Tarde de Toros. Mi mejores corridas

El bruto enfebrecido me entraba más duro, más rápido, más a fondo haciéndome notar sus pelotas rebotando en mi culo una y otra vez. Se acomodó de nuevo y me aplastó con su fibrosos cuerpo haciéndome abrir mis muslos al máximo, su cara con barba corta me irritaba las tetas, me chupaba los pezones...

Es frecuente que mi esposo vaya varias veces a las corridas de toros, durante la feria de Albacete en Septiembre, sin embargo yo no soy muy aficionada a ese tipo de festejos, los toros que a mí me gusta ver en plena corrida tiene solo dos patas y buen rabo con huevones entre las piernas. Mi esposo se halla en la crisis de los cuarenta, tal vez por eso las cosas no eran como antes, vivimos en pleitos constantes por sus ausencias laborales en casa y por sus frecuentes fiestas de amiguetes, de ahí mis reclamos, en especial que hubiera tenido una hija con otra mujer. Cada día nos distanciábamos más. No sé si estaba ovulando, o muy cabrada, lo que si notaba era lo acalorada que me sentía esa semana ¡Solo deseaba repetir mi experiencia infiel, y matar dos pájaros de un tiro! De esta forma me desquitaba por  lo que él me había hecho durante estos años… en esos momentos vino a la cabeza Luis y Julio, mis sobrinos, o el camionero que me dejó aviada en aquella parada en el restaurante de carretera, mientras mi marido dormía la siesta en el coche camino de Bilbao.

Con un apretón incontenible, fui al seto más cercano a echar una meada, cuando me encontré a aquel animal sacudiéndose la verga dentro de su cabina, nos quedamos mirando a los ojos mientras le ofrecía ver el caño salir por mi raja aliviando mi vejiga. Al pasar por su puerta me invitó a subir… no le puse reparos en acabarle la paja con la boca de mi coño mojado mis dos fluidos. Follamos a pelo naturalmente, llevándome a buen recaudo su engrudo en mi útero. Ya en carretera, conducía él mientras los bichitos del camionero trepaban por mis trompas de Falopio ¡Me sentía feliz! Sin remordimiento por la cornamenta.

Pensaba en sus vergas que tanto me hicieron gozar y todo lo que me habían disfrutado y enseñado… ya llevaba tres semanas de recuerdos pajeándome sin control, tres semanas de ardor vaginal, tres semanas de insatisfacción con mi marido, con quien la cama solo servía para dormir y nunca para follar. Era sábado por la mañana, sonó el teléfono mientras me duchaba, mi esposo contesto. Salí solo envuelta en la toalla, sentada en mi cama empecé a secarme…, sin darme cuenta mi marido me observaba, de pronto se acercó por detrás y besándome el cuello me dijo…

– ¡Que rica estas cariño, me encantas!

Me despoje de la toalla y le mostré mi cuerpo moreno desnudo, se acercó, me besó en la boca y luego empezó a lamerme y chuparme las tetas. Su mano bajó a mi coño y su dedo entró en mí, yo muy mimosa le susurre

–  ¡¡Fóllame mi vida! Pasando mi mano por su polla, muy putona.

Él se arrodilló ante mí y empezó a chuparme el coño mojándome de inmediato, en lo mejor se hallaba, cuando de pronto se puso de pie y dejándome allí temblando de cachonda se fue a duchar, un fiasco más… yo hambrienta de verga y el muy imbécil solo se le ocurre bañarse. Mis dedos acabaron el trabajo en mi clítoris aliviándome un poco la quemazón.

Me vestí, el día se mostraba caluroso pero mi cuerpo mas, decidí no usar ropa interior y seducir a mi marido, el vestidito que elegí era muy revelador, de color azul, muy delgado y muy corto, dejaba ver mis estilizadas piernas y al agacharme mostraba mis nalgas desnudas y más abajo mi depilado coño. Preparé el desayuno y lo llamé, tardo un tiempo y al llegar al comedor me di cuenta que se había arreglado para salir.

– Tomaré solo un vaso de zumo mi amor, ¡tengo que salir! Me dijo mi marido.

– ¡Pensé que hoy no trabajarías! Le dije molesta – ¡Por lo menos desayuna, ya preparé todo!

Sonó el timbre y mientras él se acomodaba en la mesa yo salí a ver quién era...

– ¡Buenos días señora, vengo a recoger a Gerardo el administrador…! ¿¡Supongo que vive aquí verdad!? Soy el nuevo chófer de la compañía.

Se trataba de Abraham, uno de los conductores de la empresa en la que mi esposo trabaja, ambos atractivos y muy apuestos… este no pasaría de los 30 años, de hecho siempre me habían puesto los dos muy cachonda, así que al ver a este tipo tan de cerca me estremeció involuntariamente. Es un espécimen fuerte curtido en el trabajo físico. Cierto es que ya lo había visto de lejos y, aún así me atrajo, pero nunca lo vi tan de frente, tan cerca… sin dunda era alto, fornido, bragado en experiencias, con brazos fibrosos muy varoniles...

– ¿Vais a salir? Le pregunté entre ingenua y coqueta.

– Sí, creo que van a supervisar la central de Altomira.

– ¿Van? ¿Que tu no vas con él?

– No señora, los llevará Ramón, a su esposo y al Ingeniero Arturo

– Y yo que pensé que estaría conmigo hoy ¿Pero qué se puede hacer con un marido tan ocupado verdad? ¡Otra vez me la pasaré "solita"...! Dije mientras le sonreía coqueta y enfatizaba la última palabra, le miré insinuante a los ojos.

Sosteniéndome la mirada… – ¡Si Usted tiene confianza conmigo señora, eso se puede arreglar… claro solo si Usted quiere...! Al decir esto me miro los tetas descaradamente.

– ¡¡Estás loco!! Le dije muy puta y sonriéndole.

Me di la vuelta y moviendo las nalgas provocativamente entre a casa, al darle la espalda recogí el periódico que estaba en la entrada de la sala, me incliné más de lo necesario, tan excesivamente que no tuvo más remedio que observar mis nalgas desnudas y mi coño. Para mi sorpresa, percibía mojada la raja…en parte por las chupadas que me dio mi marido y en parte ese tipo que me había inquietado, exhibiéndome tan PUTA.

Salí con mi marido a despedirlo, pero mi vista estaba en el chófer, el cual se despidió de mí dándome la mano con un prometedor… – ¡Hasta luego... señora!

Que yo reafirme con una leve e insinuante sonrisa.

Ya despedido mí esposo, regresé a casa y me imagine al joven chófer follándome salvajemente, se le veía rudo, viril y salvaje… me estremecí fantaseando con su cuerpo, pero el tiradero de la casa me hizo apartarlo de mi mente para dedicarme a mis quehaceres... Cerca de las 12 del mediodía terminé y me fui a la sala, encendí el televisor y al rato me comí mi ración de estofado de rabo de Toro, la única carne que me comería hoy, pensé hoy. En el sofá me fui quedando dormida... el ruido del teléfono me desperezó, conteste y me colgaron... eran las 14:00 horas... ¡qué flojera! Pensé entre mí. Fui al baño me lavé la cara y me maquillé levemente, estaba en eso cuando sonó el timbre del portón...

– ¡¿Quien será?!

Salí a ver, era el clásico vendedor. Al verme así me insinué en disposición de dejarme follar por el chaval, como todo un macho... el teléfono de nuevo y colgaron otra vez.

Una segunda vez el timbre de la casa y ahora mi vecina, charlé con ella unos cinco minutos y se despidió, me di una ducha para ir a casa de mi madre a pasar la tarde con ella… mis hijos estaban desaparecidos por todo el fin de semana, y yo en casa me aburría como una ostra. Cambié de opinión, llamaría a mi amiga Merche para salir a tomar café con ella, me maquillé, elegí un vestidito corto de color rojizo, decidí no usar ropa interior de nuevo, me encanta salir a la calle sin nada debajo del vestido… recuerdo que así lo hice cuando me folló el camionero. Mi perfume favorito con olor a vainilla, mis sandalias de tacón, me miré en el espejo, me veía muy bien, bonita más bien sexi con mi cabello suelto, a pesar de mis casi cuarenta añazos bien llevados, todo sea dicho... de nuevo el timbre de la puerta.

“¡Como joden hoy!” Pensé.

De mala gana fui a ver quién era esta vez.

– ¡Hola! Qué tal si me invitas a pasar...

– ¡Abraham! ¿Qué haces aquí? Le dije sorprendida y nerviosa.

– Vengo por ti, quiero acompañarte para que no estés tan “solita”, hace días que pienso en ti y ha ido creciendo mi deseo por tenerte… ¡hoy es una buena oportunidad porque sé que tu marido tardará en regresar!

– ¡Estás loco! Vete por favor te puede ver alguien, o regresar mi marido ¡¿Qué va a pensar si te ve en su casa sin motivo alguno…?!

– ¡No te preocupes! Ya estará en Zorita ¡Vengo para darte lo tuyo, que pides a gritos!

Sin más me empujó delicadamente y entró a la cochera, cerró el portón tras de sí y me tomó por la cintura, acercó su cara rasposa de barba sin afeitar de al menos cinco días y me besó. Su lengua entró en mi boca como una anaconda, me explotó el sabor delicioso a macho de su saliva, una de sus manazas me apretó las nalgas, intenté separarme y no pude… su beso se prolongó y sin recato le correspondí como una hembra ha de hacerlo ante tal iniciativa. El calentón de coño se disparó a cotas que me rio yo del cambio climático. Tomó mi mano y prácticamente me arrastró al interior de la casa. En la sala me seguía comiendo la boca con lascivia incontenible, me sacó las tetas y se dio a chupármelas al tiempo que me seguía apretando las nalgas…, apenas no me dio tiempo de cerrar la puerta...

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– ¡Me encantan las viejas como tú que no usan ropa interior, son las más calientes y putas! Cuando vine por tu marido me di cuenta que no traías nada debajo del vestido, y cuando te inclinaste a recoger el periódico me lo confirmaste, pude ver tu culo y tu rico coño sin nada que los cubra… sé que no fue casualidad.

– ¡Yo si uso ropa interior! Habrá sido cosa de tu imaginación…, le dije confundida,

– ¿Y ahora por qué no llevas?

Me pregunto cínicamente mientras me seguía acariciando el culo.

Y no dije nada, me gustaba su atrevimiento, sus manos me habían levantado el vestido, me acariciaba mis desnudas nalgas y me miraba con lujuria. De su pantalón se levantaba un bulto amenazador sin pensarlo le toqué esa verga por encima del pantalón.

– Llévame a la cama, ¡Quiero que me folles cuanto puedas aguantar! Le espeté con gran cinismo loca por disfrutar de una polla. Y tomándolo de la mano, lo guié a mi cuarto.

– ¡Qué buena cama...! ¿Aquí es donde te folla tu marido?

Solo asentí con un ligero movimiento de cabeza. – ¿Imagino que no te llena ese soso verdad? ¡Ya está flojo para una hembra como tú tan jugosa! Desnúdate putita, ¡Me muero por follarte! ¡Mira como traigo la verga !

Al tiempo que decía se quitó el pantalón mostrándome un miembro tremendo, gruesas venas surcaban su verga, gorda y prieta, todo velludo me hizo temblar de solo verlo y mi coño se me contrajo al igual que mi culito de pensar en la verga que me iban a meter.

– ¡Desvístete tú también, cabrón! Solté muy caliente dispuesto a darlo todo.

Me quitó el vestido y me dejó totalmente desnuda ante sí, me miró y sus ojos brillaron.

– Déjate las zapatillas, me encanta follarme a las putas con las zapatillas puestas. Y tienes unas piernas preciosas como para desvestirla, buenas tetas para mamarte bien y una espléndido coño para hundirte toda mi verga.

Yo estaba temblando, en un santiamén él me desnudo y lo mismo hizo él. Hincándome le tome la verga para verla de cerca, se la apreté y abriendo mi boca se la chupe con tanta lujuria como me gusta hacerlo, de tal forma que parece no haberlo hecho en años. Abraham tiene ese tipo de polla más común que existe, a diferencia del cipote "doblado" su curvatura no causa ninguna incomodidad o molestia en erección. De hecho, al empalmar en ángulo correcto, son capaces de estimularme el punto G, por lo que se vuelve mi forma preferida por excelencia, sin importar hacia qué dirección esté orientada la curva ¡Carga a izquierdas!

– ¡Sí que eres puta! Me encanta que me la mamen así ¡Chúpala toda! ¡Llénala de saliva para que te entre fácil !

Obediente lamí el tremendo falo en toda su longitud y anchura, sabía a extraño, olía a ostras, a mar o a salitre… pero se la seguí lamiendo y chupando, su verga dura, brillaba por mi saliva, que ricura de verga, dura, prieta, grande, ¡más bien enorme!

Me levantó y me acostó en la cama, de espaldas, su mirada me recorrió toda, instintivamente abrí las piernas y le mostré mi raja abierta, afeitadita como me gusta tenerla siempre y con la boca voraz de lo hambrienta que se hallaba.

–  ¡Qué coñito más rico tienes Nazaret, se ve riquísima, debes estar bien estrechita!

– ¡Compruébalo! Lleva semanas sin probar la carne.

Jadeaba al tiempo que me pasaba la mano entre mis labios vaginales, me abrió las piernas y acomodándose entre mis muslos su lengua me entró en el coño…, un gemido anuncio su triunfo, empecé a gemir más y más, hasta que a punto de correrme le pedí entre gritos entrecortados…

– ¡¡Joder Abraham, fóllame ya! ¡Métemela por Dios te lo suplico! ¡Trábame tu verga hasta el estómago! Necesitaba sentirme viva con su pedazo en mis entrañas.

Desde luego no se hizo de rogar, tomándome las piernas y abriéndome al máximo aproximó su verga a mi entrada, me jalo de las nalgas y de un golpe me ensartó hasta el fondo, haciéndome gritar de tan ruda metida, pero al tiempo le trabé con mis piernas y me entregué a ese bruto que me laceraba la vagina ardiéndome al paso de su misil…pero me hacía sentir mi coño deliciosamente expandido. Sus movimientos follándome, empezaron lentamente acomodando el ariete a mi enjuto canal, primero tiempo lentos y deliciosos y poco a poco más rápidos. El cabrón me estaba disfrutando y yo me entregaba entera.

Le besaba y acariciaba todo el cuerpo mientras me ensartaba una y otra vez, acomodándose me besaba el cuello y chupaba mis tetas sin dejar de penetrarme, sus fuertes manos me tenían atrapada por las nalgas y a cada embestida me atraía hacia su polla dejado solo los huevos fuera…me la apretaba con fuerza, parecía adivinar lo que esto me fascina. Moviéndose logró ponerse mis piernas en sus hombros y con esto sus penetraciones se hicieron más profundas… sudábamos como cerdos mientras incrustaba todo el falo hasta la raíz poseyéndome a su antojo.

– Estas apretadísima jodida PUTA. Deliciosa ¡Qué bien follas! Así, muévete nena

Yo cerrando los ojos no hacía más que interiorizar el place que me daba ese rudo semental, me movía como sé que les gusta a los machos sobrados de testosterona y este lo era. Cuando me embestía yo salía a su encuentro moviendo mi cadera, haciendo más profunda la invasión de su verga a mis entrañas, bombeando con furia y rapidez me hizo explotar, mi coño se contrajo rítmicamente como chupando esa verga gruesa tan rica que me ensartaba hasta el fondo y, haciéndome gritar y gemir de gusto le di mi primer orgasmo intenso y prolongado como pocos, al tiempo que lo incitaba a que siguiera.

– ¡Sigue más mi vida! ¡Trábame toda! ¡FÓLLAME más duro, Abraham mi vida, penétramela toda, me estoy corriendo, así, ayyyy, masss!

El bruto enfebrecido me entraba más duro, más rápido, más a fondo haciéndome notar sus pelotas rebotando en mi culo una y otra vez. Se acomodó de nuevo y me aplastó con su fibrosos cuerpo haciéndome abrir mis muslos al máximo, su cara con barba corta me irritaba las tetas, me chupaba los pezones con fuerza y me los mordisqueaba, mis talones le pegaban en las nalgas pidiéndole más verga, me hizo correr de nuevo y mis gritos entrecortados se lo hacían saber, mis piernas lo rodearon por la cintura totalmente abierta donándole mi coño… se lo confería más moviendo mi pelvis, sintiendo en mi clítoris los golpes de sus embestidas, contraje mi conejo con todas mis fuerzas y goce como la puta que soy, mis brazos lo apretaban y mis uñas se prendían a la piel de su espalda enterrándolas, disfrutando como nunca. Lo besaba con mi lengua dentro de su boca, recogiendo su sabor… atolondrada, exhausta y sobrexcitada como no recordaba, gemía de la rica follada que me estaba regalando ese semental...

Hasta que por fin, tras un gruñido de verraco percibí sus chorros de leche caliente inundando mi vagina profunda, lo que mi marido tenía que haberme dado hace muchos días. Era rica la sensación de sentir el esperma espeso y cálido recorrer todas mis entrañas. Increíblemente, él seguía bombeando, enloqueciéndome. Su dura verga se batía por dentro mi estrecha vagina, que convulsivamente su pegada a su tronco, finalmente aflojé los músculos pélvicos al notar que ya no eyaculaba más… me sentí desvanecer y él dejo poco a poco de moverse con los últimos espasmos del latir en su verga, quedando encima de mí jadeante y besándome tiernamente en los labios, pasando su lengua y encontrando la mía, mojada y ofrecida, salivosa para ese toro que me había gozado como nadie.

Tembloroso se dejó caer a mi lado tratando de no pesarme tanto, pero sin sacar su verga que poco a poco iba perdiendo erección, al salirse un escurrimiento con reguero sustancial de lefa, se hizo presente bajando por el canal de mis nalgas y parando en la colcha de mi cama matrimonial. Allí mismo en la alcoba donde mi marido me abandonó a mi suerte,  había sido follada como nunca. Gozosa, me sentía transformada, estaba encantada con ese tipo, y se lo demostraba acariciándolo y abrazándome a él, me tenía rendida a su juventud y a su virilidad. Sin hablar, sin decirnos nada, nos quedamos en brazos uno del otro, recuperándonos ambos, estábamos abrazados cual amantes recuperando el tiempo perdido sobre la cama.

Haciéndolo a un lado me levanté y sentí escurrir entre mis muslos su leche caliente, el me atrajo de nuevo a la cama, me besaba, me acariciaba...

– Ven Nazaret, te quiero follar de nuevo, estás muy buena y no quiero dejar pasar esta oportunidad de darte cuantas veces quiera ahora que estamos solos aquí en la casa.

Había despertado a la bestia y andaba suelta por casa.

– ¡Espera mi vida tengo que ir echar una meada...! ¡Tengo la vejiga a tope! Ahora vuelvo

Al regresar él estaba de pie, su verga semi erecta se veía aun mojada por mi copioso flujo vaginal, que bello espectáculo para mí. Completamente desnuda, salvo mis sandalias, me sentía sudorosa y caliente aun, me acerqué insinuante…

– ¡Ven hijo, fóllame en otro lugar! Lo lleve al estudio de la casa, me senté en el escritorio de mi marido y abriendo las piernas le dije insinuante

– ¡¿Quieres comerme el coñito?!

Lo lavé muy bien porque a ningún hombre le gusta probar sus propia lefa. Sin hacerse del rogar se inclinó ante mí y levantándome las piernas se dio a lamer mi chocho, allí mismo en el escritorio de mi esposo, entre sus documentos, entre sus contabilidades, yo estaba dándole mi coño a la lengua de ese ídolo de vestales.

– ¡Ahora ven! le dije. – ¡Siéntate en el sillón, yo te voy a chupar la verga como nadie te lo ha hecho!

Muy obediente Abraham se acomodó en el sillón ejecutivo de mi marido, y yo como la secretaria puta, le chupaba la verga al gran jefe. Me sentía la más puta de la oficina, su verga dura me prometió más placer al endurecerse espontáneamente entre mis labios… me encanta sentir como crece la hombría de un buen macho en mi boca...

– ¡¡Espera aquí mi vida, no tardo, quiero que me folles sin parar!! Ahora vuelvo... no te desanimes porque vas a tener hembra para saciarte sin perdón.

CONTINÚA...