Tantos besitos en la polla que al final se corren.

Miguel es el novio de una amigo mía. Pero yo quería jugar con su enorme tranca. Así que cuando le dije que sólo quería besársela, me dejó. No sabía lo que le esperaba...

TANTOS BESITOS EN LA POLLA QUE AL FINAL SE CORREN. 01

Por Inclinación Gay.

Todo empezó con Miguel, que es hétero. O al menos lo era, hasta que se encontró conmigo.

Él no sabía nada de mi inclinación gay, por lo que cuando apoyé mi cabeza en su falda, no hizo nada por evitarlo.

Yo tenía, en ese momento, dieciséis años, y era insospechable. Así que no tuve dificultad para rozarle la polla con el rostro. Tenía un delicioso y fuerte olor a macho. A la cuarta o quinta vez, sentí que su miembro respondía. Así que volví a rozarlo.

Miguel también se dio cuenta y al tener mi cara tan cerca de su polla, me advirtió para que yo supiera.

No me importa- le dije, frotando un poco más mi cara contra su polla, que siguió respondiendo. –No tengo intención de chupártela.-

Ah- dijo Miguel, aliviado.

Pero me gustaría besártela- le dije, frotándosela un poco más. Y a pesar de los intentos de Miguel, la erección siguió su camino. Yo aproveché su desconcierto para besarla la tranca a través del pantalón. Fue un beso largo y profundo, y luego otro, y otro. Ganado por el morbo de la situación y el placer, Miguel se dejó hacer. Y pude sacarle su tremenda polla afuera del pantalón. Muy gorda y blanca.

Entonces le dí un beso en la base de su poronga, cerca de los peludos huevos.

¿Vés? Sólo quiero darte algunos besitos.

Y empecé a darle muchos besitos con mis labios, sin abrir la boca. La poronga de mi amigo alcanzó su máxima dimensión, las venas que la recorrían estaban cada vez más gordas, por la irrigación. Él quedó recostado en el sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo, y su soberbia pija apuntando al techo.

Lo que no le dije era cuantos serían los besitos. Pero fueron muy seguiditos, y yo había pensado en superar los diez mil. Fueron besitos secos, pero mis labios trabajaban con pasión. Y mucha ternura. Él sintió la ternura con que le estaba mimando la poronga. Su respiración se fue acelerando, y yo le llené de besitos las bolas. Y después pasé a su culo que también le llené de besos, cubriendo sus peludas nalgas. Miguel estaba entregado.

No puedo decir cuantos llevaba hasta ese momento, pero seguramente había superado los quinientos besitos. Y seguí, después, todo a lo largo de su polla. Pero en cada lugar me detenía un ratito dándole besitos y más besitos. Así en cada pedacito de polla.

La pija de mi amigo parecía de piedra, por lo dura que estaba.

Yo seguí, por un lado y por el otro, y por los costados. Podía ver como sus bolas se hinchaban como resultado del trabajito que le estaba haciendo. Pronto lo tuve jadeando, con el glande afuera. Yo me estaba dando el gran placer de besar y besar su verga, tratando de evitar su corrida, para poder seguir jugando.

Llevaría más de mil besitos, cuando llegué a la cabeza de su pollota. El glande me llevó unos quinientos besitos por todos los costados. La pija le temblaba.

Cuando puse mis labios golosos sobre el ojete de su glande, siempre sin chupar, la succión de mis labios con los besitos secos, lo puso a mi merced. Así que continué con los besitos, sin darle respiro y sin pausa alguna. El pobre gemía descontroladamente. Hasta que luego de unos cuantos besasos intensos, supe que ya lo había liquidado, así que me quedé mirando los temblores de esa cabeza que preanunciaban la inminente eyaculación. Entonces abrí la boca y dejé que entraran sus chorros, uno tras otro. Los últimos ya no fueron chorros, sino sino una lenta catarata que bajaba por la polla. Y la fui sorbiendo con mis labios hasta dejársela completamente limpia.

Acababa de ordeñar a mi amigo, completamente, y seguí besándole la poronga dejándosela nuevamente al palo.

Sabía que estaba abusando de Miguel, pero con esa poronga ante mis ojos no me resistí al deseo de continuar besándosela.

Miguel yacía totalmente descuajeringado, pero yo tenía su garcha a mi entera disposición. Y continué mimándosela con mis besitos. Miles de besitos.

Esa fue la primera vez hice acabar a alguno con mis besitos, sin chuparle nada. Pero no fue la última. Otro día te sigo contando.

Por supuesto, sigo con Miguel, pero ahora lo tengo siempre y cuando yo quiero. Su novia ni sospecha como nos hemos hecho tan amigos.

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