Tacto Rectal

La ultima revisión de la operación de hemorroides me parece que no era necesaria. Pero mi médico se ve que le gusta probar pollas de jovencitos.

Cuando era joven tuvieron que operarme de las hemorroides. Se me había hecho un bulto que resultó ser una de las hemorroides que se me había hinchado. El porqué, no lo se, una noche de fiesta bebimos mucho alcohol y fumamos muchos porros, pero no perdí ni el control ni el conocimiento en todo el tiempo. Pero me quedó ese jodido recuerdo al día siguiente.

Las visitas al médico eran siempre normales, me acompañaba mi madre porque es un tanto chapada a la antigua o que se yo. Menos en la última visita, le había coincidido con otra cosa y ya le dije que yo podía ir solo. Ya me habían operado hacía dos meses y el médico me dijo que fuera para comprobar que todo había acabado bien y darme el alta definitiva.

Llegué sobre las 20:30 era la última visita, pero como siempre, aun y así me pasaron a la sala de espera más de media hora. Por fin se asomó la enfermera y me dijo que pasara. Era la mujer del médico, supongo que así ganaban más dinero, aunque estubieran todo el día juntos. Sientate, enseguida viene el médico.

Animado y sonriente como siempre entró en la habitación.

  • Hola, veo que esta vez has venido tú solo. Mejor, mejor. Que a veces las mujeres nos intimidan.

  • Cariño - se asomó la mujer por la puerta -. Yo me voy para ir haciendo cosas en casa.

  • Vale, tranquila, yo en cuanto acabe voy. Solo es una revisión rutinaria.

Ella salió cerrando la puerta de golpe.

  • Bueno, y que tal, ¿todo ha ido bien? ¿Has notado molestias o algo?

  • No, al principio si que me molestaba, pero con la crema que me recetó no tuve molestias.

  • Pero ¿todavía te la pones?

  • No, como le digo ya no la veo necesaria, parece que la herida se haya cicatrizado bien y no me molesta nunca ni despues de hacer de vientre.

  • Bien, de todos modos, si haces el favor, bajaté los pantalones y subete como siempre.

Salió de la sala y volvió unos instantes después. Me pareció oir como cerraba la puerta de la consulta.

Mientras yo desabrochaba mis pantalones.

  • ¿Normalmente con que dedo te ponías la crema?

  • Con el indice o el corazón, como usted me indicó.

  • ¿Hasta donde? ¿que cantidad del dedo metías dentro para extender la crema?

  • Pues no se - hablaba mientras bajaba mis calzones -, casi entero.

  • Sube, sube.

Me coloqué como siempre, a cuatro patas agachandome completamente hacía adelante, con las piernas ligeramente separadas y con mi verga completamente colgando hasta casi tocar la camilla. Noté como empezó a untarme el esfinter con su dedo empapado en crema fria y poco espesa. Empezó a moverlo al rededor haciendo circulos completamente definidos y apretando hacía dentro lentamente. Cuando ya tenía la yema del dedo dentro la sacó volvió a ponerse un poco más de crema y volvió a introducirlo. Lo sentía como iba entrando poco a poco palpando todas las paredes que envolvían su dedo.

  • Parece que estas un poco sucio, vas a tener que limpiarte bien por si la herida no a cicatrizado del todo. Ven bajate que vayamos al baño.

Al bajar me miro mi miembro, algo inflado y más grande de lo habitual que soltaba como una enorme y jugosa salchicha.

  • Te vas a sentar en el bater y te pondremos un enema, para que se limpie bien el recto.

Era un enema un poco particular, tenía una boquilla intercambiable más gruesa que los que te venden en la farmacia. Lo untó con un poco de baselina y me pidió que me sugetara el pene mientras el me lo ponía. Apretó y sentí como me llenaba de liquido todo el ano, incluso algo más allá. La sensación me provocó una mayor erección y practicamente mi verga sobre salía de mi mano.

  • Uy, lo has hechado enseguida, voy a tener que ponerte una boquilla más grande para que no se salga el agua enseguida. Si no no se quedará bien limpio.

Cambio la boquilla a otra más gruesa que mi pulgar y más larga que mi indice. Le volvió a poner crema y se colocó nuevamente de rodillas delante de mí.

  • Agarrate al bater con las manos, este puede molestarte un poco más y así podrás hacer más esfuerzo. De todos modos, intentaré ir más lento para que no te moleste. Pero tú intenta mantenerlo todo lo que puedas.

Al soltar mi polla, estaba completamente erecta, estaba casi hasta avergonzado por tenerla así. Tenía la cara y el capullo rojos como un tomate.

  • Tu tranquilo, suele pasarnos a todos los hombres, es una erección normal fruto de la sensación que tienes dentro de tu ano, y del suave roce de las paredes. Es más, normalmente a estas alturas más de uno ya ha eyaculado en mi brazo mientras estoy haciendo esto.

Respiré hondo, y le hice un leve movimiento de confirmación con la cabeza, pero no podía quitarme de la cabeza aquel enorme tapón que me iba a meter por el culo para retener el líquido. No quería ni pensar en como iba a entrar eso dentro de mí.

Empezó a meter un poco la punta de la boquilla, lentamente, resbalando con la crema, y la volvía a sacar.

  • Poco a poco, así resbalará más y no te hará tanto daño.

Volvió a meterme poco a poco el consolador ese que llamaba enema y a sacarlo repetidas veces. Lo iba metiendo poco a poco hasta que pudo meterlo del todo, aún y así lo sacó y lo volvió a meter dos o tres veces más, hasta que como si se estubiera corriendo empezó a soltar el liquido dentro de mí y a sentir como me recorría por dentro.

Al acabar de vaciarlo, lo sacó y empecé a soltar en un chorro todo aquel liquido.

  • Muy bien, ahora parece que estas completamente limpio. Ahora ya podré hacerte la exploración completa. Secate y vuelve a la camilla. Yo mientras me iré cambiando para irnos.

Cambiarse, dice. Cuando salí vi toda su ropa en una silla y el con la bata abotonada.

  • Ven, subete de nuevo.

Volvió a ponerse crema en los guantes y a meterme un dedo como lo había dejado antes.

  • Así si que estás limpio, además de un poco más dilatado.

Se quitó los guantes y se puso crema directamente en las manos, empezó a meterme sus dedos palpando todas mis paredes y yo le estaba dejando perdida la sabana. Aquella sensación me hacía estar todo el tiempo goteando por mi pene gotitas trasparentes de liquido preseminal.

  • Aquí, ahora si que noto la cicatriz, parece que si la tienes completamente cerrada. Vamos a intentar que hagas esfuerzo con el ano a ver si no le afecta.

Cogió con tu otra mano mi verga y empezó a masturbarme. Sentía sus dedos dentro de mí como si me penetrara y su mano masturbandome al mismo tiempo.

  • Así, lo estas haciendo muy bien. No te preocupes si necesitas abrir la boca, hablar o gemir. Lo mejor es que apretes fuerte el esfinter. Muchas veces no lo conseguis casi hasta el orgasmo, pero veo que tu sabes apretar bien con tus musculos.

Yo estaba acostumbrado porque si que me he masturbado a veces en la ducha y apretaba con fuerza mi esfinter para que entraran mi juguetes.

Empecé a gemir como él decía, porque sabía que era lo que él me estaba pidiendo.

  • Tiene razón doctor, es un placer sentir sus dos dedos por el culo mientras me masturba, pero parece que no consigue así que me corra.

Sacó sus dedos dentro de mi culo, se desabrochó la bata y metió su pene dentro de mí.

  • Me gustas, normalmente no aguantan tanto. Pero se ve que tu eres fuerte.

Está visto que se empeñó en que tenía que correrme, porque no paró de follarme por el culo, mientras mi polla daba botes y salpicaba gotas sin parar. Pero él mismo se corrió dentro de mi ano antes de que yo lo hiciera. Frenaron las sacudidas de su pene dentro de mí, con aquel flujo de semen salvaje recorriendome por dentro.

Pero ahí no acabó su insistencia, me pidió que me colocase a orcajadas como si fuera una embarazada y se sentó delante de mi ano, lo abrió y calló su semen al suelo.

Parece que la herida esté completamente cicatrizada, hasta con la fuerza que hacías con tu esfinter, no se ha puesto ni rojo.

  • Pero doctor, no me irá a dejar así no? Me parece que yo también tengo derecho a eyacular en algún sitio.

  • Si tienes razón. Disculpa.

Metió toda mi polla dentro de su boca y empezó a lamerla. Metió sus dedos dentro de mi culo caliente y siguió lamiendo mi polla entera hasta tocar su garganta.

La lamió sin cesar hasta que por fín consiguió que me corriera en su boca.

  • Vaya, menos mal, ya estaba preocupado, creía que algo no había salido bien en la operación, pero veo que ha salido perfecta.

  • Doctor, no hace falta que disimule tanto. Si no me hubiera gustado mucho correrme con usted, no le habría dejado. La lastima es que ya no necesita más veces de sus servicios. Pero a sido un placer.