Tania e Iván Parte II; El Amante Perdido

Tania sigue reviviendo los recuerdos con su hermano. Pero le aguarda una sorpresa...

Tania e Iván Parte II;

El Amante Perdido

— Ey peque... ¿Estás conmigo? —. La voz de mi hermana Erika me sacó de mi estado y de pronto me encontré de nuevo sentada a su lado, en su coche y rumbo a su piso de Toledo. No sabía muy bien si me había quedado dormida o soñando despierta.

— ¿Qué?... —dije desorientada.

— jajajaja ¿A dónde te habías ido? Estabas en las nubes —se burló.

— No... No sé. Me he quedado en blanco... —mentí.

Lo cierto es que recordar la primera vez que mi hermano y yo habíamos estado juntos me había excitado bastante. Tenía las palmas de las manos unidas entre mis piernas y me había estado rozando disimuladamente sin apenas ser consciente de ello.

— ¿Pensabas en Iván? —El corazón me dio un vuelco— ¿Le echas de menos? —preguntó en un tono serio.

— Si... Muchísimo. Hace ya un montón que no hablo con él ni sé nada... ¿Cómo le va...?

—pregunté tratando de disimular.

— Bueno, papá está harto de él, dice que no hace nada en el instituto. Que discute por todo y que se pasa casi todo el día encerrado en su cuarto. Yo he hablado con él y le he metido caña pero no hay manera. Quizás si hablas tú con él te haga más caso... —comentó lanzándome una mirada fugaz.

— ¿Yo? —pregunté atónita.

— Sí, tú. ¿Qué te parece si le llamamos cuando lleguemos a mi casa? Si papá no se entera podrás hablar con él todo lo que quieras. Además, él también se muere de ganas de hablar contigo, que lo sé yo —sentenció.

— Te ha... Él... ¿te ha preguntado por mí?... —pregunté tratando de controlar mi entusiasmo.

— Sí, la verdad es que me pregunta muchísimo por ti. También te echa mucho de menos, aunque intenta disimularlo —. No pude evitar esbozar una sonrisa al imaginarlo. Saber aquello me reconfortaba de una forma increíble.

— ¿Sabes si tiene "algo"? ¿Alguna "amiga" o...? —. Sólo pensarlo hacía que me diese un vuelco el corazón. Yo me había mantenido fiel a él y apenas me había fijado en nadie simplemente porque le quería, pero había pasado casi un año completo desde que nos separasen y ni siquiera habíamos tenido ocasión de despedirnos en condiciones. Además, controlaban las escasas veces que nos dejaban hablar por teléfono y mi madre me impedía conectarme a Internet. ¿Cómo nos dejaba eso? ¿Seguiría sintiendo lo mismo después de tanto tiempo?

Vivía en una prisión que controlaba todos mis movimientos y probablemente él también. Quizás mi padre habría logrado quebrarle y se había dado por vencido. ¿Podría culparle si hubiera decidido rehacer su vida sin mí? ¿No sería lo mejor para todos? Seguramente si, pero no podía evitar sentir miedo ante la posibilidad de perderle definitivamente. Erika hizo una mueca.

— Pues la verdad es que si... Está loco por una chica. Yo la he visto y es bastante guapa. Además, creo que ya han tenido "algo" aunque por lo poco que sé ahora no están del todo juntos... Pero no me hagas mucho caso, tampoco es que sepa mucho del tema... —dijo sin perder de vista la carretera. Me pareció notarla algo tensa pero no dije nada ya que mi cabeza estaba ocupada con cosas más importantes.

Ella no lo sabía pero acababa de hacerme polvo por dentro. "Lo ha hecho, se ha olvidado de mí ", Pensé abatida. Comencé a llorar descontroladamente y mi hermana se alarmó.

— Eeeh, eeeh, eeeh... Peque ... ¿Qué pasa? ¿Tanto le echas de menos? —preguntó con expresión triste. Yo asentí como pude, lo cual hizo que me sintiera peor. Me dio un par de caricias en la mejilla pero agarró el volante impotente.

— Joder. Yo creo que papá y mamá se están pasando. No sé que hicisteis para cabrearles tanto, pero una cosa es que os castiguen y otra ya que os mantengan separados e incomunicados desde hace casi un año. Es que yo flipo, de verdad... —protestó. De nuevo su mirada era extraña y penetrante. Seguí llorando desconsolada pero tras un par de minutos puse todo mi empeño en serenarme antes de que a mi hermana le pudiera dar por sospechar. Ella me dirigió  una sonrisa tierna y cómplice.

— Jopé... Con lo que molaba cuando nos íbamos de vacaciones todos juntos... Tú e Iván os hicisteis uña y carne en las últimas ¿verdad? Las de Gijón. Hasta dormisteis en el mismo cuarto porque yo no podía dormir con tus ronquidos jajaja ... —. Recordar aquello me arrancó una sonrisa leve que mi hermana recompensó pellizcándome la mejilla—. Si... Esas vacaciones fueron geniales —sentenció—, Recuerdo las noches que  os peleabais de broma Iván y tú. Algunas veces mamá y papá se levantaban a regañaros porque no parabais de armar jaleo y luego por la mañana no había quien os despertase... —. Aquello también me arrancó media sonrisa, aunque claro, ella no sabía las cosas que mi hermano y yo hacíamos en secreto por las noches. Dios, que locos estábamos entonces.

Yo sabía que lo nuestro estaba mal, que nunca podríamos ser una pareja normal, pero le amaba sin remedio y en el fondo solo deseaba verle feliz. "Le tuve para mí más tiempo del que habría  soñado. Tengo que conformarme con eso" Pensé. Pero resultaba muy difícil convencerse de algo cuando mi corazón no paraba de golpearme con fuerza en el pecho insistiendo en lo contrario.

De todas formas Erika tenía razón en algo. Fue un verano genial, y si definitivamente había perdido a mi hermano para siempre que así fuese, al menos en mis recuerdos siempre sería mío.

Volví a dejarme llevar por los recuerdos en cuanto se instauró un incómodo silencio en el coche. En poco tiempo había retrocedido de nuevo a aquellas vacaciones, un día después de cometer ambos la mayor locura de nuestras vidas.

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Hace tres años;

L os dos estábamos tumbados en nuestras camas con la única y débil luz de la noche entrando por la ventana, acompañada del sonido del oleaje y el decreciente bullicio del paseo marítimo. Sabía que Iván aún no se había dormido por que hacía pocos minutos que habíamos apagado la luz y él sabía que yo no estaba dormida por que según decían roncaba un poco. Era una noche especialmente cálida por lo que opté por no taparme con la sábana pese a que era una de mis mayores manías.

Llevábamos sin hablar desde el día anterior por la tarde. Justo después de nuestro "encuentro" sexual. Nos evitábamos mutuamente y a penas nos dirigíamos miradas fugaces y avergonzadas durante la comida o la cena. Incluso nuestros padres y hermana se dieron cuenta y pensaron que estábamos enfadados.

Aquella noche yo estaba muy confusa. Por un lado la situación con mi hermano me aterraba. Era consciente de que dos hermanos teniendo sexo estaba mal, pero por otro lado y después de haberlo procesado un poco... Me excitaba. A penas había podido quitármelo de la cabeza desde que ocurrió y andaba caliente y distraída todo el día. En aquel momento, con mi cuerpo húmedo por el calor y la excitación y mi corazón latiendo a toda velocidad, de alguna forma, encontré el valor para hablarle.

— Iván... —susurré a la silueta oscura sobre su cama. Cuando vi que no contestaba dejé pasar unos segundos—. Iván... —insistí.

— ¿Qué quieres Tania? —contestó casi de inmediato. Parecía molesto.

— Lo de ayer... Ocurrió por mi culpa... —susurré apenada. Él guardó silencio—. Es que, joder, no sé qué narices me pasa, últimamente solo puedo pensar en "eso" —expliqué ofuscada.

— ¿En lo que hicimos? —contestó.

— Sí, bueno, también... Pero me refiero a "eso", al sexo... —. No era fácil que me abriese a nadie con esos temas así que tenía que aprovechar aquél inesperado arranque de valor.

— ¿Por qué? —.

— No sé, pero últimamente siempre estoy excitada y a veces pierdo la cabeza y hago cosas que... —. Mi hermano se incorporó sobre un codo al notarme ofuscada.

— Bueno, estamos en la edad, en parte es normal ¿no? —dijo con tranquilidad. Yo me limité a encogerme de hombros y tratar de ordenar mis ideas durante un par de minutos.

— Lo que hicimos ayer... ¿Realmente está tan mal? —pregunté al fin.

— Supongo que sí —susurró él incómodo.

— Entonces... ¿Por qué me gustó tanto? —. El susurro se perdió en la oscuridad mientras yo me maldecía por haberme atrevido a soltar aquellas palabras—. Nada, olvídalo... — Farfullé dándole la espalda avergonzada.

— A mí también me gustó... —soltó él enseguida. Mi rostro dibujó una leve sonrisa inconsciente al darme cuenta de que no era la única loca en el cuarto. — ¿Quieres... que me acerque? —preguntó inquieto tras unos largos segundos. Un tímido "sí" fue la respuesta y casi inmediatamente escuché como salía de su cama y se acercaba a la mía.

Sentí un escalofrío tremendo recorriendo mi cuerpo mientras mi hermano tiraba de mi hombro poniéndome boca arriba para después agarrar mis pechos sin mucha floritura. Era una camiseta fina y bajo la cual no llevaba nada por lo que pudo deleitarse a placer con cada una de sus caricias. No tardó en tumbarse a mi lado internando sus manos bajo la ropa mientras me sorprendía estrellando fugaces besos contra mi mejilla y mi cuello. Yo estaba muy excitada y me apetecía acariciarle, tocarle y tocarme a mí misma de paso, pero mi valor y mi moral, la Tania buena y la Tania mala, iban y venían a placer dejándome hecha un mar de dudas. Al menos hasta que agarró una de mis manos y la introdujo bajo su pantalón haciéndome descubrir su erección. A partir de ese momento todo lo demás vino solo y la Tania mala tomó el control.

El calor era asfixiante pero al mismo tiempo lograba templar nuestros nervios haciendo que poco a poco aquella situación me pareciese cada vez más cómoda. Ya no había más escalofríos, ya no había pensamientos que me hiciesen sentir como un bicho raro por desear aquello. Tan solo quedaban besos y caricias en la oscuridad.

Sus besos estaban comenzando a ascender por mi barbilla peligrosamente cerca de mis labios, por lo que ladeé la cabeza instintivamente sobreexponiendo mi cuello. Él no dudó en atacarlo con un fuerte mordisco de sus labios que me arrancó un leve quejido que se fue difuminando a medida que me dejaba atrapar por aquél escozor adictivo.

Cuando soltó mi cuello y lo noté palpitar supe que aquello me dejaría una buena marca, pero no me preocupé, no podía ver más allá de su rostro a pocos centímetros del mío anhelando un beso que no me decidía a darle. ¿Debíamos cruzar esa línea? ¿Qué significaría hacerlo? ¿Importaba realmente después de lo que ya habíamos hecho? Finalmente no hizo falta darle más vueltas porque me robó aquél beso sin que yo opusiera resistencia, y la verdad es que no estuvo nada mal. Ya había besado a chicos antes, pero no de aquella forma. No con aquella intensidad. Me gustaba.

Todo comenzó a detenerse unos segundos después hasta que el beso se extinguió, las caricias se detuvieron y los corazones se calmaron. Algo estaba naciendo entre nosotros en aquél instante. Algo bonito y cálido. Algo que llegaría a ser enorme un tiempo después.

Tras aquello me lancé de nuevo a sus labios y todo volvió a acelerarse, pero esta vez fue él quien comenzó a acariciarme entre las piernas mientras yo aún seguía masturbándole. Sus dedos eran más fuertes y osados que los míos por lo que no tardaron en penetrarme con fuerza provocándome una sensación extrema. Cuando separó sus labios de nuevo, fue para descender lamiendo mi cuerpo mientras retiraba lentamente mi pantalón corto y la parte inferior del bikini deshaciéndose de ellos. Pensé que se detendría para "jugar" con mis pechos de nuevo pero apenas les dedicó unos segundos y siguió descendiendo disparando mis alarmas. Cuando pasó de largo mi ombligo, tuve claro lo que pretendía.

— ¡No! —susurré alarmada tratando de detenerle— Iván, dios... No hagas eso... — Mis súplicas fueron en vano ya que la lengua y los labios de mi hermano comenzaron a explorar mi vagina. Si lo hacía bien o mal, no lo sabía, tan sólo sabía que aquello me gustaba muchísimo. Estuve a punto de perder el control de mis gemidos cuando el tacto ardiente de su lengua comenzó a estimular mi clítoris cada vez con mayor acierto. Él, como yo, estaba aprendiendo sobre la marcha a desenvolverse en aquella situación.

Lo cierto es que quería gritar, gemir, retorcer las sábanas con mis puños hasta romperlas, pero no podía hacer ruido y provocar una catástrofe familiar. En lugar de ello me mordí los labios, la mano o la camiseta que tenía subida hasta el cuello mientras trataba de controlar mi respiración.

Los minutos comenzaron a pasar y mi vagina ardía de placer, pero mi hermano no parecía dispuesto a parar a pesar de tenerme al borde del éxtasis. Pero entonces, tan lentamente como había bajado, su boca comenzó a ascender. Le lancé una mirada de frustración al creer que me quedaría a medias pero entonces noté que se había bajado el pantalón y deduje que su pene se acercaba peligrosamente a mi vagina. Su cuerpo impedía que cerrase las piernas así que empujé sus hombros con fuerza.

— ¡Iván! ¡No! —protesté inquieta— ¡Espera! ¡Espe...! — Sus labios silenciaron a los míos mientras la cabeza de su pene comenzaba a presionar tratando de abrirse camino hacia mi interior. Al final logré escapar de sus labios y empujar lo suficiente como para detenerle.

— No... Iván, por favor... Por favor, por favor, porfa... Eso no... —supliqué.

— No tengas miedo Tania... No voy a hacerte daño... - Su mirada era extraña, como si me suplicase que le dejase seguir mientras la presión de su pene iba en aumento.

— Joder, no me hagas esto... No me hagas esto por favor... —supliqué de nuevo. Pero lo cierto es que no puse mucho empeño en detenerle mientras la cabeza de su pene comenzaba a colarse lentamente. Estaba a punto de perder la virginidad con mi hermano y aunque hacerlo me aterraba, mi cuerpo pedía a gritos que me dejase llevar. Supongo que cuando has cruzado la línea todo cambia, no importa cuánto te asustes o te arrepientas, sabes que no hay vuelta atrás y que lo único que puedes hacer es seguir adelante y descubrir por qué lo arriesgaste todo. Tenía que saber si todo lo ocurrido había merecido la pena.

— ¿Quieres que pare...? —preguntó.

— No... pe-pero ve de-despacio —indiqué nerviosa finalmente. Me recompensó con un tierno beso que me permitió relajarme lo suficiente como para aflojar la presión de mis muslos contra sus caderas, y entonces continuó su avance lentamente.

— Aaah ¡dios!... —grité en un susurro cuando al fin entró entera. Aquello me sorprendió gratamente ya que nunca había tenido nada tan grande dentro de mí y, aunque sentía un leve escozor en el interior, no era comparable al placer.

Mi hermano volvió a retirarla lentamente dejándome una sensación extraña e inmediatamente volvió a penetrarme con algo más de intensidad. Una tras otra, cada embestida traía oleadas de placer que comenzaron a saturar mi mente obligando a mi cuerpo a actuar por instinto. Mis labios buscaron su boca, su cuello, sus hombros, su rostro y cualquier parte de su cuerpo que estuviesen a su alcance. Cuanto más me penetraba más ganas tenía de acariciarle y besarle apasionadamente. Estaba perdiendo la virginidad con mi hermano, sí, pero estaba siendo tan perfecto como se suponía que tenía que ser. ¿Cómo podía ser aquello tan malo? En sus movimientos había ternura, en mis reacciones había placer, ¿No se trataba de eso después de todo?

— Dios... Iván, aaah... No... Dios, no pue aaaah... ¡No aguanto más! —susurré como pude mientras mi hermano aceleraba el ritmo.

Lo que vino después fueron un par de minutos de respiración acelerada, besos despiadados, caricias desesperadas y miradas desafiantes hasta que me derrumbé tapando mis labios con desesperación para ahogar los gemidos que trataban de salir por mi boca. Toda la fuerza de mi cuerpo se escapó al final empapando el pene de Iván, que no cesaba de empujar rítmicamente mientras que mis sentidos comenzaban a funcionar de forma caótica.

Su aliento entrecortado chocaba ardiente contra mi piel mientras yo me retorcía bajo su cuerpo completamente fuera de control. A penas sentí cómo nuevamente sus labios succionaban la piel de mi cuello durante un buen rato mientras mi cuerpo comenzaba a calmarse. Sabía que él aún no se había corrido pero aún así bajó bastante el ritmo hasta casi detenerse concediéndome los minutos que necesitaba para recuperarme.

— Uf Iván... Es... —. Quise expresarle todo el caos de emociones y sentimientos que me hacían tener cada milímetro de mi cuerpo a flor de piel pero simplemente no me salieron las palabras. Él sonrió y volvió a besarme en los labios con más ternura de lo que esperaba. Aquello fue sorprendentemente agradable y no tuve más remedio que aceptarlo. Cada vez me estaba pillando más por mi hermano.

Lentamente, sus caderas comenzaron a moverse reanudando el va y ven que me había llevado al orgasmo e hizo que mi cuerpo se estremeciera de placer nuevamente, aunque no se precipitó. Sabía que yo aún trataba de recuperarme así que se contuvo y como en un oleaje lento y suave, mi cuerpo se dejaba mecer sobre un mar de sábanas blancas. Mientras tanto, nuestras miradas se cruzaban, nuestras manos dibujaban entre sombras las formas del otro. Los labios sellaban con besos el peligroso secreto que había nacido el día anterior. Creo que nos estábamos enamorando.

— Tania, ya no me arrepiento de nada... Me da igual... Esto no puede estar mal... —confesó empujando hasta el fondo y provocándome un estallido de placer que volvió a encenderme.

— Aaah, Uf, ahora no... Aaah —comencé torpemente—, ahora no me hables de eso... —concluí mientras soltaba una profunda exhalación. Mis susurros rompieron el silencio de nuestro cuarto y enseguida supe que lo había dicho excesivamente alto. Pero no ocurrió nada. Nadie se quejó.

Sus movimientos comenzaron a acelerarse mientras el sudor de nuestra piel facilitaba el roce de nuestros cuerpos. Mi excitación se desbordaba por mi vagina produciendo sonidos húmedos y empapando mis ingles dejando un rastro frío. Su respiración era errática y el tacto de sus latidos bajo mi mano indicaba que su corazón se esforzaba al máximo. Yo también me esforzaba a mi manera, mordiendo su piel, arañándola tal y como había visto o leído. Pero a decir verdad, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Sólo sé que él reaccionaba a todo lo que hacía y ello me hacía sentir bien.

Tardé un poco en volver a ponerme a su altura en cuanto a la excitación pero no me hizo falta forzarlo. Nuestros cuerpos se entendían perfectamente a esas alturas y simplemente ocurrió. Pasados unos minutos ambos nos movíamos jadeantes hasta que estallé en otro orgasmo que acabó con las pocas fuerzas que me quedaban. Mientras trataba de mantener mis gemidos bajo control contemplaba a mi hermano tensándose sobre mí con una mirada desgarradoramente atractiva. Creí que se correría dentro, pero en su mente aún debía de quedar algún rastro de lucidez y su semen acabó esparcido por mi torso en una abundante lluvia templada. Se había acabado. Definitivamente lo habíamos hecho.

Poco después, la luz de una lamparilla vieja en el otro extremo del cuarto nos permitió encontrar un paquete de toallitas húmedas con el que limpiarnos, vestirnos y volver a tumbarnos entre besos y caricias.

Cuando comencé a pensar con calma me llevé la mano al cuello para tratar de aliviar el escozor. Comenzó entonces un juego silencioso de mordiscos, cosquillas y forcejeos que de alguna forma nos ayudó a relajarnos para afrontar lo que acabábamos de hacer.

— ¿Y ahora qué? —pregunté acomodándome en su pecho mientras el sueño hacía presa de mí. Él no contestó sino que se limitó a acariciar mi cabello y mi espalda después de darme un profundo beso en la cabeza.

Supe entonces que no había un plan. Que tendríamos que improvisar día a día y hacer frente a los obstáculos que surgiesen. Pero supe también en ese instante, mientras me quedaba dormida sobre su cuerpo con una enorme sonrisa, que era posible ser feliz.

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L a ventanilla del coche se bajó de repente y el aire fresco del exterior me golpeó en la cara devolviéndome a la realidad. Erika me sonreía aún con el dedo en el botón de su puerta.

— ¡Eh, despierta! Llevo un rato hablando sola ¿sabes? —bromeó.

— ¿Qué? Dime... Perdona... —contesté confusa mirando la carretera.

— Estás muy rara, ¿Qué te pasa hoy? ¿Y por qué sudas tanto? No hace tanto calor —comentó extrañada. Era cierto. Mi cuerpo ardía por culpa de los recuerdos que repasaba en mi mente y mis manos sudorosas aún estaban entre mis piernas y frotaban el pantalón lentamente.

— ¿Necesitas ir al baño? —preguntó mirándome fijamente las manos.

— Sí —mentí. O tal vez no, de haber podido escabullirme a algún lugar íntimo me habría masturbado con desesperación.

— Tú aguanta que ya casi estamos. Aunque cuando veas lo que te tengo preparado Igual te haces pis encima jajaja —comentó con una expresión maliciosa. Parecía inquieta.

— ¿Qué es? ¿Qué es? Dímelo porfi —supliqué. Ella se rió mientras se metía por una calle que tenía un aspecto antiguo y paraba en uno de los lados. Yo no le quitaba ojo de encima mientras parecía buscar algo por la ventanilla.

— ¿Te acuerdas que hace un rato te he dicho que a veces hago magia? —preguntó fijando su vista en algún punto del exterior.

— Sí... — contesté confusa.

— Pues ése —comenzó mientras guiaba mi barbilla al frente—, es mi mejor truco... —concluyó. Al principio no lo vi, después me negué a creerlo y luego simplemente me quedé clavada en mi asiento contemplando a mi hermano Iván sonriéndome casi al final de la calle. — ¡Sorpresa! —bromeó Erika mientras yo le dedicaba una mirada confusa. No entendía qué estaba ocurriendo.

— ¿De verdad pensabas que no sabía nada de lo vuestro? —comenzó— Me costó su tiempo pero al final me lo contó todo... —explicó. Tenía una sonrisa de oreja a oreja.

— Erika... Yo no sabía cómo contarte... —traté de explicarme pero ella puso un dedo en mis labios para hacerme callar.

— ¿Estás enamorada? —preguntó expectante. Observé a Iván caminando hacia nosotras y entonces recuperé la confianza.

— Sí... Le quiero más que a mi vida Erika... —confesé decidida.

— ¡Pues corre a abrazarle tonta! —gritó animada. Miré a mi hermana suplicando que no fuese una broma de las suyas, pero cuando desabrochó mi cinturón de seguridad se puso seria y besó mi frente.

— Corre... —insistió en apenas un susurro. Y entonces bajé del coche y corrí con todas mis fuerzas para encontrarme con él. Mi amante perdido.

Continuará...