Tanto tiempo sin verte

El encuentro de un Amo y Su esclava después de unos días separados.

Tanto tiempo sin verte

Así y sin casi saber ni como hemos pasado más de 4 días sin verse; sin que el Dueño tenga la callada y continua atención de la esclava; sin que Él pueda recibir su servicio personal. No es que ninguno de los dos se hayan sentido solos, no.

Por motivos de trabajo, Él la tuvo que dejar sola e irse; marchó el lunes por la mañana temprano y vuelve el viernes al mediodía. Mientras tanto han tenido conversaciones telefónicas, momentos memorables de intensidad, la continua presencia del Uno en la otra y viceversa; solo les ha faltado un detalle… el intenso roce de sus pieles al que, tan agradablemente, están acostumbrados.

Llega a la casa, ella está en la cocina; casi sin palabras, Él se apodera de esa boca que Le pertenece; ella, ansiosa de Su roce, se deja arrastrar en su sumisión. Él suelta la boca, ella agacha la cabeza, toma la palma de la mano y la besa con ansia, con fruición.

Él la toma de la cara la hace mirarlo a los ojos, ella Lo envuelve con su mirada entregada y sumisa. Sin palabras, agacha la cabeza y, poco a poco, el resto del cuerpo hasta ponerse de rodillas ante Él abrazada a Sus piernas.

ella susurra: mi Amo, mi Amo, cuánto tiempo deseando poder hacer esto en persona.

Él sonríe, la mira, la toma de las manos y la levanta. De repente, sin aviso previo, vuelve a tomar con ansia esa boca que Le pertenece; se apodera de ella y, al hacerlo, hace que el alma de ella se instale donde debe, en el interior de Él.

Él dice: ¿está preparada la comida, Mi perrita linda???

ella contesta: sí, mi Señor, y la mesa esperándoos.

No son necesarias más palabras; se sientan a comer; ella sirve los platos y corta el pan, y ni la copa de vino, ni el vaso de agua dejan de estar atendidos en la medida precisa en ningún momento.

La tarde transcurre con tranquilidad, pequeños juegos, algún azote, algo más que solo refleja la necesaria simbiosis entre ambos. Él se haya cansado, tanto los días de ausencia como el viaje se Le han hecho pesados y la placidez en el servicio que está recibiendo es lo que precisa en esos momentos.

Juegan en los ordenadores y chatean un poco; cenan. ella Lo mira con ojos arrobados pero cansados, la tensión y el día han hecho mella también en su capacidad física.

Él dice: venga, nos vamos a la cama.

ella sonríe y se encamina a la habitación por delante de Él abriendo las puertas y la cama; se desnuda y espera a que su Señor esté tumbado; se tumba a Su lado arropando a ambos y cubriéndolos con la manta y la sábana.

Él, rápidamente, se queda dormido, ella vigila Su respiración y, sin decir ni palabra, acurruca su cuerpo pequeño y desnudo al lado del de Él, feliz, contenta por poder apretarse y sentir Su piel finalmente.

La noche pasa despacio y al despertarse Él nota que ella está aún apretada contra Su cuerpo desnudo. Tiene una considerable erección y tiene ganas de que, después de tantos días, Le haga una mamada de las intensas.

La toca con suavidad, despertándola y, ella, abre sus ojitos con una sonrisa. Él señala con un dedo Su polla enhiesta, ella pone una mirada suplicante, supone, con razón, que estará sudada y sucia.

Él: vete a por una toalla húmeda y lávamela.

Con un movimiento de cabeza y una súplica en la mirada parece negarse a obedecer.

ella: por favor, mi Señor, lávesela Usted, que ya sabe que me produce muchas arcadas si me la meto así.

Él: de acuerdo, pero

Sin más palabras, Su mano se abate sobre el culo de ella con fuerza, casi con fiereza; cae una, dos, tres… dos docenas de veces, acabando en un doloroso pellizco en cada nalga.

Él: esto por no hacer inmediatamente lo que te he mandado, pero tienes razón; deseo disfrutar de esta mamada con intensidad así que mejor Me la lavo Yo aunque se vaya a quedar chiquita.

Se levanta de la cama desnudo mostrando su cuerpo sin pudor y se vuelve hacia la cama.

Él: No se te ocurra moverte de esa postura.

La esclava está en una postura incómoda, con las manos bajo la barbilla y los codos estirados; el culo rojo y en pompa y las rodillas bien separadas mostrando su coño chorreante. Evidentemente, no contesta.

Él se lava su órgano con cuidado de no dejar restos de sudor ni de ningún otro olor y, con él tremendamente empequeñecido en contraste con como lo tenía antes, vuelve a la habitación.

Al llegar, sonríe para Sus adentros, ella mantiene la postura en la que se encontraba, sin cambios. Rápidamente decide que no se merece disfrutar más que del propio disfrute de su Dueño.

Se tumba a su lado en la cama con el cuerpo bien estirado y las piernas abiertas.

Él: Empieza, perrita Mía y hazlo con cuidado; espero que consigas que crezca a como estaba o incluso más.

ella asiente con un movimiento y empieza a besarla y a tragársela con ansia. La polla empieza a crecer en su boca.

Él: tranquila, niña; no hace falta que seas tan ansiosa, tómalo con más calma.

Al oírlo, ella desciende la intensidad, la prisa que parecía poseerla.

Poco a poco va notando como crece en el interior de su boca y apenas puede ya meterla entera cuando, sorpresivamente, recibe el primer azote.

El azote ha sido duro e intenso, con sabor a disfrute del que Lo ha aplicado sin pensar si la persona que lo recibe lo disfrutará.

De la impresión, mete toda la longitud de la polla en su boca, hasta su garganta y llega inmisericorde la primera arcada. Sin embargo, no solo no se deja vencer por ella sino que toma con más ahínco la polla y la lame y la chupa mientras nota como se engrandece a una buena longitud y grosor; sin duda ninguna, mayor que el que tenía cuando su Amo se levantó de la cama.

Los azotes y las arcadas se alternan en este vaivén en que su cabeza está concentrada cuando llega una arcada especialmente fuerte y Él separa su boca de Su polla engrandecida.

Él: adora a este objeto de Mi placer tal y como se lo merece, Mi esclava.

Lo mira con intensidad y, adoptando la posición de adoración, empieza a besar y lamer a lametones la erguida polla; Él la sujeta por el pelo de la nuca mientras lo hace dirigiendo la cabeza al punto donde desea recibir la adoración en Su aparato sexual.

Repentinamente, Él tira del pelo de ella y la coloca con la cabeza al lado de la Suya propia; Se levanta y se coloca tras ella haciendo que esté tumbada excepto su culo colocado en pompa. En esta postura, y sin ningún tipo de contemplación, la penetra hasta el fondo de un solo golpe. ella no puede evitar exhalar un pequeño grito de dolor; Él no ha tenido ningún cuidado y la ha poseído sin contemplaciones haciendo que sus labio vaginales se plieguen dolorosamente y que su coño arda de dolor.

Sin embargo, y al contrario de otras muchas veces, Él no para; ella suplica que tenga un poco más de cuidado pero, cada vez es más evidente que, Él busca, únicamente, Su propio placer; ella se entrega absolutamente; proporciona su dolor para que Él disfrute y se llene de Sí mismo, de Su esencia.

Las manos de Él recorren el cuerpo de la esclava sometida tomando sus pezones entre Sus dedos.

Él la exige: humíllate, pequeña Mía, ¿qué es lo que eres???

ella: soy Su perrita, mi Señor.

Él: no, mucho más humillada, llamándote lo que no te gusta que te llamen.

ella: soy, Su esclava, Señor; Su perra; soy lo que Ud. desee que sea.

Él: ¿Para qué fuiste concebida, perra???

ella: Para dar placer a mi Señor; para ser el receptáculo de Su goce; para que Él haga con mi cuerpo y con mi alma lo que desee, aquello que Le proporcione placer.

Mientras dice esto, y a pesar del dolor que siente en el coño que ya no la pertenece, la esclava nota como su excitación por la entrega y el dominio ejercido crecen fuertemente en su interior; como sus flujos vaginales inundan su interior facilitando la penetración que representa la posesión de su cuerpo por Él, su aceptación de que su entrega hacen de ella un simple receptáculo para el placer de Él.

Y, en este conocimiento, se siente llena y plenamente satisfecha de ser lo que es.

En ese instante nota como Él se pone tenso y empieza a derramarse en su interior en una corrida larga y espesa; como siempre con nada más que un silencioso gemido gutural.

Él se tumba encima de ella y ella se siente en la gloria.

Dura poco esta postura pues la polla del Amo se encoge con rapidez; Él toma una toalla pequeña y se levanta colocándola para que tape la raja de ella; luego dirige directamente Su polla a la boca de ella.

Una vez más en silencio, ella la toma entre sus labios, sin manos, y la limpia lamiéndola y degustando el sabor entremezclado que la proporciona; sintiéndose inmensamente feliz de ser lo que es… la esclava de su Amo, el receptáculo de Su placer.

ella: gracias, mi Amo; gracias, mi Dueño; gracias, mi Señor por dejarme ser lo que siempre he deseado ser; por dejarme ser Su esclava, Su sirvienta, por permitirme regalarle mi cuerpo, mi mente y mi alma para que disfrute de ellos como Le plazca.