Tango

Fantasía erótica que me excita siempre.

TANGO

Las fantasías sexuales de las chicas tienen por lo común poco misterio, nos gusta imaginarnos haciendo el amor románticamente con el chico que nos gusta o con cualquier desconocido. En mi caso particular, siempre que tengo ganas de masturbarme y no se me ocurre nada mejor, siempre recurro a los mismo, se que algún día encontraré la manera de llevarla a cabo.

Para ello, lo primero que tendría que hacer sería apuntarme a clases de baile, el tango es tan sensual y hay tanto contacto que me excita solamente pensar en cuando me suben la pierna a la altura del pecho de mi pareja y al echarme hacia atrás y luego hacia delante me roza ese bulto duro de la excitación que ya se ha ido caldeando a lo largo del baile.

La escuela de baile a la que asistiría seria de mucha categoría, ya que el profesor de mis sueños no puede estar más bueno… Es moreno, atlético y tiene mucha fuerza. Ensayamos un tango para la representación anual de la escuela y como soy una bailarina insuperable, decide que yo baile con el ese baile tan complicado con los mil cruces de piernas y extrema coordinación de sus representantes. Nos dedicamos a ensayar toda la mañana, el sudor corre por nuestro cuerpo dejándolo brillante de ese elixir afrodisíaco, que respiramos uno del otro con fuerza. Mi pecho queda marcado por la camiseta blanca de tirantes que llevo para el ensayo y mi cintura moldeada deja ver con claridad lo maravilloso de mis curvas. Él me mira con deseo, con ese pantalón de licra ancho pero ajustado por el trasero por el sudor que le corre desde la espalda. Su camiseta blanca también se ajusta a sus pectorales bien definidos y sus bíceps se endurecen a cada movimiento que me hace en el vaivén del baile.

Son muchas horas bailando y en el descanso que nos damos para dar un trago de agua las otras dos parejas que también ensayan deciden que ya están muy cansados. Nos quedamos solos. La excitación crece sin pudores, las miradas que cruzamos suben la temperatura a cada segundo y sin mediar palabras queda claro lo que los dos queremos

Ya no hay de quien ocultarse y el baile nos deja rozarnos a nuestro antojo, cada ver con más fuerza y con más contacto. La excitación sube tanto que ya no escuchamos la música y sólo escuchamos nuestros jadeos, cada vez más fuertes y más constantes, suben en volumen, suben en intensidad. Los cuerpos mojados se juntan tanto que la coreografía es el ritmo de un solo movimiento, el de la excitación. Noto cómo mis pezones se endurecen, cómo mi maestro los aprieta contra su pecho, cómo sube la temperatura… Oh, que gran torso y brazos son los que me rodean. Nos miramos y no aguantamos más, nos besamos apasionadamente y en el mismo abrazo mis piernas de desplazan del suelo para posarse entrelazadas en su cintura. Me empuja hasta el espejo de los ensayos y roza su cuerpo contra el mío, noto cómo su bulto va creciendo y como la tela de mis braguitas ya tiene otro líquido diferente al del sudor del baile. Me roza con tanta fuerza que pienso que el contacto ya es directo, no hay obstáculo de prendas. Pero no es así, me coge de la cintura y me sube a la barra de estiramientos, baja mis braguitas y juega con sus dedos en mi rajita frotando mi clítoris con energía, me coge el pecho y me lo estruja en su medida justa.

No nos da tiempo a nada más, cuando voy a bajar su pantalón y coger su verga bien tiesa, me para la mano y él mismo la coloca en ese agujerito que ya lo estaba pidiendo a gritos. La primera embestida es muy fuerte, pero eso es lo que necesito, se repite el entra y saca con tanta fuerza que mi orgasmo llega en unos minutos. Lo agarro con fuerza del cuello, en su nacimiento del cabello y atraigo su cabeza a la mía y beso sus labios carnosos con agradecimiento. Él aprovecha el movimiento y me coge a pulso entrando y saliendo con tal ímpetu que me vuelvo a excitar muchísimo, noto cómo su respiración es cada vez más fuerte y me dejo ir con la misma fuerza que él hasta que alcanza su orgasmo al mismo tiempo que yo mi segundo.

Al terminar quedan los cuerpos desnudos entrelazados, haciendo un dibujo en el suelo que ni el mejor de los pintores podría dibujar, porque más que un dibujo es un sentimiento, y se llama placer.