayor fuerza y empezaba a decir:

-Que me voy, zorra, que me corro, cacho guarra. ¡Ahí va toda mi leforra para ti, golfona! ¡Ahhhhh…! ¡Ufffff…! Ahí va tooooodooooo….!

Mi madre entonces, en el momento en que se producía la corrida de Artur, se sacó su polla de la boca y recibió la catarata de leche masculina en todas las tetas firmando la autoría del primer orgasmo de la tarde, que mi tía Sofía y yo, que habíamos sido los espectadores, celebramos y aplaudimos entusiasmados vitoreando a los protagonistas de la escena.

Yo palmeé a mi madre en el hombro felicitándola:

-Buen trabajo, mamá. Le has demostrado lo que sabes hacer con una polla en la boca.

-¿Te ha gustado, eh, cabronazo? Mira cómo te la ha dejado de floja tu tía –le decía riendo la tía Sofía a su hijo a la vez que le tocaba la ahora pringosa y morcillona polla.

-Tranquila, mamá, que en el plan que estamos y con vosotras dos aquí en pelotas no tardará en ponerse otra vez a tono –prometió Artur respirando aún agitadamente y satisfecho por la corrida que acababa de experimentar.

-¡Ay, pero qué cerdito es mi niño! –le dijo a Artur su madre mientras se inclinaba sobre él para darle un húmedo beso que ambos degustaron con placer.

A continuación Arturo dijo dirigiéndose a mi madre:

-Tía Patricia, me las has comido de miedo. Ha sido la mejor mamada de mi vida. Quiero que sepas que me ha encantado de verdad y que estoy muy, muy contento de que hayas accedido a chupármela. Ha sido cojonudísimo, tía.

-¿Qué pensabais, que una vieja como yo no iba a saber chupar un cipote? –decía mi madre complacida y halagada.

Yo entonces, una vez mi madre hubo recuperado su sitio sentándose a mi lado, me incliné de nuevo sobre ella y le dio un nuevo beso en la boca chupándonos las lenguas con verdadero vicio.

-Estoy orgulloso de ti, mamá. Que lo sepas.

-¿De verdad, cariño? –dijo ella volviendo a besarme los labios, esta vez con un breve piquito.

-Claro, me encanta tener una madre así de golfa y buena mamona –le respondí haciendo que todos riéramos. Y de nuevo nos dimos un beso, esta vez con lengua, tras el cual ella me hizo una pregunta que contribuyó a excitarme aún más, y es que mi madre, tras acabar de besarnos, me dijo:

-¿Y no te importa besarme así aunque le haya estado chupando la polla a tu primo hace un momento?

-¡Pues claro que no! –Fue mi decidida respuesta-. Todo lo contrario, mamá; es delicioso besarte esa boquita de mamona y disfrutar de tu lengua.

Seguimos haciendo comentarios jocosos y picantes durante unos minutos y después ya reanudamos la partida. Cuando nos disponíamos a coger los cubiletes mi madre me preguntó a mí:

  • ¿Tú también vas a pedir en prenda una mamada en cuanto nos comas una ficha a tu tía o a mí, hijo?

La pregunta de mi madre tenía miga y yo así lo capté. Ella, creo interpretar, estaba interrogándome y testeando mi disposición a que, llegado el caso, también resultara factible que fuera ella misma la que me hiciera una mamada a mí, a su propio hijo. Como semejante posibilidad a mí no sólo me parecía bien y me excitaba sino que sencillamente me entusiasmaba, enseguida le respondí:

-Lo que puedo decirte, mamá, es que estoy deseando comerte una ficha yo también... Y de nuevo le di un piquito en su boquita de mamona y además aproveché para pellizcarle suavemente un pezón mientras ella gemía aprobadoramente.

Todos reímos una vez más y mi madre me devolvió otro beso en los labios como agradeciéndome mi disposición favorable a que hiciera aquel tipo de cosas. Luego ya nos dispusimos a hacer rodar los dados de nuevo.

Mientras jugábamos comentábamos la habilidad de mi madre chupando pollas y yo lancé la idea de que seguro que la de Artur no era la primera polla que se metía en la boca. Sin embargo mi madre no contestó aunque tanto ella como mi tía Sofía se miraron y sonrieron con malicia.

En la siguiente jugada en la que se produjo una captura fue Artur el que nos comió a mí y a mi madre también en una jugada doble. Su mandato consistió en que yo le pasase la polla por el culo a mi madre. Tanto mi madre como yo nos miramos entre sorprendidos, divertidos y excitados aceptando la petición de mi primo. Enseguida nos colocamos en posición entre risas y comentarios picantes. Mi madre se levantó y dándome la espalda se inclinó un poquito hacia delante para dejar aún más salido su culazo, y eso que de suyo natural su trasero ya es muy salido y respingón.

-Bueno, cariño. ¿Te va a gustar arrimarme la polla al culo? –decía ella coqueta y segura del atractivo de su trasero.

-No sabes cuánto, mamá.

A continuación empecé a pasar mi humedísimo cipote por las gordas nalgas de mi madre. Luego empecé a deslizar mi polla por toda la raja de arriba abajo. Tras unos pocos pases en este plan ya me decidí a detenerme en su ano y estuve un poquito acariciándole el ojete con el capullo. Mi madre gemía de gusto y me decía con una mezcla de coquetería y malicia:

-¿Te gusta el culito de mamá, eh, cariño?

-Bien sabes tú que con este culazo vuelves loco a cualquiera, zorra, y tu hijo no iba a ser una excepción-. Le respondía yo completamente excitado y bien agarrado a sus amplias caderas.

-Pues disfruta con él, hijo, disfruta con el culo de mamá. Ahí lo tienes y es todo para ti, mi amor. Si tanto te gusta disfruta con mi culo todo lo que quieras.

En el transcurso de mis caricias hasta me atreví a tocarle un poco el chichi con el capullo mientras mi madre reía complacida.

-Que eso no es el culo, pillín-. Me decía ella riendo complacida.

-Pues te aseguro que acercarte el cipote a esa zona también me gusta mucho, mamá.

-Pero eso tendría que esperar a otra tirada ¿no?

  • No se si aguantaré –contestaba yo en broma.

Al poco rato ya dimos por concluida la prueba y proseguimos el juego.

En la siguiente oportunidad fui yo el que comió una ficha a mi tía Sofía.

-Dile que te la chupe – me aconsejaba con desparpajo y riendo mi primo.

-Es que también me apetece que me haga una cubana con esas tetonas...

-Pues mándale las dos cosas, hijo –intervino con alegría mi madre-. Que con esas tetazas que tiene tu tía bien arriba las puede poner para hacerte la cubana a la vez que te chupa el capullo. No seas tonto...

Aluciné, desde luego, con la atrevida y muy sexual sugerencia de mi madre, así que, tras estos consejos, formulé el mandato como había sugerido mi madre y mi tía me empezó a hacer una cubana y una mamada simultánea que no tardó en provocar mi primer orgasmo de la tarde porque no estaba yo a aquellas alturas como para contenerme mucho. De hecho no llevaría ni media docena de deslizamientos entre las tetazas de mi tía y otros tantos lengüetazos de ella en el capullo cuando no pude resistir más y exploté en una abundante corrida de espesa lefa blanca. De resultas de la misma, la cara y las tetas de mi tía quedaron completamente bañadas en leche mientras todos reíamos complacidos por el resultado de la prueba, especialmente yo, claro.

Mi tía hizo ademán de ir a limpiarse todo el semen que yo le había dejado sobre sus tetas y cara pero su hijo la detuvo.

-No hace falta que vayas a limpiarte, mamá, que estás así muy guapa-. Y no sólo le dijo eso sino que él mismo le extendió el semen que yo había dejado sobre las tetas de su madre por todas sus amplias mamas y también recogió con los dedos los dos goterones que habían quedado sobre su barbilla y su mejilla derecha y aprovechó con los dedos así manchados de mi semen para frotarle los pezones a su madre. La escena estaba resultando tremendamente morbosa y excitante y de hecho bien lo notó mi polla, que enseguida volvió a estar dura y empinada como un mástil. Además, tras el frote de pezones a su madre, Arturo le dio a esta un morreo sin contemplaciones al que ella respondió también muy jugosamente. A parecer a mi primo tampoco le importaba besar a su madre después de que ésta hubiera estado chupando una polla.

Mientras mi tía y mi primo se morreaban, mi madre me preguntó si había disfrutado de la prueba; le dije que sí y ella me respondió diciéndome que enhorabuena y acto seguido y sin previo aviso también me plantó un morreo así que nos entregamos a chuparnos las lenguas con enorme vicio. Y allí estábamos las dos parejas de madre e hijo, besándonos como auténticos amantes viciosos y disfrutando del enorme morbo de aquellos emparejamientos. Yo además, mientras me besaba con mi madre, le metí la mano entre los muslos y tras sobar un poco su ajamonado muslamen, subí la mano hasta dejársela en el coño, que encontré realmente encharcado. Tras pasear mis dedos por su pelambrera y por su raja estuve acariciando suavemente su clítoris mientras ella gemía más que sonoramente, y todo ello sin dejar de morrearnos de una forma bastante guarra pues a mi madre, desde luego, le gusta mucho besar y lo hace condenadamente bien, con mucha saliva de por medio siempre.

Una vez acabó esa sesión de besuqueo intenso de cada hijo con su madre, y tras una nueva tanda de comentarios y felicitaciones, proseguimos la partida.

En la siguiente jugada mi tía Sofía, que era la que más adelantada iba en la partida, metió una ficha en la meta y se dispuso a mandarnos algo al resto de jugadores.

-Bueno, ahora me toca a mi mandar y después de lo que os hemos hecho nosotras a vosotros, que os habéis corrido bien con nuestras mamadas, cabronazos, no sé que mandaros.

-Pues mándanos que os chupemos nosotros a vosotras esos chochos tan ricos que tenéis... ya veréis como os gusta, macizas. –me atreví a sugerir yo.

-Pero eso será mucha guarrada ¿no? –dijo mi tía casi como con sorpresa ante mi sugerencia.

-Hombre, pues una guarrada tan rica como cuando vosotras nos habéis chupado a nosotros el capullo. –Aclaró Artur con picardía.

-¿De verdad nos chuparíais ahí abajo? –preguntó mi madre también con cierta incredulidad pero con un brillo de vicio en los ojos.

-Pues claro, mamá. Tiene que dar gusto relameros la raja, y más gusto os va a dar a vosotras, claro. -Dije yo a la vez que le daba a mi madre un apretón en uno de sus gordos muslos.

-No me digáis que no os gusta que os coman el higo... –exclamó Artur mientras deslizaba una de sus manos entre los muslazos de su madre.

-Bueno... –contestó mi madre como dudando.

-¡No me digáis que nunca os han comido el coño! – exclamó entonces mi primo ante el tono de desconcierto que mostraban ambas mujeres.

-Pues la verdad es que no, por lo menos a mí no. –Respondió mi madre mientras mi tía hacía gestos en el mismo sentido.

-Pues ya es hora de que os hagan una buena limpieza de bajos y os den gusto en el chichi con la lengua así que aquí nos tenéis a nosotros. – Les dije yo-. Tía, a tus órdenes

-Chica, pues que nos lo hagan, ¿no? – le dijo mi madre a su cuñada con un tono de cachondez evidente-. La verdad es que no se por qué nos parece bien chuparles nosotras las pollas y nos da no se qué que nos chupen a nosotras el chocho. Es lo mismo, ¿no?

-Pues venga, venga, que nos lo chupen –ordenó mi tía con excitación en la voz.- ¡Uy, cómo me pongo de sólo pensar que nos van a pasar la lengua por la raja! Me parece una marranada tan gorda... y más todavía que sean nada menos que nuestros hijos los que nos la hagan.

-Bueno, ¿y cómo queréis que os lo chupemos? Quiero decir, ¿a quién se lo chupamos cada uno de nosotros? –pregunté yo.

  • Ay, no se. –Dijo mi tía–. Como queráis, ¿no? A mi desde luego me da igual.

-Tú eres la que manda, tía... –dije yo tremendamente excitado ante la posibilidad de comerle el chocho a mi propia madre, una posibilidad que me excitaba tremendamente, claro.

  • No sé; si os da corte chupárselo a vuestra propia madre pues...

-De corte nada –interrumpí yo rápidamente al tiempo que todos nos levantábamos como para tratar mejor el contenido de la prueba-. Por lo menos a mi no me importaría darle unos buenos lengüetazos en el higo a esta jamona. Y al tiempo que decía esto le daba una palmada a mi madre en el culo mientras ella sonreía con cierto nerviosismo pero con un evidente brillo de lujuria en la mirada.

-¿Y a ti, Artur? –Proseguí yo-. ¿Te da corte comerle la castaña a tu madre?

  • ¿Corte? Me apetece un montón chuparle ese potorrazo; ahora que también se lo chuparía con gusto a esta otra zorra ¿eh? –Apuntó mi primo mientras le daba un cachetito en las nalgas a mi madre.

-Pues venga, empezáis así y luego ya cambiaremos o ya habrá más tiradas y tendréis más oportunidades, ¿no? –dijo mi madre visiblemente excitada.

-¿Entonces te parece bien que te chupe yo el conejito, mamá?

  • Si a ti te apetece... a mí… qué te voy a decir; que me parece estupendo, hijo.

Aclaradas así las cosas y con gran excitación entre todos, especialmente entre las dos maduritas, nos dispusimos a cumplir con la prueba. Indicamos a las dos mujeres que se sentaran y se abrieran bien de piernas para dejar sus apetitosos coñazos bien a la vista. Nosotros nos situamos arrodillados entre sus piernas y comenzamos a lamerles el chocho, yo a mi madre y Artur a la suya. Ponerme frente al peludito conejo de mi madre para comérselo creo que ha sido el instante más excitante que he vivido desde un punto de vista sexual. Es algo tremendo. Mi madre, abierta de piernas, ofreciéndome su jugoso chocho y yo a punto de meterle la lengua en aquella deliciosa raja. La sola idea era como para correrse sin tocarse. Me dispuse a disfrutar del momento y a hacerle disfrutar a mi madre todo lo que pudiera. Para empezar le pasé los dedos por su humedísima raja y le separé los labios para acto seguido acercarme a aquella riquísima almeja con mi lengua dispuesto a devorarla y sorberla entera. En cuanto deslicé mi lengua por entre los labios del chichi de mi madre, ésta empezó a gemir de forma tremendamente sonora. Aunque pronto quedaron sus gemidos ahogados por el sonido que provenía de la otra pareja.

-¡Ay, qué gusto, pero qué gustazo más grande! – decía Sofía en voz alta y completamente excitada.

-¿Y a ti, mamá? –le pregunté yo a mi madre parando un momento de chuparle el higo-. ¿Te gusta lo que te estoy haciendo?

-¡Ay, hijo! Me estás volviendo loca. Me encanta lo que me estás haciendo. Y lo que más me calienta y me hace gozar es que me lo estés haciendo tú, hijo. ¡Menuda cerdada más rica, y además con mi hijo! ¿Y a ti? ¿Te gusta chuparle ahí abajo a mamá?

Yo por toda respuesta arrecié en mis lamidas en la raja de mi madre haciendo que ésta suspirara y gimiera con mayor fuerza. Después de lamerle los labios y el agujero de su chocho con fuerza me centré en su clítoris y aquello sí que ya fue lo máximo. Mi madre comenzó a gemir casi con escándalo y a los pocos minutos estallaba en un fenomenal orgasmo gritando fuera de sí.

-¡Ummm…! ¡Ahhhh! ¡Qué buenoooooo! ¡Ahhhhhh…! ¿Pero qué le has hecho a la zorra de tu madre, hijo? ¡Uuuuuuh…!

-Pues darte en el chocho el gustito que te mereces, cachondona.

-Querrás decir el gustazo, cabronazo, que me has vuelto loca de gusto. Ha sido increíble. Qué gusto más grande me ha dado portarme como una cerda y dejar que mi hijo me lama la raja.

Entonces oímos a mi tía Sofía que estallaba en otro estupendo orgasmo provocado por las lamidas de su hijo en su carnoso conejo.

Cuando todos nos hubimos reincorporado y sentida tranquilamente en nuestros sitios mi madre riendo dijo:

-¡Ay, ay, ay! ¡Pero qué guarras estamos hechas! Mira que dejar que nuestros hijos nos laman el chocho... y encima que nos dé tanto gusto.

-No se tú, chica, pero yo he tenido el gusto más grande de mi vida. –Dijo mi tía-.

-Eso de momento, tía, de momento, que seguro que todavía podemos darte más gustito, ya verás –apunté yo.

-Ha sido cojonudo. Ahora entiendo porqué a los tíos les gusta tanto que se la chupen. Y si todavía decís que nos vais a dar más gusto pues ya no se qué nos vais a hacer.

-Ha sido estupendo, la verdad –dijo mi madre mientras me agarraba la cara y me plantaba un morreo en toda regla degustando intensamente mi lengua, que a buen seguro aún tenía el sabor de su propio conejo.

Artur y mi tía también se dieron un beso con lengua y luego ya nos dispusimos a continuar la partida. Tras varias tiradas se produjo una nueva oportunidad de capturar una ficha, esta vez a cargo de Artur. La propietaria de la ficha a tiro era mi madre y finalmente Artur se la comió. Aunque nadie había reparado en ello, especialmente tras las últimas emociones y placeres vividos, tras comer la ficha a mi madre y cuando todos estábamos esperando que Artur formulara el correspondiente mandato, éste se dio cuenta de que al contar las 20 casillas preceptivas comía también una ficha a la suya. Todos estallamos en una sonora carcajada y, tras considerarlo un poco, Artur les ordenó que ahora fueran ellas las que nos la chuparan. Pero como mi madre ya se la había chupado a él y a mí también me la había chupado mi tía a la vez que me hacía una cubana con sus espectaculares melonazos, Artur ahora les ordenó que fuera mi madre la que se encargara de chuparme la polla a mí mientras su madre se hacía cargo de la suya. Ellas rieron con malicia pero sin mostrar el menor atisbo de contrariedad, cosa que a estas alturas ya tampoco se hubiera justificado. Enseguida se amorraron cada una a la polla correspondiente a su propio hijo y empezaron a hacernos una mamada de antología.

-Venga, zorras, a sacarnos la leche bien sacada. Estas furcias tienen que probar todas las pollas. –Decía Artur.

-Y habrá que ir pensando en que las prueben por más sitios que por la boca. –Le contesté yo mientras disfrutaba de las deliciosas lamidas de mi madre. Entonces ésta, dejando de chupármela por un instante, me miró a la cara con un brillo especial en sus ojos y me dijo.

  • En qué estarás pensando, cabronazo... –dijo con malicia antes de reanudar la mamada.

Mi madre la verdad es que comía la polla realmente bien. La envolvía con la lengua y la baboseaba tremendamente. Gruesos goterones de su saliva se desparramaban por mi polla yendo a parar a mis huevos mientras ella seguía y seguía mamando. También me sobaba con sus manos mis ensalivados huevos y hasta en un momento dado deslizó un dedo hacia mi ojete y me lo estuvo acariciando mientras su boca seguía haciendo diabluras con mi prepucio.

-¡Cómo la comes, mamá! –le decía yo extasiado y apoyando las manos en su cabeza-. Eres cojonuda mamando rabo, mamá. Sigue, preciosa, sigue. Ummmm…

La mamada continuó y al rato y casi al unísono tanto mi primo como yo estallábamos en un tremendo orgasmo que tuvo como efecto dejar a ambas mujeres con la cara y el pecho lleno de semen. Las dos se apartaron en el momento de nuestra corrida pero no tuvieron reparos en recibir nuestra descarga sobre sus caras y pechos a la vez que se reían complacidas también por el placer que nos habían proporcionado.

-Mira, mira cómo disfrutan estos cerditos con la mamada que les hace su propia madre –decía mi tía riendo complacida.

De nuevo agradecí a mi madre con un tremendo beso su mamada y, desde luego, no me importó lo más mínimo percibir en su lengua los restos del sabor de mi polla en su boca. Fue un beso que disfrutamos mucho y nos dimos la lengua con verdadera pasión y durante un buen rato.

-Así me gusta, hijo, que beses así de bien a tu madre aunque tenga en la boca sabor a polla. –Me decía ella con un brillo de lujuria en sus ojos.

Proseguimos la partida y pocas tiradas después yo metí una ficha en la meta. Correspondía por tanto un mandato para todos los jugadores.

-Bueno, chicas, ¿qué os parece si echamos un polvito? –Dije así como quien no quiere la cosa.

Ellas reían con picardía y quizá también con algo de nerviosismo ante mi propuesta pues a pesar de todo lo ocurrido y de que eran ya varios los orgasmos experimentados por todos, aún no habíamos follado. La primera en responder fui mi tía:

-Bueno... Ya que estamos así y si es eso lo que nos mandas... Yo la verdad no voy a decir que no porque tengo que confesar que estoy caliente como una burra y deseando follar como una perra; así de claro os lo digo a los dos. Creo que no había estado tan salida desde hace más de 30 años...

-Y te apetece una polla en el chocho ¿eh, guarra? –completó mi madre.

  • Pues hombre, como que a ti no. A mí me apetece follar una barbaridad. ¿Y a ti?

-Pues claro que me apetece, y más viendo estas dos pollas tan ricas que tenemos aquí, que yo también estoy cachonda perdida, sobre todo después de la mamada de antes. No te vayas a pensar que eres la única calentorra que hay aquí. –Contestó mi madre con desparpajo.

-Bueno, venga, ¿cómo lo hacemos? Que ya tengo ganas de meterla en caliente. ¿En qué chochito se va a meter mi pichón? –Apremió Artur a la vez que se agarraba su herramienta y se la acariciaba previendo el placer que iba a recibir en breve.

-Que lo diga el que tiene que ordenar el mandato ¿no? –Señaló mi madre sonriéndome.

-Seguro que habrá tiempo y ocasión para todo pero si tenéis alguna preferencia para esta vez yo la respeto. –Les dije.

Como nadie decía nada yo terminé estableciendo:

-Bueno, pues tú, Artur, fóllate a la putona de mi madre mientras yo me jodo a la zorra de la tuya.

Todos reímos y mi tía, según se acercaba insinuante hacia mí, me dio un breve beso con lengua y me dijo:

-Os parece un poco fuerte hacerlo así de buenas a primeras con vuestra madre ¿no?

-¿Fuerte? Lo que nos da es un montón de morbo, pero igual a vosotras… –dije yo casi a la vez que Artur me interrumpía:

-Eso lo que nos pone es muy cachondos, mamá, y lo que queremos es metérosla a las dos, yo por lo menos, sin importar si empezamos por nuestra madre o por nuestra tía ¿o no? -Todos reímos y yo concluí:

-Bueno, pues entonces empezamos así y ya seguiremos jugando. ¿Eh, qué os parece?

Los cuatro estallamos en una sonora carcajada y como en aquel momento miré a mi madre fue ésta la que contestó:

-A mí me parece estupendo, cariño mío. ¿Qué creéis, que a nosotras no nos pone cachondas que nos folléis los dos?

Todos sonreímos con picardía y satisfacción pues sin duda nos excitaba la idea de follar a nosotros tanto con nuestra madre como con nuestra tía y a ellas tanto con su hijo como con su sobrino.

A continuación mi tía, tras darme un nuevo e intenso morreo, se arrodilló delante de mí y empezando a lamerme la polla me dijo:

-Venga, sobrino, deja que te la chupe un poco para que luego le des a tu tía  el gustazo de su vida, cabronazo mío.

-Pues chupa tía y espatárrate cuanto antes que te la voy a meter hasta los huevos, cacho guarra.

Tras unos breves lametazos mi tía se tumbó en el suelo y se abrió de piernas cogiéndose de las rodillas y mostrando su gordo y abultado chochazo, dejándolo a mi disposición para penetrarlo. Entonces reparé en que Artur justo separa su boca de la mi madre, con la que había estado morreando a tope, y la estaba tumbando en el sofá y poniéndole las piernas por encima de sus hombros. En esa posición se dispuso a clavársela en todo el peludo coñazo de mi madre.

-Échale un buen polvo a esa puerca. –Le animé yo mientras observaba como mi madre sonreía y me guiñaba sin molestarse en absoluto por el hecho de que la hubiera llamado puerca.

Enseguida ambos invadimos los chochos de las dos maduras arrancándoles el primer y sonoro suspiro de aquel polvo. Iniciamos el bombeo y pronto ellas empezaron a gemir y a suspirar de placer.

-Pero qué gustazo le estás dando a tu tía con esa polla tan gorda que tienes, cabronazo. –Me decía mi tía Sofía-. Jódeme, jódeme bien, cariño. Así, así… Sigue, dame, dame bien fuerte.

-¡Ay, qué gusto, qué gusto! –decía mi madre sin parar de gemir ante las arremetidas de mi primo-. ¡Qué gustazo sentir una polla tan rica en todo el conejo!

Nosotros aguantábamos bastante por nuestras recientes corridas pero ellas sin duda estaban calientes al máximo pues en cuanto arreciamos en nuestras acometidas casi a la vez ambas estallaron en sendos orgasmos gritando como locas.

  • ¡Pero qué gustazo! –decía mi tía riendo con ganas-. Hace años que no sentía esto.

-¡Ay cómo me ha gustado, cacho cabrón! –le decía mi madre a Artur tras experimentar su primer orgasmo con la follada de su sobrino.

A pesar de que ellas habían tenido ya un orgasmo, nosotros seguíamos follándolas pues ambos estábamos aún lejos de eyacular. Mientras las jodíamos yo le decía a Artur:

-¿Qué tal, jode bien la cerda de mi madre?

-Como una auténtica puta. –Contestaba él riendo mientras la barrenaba agarrado a los muslos de la hembra-. ¿Y esa golfona que tienes debajo?

-Divinamente; tiene un coñazo de lo más jugoso, y no veas cómo me pone ver cómo se le mueven las tetas mientras la jodo.

  • Menudos cabronazos estáis hechos... –decía mi madre entre suspiros.

-¿Y tú qué dices, mamá? –Le pregunté yo a mi madre-. ¿Te jode bien ese cerdo, te da gustito en el coño?

  • ¡Ay, hijo! Que si me da gusto... Me da gustazo y del bueno.

-Chica, tu hijo qué gorda la tiene –intervino mi tía-. Me llena el chocho del todo y eso que yo lo tengo bien grande. ¡Qué gusto me da el cabrón!

Tras esta pequeña conversación, tanto Artur como yo volvimos a arreciar en nuestras acometidas y las estuvimos follando a buen ritmo hasta que primero mi madre e instantes después mi tía estallaron en otro profundo y tremendo orgasmo. Nosotros estábamos también a punto de caramelo y enseguida tuvimos nuestra ración de placer. Yo fui el primero en eyacular sin molestarme en sacarla ya que mientras me corría mi tía no dejaba de decir:

-Échamela toda dentro, cariño, riégame el potorro, llénamelo de leche caliente, que tengo muchas ganas de que me lo eches todo dentro, sobrinito.

Segundos después era Artur el que descargaba su lefa. Al hacerlo le sacó la polla del chocho a mi madre y se corrió sobre los pelos de su coño y sobre su tripa mientras ella reía alborozada y satisfecha. Para acabar yo le metí un apretujón en las tetas a mi tía mientras nos dábamos un morreo de escándalo. Cuando me incorporé pude ver que Artur y mi madre también se estaban dando la lengua mientras él le estiraba de los pezones y ella le acariciaba los huevos.

Instantes después todos nos incorporamos riendo y celebrando lo placentero que había resultado aquel primer polvo de la tarde, y digo primero porque de hecho fueron las dos mujeres las que se apresuraron a decir que la partida no estaba acabada con aquello y que todavía faltaban muchas fichas por comer. Todos reímos y nos dispusimos por tanto a continuar la partida.

-Me ha gustado mucho verte joder como una putona, mamá. –Le dije a mi madre mientras nos sentábamos para continuar con la partida.

-¿De verdad, hijo, que no te importa ver a tu madre jodiendo ahí delante de ti, como una zorrangona viciosa?

-¿Importarme? Me encanta, mamá, de verdad. Da gusto verte ahí toda espatarrada y gozando a tope como una guarra con el chocho bien repleto de polla. Y más me encantaría hacer otra cosa que verte, que con ese cuerpazo de jamona maciza que tienes seguro que das mucho gusto al joderte.

Mi madre sonrió halagada y complacida y seguramente también excitada por mis palabras de modo que tras darme un beso en la boca me dijo con picardía:

-Pues ya sabes la próxima vez que me comas una ficha... –Y nos volvimos a dar un intenso morreo con las lenguas al aire, degustándolas con enorme vicio.

Cuando nos separamos, vimos que Artur le estaba tocando el chocho a su madre metiéndole los dedos a la vez que le decía:

-Cómo te ha dejado de lleno de lefa el chocho tu sobrino ¿eh, zorra?

-Pues claro, y bien de gusto que me ha dado. –Y haciendo un paréntesis para darle un beso a su hijo luego añadió con picardía-: A ver si el próximo que me lo llena eres tú...

Seguimos jugando; la partida ya estaba en sus últimos estertores y casi todos teníamos las fichas cerca de la meta. Pocas tiradas después de hecho yo volví a meter una ficha en la meta así que correspondía un mandato para todos:

-Bueno, mamá, ¿qué te parece si tu yo echamos ahora un casquete entre nosotros mientras Artur se la mete hasta los huevos a la putona de su madre?

Mi madre por toda respuesta sonrió con picardía y me agarró el cipote a la vez que acercándose a mí sacaba su lengua, por cierto bastante más larga de lo que yo pensaba hasta aquel día, para dármela a chupar. Nos chupamos las lenguas durante un rato hasta que mi tía nos interrumpió diciendo:

-Venga, venga, a joder otra vez todos, que tengo el coño hecho caldo y la idea de que me la meta mi hijo me pone como una verdadera burra.

-Ahora vamos a joderlas por detrás, –le sugerí yo a Artur,- o por lo menos yo a esta golfa, que tengo ganas de follarme a mi madre viéndole todo su gordo culazo en pompa.

-Venga, pues a cuatro patas las dos, cacho guarras. –Les ordenó Artur.

Ambas hembras se situaron en el suelo, sobre la alfombra, a cuatro patas, relativamente juntas y  sonriendo con vicio. Nosotros nos pusimos detrás de ellas; yo detrás de mi madre y Artur detrás de la suya. Yo puse mis manos sobre las tremendas caderas de mi madre y le dije:

-Mamá, qué gusto me da verte el culazo así, a mi disposición para metértela en el chocho hasta los huevos. No sabes cómo me calienta la idea de metértela hasta los cojones, mamá, y de joderte como a una buena puta.

-Pues más gusto me da a mí ponerte mi culazo, como tú dices, en pompa para que me la metas, que llevo toda la tarde calentorra perdida pensando que terminarías follándome como a una puta, hijo. Que eso es lo que quiero ser para ti, una verdadera puta.

Artur también agarró a su madre por el culo diciéndole que la iba a joder como a una perra y sin más preámbulo se la metió hasta los huevos empezando a follarla con fuerza haciéndola gemir de placer. Yo me quedé embobado viendo como las tremendas tetas de mi tía se balanceaban como campanas con las acometidas de Artur. Entonces mi madre volviendo la cabeza hacia atrás me miró con lascivia y moviendo el culo provocativamente me dijo:

-Venga, cariño, no te hagas de rogar y dale polla a tu mamaíta, que me muero de envidia viendo cómo tu primo jode con la suya y de ganas de sentir tu gordo cipote en el higo.

Entonces yo le empecé a restregar mi capullo por toda la raja de arriba abajo frotándole el clítoris y ya haciéndola gemir sonoramente.

-Cabronazo, que vas a matar de gusto a tu madre y todavía no has empezado a joderme. ¡Ay, qué gusto, qué gusto me estás dando con la polla en el higo y sin metérmela!

A la tercera pasada ya me detuve en su agujero y de un empujón se la colé por entero en el chocho haciendo que diera un grito de placer.

No llevaríamos ni cinco minutos follándolas cuando mi madre prorrumpió en un bestial orgasmo chillando como una loca.

-¡Síííí, qué gusto más grande me das con esa pollaza tan gorda, hijo! ¡Dame, dame, reviéntame de gusto, destrózale el coño a la puta de tu madre! ¡Aaahh, aaaaaahh, sííííííí....!

Disfruté muchísimo oyéndole decir a mi madre esas cosas mientas la follaba, y como yo no me había corrido seguí follándola aún más fuerte haciendo que ella gimiera de gusto tras su orgasmo.

-Sigue, cariño, sigue jodiéndote a la putorra de tu madre, que me estás destrozando de gusto, mi amor. Dale, dale gustito a mamá.

En ese momento mi tía Sofía alcanzaba también un intenso orgasmo resoplando sonoramente.

-Pero mira que soy guarra, dejándome joder por mi propio hijo y disfrutando como una perra por ello. -Decía mi cachonda tía riendo mientras se recuperaba de su orgasmo-. Esto es ser una completa marrana, pero ¡cómo me gusta, jodeeeer!

Nosotros seguíamos follándolas a ritmo mientras ellas comentaban que estaban disfrutando como nunca. En un momento dado yo le comenté a Artur:

-Como me gusta verle las tetas colgando a tu madre mientras la jodes; se le mueven como campanas.

Entonces mi madre, que como he señalado antes, estaba situada a su lado a cuatro patas mientras las jodíamos a las dos, agarró una de las tetas de su cuñada y estrujándola dijo:

-Claro, las tiene de grandes como las de una vaca, así que es normal que se le muevan así con este bamboleo, ja, ja, ja...

Este gesto de mi madre tocándole una teta a la tía Sofía excitó enormemente a mi primo Artur que dijo:

-Así, así, guarronas, tocaos entre vosotras, viciosas.

El gesto de cierto carácter lésbico de mi madre hacia la suya al tocarle una teta, tuvo sobre Artur un efecto tremendo ya que le arreó a su madre dos o tres fuertes pollazos completamente excitado y se corrió con fuerza en el interior del chochazo de la caliente madurita.

A continuación, y mientras sacaba la polla del jugoso coño de su madre completamente anegado en semen, se dirigió a mi diciéndome:

-A mi me pone mogollón de cachondo que las tías se lo monten entre ellas ¿a ti no? Así me parece que son más guarras todavía. Cuando le he visto a tu madre tocarle las peras a esta putona me he puesto como una moto.

-Ya te he notado, ya. –Replicó su madre riendo mientras se sentaba en el suelo permaneciendo al lado de mi madre y mío.

Yo, mientras seguía follando suavemente a mi madre, le dije que ese tipo de cosas a mí no me calentaban especialmente aunque tampoco me molestaban

-¿Y a vosotras, guarrillas, os gusta meteros mano entre vosotras? – les preguntó Artur a la vez que se sentaba delante de mi madre y le agarraba una de sus colgonas tetas.

-Hombre, a mí lo que me gustan son los hombres, no las tías, desde luego, –contestó mi madre mientras seguíamos follando– pero tampoco me parece mal tocarle las tetas a tu madre ni me molesta que ella me las toque a mí, qué tontería, y más en este plan que estamos ¿no?

Mi tía asentía y para corroborarlo le agarró la otra teta a mi madre y le pellizcó el pezón titilándolo entre sus dedos.

-Y además de tocaros las peras, ¿qué haríais? –preguntó Artur visiblemente excitado tanto por la conversación como por el nuevo gesto esta vez de su madre hacia la mía.

-Uy, pues no se. –Contestó mi madre-. ¿Qué quieres que hagamos?

  • ¿Os las chuparíais?

  • ¿Por qué no? –contestó mi madre sorprendiéndome en cierta medida a mí con su respuesta-. Si estamos nosotras solas no, desde luego, porque eso no me excita, pero en este plan, follando con vosotros, yo hago cualquier clase de guarrada que aumente la calentura de todos.

La partida aún tiene más jugadas…