Tania y su Tutor

Tania es realmente sumisa, aun sin haber tocado jamás a su amo...

Me llamo Tania. Soy una mujer de 37 años, con título universitario, independiente, hecha a mi misma, y ahora mismo trabajo como jefa de un departamento en una importante empresa. Físicamente, resulto atractiva. Mido sobre 1.65, tengo un cuerpo sensual, según muchos hombres, bonitas piernas, amplias caderas, y unos pechos que esos mismos hombres miran muchas veces sin disimulo. Y además, una melena rizada pelirroja, absolutamente pelirroja. Una melena salvaje.

Y ahora mismo, medianoche, estoy en mi cama, tendida sobre el edredón, vestida con solo unas medias negras hasta media pierna y un sujetador, también negro. Nada más.

Bueno, algo más, sí. Un ordenador portátil cerca de mi, una cam encendida, auriculares, y una imagen el ordenador. La de mi Tutor. Porque soy sumisa.

Todo empezó no hace demasiado tiempo. Le conocí por Internet, y ya en la primera charla, vi que era diferente a tantos "amos" que pululan por la red. Yo no sé quien es un amo bueno y un amo malo. Pero sé lo que busco, sé como entiendo una relación de sumisión. No soy un pedazo de carne.

Algunas mujeres, salen a la calle sin bragas debajo de su falda porque les excita, sin más. Mujeres convencionales.

Otras, lo hacen porque les obligan, sin desearlo, sin disfrutarlo. Mujeres sometidas.

Pero otras, como yo, nos ponemos húmedas sólo con que nos lo ordenen, y cuando vamos así caminando, sabiendo que lo estamos haciendo porque nuestro Amo así lo desea, nuestro grado de excitación es tal que bastaría una pequeña caricia para llegar al orgasmo. Pero nos lo tienen que ordenar, es necesario para nosotras.

Solo sé que le empecé a obedecer enseguida. A través de Internet. Todos los días, en mi trabajo, estaba pendiente de que me llegase algún correo suyo. Ah, si mis subordinados supieran que alguna de las veces que pasaba delante de ellos, en dirección a los baños, iba en realidad a quitarme las bragas, porque mi Tutor no me permitía leer sus mensajes con las braguitas puestas. Y que a la vuelta, llevaba esas mismas braguitas encerradas en mi mano, porque mi Maestro así lo quería.

Aunque, para qué engañarnos, esos paseos no fueron muchos, porque enseguida adquirí la costumbre (impuesta por mi Tutor) de quitarme las braguitas rápidamente en mi propio despacho. Primero, sentada en mi silla, arrimándome a la mesa, levantando el culito y bajándome las bragas con rapidez hasta sacármelas por las piernas y guardarlas en un cajón, antes de leer el correo. Después, el morbo de la excitación podía conmigo, y me situaba detrás de la puerta cerrada que me separaba de mis empleados, me subía el vestido hasta la cintura, y me quitaba las bragas con calma. Y, mojada ya, sólo con eso, sin haberme bajado el vestido, volvía lentamente a la mesa y me sentaba a leer el correo de mi Maestro, temiendo que en cualquier momento alguien abriera la puerta. Temiéndolo, si, pero mojada.

Tampoco eso duró demasiado. Mi Tutor rápidamente prescindió de la necesidad de que yo llevase ropa interior al trabajo. Solamente, los días de mi período, que yo le comunicaba previamente, me permitía llevar braguitas. Así que yo, la Jefa de Departamento, la pelirroja siempre vestida tan formal, tan seria a veces con sus empleados, iba en realidad siempre sin ropa interior bajo su falda y su blusa. Y como mi Tutor me había ordenado, más de una vez, recibía en mi despacho con cara muy seria a algún empleado. Pero perdonad un momento, mi Maestro me llama por el micro y le veo mirarme en la cam. Ahora vuelvo con vosotros..

Ya estoy aquí. El solamente quería saludarme. Lo he visto serio. Está como otras veces, trabajando en el despacho de su casa. Hoy estaba escribiendo. Pero me ha dicho que espere, que en seguida estará conmigo.Y que me quite el sujetador, hoy me quiere sólo con las medias. Ya me lo he quitado, por supuesto. Me apetecería tocarme un poco los pezones, aunque ya los tengo duritos, pero él no me ha dicho nada.

Bueno, ¿por donde íbamos? Ah, las reprimendas a algún empleado. Yo ordenaba a ese empleado sentarse enfrente de mí, separados uno del otro solo por la mesa, y procuraba mostrarme incluso un poco más enérgica de lo habitual. Solo intentaba que ese empleado interpretara mi excitación como la consecuencia de un simple enfado, y que por supuesto, que ni se le pasara por la imaginación que su jefa pelirroja estaba sencillamente al borde del orgasmo, como consecuencia de las bolas chinas que llevaba en su coñito durante todo el día, como su Tutor le había ordenado. Tengo que reconocer que esos días lo pasaba un poquito mal. Era tanta la excitación, tantos los deseos de masturbarme...pero mi Maestro había sido claro. Sólo lo podría hacer al llegar a mi casa. Aunque, si es verdad, que si yo realmente sentía que no lo podía soportar, que mi cuerpo reclamaba imperiosamente la liberación de un orgasmo, bastaba con un sencillo mensaje, generalmente por teléfono, en el que le comunicaba a mi Tutor mi estado. Y él, siempre me contestaba, generalmente dándome permiso.

Por cierto, hablando de mi casa. También se estableció enseguida una rutina. Al llegar a ella, rápidamente me introducía en mi habitación (comparto piso con otra chica), y volvía a mirar el correo. Y, si de nuevo, aparecía un mensaje de mi Tutor en la bandeja de entrada, me desnudaba por completo antes de leerlo, como él me había ordenado. Y solamente con el simple hecho de quitarme la ropa, porque un hombre me lo ordenaba en la distancia, yo ya estaba excitada. Sé qué a muchos os parecerá extraño, pero sé que otros, sobre todo, las mujeres verdaderamente sumisas como yo en el aspecto sexual, me entenderán perfectamente.

Y si, en ese mensaje, me ordenaba, por ejemplo, sin más, que me tendiera en la cama de mi habitación, programase el temporizador de mi cámara digital, y empezase a masturbarme mientras la cámara me fotografiaba sin piedad, mi cuerpo ya temblaba sólo preparando la cámara. Y, aunque mi deseo más ferviente era el de masturbarme despacito, porque deseaba obtener muchas fotos para que él pudiera disfrutar de mi cuerpo desde todos los ángulos posibles, y en todas las posturas imaginables, la excitación me vencía y me masturbaba salvajemente, deleitándome en hacerlo porque mi Maestro me lo había ordenado e imaginándome su cara cuando el recibiera las fotos a continuación.

Aunque yo siempre intento complacerle en todo lo que me ordena, entre otras cosas, aunque parezca complicado de explicar, porque yo sé que cuando él me exige algo, también está buscando mi placer, está pensando en mi. El no saca sólo placer de verse obedecido, yo sé que saca un inmenso placer de adivinar mis más íntimos deseos, aquellas fantasías que deseo realizar, pero que nunca haré a menos que me lo ordene alguien, porque esa es precisamente la mayor fantasía de todas. Que me lo ordenen.

Como aquel día, cuando fui a la oficina de correos, como siempre ya en esa época, totalmente desnuda bajo mi vestido de verano rojo, de tirantes, dejando ver a todo aquel que quisiera mirar, una gran parte de mis pechos, y marcando descaradamente mis pezones totalmente excitados y duros en la fina tela del vestido. De hecho, sus instrucciones eran totalmente precisas. Antes de pedir el paquete, yo debía haber acariciado mis pezones, tenía que haberlos excitado completamente, tenían que percibirse claramente bajo el vestido.

Todavía recuerdo como la humedad surcaba mi coñito cuando recogía el paquete que él me había mandado. Para mí. Para su sumisa. Para su niña, como decía a veces. Recuerdo, como al llegar a casa, encerrarme en mi habitación, y desnudarme completamente, como era preceptivo, abrí el paquete. Pero perdonad, otra vez. Veo en la cam que me vuelve a llamar. Ahora estoy con vosotros otra vez.

Ya he vuelto. Mi tutor sigue escribiendo. Pero me dice que acabará enseguida. Y me ha ordenado, que le espere con el vibrador rojo encendido dentro de mí. Y así estoy ahora, con el juguetito dentro de mi coño, sintiendo sus vibraciones, recostada sobre mi espalda, con las piernas muy abiertas, y resistiendo el impulso de empujar ese vibrador más dentro de mí, y sacarlo un poco, y volverlo a empujar..Pero no puedo hacerlo, él ha sido claro. Debo esperarle. Y mis deseos son tremendos. Solamente, cuando como consecuencia de la humedad que me llena ya, y quizás por algún movimiento involuntario, se desliza un poquito hacia fuera, lo vuelvo a meter despacito.

Porque además, veo claramente como él levanta la cabeza de vez en cuando, y me observa. Y cuando le veo mirarme, deseo que me dé la orden ya, de penetrarme a mi misma violentamente con el vibrador, deseo que me diga "Fóllate", "Fóllate de una puta vez". Pero todavía no lo dice..

Os estaba contando aquel día que desnuda ya en mi habitación, abrí el paquete. Dentro, había unas esposas y una enorme polla de plástico, casi real parecía, además de una hoja escrita con unas sencillas palabras..."conéctate y espérame". Jadeé sólo con ver aquello. Me conecté.

El no tardó en aparecer, y me fue guiando con su voz. Como tantas veces. Con tranquilidad, susurrando la mayoría de las veces. Aún recuerdo muchas de sus instrucciones, y la mayoría de mis palabras, también susurrantes, casi silenciosas..

-Arrodíllate en la cama frente al cabecero, Tania..

-Sí..

-Las esposas... esposa una de tus manos al cabecero de la cama..

-Si, Maestro. ya está

-Si , ya lo veo Tania..Ya lo veo..¿Estás mojada ya, verdad?

-Si, ya lo sabes..

-Si, ya lo sé. Siempre estás húmeda. Siempre. Siempre deseando que te ordenen. Estás preciosa así de rodillas, sí. Coge la polla del paquete..

-Ya está..

-Si, ya lo veo. Chúpala, chúpala como a ti te gusta. Así muy bien, muy bien. Imagínate que te están viendo tus empleados...si...Si ellos supieran...Si ellos vieran a su jefa, arrodillada en su cama, con una mano esposada, chupando una polla de plástico..¿Qué dirían, Tania, que dirían. ?

-Dios...que soy una puta...que la jefa es una puta....

-Si, lo dirían. Métete la polla ya entre las piernas...sí..Así. no. No te la pases por el clítoris. No lo necesitas, Tania... Tu lo sabes... estás mojada como una perra... Clávatela, si... así... La mano libre sobre el cabecero... si. Así,..como si estuvieran las dos esposadas...Cabalga, Tania...cabalga...

Recuerdo como cabalgué aquella polla. Me corrí rapidísimamente, allí, de rodillas, con las dos manos aferrando el cabecero de la cama como si estuviera realmente esposada, y moviendo frenéticamente mi culo, clavándome aquel enorme pollón hasta sentir que me iba atravesar entera.

Y mi Tutor me hizo lamer luego lentamente aquella polla llena de mis jugos, como si fuera su propia polla. Y yo lamía, con una mano esposada, y con la otra sujetando esa polla que mi lengua recorría de abajo a arriba. Y no me da vergüenza reconocer que me volví a correr otra vez. Sólo con lamerla, sólo con chuparla. Aunque fuera plástico, porque para mí era la polla de mi Maestro, la polla del hombre que me guiaba.

Quizás os preguntéis porque no le llamo "Amo". Bueno, a él no le gusta. Siempre me dice que no le pertenezco. Que la mi sumisión no es una orden suya, es una decisión mía. Que no se debe obedecer a quien no sabe mandar. Y tiene razón. La verdad es que al principio le llamaba sencillamente por su nombre, y a veces aún lo sigo haciendo. Lo de Tutor, Maestro, vino después, nació solo. ¿Porqué? ¿Qué más da?

Quizás, porque cuando a veces, cuando él me lo ordena, voy al cine sola, me sitúo en la última fila y desabrochándome los pantalones, introduzco mi mano dentro de ellos y me toco en silencio, siento que su mano me guía, aunque no esté allí.

O porqué, cuando hay un día de lluvia, me pongo en mi habitación el corsé de cuero que él me ha regalado, ese que solo sujeta mis pechos pero los deja al descubierto, unas sencillas medias, mis zapatos de tacón, y cubro esa desnudez con mi gabardina, saliendo a pasear así por el centro de la ciudad, siento entonces que me tutela.

O quizás, porque sé que él me espera impaciente en la noche, esos días en que yo he tenido que visitar a determinados clientes, y alegando una repentina indisposición, me he introducido en sus baños y me he fotografiado sentada en el water acariciándome el coño, o quizás de espaldas a la cámara, con las piernas abiertas, asomando mi mano entre mis piernas. Y esas noches le enseño las fotos y me siento orgullosa del placer que le doy, y veo como en voz baja me dice que soy la mejor sumisa que ha tenido nunca.

O sencillamente, porque deseo sentir su presencia esas noches que se conecta, que me mira, que me susurra por el micrófono, que me acaricia con la voz. Cuando la hace así, siento lo sabio de mi decisión, y no me importa tenderme en la cama y afeitarme el vello de mi coño mientras él me mira y contempla. Ni como estoy ahora, como ya sabéis, esperando con las piernas abiertas con un vibrador dentro de mí, sin poder acariciarme todavía. Ah, esperad otro momento, me vuelve a llamar...

Ya he vuelto.Si, he tardado un poco más. Pero él ya había terminado sus tareas y me ha ordenado que me sacara el vibrador. Y luego, susurrándome, como hace siempre, me ha hecho sentirme una zorra mientras me mandaba ponerme delante de él unas braguitas negras que tengo. Sobre todo, porque me ha ordenado meterme las braguitas bien por dentro de mi coño, tirar de ellas, sacarlas de nuevo, volver a meterlas. Me decía que estaba seguro de que las braguitas se empaparían porque sabía de sobra que mi coño estaría absolutamente mojado. Y tenía razón, como siempre. Y cuando me ha dicho que me ponga de rodillas delante de la cámara, y que si, ahora sí, me follase con el vibrador para él, sin quitarme las bragas, solamente apartándolas un poco de mi coño, lo he hecho entre gemidos......Me ha hecho darme la vuelta y ponerme como una perrita, y eso me vuelve loca. Y cuando me ha dicho que si estuviera en esta habitación, azotaría mi culo sin piedad, no he podido evitar darme yo misma esos cachetes en el culo con una mano, mientras la otra empujaba el vibrador. Y ya podéis adivinar que me he corrido como una perra, como la perra que él quiere ver a veces.

En fin, pero ya he vuelto. Porque mi Tutor me ha dicho que acabe de leer la historia. Si, he dicho de leer. Porque yo no la he escrito. La ha escrito mi Tutor, porque él me conoce. Y me ha pedido que os la leyera, aunque su mirada decía" Tania, si crees que algo de esto es mentira, no lo leas. Si crees que me equivoco, que no te entiendo, no lo leas. "

Pero ya veis, os la leo.