Taras y Marcos en la cama

La cama es territorio de muchas cosas, de la pasión, de la lujuria y de un amor que se abre paso a dentelladas con la vida...

Éramos una escultura sin bronces ni estaño que cincelar...la piedra o el granito no podría representar tal perfección en los cuerpos y en las sombras...

Veía sus hombros como una proyección de mis propios hombros...su espalda era la cornisa sensual y el borde de sus caderas junto a las mías...una pendiente que reclamaba caricias...

Entre adormecidos movimientos, con la sutil cadencia de su voz mezclada con la mía...comenzó a hablar...

"Somos guerreros...hoplitas de una estirpe ya desaparecida...no hay escudos en nuestros brazos...y nuestros arcos están sin tensar...la caza de los ciervos o las contiendas...quedaron muy atrás...pero somos guerreros...y éste será nuestro territorio de muertes...y de vida compartida...yo te daré a comer de mi pan...y tu serás mi alimento...devoraré tu boca...y el mundo a tu lado conquistaré..." "¡Serás mi amante...mi amigo...compañero..!."

Me abrazaba...y sentí la calidez de sus palabras como una caricia ardiente...se movió...y dulcemente salió de mi cuerpo...del santuario oculto en el que su miembro dormitaba...

Le vi tomar del cajón un frasco y al abrirlo llegó hasta mi la fragancia de un perfume delicado...tal vez...sí eran nardos...pero de dulce y suave olor...se sentó sobre mis nalgas a horcajadas...y comenzó a describir círculos sobre mi espalda...con aquella crema fresca y suave...y sus manos...dibujaron sobre mi...palabras...

La música, variaba la entonación y las cadencias parecían caer del techo...no soy un amante experto...hasta hoy simplemente había poseído cuerpos, penes, glandes, bocas...pero hoy...me sentía alarido...grito...reclamo...presa y cazador...no sé...solo era capaz de sentir...de sentir su miembro como una lanza rozando el canal de mis glúteos mientras el derramaba crema sobre mi...

Así como estaba...volví mis brazos hacia atrás y tome su pene entre mis dedos...y lo moví con suavidad mientras el extendía la crema...un respirar profundo y sordo salía de sus labios...parado el tiempo en nuestra habitación...

Aceleraba sobre mi espalda el ritmo de los círculos cremosos que dibujaba...el mismo ritmo con el que yo aceleraba los movimientos sobre su tallo...sobre su glande....así sentí...mi propio miembro sobre la seda de del cobertor...y...la cálida melaza de su propio placer salto sobre mi espalda...me arqueé al sentir su semen quemando mi piel...y grité...dije su nombre...¡Marcos!

La eternidad estaba allí...derramada...y entre mi espalda y su torso...no había nada...nada...nada...

Amor y placer una misma cosa...derramada.