Tarde de invierno

Fuera hacía frío. Tú y yo nos arrebujábamos en la caricia y en el lecho. Y aquella tarde me sugirió este poema.

Tarde de invierno

Y por la ventana se veía el mar.

Detrás de la cortina de palabras,

más allá de los visillos,

del otro lado de nuestro nervioso balbuceo,

se veía el mar.

Era un mar gris y tierno,

invernal,

que llamaba al calor de la cama y del cuarto.

Tú me dijiste "Duerme,"

y luego me arropaste

con la manta gloriosa de tus besos más dulces.

(Era un mundo distinto.

Era un total olvido de formas y colores, de palabras y cosas,

era sentirme viva,

eran cuatro paredes tomadas de la mano

guardando el infinito.)

Tú me dijiste "duerme".

Escribieron tus manos tequieros en mi espalda,

y yo cerré los ojos porque no se escapara,

ni una brizna siquiera,

de la sensación honda

de saberme colmada, deseada y gozosa.

Fuera el mar murmuraba

celoso por no vernos,

mientras eran mis pechos gaviotas de alas blancas

descansando en el mar recio y ancho

de tu pecho.