Swinger Black Club 2

Empieza el aprendizaje del matrimonio, cada uno de forma distinta

Swinger Black Club 2

Tras la peli en la cama, nos dijimos buenas noches sin más.

El viernes me fue a mi mal ya que, aparte de ser el último día de la semana, por la tarde el recopilar temas, asuntos pendientes, programación de citas, etc., en el despacho, no me sacaba de la cabeza lo que hablamos Inés y yo anoche.

Por un lado yo era sincero y dije que no me gustó mucho lo que vimos en el Club. Primero, seguramente por un instinto de conservación, el de compararme sexualmente con los activistas y su forma de bombear sin tregua a la hembra –ya que no es un apareamiento clásico con su esposa lo que hacen- y eso no lo acababa de aceptar y, sobre todo, por que estaban mucho mejor equipados que yo para tal menester. Y segundo, el que mi Inés se abriera de piernas a un desconocido, me fastidiaba en lo más íntimo de macho celoso que guardamos muchos de nosotros.

Si, ya se que lo hablamos antes de ir, por aquello de no parecer retrógrado ni anticuado y máxime cuando antes del matrimonio ya todo el mundo, o casi, ha practicado cuantas veces le haya sido posible, aunque siempre dentro de un orden y sin compromisos de ninguna clase, pero nosotros no, fuimos vírgenes a la boda y casi continuamos.

Por eso la noche antes me salió como un rechazo incómodo el decirle que fuera sola y eso fue un poco peligroso, si nos atenemos a lo que vimos en aquel Club Swinger que es, ni más ni menos, el intercambiar a tu mujer, o dejarla, sin intercambio, para que otro se la folle. Ah!, pero todo con sonrisas de buena educación.

Llegué súper abatido a casa por todo el día de cavilaciones entremezcladas como he dicho, por eso, cuando mi mujer me dijo hola saltándome al cuello y dándome el beso que cualquiera quisiera recibir al llegar a su casa, me sorprendí y no entendí a qué venían aquellas muestras de afecto sobrepasado, para una llegada rutinaria de un hombre a su hogar tras un día de trabajo, pero al verla como iba vestida y decirme lo que me dijo sin tiempo a comentar nada del día, lo adiviné.

-Uf cariño, de verdad no piensas venir al Club Swinger?

Ella ya confirmaba que no se lo pensaba, lo tenía decidido. Me sobrepuse a la angustia que cada vez era más intolerante en mi pecho, como si me hubiera fumado tres Montecristo números 1 seguidos, y con voz de indiferencia total respondí

-Ya te dije que a mi no me acabó de gustar y que

-Pues creo que nos conviene para estimular nuestro deseo y que los años que llevamos juntos no se nos pongan más en contra de nuestra convivencia y sobre todo por nuestra ignorancia sexual. Ya lo hablamos muchas veces y parecía que estabas decidido.

-Si, no, pero yo se que serás sincera y me dirás si te ha valido la pena.

-Bueno, como quieras, yo ya he cenado. Te dejo sobre el mármol algo y como quiero volver pronto me marcho. Vale?

No me dejó ni despedirme en plan: gran jefe de la casa concede autorización para…, nada, abrió la puerta y cerró, supongo para que no le comentara cómo iba vestida. Y la verdad era que daba gozo verla: con su 1,70 más sus sandalias de solo dos tiras, exhibiendo sus pies y con tacones para llegar al 1,80, eso por abajo. Para aguantar, unas piernas de modelo con una falda negra a medio camino entre las rodillas y el pubis, para llegar al ombligo visible, y un top negro suelto, con dos tirantes y sin sostenes, que le señalaba descaradamente sus pezones que son de los que tienen tres niveles según expertos, los más peligrosos cuando endurecen. En su azotea una melena suelta, larga, de las de anuncio de champúes mágicos, que ondea cual estandarte vencedor. Su cara no hace falta comentarla ya que es la cara de una famosa marca de cosmética internacional.

Me quedé todo lo extrañado que se puede estar cuando tu mujer te dice adiós y se marcha sola de noche para que se la follen y me quedé contrariado, tanto que tomé una decisión nueva, inesperada para mi mismo. Dejé la corbata, me abrí la camisa, cogí llaves y cartera y salí tras ella.

Con cuidado abrí la puerta y vi. que su taxi ya estaba en el siguiente cruce. Cogí el coche y lo seguí.

Decidí que seguirla era lo mejor, tanto para que ella estuviera suelta para mirar o probar lo que quisiera, como para mi verme reaccionar si me decidía con alguna negra o mulata o tan solo mirar y todo sin estar juntos.

Aparqué bien –el Club está en una vía poco transitada-, y esperé que Inés hubiera pasado la recepción para no encontrármela. Miré con disimulo y vi como entraba en la primera de las salas donde hay el bar y que es la más grande del Club. Como todo en claroscuro, estaba bastante concurrido pero era muy fácil estar sin que pudiera ni tan siquiera identificarme.

Me sorprendió que entrara sin desvestirse aunque con aquel conjunto no le hacía mucha falta y vi que se fue a la barra. Yo pasé por el pasillo contrario y me coloqué en uno de los ángulos desde donde se dominaba la barra algo más iluminada aprovechando para mirar al personal. Me gustó una esbelta negra, desnuda, que estaba dándose un lote con un hombre también de color y pensé que no me desagradaría practicar con ella; se reía con gracia entre morreo y morreo. El hombre le estaba tocando su sexo  y ella se lo pasaba pipa. Me giré para abarcar todo el recinto próximo y elegir, aunque fuera para mí mismo, la beneficiada de estar conmigo. Sin darme cuenta miré a la barra y mi Inés estaba riendo con dos hombres jóvenes, de un negro tornasolado espectacular y tomaba una copa. Me entretuve mirándola pues ya no me interesaba tanto lo que tenía cerca de mí, como un voyeur furtivo, cosa que me excitó sin entenderlo. Ella no paraba de reírse y nada hacía cuando uno u otro de sus acompañantes la tocaban bien en el hombro, su cintura o el mismo culo, que al ir vestida no me pareció nada peligroso teniendo en cuenta que nos encontramos en un club swinger.

De pronto uno de los negros que tenía más cerca la rodeó la cintura, ella le sonrió y escuchó lo que le dijo a la oreja para separarse y quedarse quieta mirándolo. En el mismo momento el se le acercó más y puso sus labios sobre los de mi mujer, para ella no apartarlos sino más bien mover la cabeza en círculos extendiendo el beso a morreo. Mi bragueta se tensó con rabia por ver aquello y ya entendí que me excitaba verla dejándose besar por otro hombre. No quise pensar si haciendo más cosas también me gustaría, pero al acabar el morreo, como unos tres minutos ella se separó, cogió la copa y se despidió de los dos chicos negros.

Yo me quedé como frustrado y me moví para seguirla.  Entró en la primera de las habitaciones que habíamos entrado cuando juntos y también esperé para que se moviera y no me pudiera ver cuando entrase yo, la casi total falta de luz me ayudaba. Yo me había quitado la ropa al entrar y solo llevaba el calzoncillo. La vi. muy cerca de un trío que estaba en plena función. Dos negros de mediana edad se estaba follando a una madura blanca en doble penetración. Inés se acercó tanto para ver cómo se hacía aquello que la mujer entre gemido y gemido le estiró la mano, cogió la suya y tirando de ella le estampó un beso que dejó a mi mujer  casi tumbada sobre los dos hombres. Era el primer beso lésbico que le vi a Inés y no me desagradó, por lo visto yo me estaba convirtiendo en un moderno progre del sexo. No me pareció que lo rechazaba sino más bien le cogió la cabeza a la rubia madura y refregó con ganas su boca con la de ella con sus lenguas fuera. Tras aquella escena Inés se marchó y fue al vestidor  para salir desnuda completamente solo con sus sandalias de alto tacón, parecía una diosa.

No volvió a la misma habitación, cosa que agradecí, pues con tantas habitaciones teníamos que recorrerlas todas para ver las máximas variantes posibles para nuestra educación.

Fue por el pasillo hasta una de las habitaciones del fondo y esperé para meterme tras ella. Habían dos follando en un extremo de la inmensa cama –no es una cama propiamente dicha lo que hay en las habitaciones, son colchones deformes con seis o siete metros, con formas diversas y diferente altura y así se pueden colocar bastantes parejas sin molestarse-, otros dos en el centro y en el otro extremo donde había ido mi esposa, tres personas: un negro bastante maduro abrazado a una blanca bastante joven y otro negro, bastante viejo y de pronto recordé que la blanca era la que se estuvo follando el negro viejo que estaba con ellos, lo extraño era que la joven se levantaba abrazada al maduro y se despedían los dos del tal Jamal con besos y un comentario

-Mi princesa, te ha follado bien mi amigo? Te veo contenta

-Si mi amor, me ha gustado que me dejes follar con algún amigo tuyo

-Vale, pero no te lo tomes como  que va a ser así siempre, tu eres mía y solo te dejo follar con quien a mi me guste. Te ha tocado tu marido?

-No, no le he dejado

-Así me gusta, iros y ya mañana estaré en tu casa

-Adiós amor, hasta mañana

Habían hablado bajo pero sin preocuparse ninguno de si les oían decir aquellas frases tan tremendas. El tal Jamal era el amo de la joven blanca! Inés también lo había oído todo y cuando se marchó la pareja del negro con la joven blanca, mi mujer se acercó al viejo Jamal.

-Hola, te vi la semana pasada con ella, es que la dejas marchar?

-Y tu quien eres?

-Soy una fan tuya que quiere aprender

-Uhmmm, no te había visto por aquí, te gusta lo que ves? –le preguntó el viejo separando sus piernas y exhibiendo su portentosa polla.

Inés se quedó con los ojos abiertos al máximo y no supo que responder y el viejo entonces la agarró y la recostó de espaldas en una prominencia del mullido colchón, a su lado. Entonces se giró y quedaba sobre ella abarcando todo su cuerpo y empezó a acariciarle el chocho con mucho cuidado, pasando los dedos como si fuera un abanico pero tocando partes sensibles de la vulva tan sobresalida que tiene mi esposa y en el que el capuchón de su clítoris ya empezaba a crecer. Como se apoyaba con el otro brazo acercó su cabeza sobre el pecho de Inés y comenzó a trenzar una salivación sobre el primer pezón con lengua y chasquidos de absorción del pitón dentro de su boca.

A todo ello mi mujer comenzó a participar pues estaba para algo y le echó su brazo derecho sobre la cabeza del viejo negro, acercándolo y presionando sobre sus tetas para que el hombre no dudara de lo predispuesta que estaba para aprender y se las comiera con total permiso. Al poco y dejando un pijama de saliva en sus enormes pezones, subió hasta su cara y mirándola –por lo que me pareció al detenerse un momento-, le dijo

-Como te llamas?

-Inés

-Casada, soltera, divorciada?

-Casada

-Bien

Y la besó. A todo esto yo me había acercado lo suficiente para oírlos y darme cuenta de que tanto estaba ella haciendo o le hacían. Los enormes labios del viejo negro se apoderaron de la sensual boca de mi Inés y comenzó a apretar para abrirle por completo la boca a ella.

Mientras dos dedos de su mano derecha ya se habían metido en su chocho que rezumaba líquidos, gimiendo ella de modo doloroso, como lloriqueando pero que a mi me pareció que de gusto, entonces se separó y le escupió en toda la boca abierta de ella.

-Traga!

Parecía ser la forma de dominar a la mujer que está siendo sometida física y mentalmente y ella, con una sonrisa de tonta, se tragó la salivación del negro para a la vez volver ella a acercar la cabeza de el a su boca y juntarse en uno de los morreos más ruidosos y asquerosos que ni en películas había visto.

Durante los siguientes diez minutos o más, se comieron las bocas y se magrearon a conciencia pues Inés le había cogido su enorme polla con su mano izquierda. Sin separarse en nada de lo que hacían, el viejo se fue girando sobre ella de forma de quedar en la posición del misionero, colocando ella misma la cabezota enorme de aquella polla negra entreabriendo los labios de su regordeta vulva, esperando que fuera su macho el que iniciara la penetración.

Yo me estaba acariciando sin pensar, pues mi machete estaba muy excitado y no me fijé si me corría o no pues no estaba pendiente de nada de mí sino de lo que le estaban haciendo a mi esposa.

El viejo negro se acomodó bien, de un vistazo analizó las distancias, se admiró de su vulva pegajosa abriéndose cada vez que apretaba el glande contra ella y la miró a los ojos para decirle

-Te voy a follar como nunca te han follado, vas a aprender latín hoy

Y con un primer golpe de riñones le introdujo el enorme cabezón de su negrísima polla, hasta dejarle el chocho abierto y esperando el resto. Con su gemido entre algo de susto y bastante de dolor, ella separó aún más sus piernas. El negro no se hizo de rogar y ya en otro de sus geniales golpes de riñón le clavó otro tercio de su aparato reproductor, a lo que Inés gimió otra vez pero de menos dolor y más susto por cuanto aquello era largo y mucho más grueso de lo que le había entrado jamás. El viejo se acercó y la besó con lengua por encima de su boca a lo que Inés le sacó la suya para empalmarla con la de el en un dibujo realmente erótico y con muchas significaciones.

Tras la distracción del juego de lenguas y salivas el la acabó de penetrar, hasta los huevos, que se los vi inmensos, rindiéndose Inés a todo lo que le viniera a partir de aquel momento. Esperó el poseedor de aquella inmensa polla un rato hasta notar, supongo, como los músculos de la vagina se la anillaba, y así adaptarse y dar el visto bueno al tamaño que la había invadido. El gemido de Inés duró como tres o cuatro minutos sin respirar, el tiempo que duró la adaptación.

A partir de aquel momento ya todo fue demencial. El negro comenzó a bombear sin pausa ni delicadeza alguna, sabía que las hembras blancas que le llegaban del mundo exterior estaban sin conocer lo que era follar de verdad, con un macho especializado en obtener todo el orgasmo que guardan ellas en el fondo de sus complejos cerebros y que sus maridos no han sido capaces de sacar a la luz.

-Te gusta Inés, te gusta como te follo?

-Ayyyy… siiiiii…. muchooooo

El bombeo era alarmante, parecía que la iba a desmembrar, que sus brazos y sus piernas se separarían de su cuerpo y que éste bailaría como baila el huevo sobre el chorro de agua, sin otro cometido que seguir al macho en ese caso. Los golpes de riñón eran implacables, la perforaban llegando –supongo-, hasta donde jamás yo he llegado.

Así se la estuvo follando el viejo negro de Jamal a mi Inés durante casi tres cuartos de hora, adoptando posiciones distintas, a cual más excitante, para regocijo de ella y asombro mío al manchar el calzoncillo dos veces con mis corridas.

-Así!!!... así!!!... ohhhh cómo me follas mi viejo…. ahhhh

-Eres mía Inés!, desde ahora soy el dueño de tu cuerpo, tu chocho es mío.

-Siiiiiiiiiiiiiii

-Si qué?

-Siii… mi cuerpo es tuyo!!!

Y todo aquello con unos gritos un poco de mala educación, por suponerse el club de clase elevada, con socios miembros de alto nivel, pero aquello era algo poco frecuente puesto que comenzaron a llegar parejas y personas sueltas para refocilarse del espectáculo y, si se terciaba, follarse a aquel primor de joven blanca de 24 años que no era otra que mi mujer.

En el fragor del apareamiento, el le soltó

-Me voy a correr Inés, dónde lo quieres?

-Ahhhhh mi macho…. Donde lo … quiero…ahhh… donde está tu polla…. mi dueña…lléname toda!!!

A mi se me cayeron las gafas al oírlo

Continuará