Tarde familiar de parchís. (II)

Prosigue la partida- Madres e hijos ven aumentar su excitación mientras los avatares del juego van dejando al descubierto sus cuerpos.

La partida se había iniciado casi con inocencia, como un divertimento más con un puntito picante, bien es verdad, pero sin que a nadie, y especialmente a mi madre o mi tía, les pareciera que podía convertirse en algo que se fuera a desmadrar demasiado, pero a medida que avanzaba, esa posibilidad se iba haciendo más evidente. Lo mejor de todo es que la evolución de aquella partida de parchís no parecía incomodar a ninguno de los jugadores.

Recapitulemos: las primeras jugadas habían tenido como consecuencia que en aquel momento mi tía estuviera en bragas y sujetador, mi madre conservaba la blusa así como sus bragas y su sujetador y por nuestra parte tanto mi primo como yo estábamos ya sin camiseta y por tanto nos quedaban los pantalones y los calzoncillos.

Con las prendas que tanto mi tía como mi madre ya habían perdido, el panorama visual ya era como para que le levantara a cualquiera y más a nosotros, a los que el morbo de ver a nuestras madres en aquel plan y enseñando poco a poco sus tremendos y rellenos cuerpazos, hacía que nuestras pollas empezaran a estar más que morcillonas.

Mi tía, en bragas y sostén, mostraba sin pudor su rechoncho cuerpazo de jamona madura. Verle aquellas tetazas tan solo cubiertas por su negro sostén hacía que me palpitara la polla, y estaba seguro de que a su hijo también le ocurría lo mismo pues de hecho era fácil ver las miradas llenas de deseo que Artur le lanzaba al ajamonado cuerpo de su madre.

Mi madre enseñaba menos en aquel momento, pero sus gruesos muslazos y sus bonitas piernas eran toda una invitación al vicio. ¡Qué jamona y que buenorra estaba mi madre! Sus muslos eran un permanente imán para mis ojos hasta el punto de que en un momento dado ella misma se percató de cómo le estaba mirando fijamente su suculento muslamen y dándome una palmada en la pierna me dijo riendo con picardía:

-Atento al juego, que si no te van a comer sin que te enteres. –Su advertencia iba sin embargo acompañada de una evidente mirada de satisfacción y orgullo al haber detectado de qué manera le estaba mirando sus desnudos muslazos.

Seguía la partida y a continuación fue mi madre la que me comió a mí una ficha y la prenda seleccionada fue mi pantalón mientras las dos mujeres se reían y celebraban la jugada. Yo me quedé por tanto sólo con los calzoncillos y mostrando una más que evidente erección bajo la prenda, cosa que no pasó desapercibida para las dos mujeres, que rieron alborozadas y divertidas.

  • Vaya lo que escondes ahí ¿eh? – dijo mi tía con atrevimiento a la vez que me tocaba brevemente los huevos con el dorso de la mano y provocando la carcajada de todos.

-Oye, oye. No sea tocona –le recriminó mi madre a su cuñada aunque en evidente tono de broma.- A ver si vamos a tener que poner una regla para penalizar los tocamientos sin que se haya comido ficha.

-Es verdad, -asumió mi tía también riendo-. Habrá que esperar a dejarlos en pelotas y seguir comiéndoles fichas, pero es que mira qué paquetazo tiene el sobrinito, ja, ja, ja…

Me gustó ver el brillo divertido y pícaro en los ojos de mi madre mientras miraba divertida mi abultado paquete.

  • A este paso no tardareis en vérmelo, porque en otra tirada con mala suerte me parece a mí que... A ver si tengo más suerte y os dejo yo sin bragas antes a vosotras.

Todos reímos y proseguimos la partida. Durante unas cuantas jugadas no se produjeron comidas de ficha aunque algunas estaban en disposición de ser pilladas, lo cual provocaba los comentarios divertidos de rigor.

Finalmente Artur le comió una ficha a mi madre y tanto él como yo estallamos en gritos de júbilo.

  • ¡Ahí estamos! Ya las tenemos a las dos medio en pelotas – dije yo riendo.

  • Serás cabronazo – contestó mi madre de buen humor mientras me daba de nuevo un cariñoso cachete en el muslo. -¡Que soy tu madre!

Artur amenazó en broma con exigir las bragas de mi madre pero finalmente le solicitó, como era lógico según la marcha del juego, la blusa. Mi madre se desprendió de ella dejándonos ver el bonito sujetador blanco tras el cual se ocultaban sus redondas tetas.

-Mamá, da gusto verte así. – Le dije yo riendo a la vez que me atrevía a darle una sonora palmada en uno de sus muslazos.

-Oye, que hemos dicho que no se toca. Eso ya veremos si te lo ganas comiéndome una ficha. –Reprochó mi madre mi atrevimiento aunque entre risas.

-Es que mamá… Verte así de buenorra, en ropa interior…

-¿Sí, hijo? ¿De verdad piensas que mamá está buena y te gusta verme así, casi en pelotas?- Dijo ella halagada

-Ya lo creo, mamá. Estás buenísima. Aunque todavía no estás en pelotas...

-De momento esto es menos despelote que cuando estamos los cuatro en la playa, así que… -Dijo mi primo, quizá para tranquilizar a nuestras madres sobre la marcha del juego, si bien es verdad que a ellas no se las veía precisamente intranquilas sino, cada vez, más animadas, divertidas y hasta excitadas.

En la siguiente ocasión en que una ficha fue capturada fue mi madre la que comió una de Artur. Mi tía empezó a dar saltos de júbilo y sus enormes tetazas amenazaban seriamente con desbordar las cazoletas de su sujetador. Era delicioso ver aquellos cántaros bamboleándose de aquella manera. Mi madre también aplaudía y daba pequeños gritos de júbilo entrecortados por la risa.

-A estos los despelotamos, Sofía. – Decía. – Ya verás cómo les vemos el aparato en menos que canta un gallo.

Como era de esperar mi madre le pidió a Artur los pantalones y este los entregó quedando, como yo, sólo con los calzoncillos. En cierta manera aquello era un empate pues todos estábamos en ropa interior exclusivamente si bien ellas tenían dos prendas, braga y sujetador, mientras nosotros teníamos sólo una.

Las siguientes tiradas estuvieron llenas de emoción pues era evidente que la persona cuya ficha fuera capturada tendría que enseñar algo ya de verdadero interés. Si era una de ellas al menos le veríamos las tetas y si éramos alguno de nosotros nuestro cipote quedaría al aire con toda seguridad.

Tras varias tiradas rodeadas de gritos y risas estruendosas por la emoción de que se produjera una situación de comida de ficha, fue Artur el que comió una ficha de su madre. Nosotros lo celebramos haciendo chocar nuestras manos y diciendo que ahora empezaba lo bueno, que por fin íbamos a tener oportunidad de ver algo que realmente merecía la pena.

-Venga, mamá, que tenemos ganas de verte las tetas– le decía él. – Quítate el sujetador y enseña ese par de domingas tan buenas que tienes.

-Hala, Sofía – la animaba también mi madre riendo–. Enséñales el tetamen y que se den un atracón de pechuga, ja, ja, ja.

  • ¿Pero de verdad me vais a hacer que me quede con las tetas al aire? – decía mi tía riendo-. No seréis tan desvergonzados.

-¡Hombre, no!– respondía Artur riendo alegremente. – Si te parece nos las imaginamos todavía un rato más.

Mi tía se hizo la remolona un poco más y luego ya se quitó el negro sujetador dejando que sus espectaculares mamas se le desparramaran por la tripa ante nuestros ojos. Las tetas de mi tía son realmente grandes, con unas areolas de tamaño regular y con unos pezones muy oscuros. Además las tiene muy caídas pues el peso y el paso de los años no permitían otra opción. Sus pezones apuntaban claramente al suelo pero con todo y ello eran un par de tetas enormemente atractivas y excitantes. Nuestros ojos se clavaron en sus pechazos como atraídos por una irresistible fuerza magnética. Tanto mi madre como, sobre todo, mi tía, sin duda se daban perfecta cuenta del efecto que estaba teniendo en nosotros el hecho de mostrarnos sus tetas. Aquellas ubres, porque por su tamaño así cabría también definirlas, nos estaban dejando sin habla y casi babeando.

-Eso es un par de tetas, tía, sí señor, un estupendo par de tetas–. Le dije finalmente yo mientras se las observaba verdaderamente hipnotizado pues allí estaba frente a mí nada menos que mi tía Sofía con las tetas al aire, que era algo que había soñado no pocas veces.

-Estas tetazas todo el tiempo tan cerca de mí y sin haberlas visto– decía Artur, casi con la voz seca y sin apartar la mirada de las generosas mamas de su madre–. Esto es un delito.

-Delito es que yo os las esté enseñando– respondía ella con alegría y visiblemente orgullosa y satisfecha del efecto que sus tetazas estaban causando en nosotros-. ¡Ay, ay, ay, esto más vale que no lo sepa nadie!

Nosotros entonces hicimos amago de tocarle un poco las tetas pero mi madre volvió a intervenir señalando que aquella jugada daba derecho a pedirle a mi tía el sostén pero no a tocarle las tetas.

-Eso, eso, -afirmó mi tía riendo aunque halagada por nuestro deseo de tocarle las mamas-. Para tocármelas me tendréis que comer todavía algunas fichas más, ¿eh? De momento sólo tengo que quitarme el sujetador. Para poder sobármelas todavía os queda mucho que jugar y que comer y espero que no lleguéis a tanto.

-Es que las tienes de buenas, tía... – le dije yo mientras se las repasaba visualmente una vez más quedándome prendado de sus oscuros pezonazos.

-Ya tenías ganas de verle las tetas a tu tía ¿eh?– me dijo mi madre con picardía.

-Pues claro que tenía ganas de vérselas. Como estamos en confianza lo reconozco y lo confieso. Estos días en la playa no creas que no me las he imaginado, ahí tan tremendas, debajo del bañador.

-Ahí, ahí, hijo, sinceridad ante todo, -aprobó mi madre riendo con picardía- que estamos en confianza y si te gusta verle las tetas a tu tía hay que decirlo.

-Claro, igual que a ti, que también las tienes que tener cojonudas, mamá…

-¿A tu madre también quieres verle las tetas? –Comentó riendo y obviamente complacida.

-Pues claro, mamá.

-¡Ay, qué chico! –Seguía mi madre mostrando claramente su satisfacción por aquella actitud mía, cosa que le hizo acabar diciendo:- Dame un beso anda.

Y acercándose a mí nos dimos un beso que de hecho fue un piquito pues ninguno de los dos ladeamos la cara para besarnos así que fueron nuestros labios los que se encontraron brevemente.

-¡Eh, eh! –Intervino entonces mi tía riendo-. Besos y tocamientos cuando se pidan como prenda por comer fichas, ¿eh?

-Tienes razón, Sofía –apoyó mi madre mientras me echaba a mí una mirada llena de picardía tras nuestro breve piquito. Y añadió dirigiéndose a mí:- Vas a tener que esperar todavía alguna que otra tirada para vérmelas, cariño.

-Sin embargo nosotras no tenemos que esperar para verle a él el cipote,- apuntó mi tía riendo con gracia y haciendo que sus tetas se bambolearan alegremente–. Mira Patricia, mira como le asoma el capullo a tu hijo por encima del calzoncillo.

En efecto mi calentura era tal y la erección ya tan considerable que mi capullo asomaba casi por entero por encima del borde de mi calzoncillo. Ambas mujeres rieron con malicia al observar el detalle y mi madre dijo:

-No me digas que te pone así verle las tetas a tu tía...

-Pues hombre… -Respondí yo un tanto azorado pero también divertido:- Verle a ella las tetas, verla con ese tanga y también verte a ti en bragas y sujetador, con esas piernazas tan bonitas que tienes, mamá.... Y espera a que os vea completamente desnudas, que entonces sí que el calzoncillo no me va a dar para taparme nada...

Todos reímos y mi tía replicó:

-Antes de eso ya os hemos visto nosotras a vosotros los huevos, ya veréis...

Entonces mi madre reparó en que a Artur también se le veía el capullo por encima de la cinturilla del calzoncillo y dijo:

-Mira a Arturo también cómo se le ve el capullo... No sabía yo que un par de viejas como nosotras os íbamos a poner tan calientes... Igual es que todavía no estamos tan mal del todo ¿eh?

-¿Mal? ¡Vosotras estáis muy buenas, cacho cabronas!– le dijo Artur dándole un cachete en el muslo-. No creáis que estos días en la playa no nos hemos fijado y mucho en lo buenazas que estáis las dos.

-Venga, venga; vamos a seguir jugando –intervino mi tía– que yo ya estoy con las tetas al aire y tengo ganas de verle a estos dos el cipote bien empinado, que hace tiempo que no veo uno apuntando tan arriba, ja, ja, ja…

Todos volvimos a reír con ganas y seguimos jugando. Tras varias tiradas sin novedad, la siguiente comida de ficha fue realizada por mi madre y la víctima fui yo. Ambas mujeres volvieron a gritar como locas de alborozo ante la evidente perspectiva de que yo perdiera los calzoncillos y me quedara completamente desnudo. Las tetas de mi tía se movían de una forma increíble mientras ella saltaba riendo completamente alterada y las de mi madre también amenazaban con salírsele de las cazoletas del sujetador.

-¡El primero que se queda en pelotas!– decía mi tía alborozada

-Bueno, hijo, ya sabes. No tienes mucho que quitarte así que... ¡fuera esos calzoncillos! Ja, ja, ja…

Entonces yo me levanté y con cierta ceremonia me quité el calzoncillo dejando a la vista de todos mi más que erecto cipote y mis huevos. Me daba un poco de apuro que me vieran con aquella evidente erección pero también me excitaba mostrarme así delante de mi madre y mi tía.

-¡Mira qué empinada!– le decía mi madre a mi tía con alegría.

-¡Y qué cojonazos, chica!– señalaba mi tía al tiempo que acercaba su mano señalando mis gordos testículos y haciendo amago de tocármelos.

Lo mejor de todo es que la reacción de las dos mujeres evidenciaba que no estaban teniendo ningún problema con respecto al desarrollo del juego y que aquello podía acabar de forma muy excitante sin que, al parecer, ellas se fueran a sentir incómodas. De hecho se las veían tan o más entusiasmadas y excitadas que a nosotros.

Yo me volví a sentar con mi cipote apuntando al techo y recibiendo en él las apreciativas miradas tanto de mi tía como de mi madre, cosa que me hizo sonreír satisfecho y excitado.

Tras varias tiradas llenas de emoción pues casi todos teníamos alguna ficha en posición de ser capturada la siguiente jugada que permitió comer ficha fue protagonizada por mí y la ficha comida correspondió a mi madre. En bromas Artur y yo hablamos de pedirle las bragas pero decidimos que era mejor esperar para que hubiera más emoción.

-Dejadle, dejadle las bragas, que así las tendrá más mojadas cuando le toque quitárselas– fue el sorprendente comentario de mi tía riendo a carcajada limpia y haciendo a su vez que todos riéramos divertidos y excitados.

-¡Será golfa! – replicó mi madre con humor.

Seguidamente le pedí a mi madre que entregara el sujetador y ella así lo hizo dejando en libertad sus bonitas y redondas tetas. Las tetas de mi madre son de un tamaño regular, usará un sujetador de talla 95 o así. Sus areolas no son muy grandes y sus pezones son salidos y marrones. Ya las tiene un tanto caídas pero su visión resultaba absolutamente excitante y mi polla bien que lo notó dando un respingo y soltando un poco de líquido preseminal que contribuyó a dejar brillante y humedecer aún más mi capullo.

-Estupendas, mamá, realmente estupendas–. Le dije yo mirando embobado sus caídas pero preciosas tetas. Ella sonreía complacida y entonces fue mi primo Artur el que dijo:

-A ver cuando le comemos la ficha que nos permita tocárselas.

Mi madre siguió riendo y diciendo:

  • ¡Uy, qué chicos! ¿Pero os va a gustar tocarle las tetas a una vieja como yo?

Lo mejor de aquella reacción de mi madre, y que a mí no me pasó desapercibida provocándome otra palpitación en la polla, fue que ella asumía y daba por hecho que le acabaríamos tocando las tetas. Y no parecía que aquella perspectiva le desagradara.

-Ya lo creo que nos gustaría porque las tienes cojonudas, maciza– le replicó Artur.

-La verdad, mamá, es que en bragas estás preciosa ¿eh?– piropeé yo mientras nos cruzábamos una mirada llena de complicidad y con una sonrisa llena de picardía entre ambos.

-Bueno, venga, venga, a seguir jugando– Cortó mi madre con humor.

En la siguiente oportunidad fue Sofía la que comió una ficha a Artur haciendo que ambas mujeres rieran y gritaran de júbilo.

-Ya los tenemos a los dos en pelotas– decía mi tía riendo de buena gana.

-Venga, que se quite los calzoncillos–. Exigía mi madre dando pequeños botes mientras continuaba sentada y haciendo que sus excitantes pechos saltaran alegremente.

-Hala, cariño, calzoncillos fuera y presentando armas ante tu madre y tu tía, ja, ja, ja…- Ordenó mi tía tremendamente divertida.

Arturo se deshizo de los calzoncillos mostrando su herramienta completamente erecta y brillante de líquidos preseminales, prueba evidente de su tremenda calentura.

-¡Bien empinada! ¡Y qué dura parece...! – reía su madre sin ocultar la satisfacción y más que evidente excitación que le producía verle la polla a su hijo.

-Mira, ahora me parece a mí una pena no poder tocársela, ja, ja, ja…- Reía mi madre

-Pues chicas, yo sin embargo casi me alegro porque me da la impresión de que a nada que me la tocarais seguro que me corro... que uno no es de piedra ¿eh? Y viéndoos las tetas a las dos no descarto que me acabe corriendo incluso sin tocarme.

Las dos mujeres reían a mandíbula batiente con las ocurrencias de mi primo.

-Bueno... – le decía mi madre con picardía. – Pues si te corres, como tú dices, te has corrido. No va a pasar nada ¿no? Estamos en confianza y tranquilo, que no te vamos a expulsar de la partida por eso, ja, ja, ja…

-Mientras no manche el sofá, ja, ja…– intervino su madre con humor.

-Bueno, pues hemos ganado la partida–. Dijo entonces mi madre sorprendiéndonos un poco a todos. –Estáis los dos en pelotas y nosotras todavía conservamos las bragas.

-¿Cómo que habéis ganado la partida? De eso nada...- aclaró Artur riendo–. Si recuerdas las reglas, de lo que se trata es de ganar la partida de parchís metiendo todas las fichas en la meta, no de dejar a alguien en pelotas. Y no veo que tengáis todas vuestras fichas en la meta, monadas.

-Pero si no os queda nada que quitaros ahora cuando os comamos una ficha…– decía la tía Sofía riendo.

-Bueno, es verdad. Hay que ser justos y respetar las normas que habíamos acordado. Ahora les podemos mandar lo que queramos– aclaró mi madre recordando las reglas. Y añadió con picardía-. Así que ahora igual hasta nos divertimos más.

Yo creo que mi madre intervino de aquella manera, apuntando la posibilidad de dar la partida por finalizada en ese momento en que nosotros estábamos ya los dos completamente desnudos, quizá para auto justificarse a sí misma dejando claro que la responsabilidad de que continuáramos jugando a partir de aquel momento era más cosa nuestra que suya. Pero también era del todo evidente que ni a ella ni a mi tía les causaba la menor zozobra continuar con aquella partida.

Volvimos por tanto al juego y mientras tirábamos los dados Artur y yo hablábamos de que ya teníamos ganas de verlas sin bragas mientras ellas no paraban de plantearse que nos mandarían si nos comían una ficha.

Tras varias jugadas curiosamente fue mi tía Sofía la que capturó una de mi madre.

-Fíjate qué cosas, Patri; tengo que ser yo la que te pida que te quites las bragas y que les enseñes el coño a estos dos viciosos. Ya siento que sea yo la que te mande enseñarles el chichi pero así es el juego...– Le explicaba sonriendo divertida y con picardía.

Nosotros lo celebramos por todo lo alto.

-Ya era hora de ver un buen potorro. – Decía Artur sin cortarse ni un pelo-. Venga, tía Patricia, enseña ese felpudo.

-Y el culo también, que tiene un culazo de campeonato-. Agregaba yo sin cortarme ni un pelo aunque se tratara nada menos que del culo de mi madre.

-Es verdad– asintió Artur–. Que llevo yo días fijándome en el culazo tan cojonudo que tiene tu madre. No me había atrevido a decir nada pero ahora... en estas circunstancias creo que podemos decir de todo ¿no?

-Venga, mamá, bragas abajo; no nos hagas esperar más–. La animaba yo.

-¡Pero seréis cabronazos!– decía mi madre con buen humor mientras se levantaba para quitarse las bragas.

Cuando deslizó sus bragas blancas hacia abajo nosotros estábamos a menos de dos palmos de su chichi, como esperando que apareciera.

  • Qué preciosidad...– decía Artur mientras el chocho de mi madre iba apareciendo poco a poco ante nuestros brillantes ojos-. ¡Qué peludito!

Yo cogí las bragas que sostenía mi madre en la mano y comprobé que, en efecto, en la entrepierna estaban decididamente húmedas.

-Tenías razón, tía. Las tiene húmedas. –Le dije a ésta con un guiño.

-Pues como vosotros las pollas, calentorros–, replicó mi madre riendo–. Que se os escapa todo el jugo por la punta, cacho cerdos.

-Ya me gustaría pasar un dedo por esa rajita para comprobar esa humedad-. Me atreví a decir yo mientras miraba embelesado el chocho de mi madre.

Ella ni se inmutó por mi comentario; sonrió aprobadoramente y yo le dije que daba gusto vérselo y que tenía un chichi para comérselo.

-¡Hijo, comerle el coño a tu madre! ¿No te parece una desvergüenza decirle eso a mamá, cariño?- Me contestó mientras me sonreía con un brillo muy especial en sus ojos. Me resultó muy significativo que acabar su frase llamándome “cariño” pues era una forma tremendamente explícita de hacer ver que su frase no era un reproche sino, más bien al contrario, una invitación.

-Todo se andará, todo se andará... – dijo Artur con intención.

El coño de mi madre en verdad era precioso y excitante. Bastante peludo, aunque quizá por la edad ya con menos frondosidad de la que sin duda había tenido en sus años jóvenes. Entre el vello púbico se veían un deliciosos labios vaginales y en efecto daban ganas de arrimar allí la lengua y degustar semejante manjar.

Al quedarse mi madre completamente desnuda a excepción de sus zapatos de tacón, también me fijé en su tripita suavemente curvada y también me excitó pues me pareció un detalle muy femenino y muy de jamona. Los vientres planos son cosas de modelos pero en mi madre me gustó y excitó mucho más aquella incipiente tripita curvada que invitaba también a manosearle su anatomía de mujer de verdad, de madura jamona apetitosa.

También le dijimos que se diera una vuelta para verle en condiciones el culo pero ella replicó que eso sería en todo caso otra petición, que con quitarse las bragas ya había cumplido en esa jugada, así que seguimos jugando.

-Da gusto verte así, mamá, completamente desnuda–. Le decía yo entre tirada y tirada haciendo que ella sonriera con complacencia y malicia.

-¿De verdad, hijo? ¿No te parece mal que tu madre esté así, con todo al aire?

-¿Mal? Me parece estupendo, mamá-. Le replicaba yo mientras le acariciaba sin disimulo un muslo con la mano-. ¡Me encanta verte así, puedes estar segura!

-A ver esos toqueteos –intervino mi tía riendo.

-Hija, es en el muslo, que nos hemos estado dando palmaditas ahí toda la partida-. Fue la sorprendente respuesta de mi madre.

Todos reímos y nosotros volvimos a insistir en lo delicioso que era ver a nuestras madres enseñando sus encantos sin pudor alguno ante nosotros.

-¡Serán viciosos! –señalaba mi tía riendo–. Les gusta ver desnuda incluso a su propia madre.

-Desde luego, más que a muchas otras, sobre todo si tenemos en cuenta lo buenorras que estáis vosotras… -Dije yo mientras ellas reían complacidas y halagadas.

Tras varias tiradas finalmente mi primo comió una ficha de su madre. Nosotros lo celebramos con alborozo y risas a los que no dudó en unirse mi madre.

-Por fin le vamos a ver el potorro a esta golfa– dijo Arturo sin cortarse ni un pelo al utilizar semejante calificativo referido a su madre y haciendo que todos riéramos.

-¿Pero cómo le llamas golfa a tu madre?- Dijo riendo la mía.

  • Bueno... es que...– trató de justificarse entonces él visiblemente cortado.

-No te preocupes, hijo– intervino mi tía Sofía–. No creas que me molesta; además es evidente que si voy a enseñaros el coño y estoy con todo el tetamen al aire y viéndoos a vosotros esas pollazas es que algo golfilla si seré, ¿no? Así que podéis llamarme golfa o lo que os apetezca todas las veces que queráis, que no me parece mal. Bueno, siempre que me lo llaméis así estando nosotros solos ¿eh? Si es así me lo tomo como un piropo.

Y entonces mi tía, en señal de que las palabras de su hijo no le habían molestado en absoluto, le dio un beso a su hijo tan cerca de los labios que fue prácticamente un piquito.

-¿Y tú, mamá?– le pregunté yo apretándole uno de sus rollizos muslos-. ¿También eres un poco golfa?

-Hombre... Como dice tu tía, si estamos en pelotas, será que un poco golfillas sí somos, así que a mí tampoco me molesta que me lo llaméis. La verdad es que casi hasta me gusta; bueno, ya sabéis. Pero como dice Sofía que quede entre nosotros y aquí ¿eh? Con que vosotros sepáis que somos un poco atrevidillas ya vale ¿eh? No se trata de que lo sepa todo el mundo...

Todos reímos y yo dándole un beso en la mejilla le dije:

-Menuda mamá más golfona que tengo... y cómo me gusta.

Todos volvimos a soltar una carcajada hasta que Artur nos cortó diciendo:

-Bueno, bueno, venga; a lo que estamos: que esta putona nos enseñe el chocho.

Sofía, sin inmutarse lo más mínimo por el nuevo calificativo que acababa de emplear su hijo, más fuerte aún que el anterior, se deshizo del tanga y ambos nos lanzamos a examinar su extraordinario coñazo. El chocho de mi tía era mucho menos peludo que el de mi madre, de hecho se puede decir que tiene escaso vello aunque extendido por un área más grande que el de mi madre. Lo que si tiene son unos labios tremendamente abultados que le dan la apariencia de un coño grande y gordo. Mi tía tiene también una tripa más prominente que mi madre, que no oculta su coño pero que lo deja como encajado entre sus carnes. Vamos la típica mujer de su edad, con un cuerpazo relleno, entrado en carnes y ajamonado.

-¡Menudo almejón!– dije yo extasiado contemplándoselo de cerca.

-¿Os gusta este coño de vieja, cacho guarros? – decía ella riendo complacida por el efecto que mostrarnos su sexo causaba en nosotros.

-Lo tienes estupendo, tía. A ver si te como yo una ficha y te mando que me dejes tocártelo.

-¿Así que eso es lo que nos vais a mandar ahora si nos coméis una ficha, cabrones, que os dejemos tocarnos el coño? – dijo mi madre divertida mientras colocaba una mano en mi espalda dado que yo estaba inclinado delante de ella admirando el chocho de mi tía.

-La partida no ha terminado...– Dijo Artur riendo-. Así que ahora el que pierda si no tiene ropa tendrá que hacer lo que se le mande ¿no? Y yo ya estoy deseando mandaros algunas cositas que se están ocurriendo...

-¡Serás guarro!– dijo mi tía con humor dándole una palmada en la espalda–. Pues a ver lo que le vas a mandar a tu madre ¿eh? Que a tu madre le debes un respeto…

-Pues en cualquier momento te mandará que le hagas una paja con todo respeto, ja, ja, ja…– dijo mi madre riendo y sorprendiéndome a mí por su lenguaje y por su ocurrencia, tan evidentemente sexual.

-Sí, pero con las tetas, tía, que las tienes ideales para eso– me atreví yo a apuntillar viendo cómo iba la conversación y haciendo que los cuatro riéramos de buena gana.

En ese momento, y entre las risas de todos, según me incorporaba desde mi posición inclinada frente al chocho de mi tía, también me percaté de que la mano de mi madre que había tenido en mi espalda se deslizaba hacia mi culo y acabó acariciándome brevemente con un dedo la raja del mismo en la parte más cercana a la espalda. La actitud de mi madre, desde luego, prometía.

Seguimos jugando y al de pocas tiradas se produjo una nueva situación en la que mi madre me tenía a tiro. Pude salvar la primera jugada pero en la siguiente ronda, como no había logrado alejarme lo suficiente, mi madre me comió la ficha.

Tras las correspondientes risas y comentarios, mi madre y mi tía empezaron a plantearse entre ellas qué mandarme. Era un momento crucial de la partida pues por primera vez el mandato no podía ser ya deshacerse de una prenda de vestir sino que tenía que ser forzosamente otra cosa y a buen seguro, tal como se estaban desarrollando los acontecimientos, tendría carácter sexual. La cuestión peliaguda en aquel caso es que era mi propia madre la que tenía que ordenarme a mí algo. La situación era de lo más interesante y excitante para mí pues no me desagradaba en absoluto, sino todo lo contrario, que mi madre me ordenara hacer con ella o delante de ella algo decididamente sexual.

La partida continuará…