Tarde de estudio

Segunda parte de mi primer relato aquí publicado (Amigos, cervezas y un jacuzzi) donde contaré lo sucedido un mes después de lo acontecido en el jacuzzi.

Un mes después de lo sucedido en el jacuzzi en casa de Victor (relato titulado

Amigos, cervezas y un jacuzzi y

que podéis leer aquí: http://todorelatos.com/relato/124459/), nadie comentó nada de lo sucedido aquella noche. Ni mis amigas ni mis amigos volvimos a hablar del tema. Dejamos bien claro que lo sucedido en el jacuzzi (y lo que sucediese fuera de él) se quedaría en ese jacuzzi. Y para siempre.

En cuanto a lo que a mí me respecta, no dije nada a nadie ni saqué tema, por supuesto. Tenía pareja y para mi la discreción debía serlo todo. Y por lo que se, para Adrián también. Él también tenía novia y no creo que le interesase que se supiese lo que aquella calurosa y excitante noche primaveral ocurrió en el jacuzzi. Quizá entre el grupo había una vergüenza que no era normal entre nosotros. Pero era lógico. No todos los días te hace una cubana y una mamada una compañera de clase y no todos los días un compañero se te corre encima. Pero a pesar de todo, lo llevábamos igual que siempre e intentábamos que al menos todo fuese como antes de esa noche.

Llegó entonces el mes de junio, un mes que traía consigo la época estival del año. Pero no venía sola. La acompañaba una serie de exámenes de recuperación que pedían a gritos el último esfuerzo del año. Personalmente me veía algo apurada y sin tener mucha idea de por donde meter mano a los apuntes. Mis amigas ya habían aprobado y estaban demasiado ocupadas con sus novios como para pedirles ayuda.

Días antes del fatídico examen, en un intento de romper esa frialdad que se había instaurado entre nosotros tras la noche del jacuzzi, Adrián me preguntó cómo llevaba la recuperación. Le expliqué que como buenamente podía, dándome cabezazos y peleando a capa y espada con los apuntes, pero bastante perdida. Me comentó que había quedado la tarde del día siguiente con David, que también tenía que presentarse, para explicarle ciertos puntos, por lo que si "quieres y no vas a estar incómoda, puedes pasarte sin problema por mi casa y os explico a los dos."

"¿Incómoda por qué?", pregunté y su respuesta fue obvia: "No sé, quizá por lo de hace un mes, ya sabes... ". Sí, claro que se: la mamada y la cubana que te hice, como podría olvidarlo... "¿Yo incómoda? ¿Acaso tú lo estarías?" "No, para nada." "Pues entonces yo tampoco."

Y llegó la tarde de acudir a casa de Adrián a intentar sacar algo en claro antes del examen. Ataviada con una camiseta de tirantes y un short vaquero para combatir el sol y el calor que asolaban las calles a las cinco de la tarde, me presenté en su casa. David solo estaría hasta las siete, ya que luego había quedado con su novia, y yo había hecho lo propio con Alberto, mi pareja, sobre las ocho y media. Por lo tanto, deberíamos ponernos las pilas y ser rápidos a la hora de explicar si queríamos que nos cundiese la tarde lo máximo posible.

Nos acomodamos en el salón, pero dieron las siete rapidísimo por lo que David se marchó. Me quedé a solas con Adrián. Una situación algo incómoda, la verdad. Lo acontecido hace un mes no se me iba de la cabeza, y más cuando estaba a solas con él. Estuvimos media hora más con los apuntes hasta que concluimos de repasar todo. O casi todo.

  • "Bueno, pues más o menos ya está todo... ¿Tienes alguna duda más?" - me preguntó.

  • "Pues en principio no, la verdad, me ha quedado todo bastante claro. La verdad es que no se te da mal esto de explicar..." - reí.

  • "Bueno, bueno, se hace lo que se puede" - me dijo sonrojándose. Le miré y le sonreí y se produjo un silencio que él se encargó de romper. - "Bueno, verás, yo si tengo una duda..."

  • "Pues tú dirás."

  • "No sé cómo decírtelo... Sé que acordamos no hablar del tema pero no me lo quito de la cabeza y aquí en mi casa no hay peligro. ¿A ti te gustó lo que pasó aquella noche?"

  • "Verás Adrián, no creo que sea momento de hablar esto, la verdad. Prefiero no recordarlo y olvidarlo y que se quede ahí." - dije en un tono algo enfadada.

  • "Lo se Marta, lo se. Pero sólo te pido eso, una respuesta. Yo también quiero olvidarlo pero necesito esa respuesta. ¿Te gustó o no?".

  • "Pues..." -titubeé - "A ver... Claro que me gustó. Fue una experiencia muy morbosa pero ambos tenemos pareja Adrián y lo mejor es que lo olvidemos ambos."

  • "Tranquila." - se acercó a mí y posó su mano sobre mi muslo tratando de tranquilizarme. - "Si yo también quiero olvidarlo..." - me susurró al oído.

Con la mano en su muslo, noté como empezaba a mordisquearme la oreja y como empezó a besarme el cuello. El pulso se me aceleró y algo dentro de mí me impedía que me apartara y me marchara. Quería esos besos. Y lo peor no es eso, lo peor es que quería algo más.

Empezó a acariciar mi muslo arriba y abajo, mientras me besaba el cuello. Se me puso la piel de gallina y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Ese escalofrió hizo que me moviera para sentarme sobre él. Fusionamos nuestros labios en un profundo beso en el que nuestras lenguas chocaban y peleaban para imponerse a la otra.

Me saqué la camiseta y sin pensárselo dos veces, Adrián me desabrocho el sujetador. Lo dejé caer para dejar a la vista mis pechos. Él los cogió, por la base y los apretó, los amasó y tiró levemente de los pezones, que ya estaban duros, con un sutil pellizco. "Qué ganas tenía de volver a encontrarme con estas tetas", me dijo, "las he echado muchísimo de menos". Se abalanzó para morderlas, chuparlas y jugar con ellas. Yo las movía de lado a lado, chocándolas con su cara mientras él intentaba darlas bocado. Yo reía con este pequeño juego y gemía cada vez que enganchaba con sus dientes uno de mis pezones.

Me levanté y me desabroché el pantalón mientras que Adrián hacía lo propio con su ropa. Él se quedó con un abultado bóxer que hizo que me viniese a la cabeza la imagen de su polla bien erecta en el jacuzzi. Yo me quedé en tanga y volví a sentarme sobre él. Empecé a darle besos por la cara, su boca y su cuello, y poco a poco empecé a bajar sin separar mis labios de su cuerpo. Llegué al vientre y noté como su polla luchaba por liberarse se su calzoncillo. La ayudé y quedó ante mí su polla, nuevamente, como hacía un mes. La agarré, tímida, con una mano y la descapullé.

Acerqué mi boca y di un lametón alrededor de su capullo. El piercing de mi lengua rozaba su piel y hacía que Adrían se estremeciera en un intenso gemido. Volví a lamer, esta vez desde sus huevos, completamente depilados, hasta arriba. Al llegar de nuevo a su capullo, me lo metí en la boca y succioné, como si de un caramelo se tratase. "Ufff" escuché a Adrián. Comencé entonces a introducirme poco a poco su polla en mi boca, despacito y degustando cada centímetro de ella. Empecé así con una mamada, en la que con cada bajada empapaba bien con saliva su miembro y succionaba bien su capullo. Me colocó su mano sobre mi cabeza, jugando con mi pelo y marcándome el ritmo. Notaba las venas de su polla y empecé a sentir en mi coñito un calor y una humedad superior a lo habitual. Tras unos minutos en los que la mamada se llevo todo su protagonismo, me incorporé para dejar su polla a la altura de mis tetas. "Se que esto te gustó", le dije, y apretándome bien fuerte las tetas, empecé a pajearle con ellas. Él estaba como un rey mientras masajeaba con mis pechos su miembro.

Me pidió que me sentase y me dijo que se había quedado con ganas de lo siguiente la noche del jacuzzi. Me bajó el tanga y empezó a acariciarme el coño con las yemas de sus dedos. Me mordí el labio inferior y la aceleración se me aceleró cuando noté como uno de sus dedos penetraba en mi húmedo calor. Empezó con un dedo y pronto pasó a dos. Los metía y los sacaba, a un buen ritmo y de vez en cuando paraba para jugar con mis paredes vaginales. Se puso de rodillas y acercó su boca a mi coñito perfectamente depilado. Empezó a lamerlo, sin parar, y a darle pequeños bocaditos. Le agarré a cabeza y creo que incluso le tiré de los pelos. No paraba de gemir, sobre todo cuando succionaba con mucha suavidad mi clítoris. Creo que es lo que más me gustaba de aquello. Comenzó a golpearme mi pequeña bolita con su lengua y lo acompaño con un par de dedos dentro de mí. Si soy sincera, reconozco que nunca una comida de coño me había puesto tan cachonda. Si no hubiese parado no hubiese tardado en correrme.

Me tumbó sobre el sofá y se puso sobre mí. Empezó a besarme y me supo todavía a mí. Noté como su polla chocaba contra mi coñito, deseosa de entrar. Adrián se encargó de colocarla en la posición adecuada y noté como poco a poco se iba abriendo hueco a través de mí. Cuando la tuve prácticamente entera dentro, la sacó hasta la mitad y volvió a meterla, esta vez más rápido. Comenzó a follarme, haciendo que el chapoteo que sonaba en mi coño fuese bastante pronunciado. Aún así, yo me encargaba de que se oyera poco por culpa de mis gemidos. No podría dejar de gemir con cada empujón que me daba, era superior a mí. Me abracé a su espalda y clavé mis uñas en ella.

Cuando paró, me pidió que me sentara de nuevo sobre él. Le obedecí y empecé a sentarme sobre él, esta vez sin prendas de por medio que nos separaran. Me introduje poco a poco su polla. Me colocó las manos en mi culo y comencé a cabalgarle. Notaba como su polla entraba y salía de mi coño, y como él, con sus manos en mi culo, ayudaba a que el movimiento fuese más fácil. Con la cabalgada el vaivén de mis tetas era notorio y muy próximo a su cara. Él intentaba lamerlas a toda costa mientras yo montaba su polla sin parar y sin dejar de gemir. Finalmente optó por soltarme el culo, el cuál yo no dejaba de mover, y empezó a amasar nuevamente mis pechos.

Me pidió que parase o al final acabaría corriéndose. Me besó nuevamente e hizo que me pusiera a cuatro patas sobre el sofá. Capté la idea, por lo que arqueé la espalda para dejar el culo completamente en pompa y ante él una vista perfecta de mi coñito y mi ano. Posé la cabeza sobre el sofá y noté como metió soló el capullo en mi coño. Cuando quise darme cuenta, tenía sus manos en mis caderas y su polla dentro de mí, follándome de nuevo. Con la cabeza apoyada en el sofá, vi como sus huevos bailaban con cada uno de sus embestidas. Me mordía los labios tratando de controlar mis gemidos ante sus brutales empujes. Como pude, empecé a masturbarme la parte exterior del coño. Notaba como su polla entraba y salía sin cesar, como me llenaba. De repente la sacó, y note sobre mi cachete derecho el calor de su inmensa corrida. Entre pequeños alaridos, terminó de correrse y me llevé la mano allí donde su corrida me había empapado. Me mojé los dedos y no dudé en llevármelos a la boca. Saboreé su leche mientras él me acercaba algo de papel para poder limpiarme. Estábamos los dos sudados y muy excitados. Me limpié, le sonreí y le besé nuevamente mientras me acariciaba el culo.

  • "¿Qué hora es?" - pregunté.

  • "Las ocho y cuarto."

  • "¡Mierda! Si había quedado a y media con mi novio..."