Tarde de pasión invernal en Santiago (6)

Gae siente su cuerpo desnudo cuando su amor se derrumba como las hojas de los árboles del Paruqe Forestal caen en invierno, dejando desnudos los troncos... Había nacido una mujer...

Tarde de pasión invernal en Santiago

Capítulo VI

Cuando las hojas de los árboles caen y el amor muere.

Desperté sobresaltada, habíamos tenido una tarde con tanta excitación y pasión que no sabía cuanto tiempo había olvidar transcurrido, eran segundos, minutos y horas de amor y felicidad, pero mi cuerpo y corazón quería más, no quería irme y permanecer acostada y desnuda juntita a él, para pasar toda la noche amando y siendo amada.

Era una sensación distinta, quería ser su mujer toda la noche, hacerlo gozar, escucharlo gritar de placer, pensaba que hace dos o tres días, eran la tele o los juegos de video lo que llamaba mi atención, pero ahora no, mi corazón suspiraba y latía con la alegría y goce de toda enamorada, quería ser bella y deseable para Alberto.

Tomé el teléfono, llame a mi casa y pedí permiso para quedarme en la casa de mi compañero porque era muy tarde y hacía mucho frío, Alberto que se había despertado al escucharme hablar por teléfono, a mi lado me pellizcaba y me abrazaba, sentía su enorme verga presionado mi colita y cerraba mis ojos casi sin escuchar las recomendaciones de mamá, que me portara bien, etc.

El deseo que despertaba la sensación de tenerlo así, excitado, duro, húmedo y tan cerca de mí, se aumentó al sentir sus besos que recorrían toda mi espalda, desde la nuca hasta mi rajita, sentía sus lamidos y mordiscos, que me excitaban y hacían abrir mis piernas como deseando, invitando, pidiendo, exigiendo ser penetrada, su lenguita me hacía revolcarme de placer, y su cabeza atrapada entre mis muslos me daba un placer y una tibieza, que provocaban mi calentura, sentía como su lengua pasaba y repasaba, de arriba abajo y abajo arriba, besándome el esfínter y chupeteando mi dilatado culito, sin dificultad se lengua se acomodaba dentro de mí, excitándome, haciendo resoplar de placer.

Con mis muslos atrapando su cabeza y su lengua firmemente introducida en mi hoyito, comencé a darme vuelta hasta que mi boca encontró su sexo húmedo, su verga dura con su cabeza gustosa, sus bolas sudorosas y mojadas de nuestros jugos sexuales, mi boca caliente, ansiosa, buscó más allá de sus bolas, con las manos tomando y levantándolas, sumergida entre sus piernas, hundida entre sus piernas abriéndolas, separándolas, fui llegando hasta su rosado hoyito, cerrado como el capullo de una rosa, mi lengua comenzó a lamerlo, suave, como él me lo hacía, con besos, y mordiscos suaves, ahora sus manos me acariciaban y me apretaban haciéndome entender que le gustaba, abría más sus piernas y me entregaba su culito, mientras yo le entregaba el mío, en un goce infinito de lamer, chupar y besar su hoyito y mi hoyito, el se dio vuelta en la cama y me llevó a darme vuelta, nuestros hoyitos y nuestras bocas unidas por nuestras lenguas, era mi primer beso negro y me gustaba tanto, darlo, como el beso negro que el me había dado y que ahora repetía entregándome toda su ansia amorosa, mientras yo le daba un nuevo placer a mi amado.

Sin darme cuenta pronto mi culito empezó a arder y mi corazón estalló en mil latidos, las estrellas llenaron mis ojos, el aire escapaba por mi boca abierta dejándome sin respiración, mi lengua se paralizó y sentí como mi esfínter anal se contraía, mi vega erecta se hinchaba y latía sin eyacular semen, sino tan solo líquido en poca cantidad que cayó en la mano de él, lo recogió y con sus dedos lo pasó por mi esfínter que ahora estaba hinchado y muy dilatado, le supliqué entrecortadamente – pené..trame a..mo..r mí..o ... , rápidamente sus manos tomaron mi cintura dándome vuelta y colocándome boca abajo, luego sus dedos recorrieron toda mi espalda deteniéndose en mis nalgas, levantándome en vilo, luego me dejo caer sobre la cabeza dura de su verga que penetro totalmente en mi culito, sentía como me hacía cabalgar sobre él, yo todavía no lograba recuperarme de mi orgasmo cuando venía otro y otro, me llegaba doler mis bolitas y la piel entre las bolitas y mi hoyito, que estaba dura, muy apretada y sensible.

Mi esfínter anal y todo mi cuerpo se contraía, - te amo ... gritaba, Alberto me movía mis nalgas, me dejaba caer y me hacía que mi culito diera vueltas en círculo alrededor de su verga que sentía en toda su enormidad llenando todo mi agujerito con placer indescriptible, me deje llevar y sentí como mi cuerpo flotaba y daba vueltas en el aire, escuchaba música en mis oídos, sus gritos de placer se confundían con los míos en una sinfonía de placer, senti como un chorro de semen chocaba contra las paredes de mi culito y me deje caer hacia su pubis cuando sus manos aflojaron la presión sobre mis nalgas, moviendo ahora mis nalgas suavecito y apretando sus verga con mi hoyito, él me mordía mi espalda y me tiraba mi pelo hacia atrás como queriendo penetrarme más todavía.

Me eche hacia atrás y con sus manos deposito mi cuerpo en la cama, cerré mis ojos y caí en un profundo sopor, sentí como se levantaba, algo me decía entre sueños y luego llegó a mi nariz un olor a comida, me levante y puse mi camisón transparente, él sólo llevaba puesto su chaqueta de pijama, devoramos nuestra comida y cada porción o pedazo de alimento lo compartíamos en nuestras bocas, comenzábamos cada uno por un extremo y terminábamos de comer la comida con un beso largo y con lengua.

Afuera era noche y hacía mucho frío, no llovía y los vidrios estaban empañados, cubiertos con la neblina propia de la calentura de nuestro amor, estabamos aislados en la nube de nuestro amor, me imaginaba que mi vida siempre sería así y pensaba que esto me encantaba y no quería que pasaran las horas, me dormí y desperté con sed, Alberto dormía abrazado a su almohada y su cara se veía más hermosa, en ese estado de ensoñación, caminé hasta la ventana para iluminar mis pasos descorriendo la cortina, llegué hasta el baño, donde sacié mi sed, estaba sedienta, agotada, mis piernas sentían la intensidad del amor recibido, toqué mi hoyito palpando el esfínter aún dilatado, húmedo , algo pegajoso por el semen recibido, decidí hacerme el aseo que me habían enseñado y no sin sorpresa descubrí que me podía meter hasta cuatro dedos fácilmente, pensé que ya nada sería igual, que ahora era una mujercita que podría gozar por mi hoyito toda la vida y que cuando estuviera sola podría masturbarme metiendo mis dedos allí, que ahora tenía orgasmos por mi culito, reí en mi interior por el pensamiento tan lujurioso.

Volví a la ventana a correr la cortina y limpiando el vidrio, quise ver el árbol cómplice de nuestro, no lo descubrí, pero las luces amarillentas del Parque Forestal mostraban la desnudez de sus troncos y ramas, las hojas con la lluvia habían caído a los senderos donde otros enamorados, pero tan enamorados como nosotros, las habían pisado y quebrado, me dio pena y me fui a acostar durmiéndome hasta que las luces del día me despertaron, me mantuve con los ojos cerrados tratando de sentir la respiración de Alberto, no la sentí, estiré mi brazo y la cama estaba tibia aún pero vacía, aguce mi oído pensando que estaba en la ducha ducha pero solo había silencio y muy a lo lejos se escuchaba una voz silente que al parecer discutía y daba explicaciones, - pero es que yo...no...no es así...escúchame...te quiero mucho...estuve enseñándole a un alumno hasta tarde...por eso no te llame...no vemos hoy...besitos...chao...yo también te quiero.

Suavemente abrí totalmente la puerta del dormitorio, que estaba mal cerrada, y lo vi colgando el teléfono, levanto la vista y me miró, callado con cara de sorprendido, - creo que lo entiendo todo, yo solo soy una diversión, no cierto, él me contestó - no, deja que te explique, - no necesitas decirme nada, le dije,- mira, dijo mirando hacia el suelo, - me caso en dos semanas, interrumpiéndolo le dije - o sea, yo fui tu despedida de soltero, - no, no, déjame terminar, - cuando te vi, en verdad me enamoré de ti, y todo lo que te he dicho es verdad, te amo..., - cállate, mejor en verdad me trataste muy bien y me lo enseñaste todo, dejémoslo así, tan sólo quiero que sepas que tu fuiste el primero en todo, nunca te olvidaré, él callado seguía mirando el suelo, me vestí con mis ojos llenos de lágrimas, sentía como que el amor eran las hojas de los árboles que las lágrimas hacían caer de mi cuerpo dejándome desnuda, salí y antes le dije, mirándolo a sus ojos que me parecían que estaban brillantes por algunas lágrimas, - gracias Alberto por haber hecho nacer a Gae dentro de mi, sentía como las hojas del amor crujían, al quebrase con mis pasos.

En Santiago el frío sol de invierno iluminaba débilmente los árboles desnudos del Parque llenado mi corazón más aún de pena y dolor por su soledad.