Tarde de domingo en el club (y 2)

Mejor leer la primera parte para comprender perfectamente la situación. Esta pareja da rienda suleta a sus deseos sin ningún pudor ni falso recato. Esta vida hay que vivirla en dos días, porque nadie sabe que pasará pasado mañana.

Salieron del Jacuzzi ambos, mientras se dispersaba la multitud de voyeurs que se habían agolpado en los alrededores, se fueron los dos para uno de los aseos y se limpiaron a fondo. Víctor seguía mirándola arrobado y enamorado, no había pasado ni un día desde que la conocía que no la desease, y sobre todo cuando, como en la ocasión presente, ella se dedicaba a buscar el placer sin reparos ni fingidos tabúes. Minutos más tarde, adecentada de nuevo y con su bata y solo los tacones por vestuario, Carla volvía a la zona de la barra. Sus senos generosos y bamboleantes se desbocaban un poco entre las solapas de aquella batita chinesca. Pero se puso de nuevo a servir copas sensualmente. Intentó localizar a Víctor, pero no lo veía. El ambiente estaba a medio camino ya de la tarde y algunos socios e invitados habían abandonado el club. Así, algo más clarito la verdad es que se estaba mejor. En ese momento se le acercó de nuevo la encargada y le entregó un sobrecito. “Me lo han dejado para que lo abrieses tu”. Intrigada se recostó un poco sobre el mueble posterior de la barra, lo que automáticamente le abrió el pliegue que ocultaba su sexo, dejándolo expuesto a los voraces mirones que no le perdían la vista mientras apuraban sus copas. Al abrirlo, inmediatamente reconoció la letra de Víctor. “Estás espléndida y eres la reina del circo hoy. Hasta ahora era tu fantasía, te reto a una última mía y si te parece bien combinamos los éxtasis”. “Se propongo que te acerques a Ricardo, está sentado en la esquina de la barra con Claudia, ya sabes que son pareja de interés para venir al club, pero siempre ha estado embelesado contigo. Lleva toda la tarde relamiéndose y ha tenido el gesto de dejarme el sitio en el glory hole, cuando podría habérselo quedado y disfrutarlo él. Mi propuesta de “agradecimiento”, es que te ofrezcas a él como su pareja para el resto de la tarde. Ya sabemos que Claudia no se opondrá demasiado, pero las normas son; eres solo para él, puede mandarte lo que quiera, pero solo él puede penetrarte. Por lo demás estarás a sus órdenes”. Mmmmmm, de verdad que sabe cómo ponerme a prueba. Pensó. Levantó la vista para buscarlo, pero seguía sin poderlo ver. Aun así, estaba segura de que iba a estar vigilándola. De hecho, se sentía observada con un cosquilleo en la nuca que no sabía cómo explicarlo. Efectivamente Ricardo charlaba animadamente con Claudia en la esquina de la barra y allí se dirigió ella. Se metió en la conversación con facilidad y Ricardo no le perdía ojo de ese escote que de vez en cuando dejaba ver sus pezones de forma alternativa, pezones que estaban duros y que cuando se los tapaba recogiéndose las tetas un poco, apuntaban desde detrás de la tela con la intención de traspasarla. Claudia y Ricardo fueron reclamados por otra pareja para irse al jacuzzi, pero un guiño imperceptible de Carla a Ricardo fue suficiente para que este le dijese a su pareja que se fuese para la zona de agua, que el iría luego. En un santiamén Carla le contó el juego propuesto a Ricardo y éste alucinaba en colores pensando en ser el dueño de tan magnífica hembra por unas horas. Pero en su papel, quiso probar si el juego iba en serio y le dijo a Carla: “ OK. Vale, pero para saber si la cosa funciona, salte de la barra, ve al vestuario, deja la bata allí y vente solo con el vestido que traías esta tarde, son nada más debajo”. Carla avisó de nuevo a la encargada de que dejaba la barra y ésta le guiñó un ojo deseándole suerte en la continuación de la fantasía de aquella tarde de domingo. Se acercó a la zona del vestuario, abrió su taquilla y se despojó de la bata, como la zona era accesible, más de uno se detuvo mientras pasaba para piropearla, ella sonreía, pero obediente, terminó rápidamente de vestirse y se acercó por el lado de los clientes a la barra de nuevo. Ricardo la cogió de las manos y la sentó en el taburete de enfrente suyo, el vestido se subía lo suficiente como para volver a enseñar casi las caderas y por ende la gruta de venus con su poco vello perfectamente recortado. Le dijo que se acercase al borde del asiento, y se entreabriese un poco las piernas, y él que tan solo portaba la toalla para irse a la piscina donde lo esperaban se acercó y descubrió su polla con un capullo brillante y seguramente algo lubricado ya por la excitación. Se le acercó y con poco esfuerzo inició una penetración algo forzada porque al estar sentada su vagina no tenía toda la amplitud que necesitaría para el paso con libertad del falo. Pero eso a su vez también era una ventaja lo comprimía en la parte superior rozando la cavidad vaginal en su parte alta, allí donde dicen que se encuentran los terminales de clítoris internos. Y eso empezó a ponerla como una burra. Alzó un poco más las piernas y las puso alrededor de la cintura de Ricardo, y se abrazó como distraídamente a su cuello. Ahora sentía las oleadas de placer con más nitidez, y en dos o tres empellones más seguro que se corría. Se lo dijo al oído, mientras buscaba con la vista a Víctor, para confirmarle así que se había convertido en la mujer de otro, como le había pedido por ese rato. Pero no lo veía, lo que si vio fue a dos o tres hombres solos que disfrutaban del espectáculo que estaban dando. De pronto Ricardo se salió de ella, con un efecto perverso, porque cortó su incipiente orgasmo, con un sonoro “plop”, que la puso encelada y arisca. “Vamos sigue, por favor” le recriminó. Pero Ricardo sin hacerle caso, le dijo, “espera aquí un rato que voy a ver a Claudia, como va”. Se tuvo que aguantar y estuvo a punto de mandar al carajo la fantasía e irse a por alguno de los mirones para terminar la faena. Consiguió contenerse. En cinco minutos que se hicieron muy largos, no volvió su nuevo hombre por una noche. Cuando lo hizo se dirigió a ella: “Claudia está muy bien atendida, pero se vendrá en unos diez minutos, tenemos un tiempo tu y yo antes de que ella cumpla también su fantasía de hoy. Vete a la parte de atrás, he visto a dos tipos regordetes, van con la toalla puesta, quizás no sean de tu agrado, pero quiero recompensarles esta tarde, les debo un favor”. “Pero…” empezó Carla a hablar…”sssshhh… no me digas nada, ya sé que no hay penetración alguna salvo por mi parte, pero eso no significa que no haya más maneras de satisfacer…¿no?”. Carla se conformó y se bajó del taburete para irse hacia la zona interior, un cachete en sus nalgas por parte de Ricardo le confirmaba que se había tomado su papel muy en serio. En la penumbra interior alcanzó a ver a los dos sujetos a los que tenía que “compensar”, estaban entretenidos hablando entre ellos así es que se sentó en un sofá enfrente para verlos un poco mejor y estudiarlos. Ambos parecían extranjeros, su habla era típica sudamericana, y sus barrigas eran lo que más sobresalían de su anatomía. Pero tampoco eran mal parecidos. Así es que tras esperar unos minutos se abrió más de piernas mientras se acariciaba el pecho por encima del vestido. Automáticamente, como un resorte bien engrasado, ambos voltearon a verla. “¡Hey, mamita, cuan buena estás!” “¿Quieres tomarte algo con nosotros?”. Asintió y se acercó al sofá de ellos y aunque solo eran dos pasos, debieron de ser los más sensuales que se habían visto aquella tarde allí. Porque sin saber cómo, dos vergas gruesas y venosas aunque no muy largas, despertaron de entre las toallas que los cubrían. Se sentó en medio de ambos y les dijo que la enviaban de parte de Ricardo para darles juego aquella tarde. Los dos se pusieron muy contentos y uno se acercó a la barra a pedirle un gin tonic. Cuando volvía con la bebida, Carla ya estaba agachada con la cabeza en el regazo del compañero, que ponía los ojos en blanco a cada lengüetazo que le pasaba recorriendo el fabuloso diámetro que poseía. “Esperadme para la fiesta” gritó, mientras se deshacía de la toalla. Así es que Carla empezó a alternar a derecha e izquierda dándoles un placer que los hacía que se escurriesen del sofá. En algún lugar ocultos tras las sombras los ojos de su pareja, brillaban por la excitación. Conociéndola, le iba a resultar difícil sustraerse a la necesidad de sentir aquellos nabos en su interior. Pero…las condiciones eran las condiciones. Los dos amigos engañaban a simple vista. Clara no conseguía hacerlos correr con su boca pese a que ellos, además, ya la habían despojado de su vestido, que en ese momento ni siquiera sabía dónde estaba y la manoseaban los pechos a placer, mientras sus dedos gordezuelos la exploraban por todas sus cavidades. Estaba caliente y pensaba en dejarles que la penetraran de forma rápida para así con los movimientos de su pelvis y su cadera estaba segura que se correrían de inmediato. Pero no quería incumplir las reglas del juego. En ese momento llegó Ricardo. Recibió las felicitaciones de sus amigos y los agradecimientos por disfrutar de tan hermoso presente. Mientras Carla no dejaba su faena, y su cuerpo se exhibía desnudo a la vista de todos. “Ven conmigo”, le dijo a ella, con el consiguiente disgusto de sus invitados. Ella se levantó obediente, quiso mirar por su vestido, pero ni siquiera lo intuyó en aquel sitio que en ese momento tenía al menos a seis mirones pendientes de su cuerpo, más los dos agraciados que habían disfrutado de su boca. Sobre sus zapatos negros con plataforma, que le hacían un culo espectacular, se colocó al lado de su dueño temporal. Este al atrajo hacia sí, y se la colocó delante. En un rápido movimiento la giró para ponerla de espaldas a él y le dijo “alza los brazos”, sus pechos se irguieron un poco más con esta maniobra y en ese momento parecía una diosa dispuesta a auto inmolarse en un sacrificio, a su alrededor todos los mirones del club, con sus sucias miradas que parecían penetrarla desde todos los ángulos. Se sintió poderosa, llena, invencible. Ricardo le susurró al oído, erizándole el vello del cuello…” disfruta cariño, eres la más hermosa del club y todos desearían tenerte, aunque solo fuera un momento”. Era un espectáculo, la figura longilínea con las espectaculares curvas de sus pechos algo caídos pero enhiestos en su desnudez, su cintura bien conservada, sus caderas poderosas dando espacio a unas nalgas de infarto, y unas piernas que merecían sostener el templo de venus que se encontraba en su parte superior. Ella comenzó a temblar sintiendo tanto deseo como lujuria. Y en un segundo explotó en un orgasmo tántrico, sin sexo, tan solo penetrada con las miradas y el morbo de sentirse única. Sus flujos le resbalaron por sus piernas y los espasmos se hicieron cada vez más evidentes de tal forma que tuvo que volverse y sujetarse con su señor en los hombros o corría el riesgo de derrumbarse en el suelo mojado por su corrida. “Ven. Sígueme.”, como una buena discípula salió de la sala tras su dueño mientras dejaba que las manos de tanto desconocido se despidieran de su cuerpo que les había proporcionado el placer de esa visión celestial. Andando, con pasitos cortos y sexis, Ricardo la llevó a la última habitación del club, el ambiente parecía caldeado. Allí Claudia se entregaba a una orgía con el resto del club que no había estado en su exhibición. Al menos había cuatro cuerpos retozando encima del futón, y Ricardo le ordenó: “Sin penetraciones, pero quiero que todos los que lo deseen puedan tocarte y correrse entre tus pechos.” No se hizo de rogar. Se acomodó al lado de Claudia, y empezó a recibir las caricias y los manoseos en cada centímetro de su piel por parte de los asistentes, y los nuevos que iban entrando, no cabía más gente allí en ese momento. Ricardo hizo uso de su prerrogativa cuando le dio la gana, para ese momento los pezones de Carla ya eran un reguero de saliva, el sudor empezaba a poner brillante su piel, y entonces su señor por un día le dijo, “ábrete de piernas, bien abierta, putita” Ella sintió el calambre que le ascendía desde el coño, al sentirse penetrada, mientras varias pollas se arremolinaban a su alrededor. Su señor le elevó las piernas desde la cadera haciéndolo formar una L mientras le arreaba con saña y ella sentía que le barrenaba el coño hasta lo más profundo. En ese momento empezaron a soltar leche desde los mirones como si una fuente se tratase. Parecía el patio de los naranjos, con ella como estanque en el centro y dos a cada lado dejando caer sobre su cuerpo cantidades inmorales de fluido que embardunaban su cuerpo. Ella se puso cachondísima:” Si, aquí, estoy, echadme toda vuestra leche, bastardos”, “quiero más, es mía, mía, os la saco yo”. Y sin parar, Ricardo pistoneando duro en su cuerpo, empezaba a sentir como le llegaba el orgasmo del siglo, lento, profundo, arrancando desde su clítoris, y recorriendo eléctricamente todo su cuerpo, el grito salió profundo desde el estómago:” ¡Ahhhh!, qué gusto, por favor, cómo me viene, me corro, mi señor, me corroooo, es divino, es único, que placer…por favor… “ Ricardo consiguió aguantar un segundo más que ella para poderse sentir bañado de nuevo por ese squirt tan poderoso del que ella no podía sustraerse cuando el placer la llenaba. El chorro le llegó hasta el pecho a él. Y entonces la sacó y terminó de correrse en su barriga, tierna y dulcemente mientras salía hasta el último gramo de su semen, la miró a los ojos y le agradeció aquella tarde gloriosa. Ella prácticamente desmadejada dejó aún su cuerpo sobre el futón para servir de recipiente a otros tantos que seguían pugnando por emputecerla del todo. El semen se le desparramaba por los pechos y todo su cuerpo era un templo del placer. En el rincón de la habitación Víctor miraba la escena mientras un gesto entre agradecido y enfadado aparecía en su rostro...