Tarde en el messenger

Era un día como otro cualquiera, encendí el ordenador, puse un cd de el grupo Sin Bandera e inicie sesión en mi messenger. De inmediato se abrió una ventanita en la que decía que alguien quería ser agregado a mi cuenta. Lo acepté mas que nada por curiosidad, sabía perfectamente de donde había conseguido mi cuenta, eso no lo dudé.

Era un día como otro cualquiera, encendí el ordenador, puse un cd de el grupo Sin Bandera e inicie sesión en mi messenger. De inmediato se abrió una ventanita en la que decía que alguien quería ser agregado a mi cuenta. Lo acepté mas que nada por curiosidad, sabía perfectamente de donde había conseguido mi cuenta, eso no lo dudé.

Después de pensarlo y ver que esa persona estaba conectada, me decidí a saludarle. Me respondió, y me dijo de donde había conseguido mi cuenta, le dije que ya me lo imaginaba, que no me importaba, que para eso estaba.

Comenzamos una charla amena, en la que él me hacia preguntas, yo respondía y viceversa. Me inspiró confianza, tenía 27 años y era de Salamanca, donde la que no es puta es manca, dijo y los dos reímos, sin animo de ofender a las mujeres de Salamanca, pero la rima es fácil. El nombre lo voy a omitir, estuvimos hablando toda la tarde, reímos, y cuando ya empezaba a anochecer la conversación fue tomando un ritmo sensual, él comenzó a piropearme y yo me sentía halagada. No fuimos más allá de las palabras porque el tuvo que irse.

Al despedirnos yo me quedé contemplando la pantalla, tenía más conversaciones pendientes, pero no las hice caso, solo podía pensar en ese hombre misterioso, del que no conocía nada, ni tan siquiera su rostro. Apagué el ordenador y me tumbe en el sofá a leer un rato, pero no me podía concentrar, enseguida me excité pensando en como sería su cara, como serían sus manos, como esas manos acariciarían mi cuerpo centímetro a centímetro haciendo que me estremeciera de los pies a la cabeza, una de mis manos comenzó a descender por mi cuello hasta llegar a mis pechos, los acaricié, pero seguí descendiendo, ya que mi fruto prohibido aclamaba mis caricias, metí mi mano bajo el pantalón y froté por encima mi clítoris, expectante, abierto como un capullo a punto de convertirse en una rosa roja y maravillosa. Volví a sacar mi mano y metí uno de mis dedos en la boca, descendí de nuevo e introduje mi dedito húmedo con pasión, cerré los ojos y pronuncié en voz baja el nombre de ese hombre misterioso, aceleré el ritmo de mi mano y con un delicioso gemido llegue a un orgasmo impactante. Me relajé y me quedé dormida. Al despertar, encendí el ordenador e inicié sesión, busque con la mirada y ahí estaba, le salude y me respondió: Hola encanto , ¿ Que tal la tarde?

FIN