Tarde de Perra (2)
Los pezones ya estaban enhiestos por el frío y la excitación. Con lo cual Tron ordenó a uno de sus vasallos que se los pinzara. Éste recogió dos pinzas de un clavo que había en la pared y se aproximó a ella que mantenía los pechos aplastados y rebosantes en el potro.
Tron, el jefe de la fiesta y al parecer el mandamás y dueño de aquello, convocó a los señores al centro de la sala, mientras el resto de esclavos y sirvientes, permanecían en sus lugares, ella se percató de que a pesar de no ser la más joven si era la que estaba más buena de allí, las otras mujeres o estaban excesivamente flacas o gordas, ella a pesar de sus kilos demás estaba mucho más apetitosa que el resto. Lo que no terminaba de entender era si esto sería bueno o malo.
Tron se dirigió a todos. La fiesta va a comenzar. Todos los esclavos serán conducidos por mis sirvientes a la mazmorra. El tribunal se constituirá en la sala superior y allí nos iremos viendo todos. Se oirán los cargos, se dictarán las sentencias y se aplicarán los castigos. Disfrutad de la vida que es breve. ¡carpe diem! Contestaron al unísono todos los amos.
Uno de esos personajes que ella no sabía identificar se le acercó.
- Vamos perra, levántate, tenemos que ir a la mazmorra.
Ella se quedó un poco cortada, pensaba que era todo siempre con la presencia del amo, pero por más que lo miraba no conseguía que él le devolviese la mirada. Así es que ante la perspectiva de ser castigada optó por hacerle caso a este tipejo que repugnaba nada más verlo. Se levantó y el sirviente, que iba vestido de estilo medieval, le puso unas cadenas con argollas en los tobillos. No le permitían dar los pasos muy amplios, lo que aumentaba el contoneo al andar. Miró alrededor y vio que todos iban de la misma forma dirigiéndose a una puerta del fondo del salón. Una última mirada y entonces si encontró la de su amo. Un gesto con los ojos le decía que si, que adelante, así es que se metió en su papel y se fue con su contoneo para perderse por la puerta. Allí llegaba la última. El resto ya habían empezado a subir unas escaleras no muy empinados pero en dos tramos hacia el piso superior. El repugnante sirviente le puso las manos en el culo y le empujó para subir. Ella se revolvió furibunda, pero el tipo, ni corto ni perezoso, le azotó las nalgas y le dijo:
- Menos humos, perra, eres una esclava y te debes a tus señores, y ahora mismo nosotros somos los que te tenemos que preparar, así es que ojito con pasarte de soberbia.
Dicho en un tono medio amenazante, medio socarrón, aquello le hizo pensar que a lo mejor se chivaban a su amo de que no obedecía y eso significaba castigo extra, así es que optó por transigir.
Pero el tipo se envalentonó y de la nalga escurrió la mano entre sus piernas desde atrás y le tocó el sexo a placer.
- ¡Y vas húmeda!, cómo se te nota que eres una sucia perra. Ven acá.
La jaló hacia él desde los hombros. Trastabilló con las cadenas en los tobillos y abrió los brazos para asirse a lo que fuera para no caer, y lo único que tenía cerca era el cerdo aquel. Aterrizó en sus brazos, y los pechos se le escapaban del corsé, los pezones, en parte por el frío de la estancia que no estaba climatizada y en parte por los toqueteos estaban duros como piedras. Así es que medio desnuda se quedó en los brazos del sirviente, que en dos segundos y pese a estar obeso y amorfo, desenfundó su pene de aquellas calzas y se lo empotró sin miramientos en la boca. Sonia, ya no sabía cómo actuar, pero desde luego aquello no le parecía lo más lógico, pero el tipo se sentía fuerte y le arreó un par de enviones que ella a duras penas asumió, intentado parar con su lengua el glande, pero que solo sirvió para excitarlo más con lo que se corrió en su boca de inmediato.
- Trágatelo que aquí no tenemos servilletas perra y tira para adelante que llegamos los últimos.
Obedeció. Finalmente desembocaron en una habitación que estaba encima de la que habían salido. La decoración era igualmente lujosa y estilo Luis XV, pero era como la mitad de grande. Allí lo que había era unas jaulas muy bajitas, donde ya estaban encerrados sus compañeras y compañeros, mientras los otros sirvientes aprovechaban para manosearlos a su antojo. La introdujeron a gatas, mientras todos los sirvientes al verla llegar se abalanzaron sobre ella, y sintió como era tocado hasta el último milímetro de su cuerpo, incluso llegó a notar unos labios succionando sus pezones, así es que como pudo y tratando de no ser muy brusca consiguió meterse en la jaula.
Allí habló con el resto un rato, les preguntó si era su primera vez, y salvo uno de los chicos y una de las chicas, la más canija, todos eran novatos, por lo que los dos iniciados les contaron un poco la ceremonia. Se trata de una especie de juicio, nos sacarán de la jaula uno a uno, nos llevan a la sal de al lado, allí están todos los amos, con el jefe de ellos el tal Tron, éste preside el tribunal y lee los desacatos a las normas que hemos cometido cada uno. Se nos pide que nos declaremos de alguna forma, culpables o inocentes, que da igual, porque la final el tribunal impone una pena y un amo que la tiene que llevar a cabo, y este amo te recoge de la sala y ya te aplica el castigo en alguna de las salas de esta planta o en la misma estancia delante de todos.
Sonia seguía un poco asqueada por la mamada que no quería dar y que se había visto obligada a hacer y esperaba que al menos le dieran tiempo de recuperarse para recomponerse un poco. El resto siguió hablando, siempre en voz baja para que los sirvientes no hicieran aprecio de ellos. Porque de vez en cuando alguno se acercaba y metía las manos entre los barrotes pretendiendo tocarles lo que pudieran. El seboso que la había follado por la boca se asomaba ahora a la puerta que estaba en mitad del salón. En el otro lugar se oía un murmullo y una voz grave, que decía en fuerte tono:
- Se constituye este tribunal de inquisición para juzgar a aquellos que han sido traídos ante el para ser juzgados por sus desobediencias.
Cerró la puerta de nuevo mientras se oían unos golpes como de un martillo o bastón golpeando el suelo. Luego en unos minutos el seboso abrió la puerta de par en par. Y ella observó al resto de los amos bien vestidos alineados en el perímetro de la sala contigua. La voz de Tron llegaba ahora poderosa:
- Reunido este tribunal se procede a la llamada a los esclavos que han incumplido sus obligaciones para que sean debidamente escuchados y reprendidos o castigados según sus pecados.
¡Primera llamada! Y dijeron su nombre para el evento.
¿Me va a tocar a mí la primera?, pero si yo soy la novata, a ver esto como va a ser, pero no dejaba de pensar que Tron se había mostrado muy complaciente en la presentación, lo mismo es que ya quería empezar a cobrarse.
El seboso acudió a sacarla de la jaula. Tuvo que salir a gatas por lo que los pechos se le desbocaron por encima del corsé así es que al ponerse de pie intentó ponérselos en su sitio. Pero con el sirviente aquel empujándola no era fácil, así es que llegó a la sala un poco azorada y con los pezones casi expuestos a todos.
La sala la presidía Tron en un trono de madera muy aparente, estaba rodeada de todos los amos y amas que había visto arriba y se la comían con los ojos, su amo, estaba en una posición de privilegio a la izquierda de Tron, se ve que la propuesta de cesión había surtido el efecto que quería.
Se sentía muy avergonzada a pesar de todo, estaba desnuda, temblando un poco por el frío y también por sentirse deseada, era la reina de ese antro en ese momento.
Tron habló de nuevo:
- Se te trae a este tribunal por haber sido poco servicial con tu señor, por haber incumplido las reglas de etiqueta en tu posición de esclava y por no haber obedecido a los sirvientes en tu traslado. ¿Cómo te declaras?
- Inocente - balbuceó, pero poco convencida-
- ¡Insolente! una esclava no puede rebelarse, se te castigará de inmediato con 20 latigazos y luego pasarás a mi servicio personal el resto de la noche. Arrodíllate sobre este potro y expón tus nalgas.
Estaba claro que no había ninguna posibilidad de escaparse del castigo así es que se subió a un potro que había en la derecha de la estancia la posición era como a cuatro patas y al hacerlo se le salieron ya definitivamente los pechos por encima del corsé. Los dos amos que estaban enfrente se acercaron las manos a la entrepierna, señal de que aquella exhibición les estaba alterando.
Los pezones ya estaban enhiestos por el frío y la excitación. Con lo cual Tron ordenó a uno de sus vasallos que se los pinzara. Éste recogió dos pinzas de un clavo que había en la pared y se aproximó a ella que mantenía los pechos aplastados y rebosantes en el potro. Con parsimonia se los fue recogiendo y llevando el pezón hacia fuera, mientras que iba presionando poco a poco el pezón con la pinza en forma de arabesco. Aun llevando una pequeña muesca de silicona protectora el dolor le cortó un poco su excitación, pero supo aguantarlo. Miró a su amo real, el que la había llevado allí y se sintió confortada al ver su rostro agradecido a su sumisión.
Una cadenita unía las dos pinzas que mortificaban sus pezones. Tron hizo un gesto a uno de sus vasallos y éste arrancó un vibrador con forma de porra con un cabezal casi redondo y articulado con el cuerpo del mismo. Pero antes le señaló a la dominatriz que ejecutaba los castigos y ésta la azotó sin pausa hasta contar los 20 azotes sobre sus nalgas que tomaron un color rojo encendido.
Una vez acabado su estreno previo, la hicieron incorporarse. La dominatriz cogió el punto medio de la cadenita que unía sus pezones y jaló de ella suave pero enérgicamente para hacerla llegar hasta una cruz de san Andrés que había en uno de los laterales de la sala. La liberaron del resto de ataduras y la colocaron con la espalda pegada a la cruz. Le alzaron las manos y le abrieron las piernas sobre sus tacones, que le hacían unas piernas poderosas y tremendamente sensuales. Terminaron de sujetarla y la dejaron allí un instante.
La escena ya se desarrollaba en varios puntos de la sala. Habían llamado a otra sumisa que también estaba en ese momento recibiendo sus amonestaciones por parte del tribunal, pero Tron ya había dejado la presidencia del mismo y se dirigía hacia ella con el gigantesco vibrador en las manos ya arrancado y emitiendo un siseo inquietante.
Con las piernas abiertas y sujetas poco podía hacer, así es que se relajó y se dijo que era el momento de disfrutarlo, de todas formas iba a llevarse una buena paga y ya lo que tenía que pasar, debía de disfrutarlo. Tron le palpó el vientre mientras a ella se le escapaba un gemido sensual que excitó al maestro de sumisas. “Espero que disfrutes sumisa. Has sido muy eficiente en tu castigo y me ha gustado como lo has asumido”.
Bajó la otra mano con el vibrador y empezó a restregarlo por su raja, tratando de abrirla y dejando que la vibración se le transmitiese a todo el cuerpo. Ella sintió como se le aflojaban las piernas a cada embestida de aquella máquina cuya cabeza superaba con mucho el tamaño de un prepucio normal. Si quería follarla con aquello iba a tener que lubricar bien y abrirse al máximo.
Poco a poco y con maestría los roces iban encendiendo el alma de puta de Sonia. En ese camino al éxtasis, dejó de ver a quien la había llevado a allí y decidió entregarse a quien había sido cedida en cuerpo y alma.