Tarde de sexo con Ricardo

Tras nuestro "Reencuentro Caliente", a mi amigo Ricardo le toca follarme y demostrarme lo hombre que es.

Después de mi primera experiencia con otro chico, que fue nada más y nada menos que de la mano del que fuera mi mejor amigo en la facultad y después, y con el que había perdido el contacto totalmente por los motivos que narraba en mi relato "Reencuentro Caliente", algo había cambiado en mi. Es decir, yo me seguí considerando hetero, pero las sensaciones que la sesión de sexo apasionado con Ricardo me habían proporcionado estaban a años luz de las que había tenido tirándome a mis novias y rolletes varios. En mi interior se había activado un chip que había permanecido desconectado hasta entonces, y que me hacía ver a Ricardo como un dios del sexo al que querría follarme a todas horas. Y porqué negarlo, también sentía gran curiosidad por cómo sería ser poseído por semejante macizo.

Debo decir que tras nuestro primer encuentro, amanecimos a la mañana siguiente no sin cierta vergüenza. Pero al fin y al cabo, no éramos dos niñatos que habían acabado rompiéndose el culo tras una inmensa borrachera, sino dos tíos hechos y derechos, con fuertes sentimientos entre nosotros, que no habíamos dejado de pensar el uno en el otro a pesar de los esfuerzos de Ricardo por huir de sus sentimientos y de mi esfuerzo por negar lo evidente y enterrarlo dentro de mi ser. Además ambos éramos muy conscientes de lo que habíamos hecho. Los dos estábamos felices por ellos, pero algo cortados. Normal, pues nuestra recién recuperada   relación ya no podría volver a ser lo mismo  que fue antaño. Así que después de una charla en la que se aclararon algunas cosas pendientes (y que no reproduciré para no aburriros), Ricardo decidió irse a su casa, quedando que me llamaría. Le veía tan cortado que fui yo quien decidió romper el hielo, así que acompañándole a la puerta le dije "Esta vez no tardes tres años en volver a llamar" mientras acercaba mis labios a los suyos y le besaba con ternura. Ricardo se entregó a ese beso y una vez más nuestras lenguas se fundieron. Tras un rato dándonos el lote, Ricardo finalmente se fue, eso sí, diciendo que en seguida sabría de él, porque "le debía algo". Yo le guiñé el ojo, pues ya me imaginaba por dónde iban los tiros.

Como no quería precipitar las cosas, deje pasar un par de días en los que no dejaba de pensar en Ricardo, lo que me suponía fuertes e intensas erecciones, a veces acompañadas de precum. Pocas veces me ponía así de berraco por el hecho de simplemente pensar en una mujer, y con esto me daba todavía más cuenta de lo mucho que mi adorado Ricardo había calado en mí. En cierto momento, en el que curiosamente estaba a punto de dedicarle un buen pajote a mi amigo, mi teléfono sonó. Era Ricardo, y quería verme. Yo le dije que cuando, y él me respondió que cuanto antes, que estaba deseando quedar y "repetir". Fue decir lo de repetir y casi me explota la polla. No me haría ninguna paja, reservaría todas mis fuerzas para él. Y como Ricardo acababa de regresar a la ciudad y estaba en casa de sus padres, volvimos a quedar en mi apartamento.

Un par de horas después, Ricardo llamaba a mi puerta. Al abrirle, casi me tengo que contener para no dejarle en pelotas en el portal: Estaba buenísimo, con unos vaqueros y una camiseta bastante ajustados, que marcaban un cuerpazo fuerte y duro y un paquete de impresión. Ricardo pasó y una vez más, nos fundimos en un abrazo, un abrazo de amigos en un principio que se convirtió en un obsceno y salvaje sobeteo en pocos segundos.

-Cómo te he echado de menos, Cabronazo -me dijo Ricardo después de morderme sensualmente el lóbulo de la oreja.

-Pues ya has tardado en llamar  –le respondía yo mientras magreaba su espalda (lo tengo que decir, me encanta su espalda, tan ancha y tan fuerte, y es que Ricardo es un tiarrón como pocos) por debajo de la camiseta- pensaba que me llamarías esa misma tarde y me has tenido dos días esperando.

-Perdóname Dani, estaba deseando verte y follar contigo otra vez, pero tenía dudas, pensaba que lo que estamos haciendo no estaría bien –Siguió Ricardo, y en ese momento pude notar cierto deje de tristeza en su voz- Pero no iba a pasar de ti otra vez, quiero volver a disfrutar contigo. Diosss, jamás he pensado en otro tío como pienso en ti, quiero volver a sentirte.

En ese momento, ya estaba dispuesto a dejarle en cueros y follarle salvajemente cuando Ricardo me detuvo. Me dijo que había una cosa que quería hacer "por los viejos tiempos" y que le daba muchísimo morbo. Me pidió que encendiera el ordenador y así lo hice, con los dos sentados uno al lado del otro frente a la pantalla.

Estaba muy claro lo que Ricardo quería: al momento entró en una web de videos porno online y seleccionó cierto video en el que dos rubias de tetas enormes jugaban y mamaban las grandes pollas de otros dos maromos. Conozco muy bien a Ricardo y ya sabía que no me iba a poner videos de tíos rompiéndose el culo, así como también sabía lo que pretendía.

¿Te acuerdas lo bien que lo pasábamos con estos videos, Dani? -Me dijo Ricardo– Aunque éramos unos chicos demasiado buenos y mojigatos, nos poníamos cachondos viendo estas pelis pero luego ni nos pajeábamos ni nada.

Sabes que a mí me daba mucha vergüenza, Ricardo -Le respondí yo- y tampoco sabía como ibas a reaccionar tú. Fuimos dos idiotas tíos, pero todavía no es tarde.

Entonces, nos miramos el uno al otro: Lo habíamos comprendido. En cuestión de segundos ambos teníamos las pollas fuera, las dos enormes, gordas, hinchadas y tiesas, aunque como recordareis, la suya, a juego con su cuerpazo de semental, mide un par de centímetros más (al principio me daba envidia, pero ahora ya no, jeje). Enseguida nos pusimos al tema, cada uno con la nuestra para ir calentando.

Pero Ricardo no se había percatado de una cosa...

¿Qué coño hacíamos pajeándonos viendo una peli porno?¡Era más que evidente, que con lo burracos que nos poníamos el uno al otro, y después de lo que pasó que no íbamos a hacer ni puto caso de la peli! Yo me pajeaba, sí, pero no prestaba nada de atención a la pantalla del ordenador, sino que lo hacía viendo a mi amigo masturbando su falo enorme con una mano, mientras que con la otra se acariciaba las pelotas, esas pelotas gordas que parecían estar siempre tan cargadas. Y curiosamente (jeje), él tampoco prestaba mucha atención a la rubia de la peli precisamente, sino que se relamía viendo mi rabo en acción.

Así que en cuestión de nada, nos cambiamos las manos, Ricardo me pajeaba a mí y yo le pajeaba a él, todo mientras nos besábamos: el deseo era demasiado fuerte, nos estábamos haciendo la mejor paja de nuestras vidas y no podíamos más que gemir y gemir de placer. Gemidos que me ponían más y más burro y creo que a Ricardo también.

Con dificultad, pues no queríamos soltarnos las pollas ni un instante, nos quitamos las camisetas, dejando al descubierto nuestros cuidados torsos. Yo no pude evitar deslizar la mano con la que no le masturbaba por sus imponentes abdominales y por ese hilillo de vello que iba de su ombligo a su pubis y que tanto me ponía (La cuestión era ¿Hay algo en Ricardo que no me ponga?), mientras él pasó su mano por mi hombro y, bajando, empezó a pellizcar mi pezón izquierdo, lo que me hizo soltar un gritito de placer. Era tal el éxtasis que en breve estábamos los dos, prácticamente a la vez, corriéndonos como dos búfalos salvajes. Fue tal mi corrida que parte de ella me llegó a la cara, mientras que el imponente pecho de Ricardo acabó pringado de su propia leche.

-Vaya pajote tío, el mejor de mi vida –Me dijo Ricardo jadeante-.

-Ya te digo, espectacular –Le respondía, mientras no dejaba de sacudir su polla morcillona.

  • Pero esto no acaba a aquí, ¿sabes? -Me susurraba Ricardo, de forma más sensual de lo que me había susurrado nunca ninguna mujer- El otro día tú me penetraste, y lo disfruté mucho, de verdad, pero ya sabes a quien le toca hoy.

Fue Ricardo decir eso y mi cipote pegó un respingo. Después de la brutal corrida no pensaba que estaría recuperado tan pronto, pero era tanta la excitación producto de tener a mi amigo a mi lado listo para desvirgarme, que mi pollón no tardó en estar de nuevo preparado para la acción. Ricardo tampoco necesitó gran estímulo, simplemente ver mi polla tiesa mientras le decía "estoy listo, quiero que me folles, pero no me hagas daño" hizo que su enorme rabo estuviera enseguida  a plena potencia.

Fuimos de la mano y en pelotas hacia mi cama, donde Ricardo se tumbó boca arriba, con su miembro apuntando al techo. Vi que dejaba en la mesita de noche un botecito de gel lubricante ¡Era verdad que venía preparado, y miedo me daba! Enseguida me pidió que nos pusiéramos en la posición del 69, conmigo encima. Total, que no pusimos de tal manera que él tenía una vista realmente interesante de mi bonito culo y de mi ojete mientras que yo tenía su rabo tieso frente a mi nariz. Estaba claro como iba a acabar esto, y quería disfrutarlo lo más posible.

Ricardo empezó a chuparme el ojete- Si, mi amigo Ricardo, tan hetero, viril y masculino él, me estaba haciendo un beso negro de impresión. Y yo mientras, muerto, de placer, empecé a mamar esa polla que se había convertido en mi droga, mi adicción. Sí,  todo un hetero como yo, se había convertido en un puto yonki de la polla de 20 cm de su mejor amigo. Mientras Ricardo alternaba los lengüetazos con la metida de algún dedo en mi ano, yo empecé a hacer lo propio, y mientras se la mamaba le empecé a masajear el ojete, masaje que acabó con un par de dedos entrando y saliendo sin parar del agujerito del placer de mi amado Ricardo.

Ricardo, seguramente, viendo que se iba a correr en breve, y eso no podía ser, porque antes debía darme una ración de sexo anal, se untó dos dedos con el gel lubricante y empezó a extenderlo por la zona en cuestión. Dios, tíos heteros, una vez más os digo que tenéis que experimentar algo así. Las manos de mi amigo son enormes, y sus dedos van a la par y la sensación de sentir esos dedazos juguetear con mis partes más privadas..Ummm. Ya bien untado mi culo  de gel  lubricante, Ricardo no iba a esperar un minuto más. Pero, aunque me moría de ganas, también me daba un poquito de miedo, y es que el pollón de Ricardo es colosal y no quería que me partiera en dos. Así que decidí ser yo el que guiara la penetración. A Ricardo le pareció bien, así que mientras él permanecía boca arriba, yo me iría dejando penetrar poco a poco, introduciendo su pilón en mi interior plan postura de la amazona, solo que esa faceta, típicamente femenina, aquí la iba a desempeñar un tíarrón como yo.

Poco a poco, coloqué su glande en contacto con mi ano. Mi polla iba a explotar, ¡Y Ricardo la tenía justo delante! Ni él ni yo podíamos más, así que entre pequeños dolores iniciales, a pesar de la dilatación anal que Ricardo me practicó, conseguí introducir su glande y parte de su tronco. UUFFF! El dolor se iba convirtiendo en placer, y era todo un gustazo ver a mi amigo pendiente de toda la faena, mirándome con una mezcla de picardía y ternura mientras que con sus manos en mis firmes caderas, guiaba la maniobra. Enseguida tenía media polla de Ricardo, sí, su polla enorme de toro, dentro de mi culito.

Ricardo, animado, y sin avisarme, empezó un metesaca. Dale que te dale. Yo estaba en éxtasis, la mezcla del dolor y el placer era brutal. Amaba ser penetrado por Ricardo, en ese momento él era mi hombre y yo su putilla. Se estaba vengando con creces de nuestra primera vez, en la que fui yo quien folló con ganas ese culo musculoso y perfecto.

Ricardo estaba desatado, no paraba de repetir cuando estaba disfrutando y lo mucho que me quería, y, en un momento, tiró de mí, pecho con pecho, boca con boca, y dio la vuelta a la tortilla. En un momento, me tenía en la postura del misionero, con lo cual ahora ya controlaba la penetración del todo y podía follarme a su antojo ¡Menos mal que mi culo ya estaba más que dilatado a esas alturas, porque de empezar así, creo que no lo hubiera resistido!

Estuvimos un rato así. Mientras me salía y entraba de mí, restregaba sus abdominales bien marcados contra mi polla tiesa. Tenía sus fuertes brazos sobre mis hombros y seguía follándome bien duro mientras me besaba. Los besos y morreos eran la única manera de contener los continuos jadeos que Ricardo y yo no parábamos de soltar.

Y pasó lo que tenía que pasar: Ricardo me avisó que se iba a correr y yo le dije que siguiera follándome, que era mi hombre, y que quería su semen dentro de mí. Y así fue. Un chorro gigantesco de lefa (o así lo sentí yo) inundó mi interior, tanto que, cuando me sacó la polla, un chorro enorme de leche manchó mis sábanas. Yo estaba loquito de placer y vicio, no podía más, iba a correrme en breve, y así se lo hice saber. Ricardo, ni corto ni perezoso, empezó a comerme la polla, estaba claro que él también quería sentir mi leche caliente en su interior, y enseguida, mi polla descargó chorros y chorros de esperma que mi amigo tragó como si fuera la más exquisita de las bebidas.

Había sido la hostia. Ya los dos de pie, nos besamos, pudiendo sentir en mi boca el sabor de mi propio semen gracias a Ricardo. Estábamos muertos, pero nos encontrábamos tan sudorosos y chorreantes de lefa y teníamos que darnos una ducha, así que nos duchamos juntos, y como puede esperarse, entre estar desnudos el uno frente al otro y las bromas y jugueteos con el agua caliente y el jabón, cayeron otro par de mamadas. Era tal el vicio y las ganas de poseernos de Ricardo y mías que nos habíamos convertido en unos viciosos que no se cansaban de follar. Tras lavarnos en condiciones, decidimos que ya era hora de dormir, y abrazados el uno al otro, nos dimos un último beso de buenas noches antes de caer rendidos.

Desde entonces, Ricardo y yo hemos vuelto a ser los "amigos" inseparables  de antaño, solo que ahora mucho más unidos que nunca. La complicidad es total, él es mi hombre y yo soy el suyo, en el sexo nuestra versatilidad es total y ambos disfrutamos follando y siendo follados el uno por el otro, algo que hacemos bastante a menudo! Aprovechamos cualquier rato para estar juntos y cuando no estamos practicando sexo vamos a correr, gimnasio, cine... Yo creo que hay quien ya nos saca canciones y soy consciente de que pronto habrá que dar alguna que otra explicación, pero mientras tanto, aquí estamos él y yo, disfrutando y gozando el uno del otro. Como los amigos inseparables que nunca debimos haber dejado de ser.

FIN.