Tarde familiar de parchís. (III)

Jugada tras jugada, cada pago de prenda es un paso más excitante en esta escalada de morbo y placer familiar. De la mano del azar y los dados, las dos maduras madres se van mostrando más dispuestas a todo y lo hacen ver a su manera ante sus hijos.

Había llegado el momento en que una prenda a pagar ya no era ropa sino que habría que pedir y ejecutar algo. Quiso el azar que los protagonistas del lance que fuéramos mi madre y yo. Ella me comió una ficha y tenía que establecer la prenda a pagar. Mi madre lucía una sonrisa llena de picardía mientras mi tía le decía:

-Seguro que si hubiera sido uno de ellos el que nos come a nosotras no se andaba con dudas ni con tonterías– la animaba mi tía riendo–. Ya ves lo que andaban diciendo antes, que si tocarnos el chocho…

-Ya, ya… Ellos no se cortan. –Decía mi madre mientras pensaba qué ordenarme. Y entonces volvió a la carga mi tía recordando un lance anterior del juego:

-Ahora que tú también, maja, con esa idea de la paja que has dicho antes…

Los cuatro reímos por cómo mi tía le había recriminado en broma a mi madre su ocurrencia anterior de que su hijo pudiera acabar pidiéndole que le cascara una paja.

-Bueno, ¿qué le mando?– preguntaba divertida mi madre.

-Pues mándale que te chupe las tetas –le sugirió atrevidamente mi primo Arturo– que seguro que te va dar buen gusto.

-¿Cómo voy a mandarle eso, hombre? Que soy su madre…– dijo mi madre riendo y mostrándose un tanto escandalizada, aunque evidentemente en cierto tono divertido que dejaba ver que la idea no le resultaba tan inapropiada como en principio, o fuera de aquel contexto, pudiera parecer.

-Mándale que te de un masaje en la espalda de esos suaves, que da bien de gustito. - Sugirió mi tía–. A mi esas cosas me encantan.

-Pero entonces que se lo de hasta bien abajo, ja, ja, ja... – rió Artur.

-Puedes mandarme lo que quieras, mamá. Lo que dicen estos, o también que te de un beso... hasta que echemos un baile... lo que quieras, mamá. –Le propuse yo para tratar de darle alternativas viables porque como era el primer mandato de aquellas características, lo que no quería era que la cosa acabara resultando incómoda para mi madre y que el juego acabara yéndose al traste-.

-Esto no es tan sencillo como parece –dijo ella riendo pero visiblemente más cómoda tras oír las opciones que yo le había sugerido.

-La que mandas eres tú, maciza. Cualquier cosa que me mandes la voy a hacer con gusto, porque eres mi madre, porque eres estupenda y porque estás buenísima. Y también porque seguro que da gusto hacer cualquier cosa contigo. –Volví a decirle yo completamente excitado pero a la vez tratando de hacerle ver que cualquier alternativa con la mi madre se sintiera cómoda mandándome hacer algo era perfectamente válida.

-Me gusta la idea del beso. –Dijo ella valorando la idea que yo había apuntado.

-Venga, tía Patricia –reprochaba Artur-. Atrévete a algo más, mujer.

-No, lo del beso me gusta. Venga, venga, el beso, el beso. Que además yo soy muy besucona. Tienes que darme un beso, cariño -Decidió mi madre visiblemente satisfecha con su opción.

-Pues te lo doy encantado, mamá.

Entonces nos dimos un beso en los labios aunque sin lengua y tanto Artur como mi tía, la muy cachonda, dijeron que así no valía y que ya que mi madre había elegido un beso, teníamos que darnos un beso de verdad.

  • A ver si vamos a estar todos en pelotas y os vais a andar dando un beso como os lo daríais en la calle a la vuelta de un viaje, hombre. –Dijo mi tía de buen humor-. Daos un beso como es debido, hombre, que esto de aquí no sale.

-Es que… ¿Seguro? -decía mi madre pero más divertida que cortada.

-Venga, venga… -Insistía mi tía sin duda excitada por la idea de que mi madre y yo nos diéramos un beso con lengua-. ¿Dónde se ha visto que estando dos personas en pelota picada se den un beso como si se estuvieran saludando en la calle? ¡Hombre, por favor!

-Bueno, ya nos lo hemos dado en la boca ¿eh? –Seguía mi madre, aunque realmente más divertida que decididamente opuesta a lo que mi tía y mi primo demandaban.

-Sí, pero sin tocaros las lenguas... –fue el sorprendente reproche de mi tía.

-Eso, eso, un beso con lengua, - insistió Artur riendo-. Con bien de lengua.

-¿Tú qué dices, hijo? –Me preguntó.

-Tú mandas, mamá. Yo sólo tengo que pagar la prenda. Y te aseguro que lo haré encantado porque será delicioso besar a una mujer tan atractiva como tú.

Mi tía y mi primo prorrumpieron en aplausos y mi madre soltó una sonora carcajada, satisfecha y seguramente complacida con mi respuesta. Así que sonreímos, dijimos que no había nada como que se besen una madre y un hijo y entonces nos dispusimos a darnos un buen morreo. A mí morrearme con mi madre allí, desnuda entre mis brazos, me producía un morbo tremendo, desde luego, y estaba dispuesto a disfrutar de lo lindo aquel beso. Como estábamos de pie yo agarré a mi madre por las caderas y ella a mí por los hombros. Tener entre mis brazos su ajamonado cuerpo de madura maciza me hizo casi temblar de excitación. Era mi madre, la tenía desnuda allí, pegada a mi cuerpo, con mis manos agarrando sus anchas caderas y su culo y nos íbamos a dar un beso. Nos sonreímos de nuevo, acercamos nuestras bocas ya asomando nuestras húmedas lenguas y empezamos a darnos un besazo de campeonato. Empezamos un poco tímidamente, con unos primeros acercamientos dubitativos con nuestras lenguas pero tras un par de breves contactos o tres ya nos chupamos las lenguas a base de bien metiéndola cada uno con decisión en la boca del otro y pude apreciar que mi madre participaba más que activamente disfrutando del beso. Incluso podría decirse que nuestro beso duró más de lo que en principio cabría esperar. Mientras nos besábamos además mi empinada polla, por supuesto, entro en pleno contacto con la prominente tripita de mi madre dejando sobre su ombligo restos de mis fluidos preseminales, que eran más que abundantes. A su vez mis manos, además de en sus caderas también se acercaron a su culo aprovechando para acariciarle un poco sus soberbias nalgas aunque ese no era, se supone, el objeto de la prueba.

-¡Que se vean esas lenguas! –dijo mi primo cuando ya casi mi madre y yo íbamos a dar el morreo por finalizado. Así que entonces separamos nuestros labios y seguimos unos instantes más dándonos las lenguas a la vista de mi tía y su hijo mientras ellos nos jaleaban divertidos y visiblemente excitados.

-Me ha encantado darle un buen besazo a una tía buenorra como tú, mamá. – Le dije yo cuando hubimos terminado y mientras mi tía y Artur aplaudían aprobadoramente.

-Sí, menudo beso– decía mi madre sonriendo y un poco colorada, quizá un tanto por la excitación, un tanto por la vergüenza-. De que nos damos estos besos no tiene que enterarse nadie ¿eh? Pero bueno, tengo que reconocer que a mí también me ha gustado. Besas muy bien, hijo… -Y diciendo esto mi madre se acercó de nuevo a mí y me dio ahora un nuevo piquito que, puesto que yo abrí la boca, se transformó en un nuevo beso con lengua, si bien muy breve esta vez.

-Eh, eh; eso para la siguiente, cachondones –intervino mi tía con desparpajo y humor.- A ver si le vais a coger demasiado gusto a eso de morrearos en plan guarrete, ja, ja, ja…

Seguimos jugando y en la siguiente ocasión fui yo el que comió una ficha de mi tía Sofía. Tanto Arturo como yo reíamos con ganas celebrándolo y diciendo que ahora empezaba lo bueno. Mi madre me preguntaba si le iba a dar a mi tía otro beso como a ella mientras Artur decía que en cuanto comiera él una ficha las dos mujeres se iban a enterar de lo que era un mandato y que no se iba a andar con tonterías teniendo un par de jamonas como aquellas a mano. Yo, como antes con mi madre, no quería forzar situaciones que pudieran resultar incómodas para las dos mujeres; pensé que ir paso a paso nos permitiría llegar más lejos así que finalmente le pedí a mi tía que me dejara tocarle las tetas y ella respondió sonriendo, aceptando de buena gana el pago de la prenda que le exigía y agarrándose sus tremendas mamas con las manos, como ofreciéndomelas. Se las empecé a tocar con ganas mientras Artur me decía que se las sobara bien, que las tenía muy buenas y que él seguía sin estrenarse en la parte buena de la partida. Mi madre a su vez me decía:

-¿Ya tenías ganas de tocarle las tetazas a tu tía, eh?

-A mi tía y a más que a mi tía-. Le dije yo con picardía mientras amasaba los gordos melones de mi tía. La prueba me estaba resultando deliciosa y a mí tía parecía que también. Las enromes tetazas de mi tía son una invitación al manoseo indiscriminado. Sus tetas resultaron blandas y tibias, muy desparramadas pero tremendamente excitantes de sobar. De vez en cuando también me centraba en sus salidos pezones, algo que a mi tía le hacía gemir por lo que mi madre le decía:

-Y a ti bien que te gusta, ¿eh, zorra?

-No voy a decir que no –sonreía con malicia mi tía-. A todas nos gusta que nos toquen las tetas y si encima te lo hacen bien y estás viendo un par de pollas bien empinadas pues tú me dirás.

Mientras le sobaba las tetas a su madre, Arturo no perdía detalle y era evidente la tremenda excitación que mi sobeteo en las tetas de su madre le estaba produciendo. Le miré, le guiñé un ojo y él me respondió asintiendo, como animándome a seguir magreando las tetazas de su madre.

Unos instantes después dimos por finalizado el magreo de tetas y seguimos jugando. Estuvo curioso que tras acabar el magreo, como punto final de aquel acto, mi tía se acercó a mí y me dio un suave piquito en los labios mientras me decía:

-Me ha gustado mucho cómo me has tocado las tetas, cabroncete.

En la siguiente oportunidad fue Artur el que le comió una ficha a mi madre.

-Ya era hora. –Celebró él alborozado mientras los demás reíamos.

-No te cortes y pídele algo interesante a esta zorrona – le animé entonces yo mientras dirigía una mirada a mi madre, la cual me sonrió con picardía sin asomo de molestia por haberle llamado zorrona.

-Ya lo creo, además ya lo tengo bien pensado. Tía Patricia, vas a dejarme que te toque el culo en condiciones, que llevo mucho tiempo con ganas de magrear ese panderazo.

En cierta manera me alegré de que mi primo hubiera optado por una prueba también cómoda para mi madre. Por un momento pensé, dados sus comentarios anteriores, que mi primo le propondría a mi madre que le chupara la polla o algo así, e igual todavía no era el momento de forzar tanto la situación. A fin de cuentas aquellas dos mujeres no dejaban sino de ser nuestras madres y convenía que se sintieran en todo momento a gusto con todo lo que fuera ocurriendo. Me alegré por tanto de que mi primo también pensara que pasito a pasito íbamos a llegar decididamente más lejos.

-Pues toca, hijo, toca –fue la decidida y animosa respuesta de mi madre riendo al tiempo que se levantaba para poner su tremendo culazo a disposición de su sobrino.

-Ya lo creo que voy a tocar, tía, a disfrutar mucho de todo lo que toque.

-Pero mira que querer tocarle el culo a una vieja y gorda como yo... y antes este otro las tetas a tu madre... Hay que ver, qué chavales…

-No te hagas la modesta, tía, que bien sabes que tienes un culazo que hace volver la vista a los hombres, que bien que me he fijado estos días de atrás cuando estábamos en la playa. Y mi madre otro tanto con esas tetazas. Estáis buen buenorras a vuestra edad y no es cuestión de desaprovechar ahora que os tenemos a las dos en pelotas aquí.

Para entonces Artur ya le estaba manoseando el culo a mi madre con la total complacencia de esta, que mientras recibía las caricias de su sobrino en su gordo trasero, siguiendo la conversación, le preguntaba:

-Serías capaz hasta de tocarle las tetas a tu madre si le comes una ficha...

-¡Hombre! –aseguró Arturo en un tono plenamente convencido-. ¿Y por qué no? Ya verás cuando se la coma. Como si tu hijo te come a ti una ficha, ¿qué te crees, que no te va dar a ti un buen magreo... o pedirte otras cosas?

-Menudos guarros – decía mi tía divertida-. No se paran ni con su propia madre...

-Si estáis así de buenas... Aquí no tiene nada que ver que seáis madres o tías.

-Sois dos macizas y ya está – intervine yo-. Además así todo queda en familia y es más discretito y a la vez más excitante.

-Sí, sí. –Dijo mi madre riendo mientras Artur le seguía sobando las nalgas a conciencia-. Lo de la discreción es importante con todo esto que estamos haciendo, ¿eh? Yo si no fuera porque confío plenamente en vosotros no creáis que os dejaba hacer nada de esto, así que ya sabéis... ¿Quién me iba a decir a mí que os iba a dejar tocarme el culo así como así hoy?

-Lo importante es que estáis bien buenorras y apetecibles y que da gusto veros en pelotas. Eso es lo importante-. Afirmé yo riendo también mientras observaba complacido cómo las redondas y amplias nalgas de mi madre eran sobadas a conciencia por mi primo. Arturo manoseaba ambas esferas de carne y se entretenía también pasando los dedos por la raja del culo de mi madre. La escena era tremendamente morbosa y excitante. Además me estaba gustando especialmente ver a mi madre un poco inclinada hacia adelante para dejar su culazo en pompa perfectamente ofrecido a los magreos de su sobrino, porque en aquella postura además sus bonitas tetas quedaban colgando y bamboleándose suavemente mientras discurría la prueba. En un momento dado mi madre me miró, yo le sonreí y asentí y entonces ella se acercó un poco a mí, lo suficiente para darme un breve piquito con el que se hacía evidente lo cómoda que le resultaba aquella situación delante de mí y sobre todo el hecho de que yo la animara y diera por buena su conducta.

-La verdad es que resulta muy agradable saber que les gustamos de esta manera a estos chicos –decía mi madre mientras se le escapaba un suspiro de placer por el intenso manoseo de su sobrino en su gordo culazo.

-Claro que nos gustáis; muchísimo. –Me apresuré a corroborar yo.

-Sí, sí, algo seguro que os gustamos porque hay que ver cómo tenéis de empinados esos aparatos... –reía mi tía.

Entonces Artur dirigiéndose a mí mientras seguía sobando las gordas nalgas de mi madre me dijo:

-Anda, ven acá y sóbale un poco el culo a tu madre; que vea que tú también tienes ganas de tocárselo ¿O te parece mal, Patricia?

-¡No, qué va, qué va!– contestó ella con rapidez-. La prueba la decides tú, así que si queréis tocármelo los dos pues nada, tocádmelo. Ya os comeré yo una ficha y a ver qué hago.

Entonces yo también le empecé a pasar la mano por las tremendas nalgas a mi madre a la vez que le decía:

-Tienes un culo estupendo, mamá. La verdad es que es una gozada poder tocártelo.

-¿A ti también te gusta tocarle el culo a tu madre, hijo?

-Uffff… Pues claro, mamá. Con lo bueno que lo tienes... Qué rico, qué gordo, qué cremoso… -Alabé yo provocando la risa orgullosa de mi madre.

El culazo de mi madre es realmente colosal, grande y gordo, levantado, con sus dos nalgazas muy redondas a modo de semiesferas, muy cremoso y muy apetecible; un señor pandero, desde luego.

La sobada a cuatro manos fue de campeonato y cuando nuestros dedos resbalaban por el canal que separaba sus nalgas, mi madre dejaba escapar algunos suspiros que demostraban a las claras que el asunto no le desagradaba precisamente. A mi además me causaba un tremendo morbo la postura que había adoptado mi madre ya que para dejarnos el culo más a nuestro alcance, según estaba de pie, se había inclinado más hacia adelante apoyando las manos sobre sus rodillas y dejando que sus bonitas tetas colgaran y se balancearan como las de una vaca, y eso contribuía a excitarme aún más.

Después de un rato en este plan mi madre dijo riendo que ya valía, que le íbamos a desgastar el culo y ya dimos por finalizada la prueba entre las risas de todos y también entre la excitación generalizada. Al sentarnos de nuevo mi madre y yo en nuestros sitios, y como antes hiciera mi tía, mi madre nos dio un suave piquito en la boca tanto a mi primo como a mí mismo. Era la demostración palpable de que todo aquello les estaba gustando a las dos jamonas y que se sentían dispuestas a que la cosa fuera mucho más allá.

Una vez acabamos con el magreo en el culazo de mi madre, y tras esos ricos piquitos, proseguimos la partida si cabe todos más excitados aún.

Tras unas cuantas tiradas sin mayor novedad, la siguiente ocasión fue mi madre la que comió una ficha a Artur. Al hacerlo le dijo en tono de desafío y broma:

-¡Hala, chúpate esa!

A lo que él le contestó:

-Cómo te coma yo a ti otra ficha, tía, ya vas a ver la que chupas tú, ya.

Todos reímos con la más que evidente insinuación sexual de mi primo. A continuación empezó la ronda de sugerencias a mi madre. Yo le dije que le pidiera a Artur que le chupara las tetas, que seguro que le iba a gustar.

-¡Hala, hijo, nada menos que eso! –contestó ella haciéndose la escandalizada pero riendo divertida-. ¿Cómo le voy a decir que me chupe las tetas? ¿A ti te iba a parecer bien que tu madre ande diciendo que le chupen las tetas y que me las deje chupar aquí, delante de ti?

-A mí me encantaría ver esa escena, ya lo creo. Y me parece estupendo que lo hagáis, te lo aseguro... y a ti más todavía, y si no haz la prueba.

Mi tía se reía divertida ya que era evidente que a ellas todavía les daba cierto corte pasar a mandatos decididamente sexuales. Mi madre, aunque creo que estuvo tentada por mi insistencia en mandarle a Artur que le chupara las tetas, terminó decidiéndose por un masaje en la espalda; una opción mucho más modosita y presentable, que seguro que la dejaba un poco más tranquila en su conciencia.

–Venga, mamá, no seas tonta y dile que te masajee las tetas, que te va a dar más gusto. Antes te hemos masajeado el culo a base de bien y no parece que te haya disgustado ¿no? –insistía yo riendo.

-Sí, pero eso lo habéis mandado vosotros que sois unos cerdos, pero yo no voy a deciros que me sobéis las tetas así alegremente ¿no? ¡Qué ibais a pensar de mí...! Una cosa es ser un poco golfilla y enseñaros las tetas y otra ya pediros que me las sobéis o me las chupéis... –Decía mi madre riendo y, en cierta medida, justificándose por habernos permitido el magreo anterior en su soberbio pandero.

Finalmente la opción fue el masaje. Por supuesto Artur aprovechó para darle otro buen magreo a mi madre. Como no podía ser de otra manera, entendió el masaje en sentido amplio e hizo que éste se extendiera a la parte alta del culo y creo que no le magreó el culo a conciencia otra vez porque al estar mi madre sentada en el sofá su culo no estaba por entero al alcance de sus ávidas manos. Artur también, de vez en cuando, acercaba sus dedos a las tetas de mi madre con la total complacencia de ésta ya que siguió sonriendo como si tal cosa a pesar de los evidentes tocamientos de Artur en sus mamas cuando metía sus manos por debajo de los brazos de mi madre. A veces las yemas de los dedos de éste rozaban incluso los pezones de la jamona según la masajeaba desde atrás, y mi madre se estremecía de gusto sin protestar para nada por el atrevimiento de su sobrino mientras mi tía decía:

-Mira la guarra esta como se deja sobar... Y decía que qué ibais a pensar de ella.

-Me está dando un masaje. –Puntualizaba con picardía mi madre mientras proseguían las caricias de Artur cada vez más centradas en los laterales de sus pechos y llegando a los pezones de mi madre cada vez con más frecuencia.

Cuando hubo acabado el masaje, entre risas e indirectas, sobre todo de mi tía, comentando el masaje, proseguimos la partida, aunque de nuevo mi madre le dio un piquito a su sobrino, como en señal de agradecimiento o recompensa por las caricias recibidas, sólo que en esta ocasión Arturo convirtió el piquito en algo más y sacó la lengua para rozar con ella los labios de mi madre. Lo mejor vino entonces, y es que mi madre también sacó la lengua convirtiendo aquel piquito en un breve pero rico beso con lengua, tras el cual los dos rieron satisfechos.

-Ha sido casi más un masaje de pezones que un masaje de espalda. Y para acabar morreo incluido, ¿eh? –Apuntaba mi tía con socarronería haciendo que todos riéramos.

En aquel momento ya lo intuí, pero ahora, con la distancia que da el tiempo, veo claramente que aquellos piquitos y breves morreos, eran la forma que usaban tanto mi madre como mi tía para darnos a entender tácitamente que todo lo que estaba ocurriendo y lo que pudiera ocurrir, no solo no les incomodaba sino que les gustaba, que ellas también estaban por la labor, vaya.

Prosiguió la partida y ya de hecho con una más relajada forma de entender las reglas ya que ahora los breves toqueteos o los suaves piquitos empezaron a formar parte de lo que hacíamos entre los cuatro mientras se iban sucediendo las tiradas de dados. Así yo, que tenía sentada a mi derecha a mi madre, completamente desnudos como estábamos todos, en un momento dado le puse la mano en su muslo izquierdo y se lo comencé a acariciar suavemente, pronto mi mano ya andaba subiendo y bajando por la cara interna de su muslo y cuando acariciaba la parte superior del muslo, mi mano no andaba muy lejos de de su peludo chochito sin que ella me recriminara en absoluto mi actitud. Es más, en algunos de los momentos de espera, mientras mi tía o mi primo sacudían el cubilete para arrojar el dado, nos dábamos algún que otro piquito. Algún otro piquito también me intercambié con mi tía y otro tanto hacía mi primo Arturo tanto con su madre, que estaba a su derecha como con mi madre que se sentaba a su izquierda.

Pocas tiradas después fue Artur el que comió una ficha a su madre.

-Bueno, -dijo ésta riendo y simulando tono serio-. A ver lo que le vas a mandar a tu madre ¿eh?

  • Puedo mandarte lo que quiera, ¿o no?

-Tú serás capaz de mandarle a tu madre cualquier cosa... –dijo ella ya riendo-. Que seguro que no te importa que sea tu madre o una cualquiera.

-Déjale que te mande lo que quiera. El juego es así ¿no? –Animaba mi madre, sin duda excitada por el morbo de ver lo que Artur le podía mandar a su propia madre.

  • Pues… igual os parece un poco fuerte pero... lo que quiero es que me dejes chuparte esas tetazas tan buenas y tan gordas que tienes, mamá. –Dijo Artur con decisión y alegría.

  • ¡Hala! Pero mira que querer chuparle las tetas a tu madre... –respondió mi tía aunque más divertida que con tono de reproche para a continuación añadir con evidente satisfacción: –Bueno, pues venga chupa, hijo, chupa. Ya que me has visto hasta el felpudo ahora no vamos a ponernos tontos porque quieras chuparme las tetas aunque seas mi hijo.

-Venga, zorrona, que seguro que te gusta. –Intervino mi madre sonriendo con picardía.

-Pues no digo que no –contestó mi tía-. Como a ti antes el magreo que te han dado los dos en el pandero, ¿o no?

-Yo tampoco digo que no me haya gustado...

A continuación mi tía se agarró ambas mamas y se las puso ante la cara de Artur como ofreciéndoselas. Este no se hizo de rogar y enseguida agarró ambos pechazos con las manos llevándose el pezón de uno de ellos a la boca. Lo estuvo chupando un rato y luego cambió al otro. Mientras chupaba un pezón con la otra mano amasaba con ganas la teta que no chupaba y con todo ello empezó a provocar sin duda el placer en mi tía, que enseguida empezó a gemir y a decir:

-Pero cabronazo, ¿qué le haces a tu madre en las tetas, que me voy a derretir de gusto? Pero que bien lo haces, cabrón. Sigue, sigue... cómemelas enteras, mamonazo. Cómele las tetas a la golfa de tu madre.

-Mira a la muy putona como le gusta que le chupen las tetas. Y si es su hijo como si no lo es-. Me decía mi madre a mí mientras observábamos, sin duda cada vez más calientes ambos, la excitante escena.

-Igual hasta le da más gusto que sea su hijo precisamente el que se las está chupando... –dije yo con picardía.

-No te extrañe. –Me contestó ella sonriendo y poniendo una mano sobre mi muslo en señal de complicidad.

-A mí todo esta partida de parchís me está gustando mucho más siendo con vosotras que si es con dos chicas amigas nuestras por ejemplo… -Le dije yo a mi madre mirándola a los ojos. Mi madre entonces se acercó para darme un piquito y como yo abrí la boca ella también lo hizo y entonces nos dimos un breve beso con las lenguas al aire tras el cual sonreímos con complicidad.

Luego, volviendo nuestra atención a la mamada de tetas de Arturo a su madre, mi madre dijo dirigiéndose a mi tía:

-Hace tiempo que no te las chupaban con esas ganas, ¿eh, cacho guarra?

  • Ya lo creo. Y qué gusto da, chica, qué gusto da que te las chupen con esta ansia. ¡Con lo que a mí me gusta de siempre que me chupen las tetas!

Los intensos chupeteos de Artur en las tetas de su madre estaban llevando a esta al paroxismo del placer ya que al parecer las tetas de mi tía son extraordinariamente sensibles.

-¡Qué gusto, qué gusto...! –decía mi tía completamente excitada y sin molestarse en ocultar o disimular en absoluto su excitación-. Y yo que no te iba a dejar chupármelas... Sigue, sigue, muérdemelas, cómemelas enteras. ¡Uummm…! Disfruta de las tetazas de tu madre, que para eso están. ¡Ay, pero qué caliente me estás poniendo, hijo, y qué gustazo me estás dando!

Si mi tía no tuvo un orgasmo cerca le anduvo. Cuando Artur se dio por satisfecho con el chupeteo de tetas le dio un cachete en el culo a su madre y dio por concluida la prueba diciéndole:

  • Unas tetas muy ricas, sí señora... –A lo que mi tía Sofía respondió plantándole un señor morreo a su hijo en la boca metiéndole la lengua hasta la campanilla mientras mi madre y yo reíamos y aplaudíamos el gesto.

A las pocas tiradas fui yo el que comió una ficha de mi madre.

-Pues ahora, mamá, me toca a mi chuparte las tetas ¿qué te parece?

-Pues bueno, si quieres... yo aquí las tengo y como no se puede decir que no...

-Venga, venga... ¿Pero dirías que no aunque pudieras, zorrona? – le dijo mi tía con desparpajo.

-Bueno, la verdad es que si me gusta tanto como antes a ti que te las haya chupado tu hijo seguro que no es para decir que no, ¿eh?

-Oye, mamá, si no quieres no te las chupo ¿eh? Ya se me ocurrirá otra cosa...- le dije yo como para tantear su predisposición ante lo que me disponía a hacer.

-No, hijo, chupa, chupa, que me alegro mucho de que tengas ganas de chuparle las tetas a mamá. Si de verdad te gustan aunque ya las tenga caídas...

-Ya lo creo que me gustan, mamá. Tienes unas tetas cojonudas y estoy deseando comértelas.

-¡Uy, qué chico! Pues venga, hijo, cómemelas como tú dices... –reía mi madre divertida.

-¿A ti te va a gustar que te las chupe tu hijo? – le pregunté yo con picardía.

-Seguro que tanto como antes le ha gustado a tu tía...

Mientras ella continuaba sentada en el sofá, me puse de rodillas entre sus piernas y acercando mi boca a sus pechos enseguida me metí un pezón en la boca iniciando una lamida de tetas en toda regla.

-Te gusta ¿eh, putón? –le decía mi tía riendo.

-Hombre, no me va a disgustar... –replicaba mi madre sin rechazar para nada el calificativo que le acababa de aplicar su cuñada-. Además mi hijo me las chupa muy bien.

Cuando llevaba un rato chupándole alternativamente los pezones a mi madre y amasándole las tetas se me ocurrió decirle a Artur:

-Oye, ¿por qué no me ayudas a chuparle las tetas a esta calentorra? Es que yo solo si no le tengo que tener una teta desatendida mientras le chupo la otra.

-Pero bueno, menudo par de pillos. –Decía mi madre sin el menor asomo de rechazo a mi propuesta. Enseguida Artur se puso a mi lado y se amorró a la teta de mi madre que yo dejaba libre y que ella misma le ofrecía con todo descaro. Los dos empezamos a chuparle los pezones con ganas provocándole un gran gusto en las tetas.

Tras un rato de intenso chupeteo en sus colgonas mamas dimos por concluida la prueba y mi madre, como ya empezaba a ser costumbre tras cada prueba, nos dio un decidido morreo a cada uno que degustamos con gran placer. Mi madre, como ella misma decía, es muy besucona y desde luego que no perdía ocasión de demostrarlo. A mí me dio un rico morreo con lengua mientras yo aprovechaba para acariciarle una de sus enormes nalgas. Luego con mi primo se entretuvo incluso más y estuvieron dándose la lengua un buen rato e incluso en un momento dado algo de saliva se escurrió de sus bocas para caer sobre una de las tetas de mi madre sin que por ello los dos dejaran de morrease.

Cuando finalmente mi primo y mi madre pusieron fin a su caliente beso reiniciamos la partida mientras mi tía le decía a mi madre:

-¿Qué, te ha dado gusto que te coman los dos a la vez las tetas, eh, zorra?

-La verdad es que sí. Me han dado mucho gustito y me han puesto... uy, cómo me han puesto…

-Ya se ha visto, ya, que bien que se lo has agradecido con esos morreos de golfa, ja, ja, ja…

Seguimos con la partida y en la siguiente ocasión fue mi madre la que capturó una ficha mía.

Evidentemente ya con menos prejuicios habida cuenta de los anteriores mandatos, aunque aún así con cierta sorpresa para mí, me pidió que le dejara tocarme los huevos.

-¡Hala, mira qué atrevida! – dijo mi tía riendo. – Queriendo tocarle los huevos a su hijo la muy puta.

-Bueno, él antes me ha querido chupar las tetas a mí y bien que nos ha gustado a los dos...

  • A los tres. –Puntualizó Artur con humor.

Yo me situé delante de mi madre dejando mi paquete ante su cara y ella, alabando el tamaño de mis testículos, empezó a acariciármelos con gran mimo y placer para mí. En el trascurso de la prueba me tocó también un poco el capullo, que ya lo tenía baboso a tope de la calentura que arrastraba.

-Mamá, estoy a punto de correrme – le dije mientras ella sonreía y continuaba con sus manoseos-. Como sigas así te voy a poner las tetas perdidas.

–No pasa nada, hijo; si es tuya no creas que me va a dar ningún asco que me riegues las tetas con la lechecita que te salga de aquí...

Mi madre siguió magreándome los huevos y, de vez en cuando el capullo, un buen rato. No llegué a correrme precisamente porque sus caricias en la punta de mi polla no eran continuas, que si no desde luego que todo mi torrente de leche hubiera ido a parar a sus redondas tetas o incluso a su cara. Tras unos deliciosos minutos de manoseo mi madre dio por concluida la prueba diciéndome:

-Bueno, lo de regarme las tetas con tu leche para otra vez que te coma una ficha, ¿eh, cariño?

-Pues espero que me comas pronto, mamá. – Contesté yo provocando la carcajada general.

Estaba ya muy claro para los cuatro que allí acabaría pasando de todo entre nosotros e incluso sin que el parentesco madre-hijo fuera resultar un impedimento para nada. La partida ya era un mero pretexto, un hilo conductor, pero todos estábamos por la labor de continuar jugando porque desde luego era una forma tremendamente excitante de ir propiciando situaciones y acciones cada vez más sexuales y atrevidas entre nosotros.

En la siguiente oportunidad fui yo el que comió una ficha a mi primo Artur. Tras pensarlo un rato haciendo que las dos mujeres se fueran excitando aún más pensando en lo que le mandaría hacer a Artur, decidí ordenarle que les pasara la polla por las tetas a ambas. Entonces surgió una cierta polémica, más en tono de broma que real, sobre las peticiones que implicaban a un tercero cuya ficha no ha sido comida. Tras hablarlo un rato en el mencionado tono jocoso, llegamos al acuerdo de que esos mandatos se cumplirían si el tercero implicado estaba de acuerdo; si no lo estuviera habría que hacer otro mandato. Preguntadas entonces ambas mujeres si estaban de acuerdo con mi mandato a Artur para que les restregara la polla por las tetas ambas asintieron riendo y mi tía le dijo a mi madre:

-Pues nada, Patricia. A ver si te van a bañar las tetas con lechada antes de lo que pensabas...

-Bueno, -contestó mi madre con despreocupación-. Tanto si es tu hijo como si es el mío el que me las riega no me va a molestar en absoluto. Será señal de que les gustan mis pechos, aunque ya los tenga caídos ¿no?

-De sobra sabéis vosotras que nos gustan, zorronas –dijo Artur al tiempo que se acercaba a donde estaba mi madre con la polla agarrada y le pedía a su madre que se sentara al lado de la mía para tener los dos pares de tetas más al alcance de su polla.

Artur les estuvo pasando la polla por las tetas de ambas mujeres durante un rato centrándose en acariciarles con su prepucio los pezones de ambas. Mientras lo hacía ellas no dejaban de reír y de hacer comentarios unas veces graciosos y otras claramente sexuales.

-Hay que ver –decía mi madre– la de cosas que hay que dan gusto y que no hacemos nunca ¿eh? A mí esto de pasarme una polla por las tetas no me lo habían hecho en la vida.

-Pues porque sois tontas, –les decía yo– que con lo buenas que estáis os lo podéis pasar estupendamente con quien queráis y haciendo todo tipo de cosas, calentorras.

-Sí, pero esto lo estamos haciendo hoy porque estamos seguras de que va a quedar entre nosotros y no se va a enterar nadie, que si no... –Decía mi tía mientras se agarraba sus pechazos para dejarlos más al alcance de la brillante y dura polla de su hijo.

-Pues es cuestión de elegir gente discreta, tía, y a disfrutar...

Mi tía y mi madre sonreían con mis argumentaciones y así transcurrió la prueba hasta que pasado un rato Artur ya se sentó de nuevo en su sitio.

-Pues no se habrá corrido en nuestras tetas pero bien húmedas que nos las ha dejado-. Dijo mi madre aludiendo al abundante líquido preseminal que Artur había esparcido con su polla por las tetas de ambas maduritas.

Seguimos jugando en un ambiente ya plenamente sexual. Se notaba que no sólo nosotros sino también ellas estábamos dispuestos a todo y que hasta teníamos ganas de que los mandatos fueran cada vez más atrevidos. Tras unas cuantas tiradas la fortuna me sonrió de forma especial y yo comí en una misma tirada a mi madre y luego a mi tía Sofía al contar las 20 reglamentarias. Les mandé que nos dejaran tocarles el chichi las dos. Ambas, aunque protestaron en broma por lo atrevido de la petición, enseguida se abrieron de piernas riendo y nos ofrecieron sus jugosos coñazos sin mayor problema. Entonces Artur y yo les estuvimos tocando la castaña a ambas durante un buen rato hasta ponerlas casi al borde del orgasmo. Empezamos cada uno tocándole el conejo a nuestra respectiva madre pues creo que a todos nos daba un morbo muy especial ese componente nítidamente incestuoso.

-¿Lo tienes jugosito, eh, mamá? –Le decía yo a mi madre mientras paseaba mis dedos por su caliente y humedísima raja.

-¿Tenías ganas de tocarle el chocho a mamá, hijo? –Me preguntaba ella mimosa mientras disfrutaba claramente con mis caricias.

-Pues claro, mamá, que tienes un chichi de lo más apetitoso, maciza. Jugoso y peludito, como a mí me gustan; y bien enmarcado entre estos soberbios muslazos, maciza. –Y entonces, mientras le seguía acariciando la raja con mis dedos, me acerqué a su boca y nos dimos un sabrosísimo morreo con las lenguas al aire.

-Y te gusta que mamá diga esas palabras como chocho y cosas así ¿a que sí, hijo?

-Desde luego mamá. Me gusta que seas una zorrona.

-A mí también me gusta que tú digas esas cosas delante de tu madre y que me llames a mi golfa y cosas así o me digas lo que quieras, cariño.

-Así que te gusta que llame a las cosas por su nombre ¿eh? Al chocho, chocho y a ti ¿cómo hay que llamarte? ¿Mamá, tía buena o también golfa, putorra o zorrona?

-Ja, ja, ja… Pues todo eso, cariño. Me gusta que llames todo eso. Me pone... uy, no se ni cómo me pone oírte que me llames esas cosas. Me gusta mucho que pienses que mamá es una cachonda y una golfa.

-Y más si te están tocando el potorro ¿a que sí, cacho puta? –intervino Artur al tiempo que cambiábamos y él se empezaba a ocupar de la castaña de mi madre y yo del gordo chochazo de la suya.

Casi fueron ellas las que nos obligaron a acabar la prueba y es que creo que estaban realmente a punto del orgasmo con nuestros manoseos y le daba corte todavía orgasmar con o delante de sus hijos. La cosa es que entre suspiros y risas dimos la prueba por superada y seguimos jugando. Pero la cosa, claramente iba a ir a más. Ya estábamos los cuatro lanzados y aquella partida de parchís hacía rato que se había convertido en un tobogán que nos deslizaba a los cuatro sin freno y completamente descontrolados hacia el vicio y el más intenso placer incestuoso.

La partida aún continúa…