Tarde de cine

Un muchacho se topa con dos amigos en el cine. La sala oscura, el olor de las palomitas, pero uno de ellos quiere algo más que sólo ver la película.

TARDE DE CINE

La plaza comercial estaba, como ya era costumbre los sábados por la tarde, a reventar, y también como ya era costumbre, Brenda me había dejado plantado. Irritado, traté de pensar en algún modo de vengarme, de hacerle sentir lo mismo que ella tantas veces me había hecho sentir, en una palabra: miserable.

A la chingada!, pensé para mis adentros, no le voy a dar el gusto de verme sufrir. Habíamos quedado de vernos para ir al cine, así que decidí seguir con el plan, aun sin ella. Mi otra pasión, el cine, tal vez la primera y única estaba allí esperándome. Me formé en la fila mientras trataba de decidir entre las abundantes opciones. Descarté las películas de niños, los churros de ciencia ficción y los melodramas melosos. Aun así, todavía me quedaban tres excelentes opciones. Elegí una película europea que recién había ganado el Globo de Oro, deleitándome por anticipado igual que un diabético ante la barra de postres del mejor retaurante. La clasificación era "C", sólo para adultos, lo que llamaba la atención de la mayoría de jóvenes de mi edad, recién estrenados como adultos, todos entre los 19 y 20 años. Entre ellos distinguí a Paco y Tony, dos compañeros de colegio.

Qué onda Omar – me saludaron – andas solo o estas esperando a Brenda?

Solo – contesté malhumorado, recordando el plantón nuevamente – y ustedes?

Pues también – dijo Paco, siempre el más hablador de los dos – dejamos a nuestras viejas escogiendo vestidos, y parece que se van a tardar un buen rato, así que decidimos ver una película mientras tanto. Cuál nos recomiendas?

Eso era algo que no me podían preguntar, porque era un tema que me apasionaba. Inmediatamente me lancé a un exhaustivo análisis de los temas, directores, actores y tramas de toda la cartelera, hasta que mis amigos me pararon el alto y literalmente me taparon la boca mientras avanzábamos en la fila. Eso si, al menos hicieron caso de mi recomendación y compraron boletos para la misma película que yo iba a ver.

La sala a media luz, el olor de las palomitas, las butacas cómodas, eran como el cielo para mí. Paco y Tony se sentaron juntos, y yo me senté a la izquierda de Paco. Platicaban entre ellos, a veces en voz baja, se reían entre ellos y me sentí un poco excluido, lo cual era normal porque eran mucho más amigos entre ellos que conmigo. Finalmente la película comenzó y la magia se hizo para mí. Me olvidé de todo, de Brenda, de mi resentimiento contra ella, de Paco y Tony, mientras la historia en la pantalla me capturaba como sólo una película puede lograr.

Tal vez por eso no fui consciente de que la rodilla de Paco se rozaba contra la mía, ni me percaté de que su muslo se pegaba de pronto demasiado al mío, ni escuché sus murmullos en la sala oscura. Lo que si no pude evitar fue sentir su mano rozando la mía y aunque al principio lo atribuí a una confusión o un simple accidente en la oscuridad del cine, poco después aquella mano, la de Paco, la de mi compañero de colegio, por increíble que me pareciera comenzó a acariciar mi antebrazo. Sorprendido me voltee a mirarlo, esperando encontrar unja sonrisa burlona en su rostro, algo que me indicara que sólo se trataba de una tonta broma, pero lejos de eso noté que evitaba mirarme, como si aquella mano le fuera ajena y lo que ésta hiciera quedara completamente fuera de su control y responsabilidad.

Indeciso, confundido, no atiné a hacer nada y aquella mano, mas atrevida ahora abandonó mi antebrazo y se posó sobre mi pierna. Comenzó a acariciarme un muslo lentamente, con cierta ligereza de sueño, que en la penumbra de la sala me hizo preguntarme si simplemente no estaría imaginando todo aquello. Mientras mi atención se debatía entre la trama de la película y el avance de la mano por mi pierna simplemente opté por quedarme quieto. Seguramente Paco confundió mi indecisión con otra cosa, porque antes de que pudiera hacer nada su inquieta mano me rozó la entrepierna. Me quedé tieso sin saber qué hacer. Paco no puede estar haciendo esto, me repetía sin cesar, pero Paco sí que lo estaba haciendo, y cada vez con mayor atrevimiento. Sus dedos ágiles sobaban ahora mis testículos, ajustados incómodamente dentro de mi pantalón y antes de que fuera plenamente consciente de lo que hacía simplemente abrí las piernas para darles mayor soltura, y Paco, tal vez interpretando aquel gesto como aceptación de mi parte, se lanzó de lleno a acariciarme los huevos con mayor soltura. La caricia logró despertar un agradable cosquilleo en todo mi cuerpo, y para mi sorpresa, comencé a tener una erección. Para entonces Paco se había inclinado un poco hacia delante, tapando de esta forma la visión de Tony, que nada podía ver sobre lo que estaba sucediendo entre Paco y yo.

Tengo mucha sed – escuché que le susurraba Paco a Tony – cómprame un refresco, si?.

Tony asintió, y apenas se hubo marchado, la mano de Paco, más aventurera y atrevida ahora, comenzó a buscar la forma de bajarme el cierre del pantalón.

Sácatela – me susurró al oído – antes de que regrese este wey.

La película, la mano, aquella sensación de perturbador placer a oscuras, me tenían hecho un lío. Pero Paco sabía tomar decisiones, y sin mayor problema se inclinó como para decirme algo, pero en vez de hablar me desabrochó los pantalones y me lamió el lóbulo de la oreja, todo al mismo tiempo y no supe cual de las dos cosas me sorprendió más. Sentí la calidez de su mano entrando trabajosamente por la cremallera abierta y su lengua húmeda acariciando golosa mi oreja derecha. Mi verga, sorprendentemente dura le dificultó un poco la operación, pero el decidido Paco se salió finalmente con la suya.

Puta madre! – susurró de nuevo en mi oreja – pero si estas bien vergón, cabrón!

No pude evitar sentirme orgulloso. A qué hombre no le gusta que le alaben el tamaño de su miembro?. Tal vez por esa sencilla razón dejé de resistirme, o mejor dicho, comencé a cooperar más, porque tampoco puedo decir que hasta ese momento hubiera hecho algo para impedir que sucediera lo que estaba sucediendo. Abrí más las piernas, me acomodé mejor en el asiento, permitiendo que mi verga, más tiesa y más grande que nunca saliera en su total longitud, buscando impresionar a Paco todavía más. No se si lo conseguí o no, pero Paco se engolosinó enseguida, acariciándome la verga de una forma tan deliciosa que no pude evitar soltar un murmullo de irrefrenable placer.

Paco jugaba con mi pito de una forma enloquecedora, acariciando la punta y el tronco con dedos que parecían de seda. Bajaba y subía, jalándome el glande, ahora humedecido de placer, mientras yo me relajaba en el asiento, perdiendo el hilo de la película pero encontrando fascinante que aquel joven, tan atractivo y masculino, uno de los más codiciados del colegio por todas las chicas, estuviera allí acariciándome la verga de una forma tan deliciosa.

No te muevas! – volvió a susurrarme, lengua húmeda, aliento cachondo y antes de que me diera cuenta de lo que pretendía se agachó sobre mi regazo y se metió mi verga en la boca.

Me tomó por sorpresa y aunque traté de hacerle caso y permanecer callado, un nuevo estremecimiento de placer me hizo gemir, creo que escandalosamente, o tal vez sólo lo imaginé, porque nadie más reaccionó. Los labios de Paco sobre mi glande hinchado y sensible casi me hacen gritar de placer, y su lengua aleteante y húmeda titiló diestramente justo en la punta de mi verga, en esa zona tan sensible, y abrí la boca y los ojos tratando de controlarme, y gracias a eso alcancé a ver la oscura silueta de Tony, que volvía ya con un par de refrescos, haciendo equilibrios mientras subía las gradas hasta nosotros. Empujé a Paco hacia su asiento, y con una sonrisa se incorporó mientras se limpiaba la boca con la mano. Parecía que nada había pasado, y yo, con la verga tiesa y fuera de la bragueta sólo alcancé a taparme con la bolsa de palomitas sobre el regazo, mientras trataba de poner una cara que no fuera de culpabilidad.

Tony me entregó uno de los refrescos, y le agradecí el detalle. Intenté concentrarme de nuevo en la película, pero la verga me pulsaba dura y tensa, y me costó trabajo retomar la trama. Paco tampoco ayudaba mucho. Comenzó a comer palomitas de mi bolsa y aprovechaba cada viaje para rozar mi verga, volviéndome loco mientras él sólo sonreía en la oscuridad.

Del resto de la película vi. muy poco. Estaba más pendiente de Paco y sus continuos roces de lo que sucedía en la pantalla. En cuanto aparecieron los créditos me acomodé la ropa lo mejor posible y salimos de la acogedora oscuridad del cine a la brillante y cruda realidad. Sentí que toda la gente podía leer en mi cara lo que había sucedido adentro, pero en realidad nadie salvo, y Paco por supuesto, lo sabía.

Denme chance de pasar al baño – anunció Paco a la salida.

A mí me urge ya un cigarro – dijo Tony sacando ya la cajetilla, y yo simplemente me quedé callado, mientras Paco me hacía un gesto disimulado para que lo acompañara.

Enfilamos al baño. La erección que apenas comenzaba a bajar se intensificó nuevamente con el sólo hecho de seguir a Paco y ver su mirada cómplice y traviesa al mismo tiempo. Nos paramos frente a urinales contiguos, afortunadamente vacíos, y me saqué la verga, más tiesa que nunca, mientras Paco la miraba sin el menor disimulo.

Neta que la tienes bien grandota, wey – volvió a decirme. Un hombre que recién llegaba nos miró escandalizado y ambos rompimos en carcajadas al ver que el señor, que había empezado a abrirse la bragueta, la cerraba inmediatamente y abandonaba el baño presuroso.

Paco me tomó de la mano y me jaló hacia los cubículos que estaban en el fondo y aprovechando que nadie miraba nos metimos los dos en uno de ellos. Sentí el temor de ser descubiertos, pero me ganó la calentura y la excitación de estar haciendo algo prohibido, y más aún en su compañía.

Shhhh – susurró Paco con un dedo sobre los labios, tan sonrosados y sonrientes, sensuales, noté de pronto, y me sorprendió descubrir que algo tan evidente se me hubiera pasado por alto hasta entonces – no hagas ruido – me dijo en voz baja, acercando su rostro al mío, acercando sus labios a los míos, rozándolos apenas con un tenue beso, apenas dibujado, y que aún así logró incendiarme de pasión.

Sus manos se posaron en mi cintura. Un abrazo, la cercanía jadeante de su cuerpo. Era un poco más alto que yo, no mucho, y su rostro se acercó de nuevo al mío, esta vez con los labios entreabiertos, la punta de la lengua asomando entre ellos, y me besó plenamente, como si fuéramos novios, imaginé de pronto, y me metió la lengua en la boca, como si fuéramos amantes, razoné entonces, y sus manos buscaron mi bragueta mal cerrada y sacaron mi verga. El beso de Paco saltó de mi boca hacia mi verga en cuestión de un segundo. Ahora esta arriba, ahora ya está abajo. Maravilloso truco, pensé para mí mismo, replegándome contra la pared del cubículo, apenas consciente de que había otras personas cerca y de que debía quedarme callado.

Tomé la cabeza de Paco entre mis manos. El cabello sedoso subía y bajaba sobre mi entrepierna, hasta el punto en que creí que iba a estallar. Paco emergió de las profundidades en las que andaba. Los ojos le brillaban oscuros y traviesos. Tomó mi mano y la puso sobre su entrepierna. Era la primera vez que lo tocaba. Que tocaba a cualquier hombre, razoné de pronto, y se sentía bien, me dije a mí mismo, comenzando a acariciar aquel bulto, duro bajo la ropa. Entonces se volteó, me dio la espalda, y creí torpemente que no le había gustado la forma en que lo tocaba. Sentí un principio de doloroso rechazo, lo que me hizo recordar a Brenda, porque igual lo sentía siempre con ella, pero Paco, mucho más avispado que yo en aquellos menesteres, tomó de nuevo mi mano y la llevó a sus nalgas, y entonces comprendí porque se había volteado.

Jamás, nunca de los nuncas, hubiera imaginado lo que me iba a excitar tocar unas nalgas masculinas, o al menos unas como aquellas. El pantalón le quedaba ajustado, no apretado, pero si lo suficiente justo como para mostrar la deliciosa curva de su trasero. Comencé a tocarlo tímidamente, pero Paco empujó la cola hacia mí, haciendo que algo, algo oscuro y perverso despertara en mi interior. Quería esas nalgas, comprendí de pronto, las deseaba, las quería para mí, pensé avorazado, agarrándolas de lleno, con ambas manos, como si quisiera asegurarme que nadie me las arrebataría.

Todo bien? – preguntó una voz afuera, zapatos negros relumbrosos, según vimos por debajo de la puerta, un policía. Paco mantuvo la compostura. Se subió a la taza del baño para que no se vieran sus pies y me indicó por señas que saliera. Lo hice, tan nervioso que no me atreví a mirar al policía a la cara y con la mirada baja apuré el paso hasta la salida, donde esperé a Paco, que apareció unos minutos después. Sentí un alivio inmenso y soltamos una carcajada al ver salir tras él al policía, que con cara circunspecta nos miraba, y corrimos hacia la salida jugando como niños, para encontrar a Tony, que ya iba por su segundo cigarrillo.

Dónde andaban, cabrones? – preguntó arrojando la colilla al piso.

Yo en el baño – contestó tranquilamente Paco, artista de la mentira – y éste – dijo señalándome con un gesto - hablándole a la Brenda para decirle que se podía ir directito a la chingada!

Todos soltamos la carcajada y nos fuimos a buscar a las novias de mis amigos. Me sentí culpable cuando saludé a Nancy, la novia de Paco, pero disimulé lo mejor posible.

Cuál es el plan ahora? – preguntó Tony a las chicas.

Pues no se ustedes, pero nosotras nos vamos a hacer las uñas y algunos otros arreglos – contestaron coquetas.

Traes carro, verdad? – preguntó Paco a su novia.

Si – contestó ésta dándole un rápido beso – así que pueden irse a dónde quieran que nosotras nos entendemos por nuestra cuenta.

Entonces vamos a la casa – sugirió Paco – encargamos una pizza y allá las esperamos mas tarde, sale?

Todos de acuerdo, nos despedimos de ellas. Tony traía su propio carro y yo andaba a pie, así que cuando llegamos a los coches cada uno se acercó al suyo mientras yo esperaba indeciso junto a la acera.

Con cuál de los dos te vas, Omar? – preguntó Tony.

Antes de que pudiera abrir la boca, Paco contestó que yo me iría con él. Tal vez por la forma en que lo dijo, o a lo mejor por los rastros de culpabilidad que aún sentía en mi rostro, pero me pareció ver una mirada sospechosa en Tony, un rictus tieso en la boca, la espalda envarada o a lo mejor sólo fueron imaginaciones mías.

Parece que se encabronó – le comenté a Paco al subirme al coche.

No, no creo – contestó éste despreocupado, mientras arrancaba.

Comenzamos a avanzar detrás del auto de Tony. El estacionamiento estaba a reventar y Paco tomó una salida distinta, pero en vez de salir a la calle bajó un nivel más y se estacionó de nuevo. Inmediatamente sentí un cosquilleo en la panza, la sangre corriendo de nuevo alocada por mis venas. Paco se acercó y me besó en la boca nuevamente.

Me gustas mucho, cabrón – me dijo entre beso y beso.

Yo me sonreí entre sus labios, o al menos lo intenté teniendo su lengua dentro. No le contesté, porque no sabía qué decirle, porque recién descubría que él también podía gustarme, novedosa novedad, y no sabía las palabras adecuadas, y esperé que mi silencio no fuera interpretado como rechazo, porque si alguien sabía de rechazos era yo, y me prendí entonces de sus besos, porque si no había palabras habría acciones y le tomé el rostro entre las manos, mientras él me buscaba ya la cremallera de los pantalones y yo alzaba las caderas para facilitarle la tarea.

Me la comería completita – comentó al tener mi verga desnuda entre sus manos.

Hazlo – le susurré simplemente, acariciando de nuevo su cabello y se la metió en la boca, la misma que segundos antes me besaba y que no atinaba a elegir en cuál de los dos lugares la prefería.

Me succionaba suave pero profundamente. Mis huevos hinchados estaban ya a punto de explotar.

Si sigues me harás venir – le dije con dientes apretados, aguantando lo mejor posible.

Dale – dijo simplemente, un eco entre los jadeos y susurros – dame tu leche, dámela toda.

Y exploté poco después, jalando sus cabellos, estirando las piernas tanto como lo permitía el reducido espacio de su auto, resollando una maldición que me salió desde lo más profundo.

Puta madre! – grité sin poderme contener, y Paco, alguna vez dejaba de sonreír?, estalló en una carcajada gorgojeante de semen, mi semen, mientras terminaba de tragarlo mirándome con ojos encandilados.

Sabes rico – dijo limpiándose los labios con el dorso de la mano, y me besó de nuevo, con el sabor acre de mis propios mecos en los labios.

Encendió el auto y arrancamos. Pasamos a comprar la pizza y llegamos a su casa, donde Tony, más malhumorado que nunca pisoteaba una pila de cinco cigarrillos.

Porque putas tardaron tanto? – preguntó nada mas que llegamos.

Iba a contestarle pero me fulminó con la mirada, al parecer esperando la explicación de boca de Paco, pero éste se limitó a mostrarle la pizza e informarle que habíamos esperado un chingo mientras nos la preparaban, pero al parecer no le creyó, y me volvió a mirar de mala manera, como si intuyera que yo era el culpable del retraso.

Entramos en la casa y al ser la primera vez que iba opté por sentarme en la sala, mientras Paco y Tony caminaban hacia adentro, tal vez la cocina, pensé, porque escuché ruido de platos y vasos, y poco después voces apagadas que discutían.

Esperé un rato, pero la discusión continuaba, subiendo el tono de las voces.

No te hagas pendejo! – escuché que reclamaba Tony – te lo andas chingando, no me mientas cabrón!

Algo le contestaba Paco, pero con voz más baja, como tratando de tranquilizarlo, pero la bestia andaba suelta y la música parecía no ser lo suficientemente buena como para calmarla.

Dímelo en mi pinche cara! – escuché a Tony gritar más airado todavía – y déjate de mamadas, hijo de tu pinche madre!

Silencio, murmullos, forcejeos, voces sofocadas y yo, planeta solitario en el universo de la sala, me retorcía en la espera, indeciso de acercarme, incapaz de abandonar la casa, a la orilla de aquel drama inesperado, sin saber si formaba parte de él o si como simple espectador debía esperar su desenlace.

Terminó ganándome la curiosidad, y tras esperar un par de minutos me acerqué al origen de los ruidos, atraído por el sonido, como la palomilla que se acerca a la flama, sabiendo que va a quemarse pero incapaz de detenerse.

En la cocina, Tony con los pantalones en los tobillos me miró con rencor pero no delató mi presencia. Hincado frente a él Paco le mamaba la verga, dándome la espalda, por lo que no podía verme. Tony le sujetaba la cabeza, guiando sus movimientos, controlando la cantidad de verga que le metía en la boca, una verga larga de sonrosada punta, un estilete con el que parecía querer ahogar a Paco, el amante traicionero, comprendí plenamente.

Los huevos, puta! – le ordenó Tony con dientes apretados, no supe si de enojo o de placer, y Paco se los lamió obediente, con esa lengua, recordé de pronto, que hacía unos minutos había tenido en mi boca. El pensamiento me excitó, llana y simplemente, me excitó. Mi verga despertó furiosa, como si no me hubiera venido hacía menos de una hora.

La mamada continuó durante varios minutos, hasta que Tony jaló el pelo de Paco hacia atrás, obligando a Paco a voltear el rostro hacia arriba, la boca abierta, los ojos centelleantes y entonces escupió dentro de su boca. Nunca había visto algo así. Paco aceptó el salivazo y no opuso resistencia cuando Tony le empujó hacia el fregadero y con manos ansiosas y furiosas le bajó los pantalones y los calzones hasta los tobillos. Un salivazo más, ésta vez directo a su culo, a sus nalgas entreabiertas, y tras restregarle la verga un par de veces entre la raja de su culo comenzó a penetrarlo justo allí, frente a mis ojos.

Despacio – pidió Paco, ojos cerrados, no supe si de dolor o de concentrado placer.

Qué despacio ni que la chingada – contestó Tony, metiéndole la verga casi hasta la mitad con un solo empujón – si andas de putita caliente buscando verga, pues verga tendrás – amenazó, y terminó de empujarle hasta el fondo lo poco de su miembro que había quedado fuera.

Paco se agarró de las llaves del fregadero, de la orilla del mueble, del aire que retenía aún en sus pulmones, de mis ojos que lo devoraban todo, de mi azorada sorpresa y mi cada vez mayor calentura, que lejos de disminuir ante la violenta escena parecía aumentar con cada furiosa arremetida de la verga de Tony dentro el culo de Paco. Qué locura!

Esto querías? – preguntaba Tony, aún furioso, golpeando las hermosas nalgas de Paco con su vientre, en aquel característico chocar de caderas, ese eco de la carne contra la carne, que excitó todavía mas, si es posible, la pasión que ya me devoraba.

Sí – contestaba Paco, culo abierto, sediento, sodomizado, lleno de verga y satisfecho – sí, eso quiero.

Tony empujó con mas fuerza, un martillo apasionado, pistón incansable, tomando a Paco de las muñecas, obligándole a inclinarse, a recibir todo lo que le daba, a aceptar su verga y su dominio, su rabia de macho celoso y enojado.

Y lo mejor de todo – abrió la boca Tony, entre empujón y empujón, resollando venenoso– es que tu nueva conquista vea lo puta que eres.

Entonces Paco abrió los ojos y me descubrió en el vano de la puerta. El desencanto y la lujuria pelearon unos instantes en su mirada vidriosa, pero la verga que estaba en su culo pareció ganar la batalla fácilmente, porque se rindió de nuevo sobre el fregadero, se doblegó como un muñeco sin cuerda, aunque con los ojos abiertos, sin dejar de mirarme, invitándome a marcharme, pidiéndome que me quedara, pero no tuve que tomar ninguna decisión, porque Tony, todavía rencoroso, con la inquina alborotada me ordenó que me acercara.

Sácate la verga, Omar, y termina de una puta vez lo que empezaste! – me gritó desdeñoso.

Yo no sabía qué era lo que había empezado, pero sí sabía que quería continuarlo y sacarme la verga que ya me quemaba dentro de los pantalones, así que me los bajé hasta los tobillos, igual que ellos y me acerqué tan sediento como ellos, igual de perdido, tizón encendido cayendo en el fuego. Los ojos de Paco miraron mi verga codiciosos, los de Tony envidiosos, pero no se retractó, y jaló a Paco de tal forma que en vez de inclinarse sobre el fregadero lo hiciera sobre mi regazo y todo sin dejar de tener la verga bien metida en su culo.

Andale, zorra, mámale la verga, que seguramente te mueres por hacerlo – le dijo al tiempo que lo empinaba para que pudiera chupármela - si es que no lo hiciste ya en el coche, maldita puta!

Ni Paco ni yo quisimos sacarlo de la duda. El porque no podía hablar con la boca llena de verga, de mi verga, suspiré complacido, y yo, porque intuí que no era una información conveniente en ese momento.

A que te la mama rico – comentó Tony, pero no le contesté, porque los escalofríos de placer llenaban mi cuerpo, potenciados al máximo sólo con ver lo que Tony le hacía a Paco en el otro extremo.

Y no era yo el único sobre excitado. Tony comenzó a resoplar de placer, próximo a venirse y con renovados bríos comenzó a bombear desesperado entre las apretadas y bonitas nalgas de Paco que sólo gemía apagadamente sobre mi verga, y en un ronco bramido terminó viniéndose dentro del cálido túnel de mi amigo.

Venga – dijo cuando retiró su verga – terminemos con esto de una buena vez.

No entendí a qué se refería, y para mi sorpresa, y creo que también la de Paco, Toný despegó la exquisita boca de mi verga y le dio la media vuelta a Paco, poniéndomelo de nalgas. La satinada curva de su trasero se pegó a mi endurecido miembro y aspiré el húmedo olor del sudor en su cuello y espalda.

Anda, empínate – le ordenó Tony palmeándole las nalgas – que esta noche terminarás con algo más que pizza en el estómago, porque entre Omar y yo te vamos a llenar de lechita

Déjame descansar – pidió Paco razonable, pero Tony lo empujó hacia abajo, y yo no pude resistir la tentación de probar por primera vez lo que era cogerse un culo masculino, y menos uno tan exquisitamente bien formado como el de Paco.

Traté de ser gentil, pero seguramente Paco estaba ya lastimado de tanto roce, porque gimió de todas formas, aunque aguantó perfectamente. Tony nos miraba, y aunque al principio me sentí un poco cortado por su presencia pronto me olvidé de él, al sentir la deliciosa forma en que el ardiente culito de Paco me apretaba la reata. No necesité mucho para venirme, y mi leche se mezcló seguramente con la de Tony en el interior de Paco, que al sentir mi orgasmo próximo comenzó a masturbarse furiosamente, viniéndose casi al mismo tiempo que yo.

Luego de todo eso limpiamos la cocina lo mejor posible y nos sentamos frente al televisor a comer pizza fría, prácticamente sin hablar.

Las chicas no tardarán en llegar – dijo finalmente Paco, rompiendo el silencio – así que será mejor que digamos lo que tengamos que decir.

Tony, aún enfurruñado, permaneció callado. Yo sencillamente no sabía qué decir, así que fue Paco, siempre Paco el centro de todo, el que terminó hablando primero.

La cosa está así, cabrones – dijo con la sempiterna sonrisa bailando en su atractivo rostro – nos podemos hacer pendejos y hacer como que esto jamás sucedió o – miró a Tony primero, luego a mí – agarramos los tres la onda y nos la seguimos pasando bien.

Ni Tony ni yo dijimos nada. El silencio, delgada capa de hielo, comenzó a resquebrajarse.

Y nosotros qué? – preguntó Tony, amante dolido después de todo, y sentí su dolor danzando en la simple y llana pregunta.

Nosotros ya no seremos dos – le dijo Paco conciliador, acariciando su mejilla con una ternura que no había visto entre ellos - sino tres.

Me miraron. Yo asentí, qué más podía hacer?

Venga, cabrón! – aceptó finalmente Tony, poniéndose de pie aunque aún con el gesto duro, y yo hice lo mismo.

Me dio un abrazo, torpe al principio, con un resabio de resquemor, pero Paco se unió al abrazo, me dio un beso en la mejilla, otro a Tony. Después Paco me dio un beso en la boca, otro a Tony. Después Paco nos juntó por la cintura, Tony y yo, vientre con vientre, poco espacio y el aire que nos separaba se esfumó. Toný me besó tímidamente y de igual forma le correspondí.

Qué estoy haciendo aquí?, me pregunté por enésima vez, y por enésima vez no supe contestarme, salvo con la certeza de que allí estaba bien, que no había nada de malo, que lo que se siente así de rico no puede ser juzgado. Que si el destino, que si la vida, que si todas las pendejadas que ya sabemos sirven de algo o que si simplemente hay que seguir de largo y dejarlas resbalar por los costados.

El timbre sonó, las chicas llegaron, mis amigos eran los de siempre y yo, descubrí de pronto, seguía siendo el de siempre.

O acaso ya no?

Si te gustó, házmelo saber

altair7@hotmail.com