Tarde en la sauna

Nunca había ido a una sauna, pero seguramente repetiré.

Llevaba demasiado tiempo sin follar y me estaba empezando a plantear que tenía que hacer cosas nuevas. Las típicas aplicaciones para quedar se estaban volviendo insoportables, la gente buscaba follar con modelos y, salvo 3 o 4 que en la foto enseñan buen cuerpo, la mayoría somos normalitos, sin morenos de playa ni abdominales. En mi caso no hago deporte y tengo un poco de barriga pero como mido casi 1,80 doy la sensación de ser corpulento. Moreno, barba cerrada, ojos marrones, 35 años... soy cualquier tipo que puedes ver en el metro a las 8 de la mañana.

Se me empezó a pasar por la cabeza ir de cruising pero era una tarde de invierno y eso en el norte significa que estaba muy oscuro y hacía frío. Sacarme el rabo en un bosque a 3 grados me resultaba de todo menos erótico y me acordé de que en mi ciudad hay dos saunas gays. Tras investigar por internet entendí que a una de ellas va gente más mayor y la otra es más frecuentada en general, por lo que decidí ir hacia allí.

Según me preparaba para salir pensé en que nunca había ido a una sauna y tenía la idea de que allí se conocería todo el mundo. Mientras caminaba hacia allí se me ocurrió hacerme un porro para perder la vergüenza, y me lo fumé en la puerta de la sauna, que estaba dentro de unas galerías comerciales.

Toqué el timbre y accedí al vestíbulo. Había cierto olor a piscina, supongo que por el cloro de los jacuzzis. Mientras pagaba la entrada pregunté al chico que me atendió en la ventanilla cómo funcionaba aquello:

-No he venido nunca, es para no desentonar jeje

-No te preocupes, lo que suele hacer la gente es desnudarse en el vestuario y pasearse con la toalla en la cintura y, bueno, ya sabes a qué se viene aquí...

El porro me había dejado más tonto de lo habitual así que le hice caso como si fuera un robot. Salí del vestuario desnudo y con la toalla en la cintura y mientras guardaba mi ropa en las taquillas varios hombres me miraron confirmando mi idea de que yo allí era el nuevo.

Justo al lado de las taquillas estaba el bar, entré para beberme una cerveza a ver si me quitaba la vergüenza que me estaba volviendo, pero el bar estaba casi vacío. Mi idea era observar cómo se movía la gente allí pero solo estaban el camarero y dos osos sentados en una mesa que se giraron cuando entré y parece que les gusté.

Me senté al otro lado de la barra en un taburete y pedí una cerveza. Era de botellín, de una marca que no me gusta mucho y cara, así que intenté beberla lentamente pero no lo conseguí. Pedí otra justo cuando en la silla de mi izquierda se sentaba un chico con acento sudamericano que también se pedía una cerveza. Se veía que era jovencito, era más bajo que yo, guapillo, estaba delgado aunque fibroso y me empezó a hablar:

-¿Qué tal la tarde? ¿Ya has hecho algo?

-No, acabo de llegar. La verdad es que es la primera vez que vengo.

-Ah, qué bien, si quieres te puedo enseñar el local, suelo venir bastante. Me llamo Miguel.

-Yo soy Adrián.

Yo no estaba con muchas ganas de conversación, entre el porro y la temperatura del local me estaba dando sueño y me empezaba a preguntar qué hacía allí. Miguel se había puesto a hablar y no parecía tener ganas de callarse a pesar de que yo no le estaba haciendo mucho caso. Decía que era venezolano, que llevaba varios años aquí, que estaba estudiando un módulo de electricidad y más cosas que se me perdieron en las burbujas de la cerveza hasta que le corté:

-¿Tú no vendrás aquí a contarle tu vida a desconocidos? -Era de esperar que el tono no le hiciera ninguna gracia.

-Yo había venido a ver si echaba un polvo pero ya me voy.

-No te vayas, chaval, pero tampoco me cuentes tu vida.

Me lancé, me retiré la toalla enseñándole la polla, que empezó a engordar. El de había levantado para irse pero se quedó de pie, quieto, mirándome el rabo, supongo que pensando si quería llevársela a la boca después de lo borde que había sido con el. Se volvió a sentar y me la cogió con la mano derecha, como valorando lo que pesaba. No considero que tengo una polla grande pero si creo que está un poco arriba de la media, y tiene un prepucio carnoso que me vuelve loco que me chupen. Me había recortado los pelos esa mañana así que se veía con enjundia. Al contacto con su mano se me siguió poniendo tiesa y me dijo:

-Acábate la cerveza, en el bar no podemos hacer nada, no les gusta que la gente folle aquí ni que salgan bebidas de esta zona.

Parece que sí que se conocía el local. Me bebí de un trago la poca cerveza que me quedaba, él hizo lo mismo y le seguí. Ahora que le tenia de espaldas podía ver que se le marcaba un muy buen culo a través de la toalla. Tras cruzarnos con varios hombres que no me llamaron mucho la atención pero que nos miraron con cara de vicio llegamos a una zona con varias puertas iguales y pasamos por una que estaba abierta, era una habitación pequeña, con un camastro con un colchón forrado en una especie de escay negro y con una silla. El se sentó en el colchón y yo cerré la puerta y me solté la toalla mientras me acercaba a donde estaba Miguel. Para cuando llegué donde estaba él mi polla ya estaba bien dura y no tuve que decirle lo que tenía que hacer: con la mano derecha me tiró el pellejo para detrás, se la metió en la boca y con la mano izquierda me agarró del culo.

Para lo joven que era la mamaba tan bien como yo. Primero la fue ensalivando poco a poco y cuando consideró que ya la tenía bien húmeda me empujó el culo hacia delante, lo que hizo que se la metiera hasta la garganta. Me pilló un poco de sorpresa y solté un gemido animal en voz alta. Como vio que me gustaba repitió, pero esta vez estuve atento y le sujeté la cabeza para follarle la garganta. Tras tres empujones se zafó de mis manos sacándose mi verga de la boca y tosiendo. Al pobre le caían unos lagrimones por las mejillas que parecía que se le había muerto el gato. Le cogí del cuello y le di dos palmadas en la cara para inmediatamente meterle la boca hasta la campanilla. Esta vez aguantó mejor y le follé bien la garganta.

Cuando se la saqué se levantó y me dijo que me sentara. Yo no me había dado cuenta pero debajo de la silla había varios condones y sobres de lubricante, aparte de un bote de popper. Miguel dejó todo en una esquina del colchón, tiró su toalla a un rincón de la habitación, le dio una esnifada al popper y se metió entre mis rodillas cogiendo mi polla con su boca. Yo me eché hacia atrás apoyando mis manos en el colchón y le dejé hacer. Menuda boca tenía el pequeño venezolano. Me la comía como quien absorbe un helado pero casi sin hacer ruido y me llevaba a la gloria.

Como siguiera así me iba a correr así que me incorporé y le apreté la cabeza contra mi pelvis para que se la tragara entera. Le tuve así unos segundos, le agarre bien la cabeza de las orejas y le retiré de mis genitales.

-¿Te gusta?

-Sí -tosía y lloraba pero se le veía feliz

-¿Te la vas a comer toda?

-Sí

Le metí otra vez la polla hasta la garganta y le solté la cabeza, le dejé que me la comiera a gusto mientras le empecé a sobar el ojete. Empezó a pasarme la lengua por la punta de la polla, lamiéndome la punta del glande y el prepucio y me puso al límite de explotarle en la boca.

No tenía pinta de pesar mucho así que le agarré de los sobacos y le tiré en la cama. Se quedó tumbado boca abajo pero le cogí de la cadera y le puse el culo en pompa. Ya llevaba un rato observando su culo y no me había equivocado con la primera impresión, estaba muy prieto y bien formado, no pude evitar lamerle el ojete. Le escupí en ese agujerito, lo lamí hasta que se empezó a abrir y pude meterle la lengua. Le rodeaba el ojete con las yemas de mis dedos y colaba alguno dentro y se lo seguía chupando.

A Miguel le gustaba, le gustaba mucho aunque no me di cuenta hasta que se abrió la puerta y entró uno de los hombres que había visto antes en el pasillo. Miguel estaba gimiendo tanto que montaba escándalo. Le miramos los dos y seguimos a lo nuestro, que era más divertido que aquel hombre y, como no le hicimos caso, se quitó su toalla y se empezó a pajear.

Cuando ya me entraba casi la mano entera en el ojete de Miguel me puse un condón y rocié mi polla con lubricante, restregando lo que sobraba entre los glúteos de Miguel. Puse la punta en su agujero mientras él esnifaba popper y le entró entera. Me quedé un poco sorprendido de que no le molestara ni un poco pero era evidente que mi comida de culo había sido muy buena. Poco a poco empecé a moverme hacia delante y hacia atrás, sacándola casi del todo para volver a metérsela hasta los huevos. Tuve que ir poco a poco porque estaba tan excitado que si iba más rápido acabaría sin darle lo que se merecía.

El otro tipo también estaba a tope. Se había escupido en la mano en la que tenía la polla y se había ido acercando hasta robarle el popper a Miguel. Se me había puesto casi al lado así que me agaché y me metí su polla en la boca. La tenía de tamaño normal aunque algo gorda, con el capullo al aire y muy dura. En cuanto me la metí me empezó a dar embestidas en el paladar pero yo me encontraba en una postura rara y decidí que íbamos a cambiar de postura.

Me levanté y se la saqué a Miguel. Agarrándole por la cintura le indiqué que se pusiera en la silla. Subió una pierna a la silla y puso el culo en pompa para que se la metiera. El otro tipo se puso delante de Miguel, con el rabo a la altura de su boca y esnifó del popper. Se lo quité y olí un poco, y se lo puse a Miguel que hizo lo propio. Le di una palmada en una nalga y se le escapó un gemido.

-¿Te gusta, zorrita?

Le di un cachete en la otra nalga y gimió un poco más.

-Sí, sí que te gusta, sí...

Agarré la nalga en la que le había dado el cachete y le di uno mucho más fuerte en la otra para introducirle la polla en el culo inmediatamente y ponerme a bombear.

Miguel gemía con tal volumen que le tuve que agarrar de la cabeza y hacer que se tragara el rabo del otro tipo. El tipo no duró mucho más, empezó a bufar como un toro y le soltó un chorro de semen a Miguel en los labios, que lo había visto venir, pero dejándole la cara pringada con los dos trallazos que vinieron después. A Miguel le vinieron muy bien los lefazos porque en ese momento le empezaron a temblar las piernas y noté cómo su ano se contraía contra mi polla. Miguel se estaba corriendo y estaba consiguiendo que yo me corriera también. Me abracé a su espalda mientras le metía la polla todo lo a fondo que podía y eyaculé lefa hasta que me dolieron los huevos.

Nos quedamos los tres unos instantes recuperando la respiración, como en un estado de nirvana, que se esfumó cuando el otro tipo decidió irse. Me despegué de Miguel y nos tumbamos en la cama.

-Menuda polla tienes.

-Y tu menudo culo.

-¿Sabes? Yo soy chapero pero te he fichado en el bar y te quería echar un polvo por placer.

-Ya te había notado con mucha experiencia.

Me quité el condón y nos fuimos a duchar.