Tarde de pasión invernal en Santiago (5)
El dulce despertar de dos enamorados y el despertar sexual de una tierna gatita enamorada.
Tarde de pasión invernal
Capítulo V
Cuando los enamorados tienen su dulce despertar
Desperté y en Santiago había anochecido, las luces amarillentas del Parque Forestal iluminaban nuestro dormitorio, todavía estaba acostada de lado, pareciera que todo lo vivido hubiera sido un hermoso sueño, pero todo era real, era yo que abrazada por Alberto, con sus brazos alrededor de mi cuerpo que me daban una tibieza que hacía olvidar el frío reinante y que cubrían mis hombros desnudos, me di cuenta que ambos en realidad estábamos completamente desnudos, cerré nuevamente mis ojos y con mi colita busque su sexo, sentí su roce, estaba tibio, húmedo aún de placer, semirígido, pero que al sentirme comenzó a endurecerse y acomodarse plenamente en mi colita, sentí como sus labios besaban mi cuello y recogiendo mis rodillas gemí suavemente... un mmm de satisfacción.
Me di vuelta, tomé sus manos entrelazando los dedos y estiré mi trompita para darle un besito, pero cuando él me iba a besar levanté la sábana y hundí mi cabeza debajo, mi boca busco en la semipenumbra su verga ya endurecida, erecta, húmeda, ahora con olor a sexo, se sentía el olor a semen, la piel estaba tiesa y sus pendejos estaban aún impregnados de semen, ya no tan cremoso ni espeso, sino que más bien licuado, sentía en su verga el sabor a frutilla de la jalea y su sabor ya no tan dulzón era más salobre, pense que el sabor de mis juguitos estaba junto al sabor de mi amado y mi lengua se enrollo alrededor de su verga pasé mi lengua chupando el semen agridulce de sus pendejos, luego suavemente mi lengua recorrió la parte de arriba de su verga con pequeños lamidos, que le gustaban tanto que le hacían respingar la verga, mi lengua se detuvo en el reborde del capullo y comencé a juguetear con la piel y a mordisquearlo con los dientes, su verga se levanto más aún que sentí el olor de su líquido preseminal casi dentro de mi nariz, gotitas cayeron sobre mi labio y escurrieron hasta ser recogidas por mi lengua, mi lengua repasaba la cabeza y se detenía a sorber las gotitas del ojete, la cabeza con su olor y su sabor me enloquecía, mi lengua no se detenía daba vueltas y vueltas, luego estirándola la pasé desde la punta misma, o sea desde el ojete hasta el huequito que queda entre la verga y sus bolas y comencé a mordisquear sus bolas, lamiendo y chupando el semen alojado allí desde nuestra relación sexual.
Con la presión de sus dedos entre mis dedos, él me transmitía la satisfacción que tenía, estaba feliz de darle tanto placer a mi macho, proseguí besando su verga por la parte de abajo y con pequeños lamiditos acerque mi boca hasta llenarla nuevamente con la cabeza de u verga, su sabor era nuevamente agridulce y estaba hinchada, mojada, impresionantemente dura, me gustaba y la devoraba con pasión y deseo, la excitación me hacía respirar entrecortada por mis narices, sentía como mi sexo estaba mojado, mi verga estaba dura y con mis rodillas apretadas la tenía firmemente aprisionada entre mis muslos frotándola con mucho placer, mi colita estaba apoyada en mis piernas y la sentía también mojada con mi hoyito que notaba dilatado ya preparado para recibir a su verga amada.
Solté su verga que quedó parada apuntando hacia el cielo, como diciéndome cabálgame y te haré llegar al cielo, ante esta señal sin soltar sus manos me levante dejando caer la sábana por mi espalda, pasé cada pierna por cada uno de sus costados y con mi colita busqué la punta de ese iceberg de placer que era su verga, iceberg que quemaba por su ardor y calentura, pero que crecía y mantenía su dureza, mi hoyito sintió la punta de sus verga y comencé a sentarme, así sin jalea, quería sentirlo, la humedad de su verga y los juguitos de mi hoyito lubricaron, mi excitación y la presión de la punta de la verga dilataron y mi pronto sentí como cada centímetro de piel entraba y su piel se unía al interior de mi culito acomodándose, rellenando cada huequito, sentí como chocaba contra mi sexo pero por entro y se acomodaba dándome un placer indescriptible, después supe que es lo que llaman el punto G del placer anal, ese placer de ese coito era fabuloso, su verga ya entraba completamente y nuestras manos entrelazadas no habían intervenido, ahora soltándome me tomó de los hombros y me hizo descender más todavía sintiendo su verga que chocaba con mi ombligo pero por dentro, sus pendejos me daban cosquillas en mis glúteos, con mis manos tome sus bolas y las comencé a masajear prácticamente chocaban contra la horquilla de mi esfínter, y mi sexo se confundía en el espesor de la mata de pendejos, presioné mi verga contra sus pendejos, chocando mis bolitas con sus bolas, saltaba como una loca, dejándome caer con cada embestida de él , parecía que cada vez era más profunda la embestida y más crecía la verga, con sus manos él tomaba mis glúteos, me levantaba y dejaba caer, luego tomo mis glúteos y me hizo quedarme quieta, su verga palpitaba dentro de mi culito, mis glúteos los tenía empapados de juguito que escapaba de mi culito, chap, chap sonaba a cada embestida, así me mantuvo por varios minutos, hasta que comencé a moverme en circulos y él tomado mis glúteos aumento la velocidad de mis movimientos, mi hoyito se acomodaba a cada vuelta y esa sensación me arrancaba grititos de placer, mis rodillas las pasaba de un lado a otro juntándolas, hasta que él tomó mi cintura y me hizo darme vuelta pasando mis rodilla izquierda por encima de él, quedé dándole la espalda y vi mi imagen como se reflejaba en un espejo y comencé a cabalgar mirando la imagen de mi calentura y tirando la colita cada vez más hacía atrás, apretando su verga con mi esfínter, cuando apretaba mis glúteos, él comenzó a darme cachetadas suaves y pequeños agarrones que me hacían tirar mi cola más atrás y apretarlo más, sintiendo la clavadura muy profunda, mi sexo estaba al alcance de mi mano, por lo que tomando sus bolas las levanté y las junté con las mías y mi verga, abarcándola con mis dos manos y las movía de arriba abajo.
Alberto no se movía y me dejaba v hacer a mi, sabía por sus apretones en mis nalgas, que le gustaba y que estaba gozando, se dejaba llevar por mis locuras, y sus manos rasguñaban mi espalda y mis glúteos, tras largos minutos el comenzó a incorporarse, suavemente yo sentí como acercaba sus labios a mi cuello y espalda, sentía que su verga se mantenía dentro de mí, mis manos soltaron nuestros sexos y las puse en mis nalgas, sintiendo como su verga estaba totalmente dentro de mi culito, toqué el reborde de piel de mi esfínter dilatado abrazando todo el contorno de esa dura verga, tomé sus caderas apretando mi colita contra su pubis, el tomó mis piernas y haciéndome doblar mis rodillas, las estiró hacia atrás mío y abriendo mis piernas comenzó a doblar sus rodillas levantándose dejándose caer encima mío, apoye mis manos y levantando mi colita sentí que seguíamos unidos, abrí mis piernas y el comenzó a moverse dentro de mí, ahora entraba y salía y escuchaba con placer como sonaban, con nuestras secreciones, cada entrada y salida, plaf, chap, plaf, chap. Yo notaba como se dilataba y se cerraba mi hoyito, cuando su verga salía yo buscaba con mi colita y me abría para recibirlo, mordía mi cuello y mis orejas, y sujetaba firmemente mi cintura, yo sólo levantaba mi colita y gemía de placer.
De pronto se detuvo y se comenzó a sentar levantándome por la cintura, yo con mis manos tome sus caderas mientras él me sujetaba firmemente, pero nuestros cuerpos estaban más unidos que eso, por su verga y mi culito, sentíamos que nada podía separarnos, me senté sobre sus muslos y separé mis rodillas ayudándolo a estirar sus piernas, di vuelta la cara y nuestros labios se fundieron en un rico beso de amor, el tomó mi cintura y me dio la vuelta nuestros labios se encontraron y nuestras lenguas se enredaron en una jugosa disputa de amor, sin dejar de besarnos tomo mis piernas y alzo mis pies sobre sus hombros, acostándose encima mío, sentí como ahora su pubis chocaba contra el mío mi sexo estaba enredado en sus pendejos, la penetración era total, me dejaba llevar por sus embestidas, ahora el tomaba mis glúteos y los levantaba, yo me movía acoplándome a su ritmo y tomaba sus hombros sin dejar de besarnos, lo sentí como eyaculaba y me hacía eyacular, sus gritos se confundían con los míos, esos minutos eran eternos, quería quedarme así para toda la vida junto a mi amado amante.