Tal vez una cría ( 1 )
( No sé si éste relato debería estar en esta categoría. Les agradecería si me ayudaran, gracias. )
Capítulo 1: "No lo toleraré"
" No existe la muerte. Solo cambiamos las condiciones de vida "
- Annie Besant.
8 AÑOS ANTES
Aún que los pasos de la joven Inés fuesen sosegados, su cabello, topaba con su espalda, como el chocar de las olas del mar contra las rocas.
Sus pies, para el desagrado de Inés, estaban totalmente desnudos, lo que provocaba que hicieran un pequeño chasquido cada vez que ella diera un paso.
Las pequeñas y temblorosas manos de la chiquilla estaban pegadas a su pecho, mientras ella, recelosa por la tormenta de esa noche, andaba por aquella sombría mansión.
A Inés, le daban miedo los truenos, al igual que los fuegos artificiales. Ni ella misma sabía la razón, solamente... Le aterraban. Seguramente, no le gustaban los ruidos fuertes y estrepitosos...
A medida que el sonido de los truenos iban arremetiendo contra Inés, ella, daba pequeños saltitos mientras sollozaba. La cría solo pensaba en encontrar a su madre, la cual seguramente se habría quedado en su despacho, adelantando trabajo, para el día siguiente, pasar tiempo con su hija.
Al llegar al despacho de su madre - que se situava justo en el segundo piso, en frente de las asombrosas y grandes escaleras, también de mármol - de aquella mansión, dio un pequeño suspiro y colocó su mano derecha sobre el pomo de la puerta, dispuesta a girarlo.
Fue entonces cuando escuchó algo que guardaba semejanza con el sonido de un trueno, pero que solo era eso, una similitud. Inés, dió un gran salto ante el ruido procedente del despacho de su madre y irrumpió con temor a la sala.
El grito que dió Inés en ese momento, fue desgarrador. La pequeña, cayó de rodillas al instante, rompiendo a llorar, manchándose así las rodillas desnudas de la sangre de sus padres, que yacían los dos en el suelo, con heridas de bala en el cráneo.
EN LA ACTUALIDAD
Inés bajó las escaleras de la mansión con rapidez, cargándo en su espalda una mochila grande, repleta de libros. Al llegar a bajo del todo, Inés, se ajutó la parte baja de su casto vestido blanco, primaveral, temiendo de que éste fuese demasiado corto. Pero ya era muy tarde para arrepentirse. Ya llegaba tarde y no podía tardar media hora en elegir otra prenda ni"demasiado veraniega", ni "demasiado invernal", que ponerse.
- ¿Dónde va, Inés? - Preguntó Mari Cruz, la más vieja de los sirvientes del lugar. Mari Cruz, era una señora mayor de casi setenta años, que por el momento, no deseaba jubilarse. Dicha señora, era una mujer bajita y corpulenta, de tez pálida - y rugosa - y de cabello canoso, que aún conservaba rastros de su tono de cabello original, según ella decía, de un color dorado, como el mismísimo oro.
Los ojos verdes de Inés se posaron en los ojos castaños de la sirvienta, que la miraba con una tierna sonrisa de "señora mayor". Inés, sonrió a la doña y se acercó a ella para abrazarla.
Buenos días, Nana. - Dijo mientras la estrechaba -. Pues... Como cada mañana entre semana, me iba al instituto... - Ante las palabras de Inés, la sirvienta estallo en una gran risa. Inés puso una mueca de confusión.
Querida... Hoy es Sábado y, además, ya te dieron vacaciónes de verano. - Mari Cruz, acarició tiernamente la mejilla pecosa de Inés. La joven parpadeó varias veces, confusa y entreabrió la boca para decir algo, pero, entonces, sintió como alguien tiraba de su mochila hacía arriba, intentándo quitársela.
¿Que...? - Murmuró ella, girándose hacía atrás, para ver quién intentaba arrebatarle la mochila.
Fue entonces, cuando los recuerdos la invadieron de golpe. La mirada confundida Inés se posó en los ojos azules del joven y atractivo mayordomo, el cual ya había conseguido retirar la mochila de Inés de su espalda.
Recuerdos. Era lo único que veía Inés cuando miraba a aquél hombre que casi le doblaba la edad. Recuerdos de su niñez, cuando él merodeaba por la mansión, aprendiendo el oficio de su abuela, Mari Cruz, preparándose para ser mayordomo cuando ella no pudiera con todas las tareas dómesticas de la mansión.
Una amable sonrisa se posó en el rostro del joven. << Siempre sonríe
pensó Inés, ahora también sonriendo.
Pensé que no la necesitaría, mi señora. - El mayordomo, hizo una reverencia, mostrándo su respeto hacía Inés.
Gracias, Borja. Eres muy amable, como siempre. - Borja, se puso erguido de nuevo y río levemente.
Si me disculpa, iré a dejar su mochila a su habitación...
Está bien, retirese.
Antes de disponerse a subir las escaleras, sin apartar la mirada de Inés, Borja besó la mejilla de su abuela. << ¿Desde cuando es tan sumamente atractivo?>> Pensó Inés, mordiendose el labio inferior, observando los hermosos ojos azules de Borja. Al separarse éste de su abuela, sonrió levemente a Inés y se dirigió a paso ligero hacía la habitación de la joven señora de la casa.
HORAS MÁS TARDE
Inés, se cubrió la cara con las blancas sábanas, sin poder evitar gritar por cada trueno que escuchaba. << Como esa noche...>> Pensaba Inés, traumatizada, recordando los cadáveres de sus padres.
Entonces, la puerta de su cuarto, a oscuras, se abrió y las luces, se encendieron. Inés, destapó su cabeza y observó a Borja, el cual cerraba la puerta de la habitación de forma lenta y elegante. Esto, confundió a Inés.
¿Dónde está Nana? - Preguntó la joven, intentando no sobresaltarse por los casi constantes truenos que resonaban en su habitación.
Ella no se encontraba muy bien esta noche. Mi abuela me pidió como favor personal que viniese aquí .
¿Te dijo la razón? - Preguntó rapidamente Inés, avergonzada.
No -. Respondió el mayordomo, estático, delante de la puerta, mirándo a Inés, de forma amable. Eso hizo a Inés suspirar, aliviada. - Aun que... - Borja empezó a acercarse a la cama de Inés, a paso lento y provocador. Inés, contuvo el aliento, temiendose lo peor. - Ella me dijo que me sentara con usted en la cama.
Inés volvió a suspirar y se acomodó en la cama de forma despreocupada.
Te agradezco que hayas venido, Borja... - Dijo ella, observando como el joven se sentaba en la cama, todavía vestido con su traje de mayordomo.
¿Puedo preguntar por que me ha hecho venir mi abuela, señorita? - Borja, colocó "inocentemente" una mano en el muslo - tapado por la sábana - de Inés, lo que hizo que ella pegara un brinco -. ¿Está bien, señorita? Parece asustada... -El corazón de Inés se aceleró notablemente, inpactada por el inesperado contacto con Borja.
L-Los truenos... - Dijo ella, mirando la mano de Borja -. Me dan miedo. - << Prefiero que sepa lo de mi miedo a que piense que me da "cosa" mantener contacto físico con él.>>
Sé un método de apaciguar ese miedo... - Con su otra mano, Borja apartó un mechón de cabello azabache, del cuello de la adolescente.
Borja... - Lo llamó ella, susurrante, ahora mirándolo a los ojos -. ¿Que...?
De pronto, el hombre se lanzó a los labios de la adolescente, fundiéndose con ella en un apasionado beso. Inés, colocó su mano izquierda sobre el pecho de Borja, inetnándo apartarlo de ella, pero él era demasiado fuerte.
Antes de darse cuenta, Inés estaba mani-atada en el cabezal de su própia cama, en ropa interior y con un calcetín en la boca. Ella, se movía y lloraba, viendo como Borja se desnudaba. El joven, dejó al descubierto su torso musculoso, própio de un módelo de revista. Él, le sonreía de forma cínica, observando como la chiquilla se retorcía en la cama.
El joven, se quitó los pantalones de su uniforme y quedó en boxers, dejándo así, a la vista, un gran bulto y un trozo de su polla, la cual le llegaba al ombligo. Inés se estremeció ante esa vista e inconscientemente, empezó a mojarse. La adolescente, juntó sus muslos presa del miedo y de la excitación.
Eso provocó en Borja unas ganas enormes de seguir con su plan, de violarla, por lo tanto, se subió encima de la cama de forma seductora y se situó sobre Inés, la cual luchaba contra la corbata que la maniataba, para alejar al mayordomo de ella.
Shsh... - Chistó el mayordomo, bajándole las bragas a Inés. - Si colavoras, seré generoso y dejaré que disfruntes...
¡Mh...! - Gritó Inés, sin poder articular palabra.
No te entiendo, así que si de verdad aprecias ese coñito, escupe el calcetín.
Inés, no dudó en hacer caso a Borja y escupió el calcetín, aterrorizada.
¿Por que coño haces esto? - Preguntó Inés, llorando.
Por el tuyo, querida... - Se burló Borja, bajando por completo las bragas de Inés -. Oh, miráte... Estás empapada. Se nota que te gusta, zorra. - Inés, sintió un pinchazo en su clítoris, seguramente, producto de la inexplicable excitación que sentía en ese momento.
¡No me gusta! ¡Ni siquiera quiero esto!
¿A no? Creo que inconscientemente, si lo querías...
´- ¿Por que dices...?
- Porque si no... - Interrumpió Borja -. No habría hecho falta que te dijera que podías escupir el calcetín. - Inés contuvo la respiración, confusa. ¿Ella quería eso? ¿Quería tener sexo con su mayordomo? - ¿Ves? - Borja, hundió con facilidad su dedo corazón en la vagina de Inés, la cual, suspiró, mirándo hacía el techo -. Sabía que te encantaría... - Borja, acercó su cara a la de Inés y empezó a meter y sacar su dedo, mirándola fijamente y excitándose cada vez más y más. Inés, no tardó mucho en correrse, con un pequeño pero potente gemido -. Ahora que ya he hecho todo lo que tenía que hacer... Tu decides. ¿Quieres seguir con esto? - Borja, retiró su dedo de la vagina de Inés, con lentitud, mientras ella, aún recuperaba el aliento.
Inés, miró a aquél hombre que le había arrevatado su primer orgasmo y presa de la excitación, asintió. Borja, sonrió ante aquello y entonces, de forma brusca y sin mediar una palabra más, acercó su cara a la vagina de Inés y empezó a lamerla de arriba a abajo, arrancándole a Inés gemidos y gemidos, sin parar. Borja, mordisqueó el clítoris e Inés y esta arqueó levemente la espalda. Entonces, Borja, volvió a meter su dedo corazón en Inés y la penetró con éste hasta llevarla al borde del avismo, dónde lo retiró. Borja alejó su cara de la vagina de Inés y le sonrió de forma pícara. Inés, se quejó ante ese gesto y movió las caderas, frustrada.
¿Quieres que siga lamiendote el coño o prefieres que te la meta? - Preguntó Borja, quitándose los boxers y dejando al descubierto su gran polla.
¿Meterla? - Preguntó incrédula Inés -. ¿Eso duele?
Solo las primeras veces... Pero dudo que tu seas virgen. ¿Verdad?
B-Bueno...
Oh... ¿Lo eres? - Borja sonrió maliciosamente y se relamió los labios -. Arreglaremos ese asunto ahora mismo... -Sin previo aviso, Borja undió su pene en Inés, la cual aulló de dolor. Él, arremetió contra ella sin piedad, de forma rápida, mientras Inés lo maldecía.
¡Hijo de puta! ¡Sacalo! - Gritaba la chiquilla -.
No me seas cría... - Borja azotó a Inés en el culo, satisfecho -. Dios, me encanta tu coño, puta...- El mayordomo, empezó a estimular el clítoris de Inés y fue entonces cuando el dolor se fue transformando en placer y el placer dió paso al orgasmo.
Inés, se corrió entre fuertes y largos gemidos, mientras que Borja, se corrió dentro de Inés, mirándo la mancha de sangre en las sabanas, mirándo satisfecho el virgo que le había arrebatado a la pobre Inés.