Tarde de peli y sexo prohibido
¿Porque paso? No lo sé, de veras que no lo sé. Un impulso, un momento tonto, no lo sé, pero paso. Ahora ya es tarde para arrepentimientos o explicaciones. Paso y ya.
¿Porque paso? No lo sé, de veras que no lo sé. Un impulso, un momento tonto, no lo sé, pero paso. Ahora ya es tarde para arrepentimientos o explicaciones. Paso y ya.
Él estaba allí, a mi lado, tumbado en el sofá, mirando distraído una película. Su pantalón corto, su camiseta marcando abdominales, ese vellito rubio de sus piernas, aquel flequillo rubio casi en sus ojos…aquellos ojos. Lo mire dos o tres veces, no buscaba nada, solo miraba.
No, Ya no era el chiquillo que jugaba al balón todo el día y andaba incordiando a todos. Tanto su mente como su cuerpo habían cambiado. Ya era un hombre, cierto que con muchísimo aun por experimentar y madurar, pero un hombre. Ya pasó el tiempo de juegos infantiles y adolescentes. Aquel deporte hoy ya casi era su profesión, jugaba en no sé qué equipo de no sé qué categoría y ya le pagaban por hacer lo que tanto amaba. Su mundo había cambiado y él también.
Hacía unos cuantos años que lo conocí. Mi marido y yo habíamos comenzado un noviazgo que nos llevó al matrimonio. Por entonces él apenas era un crio, el hermanillo pequeño. Revoltoso, divertido, pesado cuando se le antojaba un capricho…un niño. Habíamos pasado muchos veranos juntos. Su hermano mayor, mi marido, era su héroe y siempre que podía se venía a nuestra casa a pasar unos días o una larga temporada si tenía vacaciones. Entre ellos había química, mi marido lo entendía muy bien y eran muy cómplices entre ellos. Lo vi madurar poco a poco, conmigo se llevaba bien, al fin y al cabo, era su cuñada y la mujer de su hermano. Aunque al principio no le caí muy bien, algo de celos supongo, pero con el tiempo me aceptó y pase a ser su amiga incondicional.
Aitor, mi marido, es un gran tipo, cariñoso, preocupado por mí, enamorado, no mal amante, sincero. Juntos habíamos creado un hogar. Aún no tenemos niños, tampoco tenemos prisa por ello, preferimos vivir todo lo que podamos antes de encadenarnos. Nuestros días pasan entre el trabajo y la casa, los fines de semana hacemos senderismo y en vacaciones solemos irnos a algún lugar de playa. Lo que se dice un matrimonio normal.
Hacía calor aquella tarde, habíamos estado en la piscina un rato después de comer, pero mi cuñadillo se empeñó en que quería ver una película que tenía ganas y que ponían en la tele. Así que recogimos las toallas y nos subimos al apartamento. Aitor vendría tarde hoy, me llamó para decirme que no lo esperara despierta. Eso quería decir que le tocaba hacer caja hasta la una de la madrugada como poco.
Dejé a mi cuñado encendiendo la tele mientras fui a la ducha, necesitaba quitarme la peste a cloro de encima. No tarde mucho. Me puse una blusa de andar por casa, de esas que llegan a las rodillas casi y las braguitas. Nada más. Hacía calor y quería estar fresca. Desde la cocina le pregunte si quería tomar algo, me pidió un refresco. Abrí una cerveza para mí y prepare unos pinchos de tortilla española que había sobrado de la noche anterior. Me lo lleve todo al salón, puse las cosas sobre la mesita y me recline en el sofá.
La película ya había empezado, di un buen trago a la cerveza y me puse cómoda. Un cojín en la cabeza, las piernas recogidas sobre el sofá y mi cabeza apoyada en mi mano derecha. Justo enfrente de él.
La verdad es que no me hacía mucha ilusión ver aquello, pero tampoco me sentía con ganas de hacer nada más. Trate de pillarle el hilo, pero esa clase de películas no me van mucho. Tome el móvil de la mesa y mire un poco por las redes. Conteste algunos wasaps, un vistazo a face… me aburria. Un trocito de tortilla, un trago de cerveza, volví a mirar la televisión. Mi cuñado se incorporó un momento para tomar otro trozo de tortilla. Se acomodo los cojines tras la cabeza y volvió a tumbarse. Subió los pies al sofá y se quedaron a centímetros de mi muslo. Por el rabillo del ojo lo vi mirarme. Está claro que desde su postura podía ver bajo mi camiseta algo más que mis piernas. Instintivamente junte mis muslos. Tosió un poco y se acomodó de nuevo. Esta vez su cabeza quedaba un poquito más baja.
No dije nada, ni siquiera le enfrenté la mirada. Me quede quieta, los muslos apretados y tratando de ignorarlo. Volví los ojos a la pantalla y me concentré en la película. Pero no me sentía tranquila. Al poco rato mire de nuevo, como distraídamente, hacia él. Debo de reconocer que busque su entrepierna con la mirada. No conscientemente, pero lo hice. Me estremecí un poco cuando vi su pantalón levantado como una tienda de campaña. Quise apartar la mirada antes de que él se diese cuenta, pero me costó hacerlo. Vaya paquete marcaba el niño….
No sé si era la falta de sexo con mi marido en las últimas semanas o qué, pero, el caso, es que me excito un poco lo que veía. Trata de no mirar más. Nerviosa di un nuevo trago a la cerveza y aparte aquella imagen de mi mente. Podía ser casualidad, podía ser una erección involuntaria, podía ser cualquier cosa, no tenía que ser por lo que veía bajo mi camiseta, tampoco era tanto lo que alcanzaba a ver …creía yo. Trate de cambiar de postura, me recline sobre mi costado derecho y le di la perspectiva perfecta de mi culo bajo la camiseta sin querer.
Esta vez sí lo vi removerse incomodo sin quitar los ojos de debajo de mi camiseta. Definitivamente la culpable de aquella erección era yo. Quizás fue la cerveza o mi falta de sexo, pero levante un poco la pierna, como distraídamente mientras no apartaba la mirada de la pantalla, ahora si podía ver sin problemas mi culo apenas tapado por una tanguita. Yo trataba de hacer ver que me interesaba la película, mientras notaba su mirada ir de la tele a mi culo nerviosa.
Me salió la diablesa que llevo dentro, abrí un poco mis piernas y ahora su mirada resbalaba por mis muslos hasta mi triangulo oscuro. Casi podía notar el calor que desprendía su cuerpo acalorado por la visión. Fingí tener calor y me levante para buscar el mando del aire acondicionado, torpemente “resbalo” de mi mano y cayó al suelo, me agache a recogerlo dejándole casi la mitad de mi culo al descubierto. Me gire justo en el momento en que su mano trataba de disimular aquel paquete inmenso. La aparto rápidamente de sus genitales. “tarde cariño, muy tarde” me dije sonriendo para mí.
Volví al sofá y esta vez dejé que mi camiseta se bajara un poco, dejando la mitad de mi pecho al descubierto. Sus ojos bailaban. Estire la pierna para pasarla a su espalda y mi pie “rozo “sin querer aquel culito suyo. ¡¡¡ Dios como me estaba poniendo !!, me sentía muy zorra calentando a mi cuñado. Deje el pie apoyado en su espalda como sin darle importancia. Él estiro su pierna hasta rozar mi muslo.
Me cansé del juego y quise ir más allá. Tomé su pie con la mano y lo acerqué a mi entrepierna fingiendo un abrazo cariñoso mientras le preguntaba si estaba cómodo. Con una voz un tanto bronca contesto que si mientras apretaba su pie a mi pubis. No solté su pie, bien al contrario, lo pegué un poco más, quería que notara mi calor en su piel, quería que supiera como me estaba poniendo. Estaba sonrojado, como queriendo que aquello no pasara, pero sin querer evitarlo. Entendía su aturullamiento, yo también me sentía extraña pero no pare allí. Subí mi camiseta lentamente hasta dejar mis braguitas al aire y esta vez su pie pudo notar mi calor en su planta. Lo aprete un poco. Sus ojos ya no miraban la pantalla, ahora estaban clavados en mis manos, en su pie, en mi pubis. Abrí un poco más las piernas y su pie se hundió entre ellas, un gemido se me escapo cuando lo note frotar mi vagina húmeda. Para entonces yo había olvidado quien era él y quien era yo, solo sentía aquella dureza contra mi coño y como me estaba calentando.
Subí una mano hasta dejar al descubierto un pecho, lo amasé como si no me estuviese mirando. Mi mano no dejaba de apretarlo contra mí. Comencé a jadear, creo que él también. Alargó una mano y la puso sobre mi muslo que acaricio con premura, como con prisa, subiendo y bajando hasta donde le daba el brazo. Cambio de postura hasta que sus piernas y las mías estuvieron cruzadas. Ahora fue él quien tiro de mi pie hasta estrellarlo contra su dureza. Sentí en la planta de mi pie un miembro grueso y duro como la piedra. Me mordí un labio y dejé que mi pie resbalara arriba y abajo sobre el pantalón.
Después de un ratito en esa postura fue él quien se levantó, se puso a mi lado, bajo sus pantalones junto a su slip hasta dejar al aire “su mercancía”. Su miembro se balanceo libre frente a mis ojos. Lo miré, cerré los ojos, alarga la mano y lo así para llevarlo a mi boca que ya se relamía golosa. Para facilitar mi labor dejo sus rodillas apoyadas en el sofá mientras miraba como hacia desaparecer su glande una y otra vez entre mis labios. Alargó una mano y me masajeo los pechos sobre la camiseta. Me estremecí entera.
Sin sacar su miembro de mi boca tiro de mi camiseta para arriba hasta dejar la mitad inferior de mi cuerpo al descubierto, paso su mano por mi vientre hasta llegar a mi vagina. Por encima de la tanguita pudo comprobar mi estado, húmeda, intensamente húmeda. La paseó varias veces sobre ella hasta rozar mis glúteos con sus dedos antes de bucear bajo la tela empapada. Mientras no dejaba de meterme aquel trabuco suyo hasta la garganta. Solo la sacaba de vez en cuando para dejarme respirar y lanzar gemidos al aire. Mis manos buscaron su culo para tirar de él hacia mí, sobé sus glúteos hasta cansar mis manos, jugué con sus testículos entre mis dedos mientras por mi barbilla resbala un hilo espeso de saliva.
Un dedo jugaba con mi clítoris y una mano apresaba mis pezones, apretándolos casi hasta el dolor haciéndome gemir como perra en celo. Saqué su miembro de mi boca para saborear sus testículos, los lamí a conciencia, me sentía muy muy zorra.
Me sacó la camiseta y las tanguitas hasta dejarme desnuda y a su disposición, parecía que tenía bastante experiencia. Su lengua recorrió mis pechos mientras me sentaba encima del respaldo con las piernas bien abiertas, dejando mi coño expuesto a sus ataques. Me retorcí cuando puso su lengua sobre mi clítoris y lo hizo rodar de un lado a otro. Tomé su cabeza entre mis manos aplastando su boca contra mi piel mientras cerraba los ojos y profería gemidos y palabras obscenas. Las piernas me temblaron cuando coló un dedo entre mis glúteos buscando mi esfínter anal. Grité cuando se clavó en él sin contemplaciones, pero lo dejé hacer. Me sentía suya, podía hacerme o pedirme lo que quisiera.
Después de un rato, en el que no paré de vaciarme a base de orgasmos, tiró bruscamente de mi hasta dejarme sentada en el sofá con las piernas en sus hombros, encajo su miembro entre mis muslos y se hundió hasta las bolas. Un nuevo grito, mitad dolor mitad placer y aquel perder el sentido a cada embestida. Me corría sin poder evitarlo una vez tras otra, me sentía muy puta entre sus brazos. Solo podía gemir, balbucear palabras, creo que jamás me sentí así, jamás nadie me “uso” así.
Paso un rato barrenándome como un martillo pilón. Podía sentirlo en mi vientre entrar una y otra vez, parecía no cansarse. Después de un rato me dio la vuelta, apoyó mis manos en el respaldo del sofá y me puso de rodillas dándole la espalda. Sentí sus manos en mis hombros y de nuevo su pene entró hasta llenar mi útero por completo. Lo sentía chocar contra mi fondo una vez y otra, y otra. Llego un momento que ya no tenia fuerzas ni para gemir, de mi garganta solo salían sonidos guturales que parecían los de un animal moribundo. Mis ojos habían migrado hacia atrás y mis piernas temblaban sin control alguno.
Perdí la cuenta del número de orgasmos, parecía una noria de feria, subía y bajaba sin dejar de apurar el ultimo y ya estaba de nuevo lanzada hacia arriba. Llego un momento en que ya no pude más, me cuerpo se negó a seguir sintiendo, caí desmadejada en el sofá, su pene salió de mi y me dejo recuperarme por un rato. Pero no mucho, después de ver que mi respiración se calmaba busco mi boca y me hundió su verga sin contemplación alguna, yo solo podía tratar de chupar aquella cosa, mi lengua estaba como dormida, no sentía, solo notaba el peso de su miembro en la boca. Por un momento pensé que aquel chaval no se correría nunca. Mi saliva resbalaba de mi boca en una baba espesa y pegajosa que mojaba mi cuello y mi pecho. Mi cuerpo no reaccionaba, solo me dejaba hacer. Sentir aquel glande golpear mi paladar, su liquido preseminal salado corriendo garganta adentro.
Pero llegó, vaya que si llegó. Sentí como su pene se hinchaba entre mis labios, sus caderas aumentaron el ritmo al igual que su respiración. Su primer golpe de semen me llego a la garganta, tosí mientras trataba de tragar aquella catarata blanca y pegajosa, me desbordo los labios y corrió por mi barbilla en regueros blancos, espesos y lentos. Siguió con su polla en mi boca hasta que dejo de temblar, hasta que sus jadeos se relajaron. Después la saco y me la paseo por la cara, me dejo toda llena de semen y saliva. Me sentí maravillosamente sucia y satisfecha.
Se dejo caer junto a mí, buscó la lata de refresco de la mesa y dio un larguísimo trago mientras yo notaba el sudor bajar por mi cuerpo. Estaba agotada. Después de un rato se levantó, me dio un beso en la cabeza y se marcho hacia la ducha dejándome allí tendida, preguntándome como había pasado aquello y por qué. No es que pudiese pensar con claridad, pero aquellas preguntas me rondaban una y otra vez, no paraban de dar vueltas en mi mente.
Escuché el agua correr en la ducha, me senté y pude sentir una punzada de dolor en mi entrepierna, me había roto el cabron este, felizmente rota debo decir. Tome el ultimo trago de cerveza que ya estaba caliente, pero me supo a gloria, con unas servilletas trate de limpiar un poco el desastre de mi cara y pecho. Encendí un cigarrillo, después de muchos años sin fumar dentro de casa no podía levantarme para ir a la terraza a hacerlo. Seguramente después Aitor lo olería y me regañaría, francamente, me importaba un pimiento. Aspire el humo hasta sentirme llena, lo expulse lentamente, dejando que las volutas de humo llenaran la habitación.
Al cabo de un rato escuché la puerta del baño y me dispuse a tomar yo una ducha reparadora. Pasé a su lado sin mediar palabra, no sabia que decir, solo lo miré y entré bajo el agua caliente.
15 o 20 minutos bajo el agua me relajaron, mi cuerpo volvió a su ser y mi mente comenzó a pensar con mas claridad. ¿Desde cuándo lo deseaba? Creo que desde que empezó a hacerse hombre, es cierto, quería verlo como un niño, pero llevaba años mirándolo como el hombre que era, fornido, no feo, atractivo en general. Que puñetas, me ponía muchísimo mi cuñadillo, me ponía y no me arrepentía de lo que había pasado, es más, sentía ganas ya de que se repitiera.
Sali envuelta en una toalla, al pasar por su habitación lo vi tendido en la cama, me sonrió de una forma que …seguí camino a mi habitación, me puse algo de ropa y me fui a airear el salón y arreglar un poco antes de que llegara mi marido.
Esa noche la cena fue un tanto extraña, los dos solos, frente a frente, ni una explicación, ni un comentario, parecía que los dos quisiéramos olvidar lo que había pasado, pero estaba muy presente cada vez que nuestras miradas se cruzaban. Después de cenar me fui a mi habitación, necesitaba dormir, él se quedo mirando la tele. Un “buenas noches, que descanses” casi mordiendo esas ultimas palabras y me deje caer rendida en mi cama. Cuando llego Aitor yo andaba en los mil sueños y no quiso despertarme.
Pocos días después se repetiría una vez más, pero eso es otra historia. Además, creo que empieza a gustarme el futbol, sobre todo si juega él…