Tarde de domingo en el club
No iba a ser una tarde como las demás, ella había decidido volar por su cuenta y tener todo el placer que pudiera atesorar.
Se acercaba la tarde del domingo. Habían pospuesto hasta ese día la salida vespertina al club de intercambios, solo que esta vez ella quería sentirse más libre que nunca. No iban a meterse allí para pasar la tarde de la misma forma que otras muchas, tomando unas copas, escuchando música pachanguera y aguantando el acoso de los ocasionales lobos solitarios que aparecieran por allí.
No. Esta vez ella le había propuesto un nuevo juego que Víctor asumió como suyo sin dudarlo. En las edades en las que se encontraban, superados los 50 con holgura, se mantenían en buena forma. Carla tenía un pecho delicioso, redondo y firme pese a la maternidad, tenía algún kilo accesorio, pero eso la hacía a los ojos de Víctor aún más apetitosa. Sus piernas, cuando se calzaba los tacones imposibles que solía usar en el club, se convertían en dos columnas de corte clásico, fruto de sus entrenamientos en el baile. Y él a pesar de superarla en edad conseguía, con el gym y la natación, mantenerse estilizado y definido. El deseo y el placer fluían a partes iguales en sus encuentros y este tipo de juegos contribuían a mantenerlos enamorados y activos.
Carla empezó a vestirse sobre las cuatro, el club abría a las cinco. Se puso un delicado conjunto de lencería rojo y negro que transparentaba de forma sensual cada centímetro de su piel morena. Para ir hasta el club se puso cómoda, unos vaqueros y una camisa de franela, y todo bien cubierto con un abrigo de piel que la cubría hasta los tobillos. Unos zapatos cómodos y lista. En un bolso llevaba el resto de su artillería de guerra, pero esa solo la sacaría en el club.
Víctor estaba en el salón cuando salió ella de la zona de dormitorios. Ella lo miró pícaramente y él se sonrió mientras apartaba la vista de la pantalla del ordenador que tenía en el regazo contestando algún correo de última hora. Le lanzó un beso con la mano derecha y se despidió de él con un: “Luego te espero. Cariño”.
Salió al frío de la tarde dominical, con un tímido sol que a esas horas empezaba a reclinarse a la espera de que aparecieran las primeras sombras. Tomó un taxi y pensó en jugar un poco con el taxista, pero se contuvo, ese juego lo habían practicado algunas otras veces, pero esta vez no quería distracciones para concentrarse en sí misma y en su placer, que quería que la llenase toda la tarde.
Llegó justo a la puerta del Club Swinger cuando la encargada, a la que conocía, estaba abriendo la puerta. Ya había hablado los días previos, le había contado su fantasía y ella amablemente había accedido a colaborar para llevarla a cabo. Se saludaron efusivamente y se dispusieron a entrar.
Carla se fue directamente al vestuario y se quitó la ropa cómoda que llevaba sustituyéndola por un vestido negro muy escotado que dejaba entrever sus pechos y de una longitud que apenas cubría su generoso trasero, las medias de liga de blonda negra realzaban sus muslos y los zapatos Guess terminaban de completar una figura de infarto. Se fue hacia donde estaba Susana, la encargada, y le preguntó qué debía hacer.
De momento tenemos todo ordenado, porque dejamos el club preparado al salir del anterior turno, así es que ahora solo pondremos algo de música y nos preparamos para empezar a recibir a nuestros socios e invitados. Estás muy bonita, seguro que esta tarde triunfas. Ponte detrás de la barra, serás la camarera más sexy que hayamos tenido en mucho tiempo.
OK. Espero que todo vaya transcurriendo como espero.
Solo tardaron cinco minutos en hacer sonar el timbre. Susy desde su lugar que controlaba la entrada le guiñó el ojo, “¡empezamos!”. Entró una pareja madurita, los conocía de vista de otras ocasiones haberlos visto en el club. La saludaron muy amablemente, le pidieron sus bebidas y no le dijeron nada de su nueva “ocupación”, allí todos daban por sobreentendido que cada cual podía hacer libremente lo que le apeteciera. Empezaron a hablar animadamente en la barra con Susana, mientras esta iba y venía a la puerta para ir recibiendo a los invitados y socios que se sucedían casi sin parar. En menos de una hora el club al menos tenía la mitad del aforo completo, y en algunos sitios el ambiente se caldeaba de forma inmediata.
Uno de los jacuzzis ya estaba lleno con cuatro que retozaban en el agua con evidentes muestras de placer. Ellos penetraban a sus parejas que se apoyaban en el borde mientras algunos espectadores disfrutaban con el espectáculo. La barra estaba llena y Carla se daba mucha maña en servir las copas y mantener ordenada y atendida esa zona. Los invitados no dejaban de lanzarle miradas a su escote y a sus piernas. Alguno más atrevido ya le había insinuado que le gustaría un “cóctel” agitado en aquellos senos macizos. Lo que incrementaba el placer de ella por sentirse deseada.
En un momento Susana se le acercó y le pidió que le enseñase el club a dos jóvenes que estaban un poco cortados en la puerta de entrada. “Son nuevos, dales las lecciones básicas”.
Se dirigió a ellos contoneándose y los recién aterrizados abrían los ojos como platos al verla ir hacia donde estaban. Se presentó y comenzó a explicarles las normas básicas de comportamiento en un lugar como aquel. Les enseñó la zona del bar abierto, donde todos podían estar, y luego pasó con ellos a la zona privada de parejas, “aquí solo podéis estar si sois invitados por una mujer o una pareja”, se puso delante de ellos y les enseñó el jacuzzi, allí seguía el espectáculo al que se habían incorporado más gente. Luego los llevó por las zonas mixtas, el glory hole y la segunda zona de agua. Uno de ellos se atrevió a rozarle las nalgas que le asomaban por debajo del vuelo mínimo del vestido. Ella se detuvo, lo miró y le dijo, “no es correcto, soy la camarera, pero mi libertad para tener relaciones con quien quiera la decido yo, y desde luego no es con este tipo de actos como lo vas a conseguir”. El otro se disculpó y siguieron viendo el club. Cuando acabó con ellos volvió a la barra. Mientras ellos se acoplaban en alguno de los sofás cercanos donde no le perdían la vista.
La música se enmudeció y sonó la voz rasgada de Susana: “Estimados socios e invitados esta tarde tenemos una sorpresa para todos, Carla, nuestra camarera especial, va a realizar un baile sexy para todos los asistentes que estén en la barra dentro de cinco minutos”. Ella se azoró un poco, nunca había hecho algo así, es cierto que se había desnudado en mil ocasiones y que la habían visto muchos hombres además de Víctor, pero algo así era desconocido para ella, no sabía si al final eso sería demasiado y se cortaría, pero así lo había pedido y se dispuso a subirse a la parte superior de la barra del bar que a su vez contaba con una barra de soporte de acero inoxidable hasta el techo del tipo pole dance.
No faltaron voluntarios para auparla sin necesidad de tocar las mini escaleras que había para ello. Los roces de esas manos ya empezaron a desatar su calentura. Miró a su alrededor, allí abajo habría como veinte personas, todos embobados con el espectáculo. Empezó a sonar “You Can Leave Your Hat On” de Joe Cocker, y ella empezó a caminar con paso firme por la barra horizontal hacia la esquina donde estaba la de pole dance. Cuando se acercaba a ella entrevió a Víctor, que debía de llevar ya tiempo allí, pero del que no se había percatado, eso la motivó aún más. Empezó los movimientos acompasados a los golpes de batería de la canción mientras deslizaba cada hombro de su vestido hasta dejarlo caer y que solo lo sujetase su turgente pecho. Agarrada a la pole dance se inclinó hacia atrás hasta rozar con su cabeza la cara de un espectador que la besó en el cuello estirado, mientras su pierna izquierda subía hasta el cielo y se enroscaba en el acero frío. El vestido se le subió/bajó hasta la cintura, pero con habilidad, mientras se deslizaba hacia abajo hasta descansar con su cuerpo en la barra, el vestido se le fue quedando cada vez más arriba y por lo tanto desnudando su cuerpo que terminó solo en lencería, mientras arrojaba su vestido hacia donde estaba Víctor que lo recogió con una mano mientras le hacía un gesto de victoria. Ya semidesnuda, porque la lencería solo hacía más que dejarla aún más sensual a los ojos de los espectadores, continuó su baile al ritmo de “Show me”, dejando absortos a sus admiradores. Porque cuando lanzó su breve sujetador a los dos invitados a los que había enseñado el club sus pezones ya le dieron una señal inequívoca de que quería disfrutar de mucho placer aquella tarde, y se le erizaron hasta hacerle daño, de tal forma que se los acercó de forma felina a los dos absortos novatos que estaban embobados, ambos accedieron a chupárselos dándole inmediatamente un gusto que empezó a mojar su tanga, que en ese momento era lo único que quedaba por quitarse, excepto las medias claro está. Se sentó sobre la barra y tras un par de gestos obscenos y una apertura de piernas que solo podría hacer alguien entrenada como ella. Le dijo a un hombre maduro que babeaba… “¡quítamelas!”. Con los dedos temblorosos, se las cogió y ella facilitó la maniobra elevando su culo glorioso. El afortunado vió su monte de venus perfectamente depilado. Del que asomaban, tímidos, sus labios mayores. Su sexo palpitaba ya en esos momentos y brillaba fruto de la excitación acumulada, viendo la expectación que había levantado, el silencio de la música solo se alteraba por los murmullos de admiración que sentía que le llegaban. Algunos se manoseaban por encima, fruto de la excitación que les había provocado. Eso la alteraba un poco más. Totalmente desnuda llegaron los últimos acordes de la segunda canción y se paró haciendo una graciosa genuflexión a la que todo el público contestó en franca algarada, aplaudiendo y silbando de forma estruendosa. Se bajó de la barra y Susana le dijo; “para empezar has triunfado. Si sigues así esta tarde será inolvidable”. Le alcanzó una mini bata de seda con un cordón para atársela a la cintura, de color rojo dragón y algún símbolo chinesco y empezó a recibir multitud de felicitaciones y proposiciones de todo tipo, que la hicieron sonrojar. Siguió atendiendo la barra, pero pasado un rato se alejó de allí y se metió en la zona del glory hole, se cerró la puerta por dentro, solo había tres agujeros ciegos y la oscuridad reinaba mientras una música ambiental ponía tono a la situación. Sintió pronto que había gente al otro lado. Susana había colocado entretanto en un luminoso cerca de la entrada, que había concurso de “aguante” en el glory hole. Eso significaba que habría una o dos chicas dentro y que los tres afortunados que se hiciesen con un hueco en los agujeros disputarían un premio para el que tenían que ser resistentes a los encantos bucales de las invitadas y el que aguantase sin correrse sería el ganador eligiendo como terminar con la o las invitadas. Llamaron a la puerta, entreabrió y vio como otra mujer, madura como ella, pareja de un señor calvo que solían ir con frecuencia al club, le pedía pasar. Sería su contrincante. Pronto vieron aparecer por los tres agujeros otros tantos falos enhiestos y brillantes. Creyó reconocer al de Víctor, pero con la oscuridad no podía asegurarlo. Como el sitio no era muy ancho, ella se quedó junto a la puerta, mientras su compañera se iba al fondo. Ambas se quitaron la poca ropa que llevaban, y empezaron a manosear el pene que más cerca les quedaba, con la boca, con el pecho, con el culo, todo valía con tal de hacerlo correr lo antes posible, su compañera hizo una cubana de infarto al afortunado que tras la pared suspiraba de forma estentórea, ella viendo que la situación se le adelantaba trató de jugar con el glande que le tocaba y su lengua se hizo avariciosa, arrancando jadeos de placer a su partner. Sin embargo, el tercer pene, el central, quedaba un poco desatendido y reclamaba atención, pero ninguna quería perder su oportunidad y se esforzaban en hacer terminar a los actuales, si lo conseguían, ese tercero significaría la victoria por 2 a 1. Su compañera, experta en ese juego terminó ofreciéndole su coño a la polla asomada colocándose de culo al agujero y éste al ver como su miembro encontraba una cavidad cálida y que le apretaba empezó a decir “me corro, por dios, me corro”, momento en el que ella se salió hábilmente y con la mano le hizo terminar. 1-0. Sin darse mucho tiempo inició las maniobras sensuales con el de enmedio. Carla que se veía perdida terminó jugando de la misma manera y le ofreció su cálida vagina al afortunado del otro lado, con lo que no contaba es conque, a ella, esa penetración un poco forzada por la pared que había por medio, y que por tanto se quedaba un tanto superficial, le rozaba el clítoris y su punto G de forma absolutamente placentera, lo que le provocó que antes de que pudiese darse cuenta empezó a chorrear en el suelo de la cabina su orgasmo, a la par que se agarraba a la pared de enfrente para no caer. Esta demostración de placer fue demasiado para su pene emparejado, que empezó también a decir en susurros “¡Ohhhhh!, que me viene, que me viene inmenso…por favor, me corrooo….” Ella se salió y se dispuso a recibir en sus pechos la generosa corrida que le dispensó. 1-1. Mientras su compañera había casi agotado el repertorio: boca, tetas, manos e incluso penetraciones, pero el último participante estaba dispuesto a ser el ganador. Se apartó un poco y le dijo: “prueba tú, está a punto, pero aguanta tela el tío este”. Al tomar el pene con las manos, estuvo segura. Era el de Víctor, se sonrió, con el aguante que tenía sería difícil hacerlo correrse, pero al menos tenía que intentarlo, quedaban poco más de cinco minutos para terminar la prueba. Las venas del capullo estaban hinchadas, el falo estaba magnífico y ella decidió disfrutar de él, pasase lo que pasase, así es que se lo introdujo como lo había hecho con el anterior, su grosor le daba un placer infinito, y ese roce consiguió pronto que de nuevo ella se mojase de forma abundante mientras le regaba a él, pero esta vez no hubo corrida paralela, el pene consiguió aguantar. Así es que el tiempo se terminó y todos jalearon al otro lado de la pared al vencedor. Ellas se pusieron sus batitas y salieron dispuestas también a felicitarlo. Efectivamente allí estaba Víctor en toalla, donde abultaba su polla. Ellas le dieron un beso cada una en una mejilla y le dijeron que cuál era su deseo. El las cogió a ambas de la cintura y se las llevó a uno de los jacuzzis. Donde se metieron en el agua templada que al menos a ella le calmó un poco el acalorado coño. Su compañera se sentó sobre Víctor mientras él la cogía de las caderas para hacerla subir y bajar mejor, mientras a Carla le cogía una mano y se la apretaba. Uno de los dos jóvenes novatos se metió en el agua y tímidamente acercó una mano a sus muslos, Carla le miró y él pidió permiso para acercarse, ella miró a Víctor y éste consintió tácitamente, así es que montó al sorprendido novato, que no conseguía saber cómo actuar. Víctor le dio placer a la compañera de juegos hasta que exhausta decidió levantarse de las piernas de él. Mientras, Carla no conseguía ponérsela dura al novato que, sería por los nervios, o por la magnitud de la hembra de la que estaba disfrutando, o del agua, se cortaba. Así pues, Víctor se levantó y fue hacia ella que trataba inútilmente de endurecer aquello, sintió que la agarraban del pelo y la jalaban hacia atrás acercándose a un pene que seguía duro y palpitando. La excompañera de juegos se acercó al novato y le puso un pecho en la boca de tal forma que eso si pareció despertar la sensualidad y se liaron a revolcarse en el agua. Carla si que sabía calentar a su macho y se puso de espaldas a él a introducirse el falo, mientras se acariciaba los pechos mirando a la concurrencia que, fuera del jacuzzi, se relamía con las escenas que les estaban brindando. Sus gemidos sensuales sabía que le ponían a mil a Víctor, así es que como gata bien entrenada maulló y se retorció con él mientras oleadas de placer se sucedían en su cuerpo que se estremecía cada vez más, temblando y agitándose mientras las obscenidades se le agolpaban en la boca: ”Cabálgame, soy una puta y me lo merezco”, “quiero disfrutar de todos los tipos de este club hoy”, “ tu polla es solo mía y me vas a reventar de gusto”. El placer era mutuo y Víctor no pudo contenerse más, dejándose ir al placer que aquella mujer, solo aquella mujer, sabía cómo dárselo.