Suya III

La princesa española, ahora en la corte francesa debe aguantar las peores humillaciones y vejámenes por parte de su esposo el Rey Luis de Francia, pero comienza a enamorarse

NOTA: Lee  los dos primeros relatos, buscalos en mis relatos publicados

Mis ojos se abrieron poco a poco y pude observar con la luz del alba el rostro maravilloso de Luis,  se veía tan tranquilo, tan bello, tan masculino, intenté entender como el mismo hombre podía ser  tierno y cruel al mismo tiempo, sentí el impulso irreprimible de tocarlo, su pecho es  grande, fuerte; así que me atreví a pasar mis dedos, delineandolo, dibujándolo. SUSTO, lo he despertado, horrorizada retiro mi mano y aguanto mi respiración, pero abre los ojos, me mira  y sonríe.

  • Hola - dijo suavemente.

  • Hola-

  • Cómo te sientes?

Fue en ese momento que me percaté de mi propio cuerpo e intenté moverme. Todo me dolía, el roce de las sabanas y la pesada cobija escocían mis nalgas maltratadas por los golpes, las articulaciones de las piernas estaban entumecidas y sentí como sí unas agujetas invisibles  las pinchaban cuando intentaba moverme. Luis se dio cuenta inmediatamente que las consecuencias de sus actos dejaron su huella en mi cuerpo.

Cariñoso, casi en un susurro, limpiando una lagrima que brotaba de mis ojos -Tranquila, déjame ver- retiró las sabanas, me puso sobre mi estomago y pasó sus manos por mi espalda y mis nalgas - No estás tan mal, ya te acostumbrarás, vamos a llamar a tu nana para que te apliquen algunos remedios. En la noche estarás mucho mejor.

Me provocó preguntarle porque me hacia estas cosas, pero de nuevo preferí callar.

Se levantó de la cama y mandó a llamar a Doña Florinda, los ayuda de cámara lo vistieron, mientras yo lo observó ensimismada,  absorta.

Tocan la puerta, es Doña Florinda, el Rey  jamás había cruzado palabra con ella.

  • Usted es la Dama de Compañía de mi esposa?

  • Si su majestad- respondió Doña Florinda al tiempo que hacia una marcada reverencia.

  • Muy bien, su Señora necesita atención, llévela a sus aposentos y haga que le preparen un baño de agua caliente. Mis físicos están a su disposición, ellos sabrán que hacer- Dirigiéndose a mi - Debes estar lista con un bello vestido para esta noche, mi madre invitó a toda la corte a celebrar nuestro matrimonio. Y recuerda, pequeña Reina, sin enaguas.

Asentí con la cabeza y vi a mi esposo salir de la habitación.

Doña Florinda se acercó rauda, era obvio su desconcierto, no entendía nada de lo que pasaba, hasta que tomando mi bata, me la ofreció para que me levantara de la cama. Con mucho cuidado y sin poder contener un quejido me levanté.

  • Dios santísimo, princesa, qué te ha hecho ese bruto?-

  • Me ha golpeado Florinda, con un cinto-

  • Ya veo, que horror, que bestia, pero por qué, qué has hecho para que se molestara de esa manera?

  • Nada Florinda, lo juro, no he hecho nada, al parecer sólo fue una advertencia- dije sin poder contener más las lágrimas que se agolpaban en mis ojos.

  • Pequeña niña, algo has debido hacer. No puedo creer que un Rey trate tan mal a su propia esposa.

Lanzándome a llorar en su hombro - Nada Florinda, lo juro-

-Está bien, mi niña, reinecita hermosa, te creo. Debemos curarte, mandaré llamar a los médicos y ya verás que todo pasa-

El agua me envuelve por completo, arropa a mi cuerpo adolorido y lo sana, me hace sentir ligera, floto en esta bañera de oro. Cierro los ojos y la nada por primera vez desde que estaba en mi amada España, por fin se adueña de mi. Nada está pasando, todo está bien por primera vez. Ojalá pudiera quedarme aquí para siempre, caliente, relajada, sin miedo. Juana viene a recordarme la hora, es el segundo baño que tomo el día de hoy, la oigo pero no la escucho, intento llenar mi cabeza de música, de la canción de cuna que me hacia dormir de niña en las noches de tormentas. Juana sigue hablándome, es imposible no escucharla, que parlanchina; no puedo hacer otra cosa que salir  de mi burbuja, de mi espacio personal, de mi ensueño, de mi canción.

  • Qué pasó Juanita? -

  • Tienes que salir del agua, apremia el tiempo para alistarnos-

  • Está bien, dame un minuto, espérame afuera-

  • Isabel, te ayudaré- Dice convencida mi amiga.

Imperativa le respondo - No Juanita, déjame sola, por favor-

Mi amiga no entiende nada, pero he sido tan tajante que no se atreve a ripostar. Deja la bata de paño cerca de mi y se aleja sin decir palabra. Yo sé lo que debe estar pensando, pero sólo no quiero que haga un escándalo por mis heridas.

Logro que sólo Doña Florinda me ayude a vestirme, escogí un hermoso vestido azul, el color de Francia, El verdugado y el cottet me hacían daño por eso mi nana ideo poner dos chemise muy suaves debajo de mi ropa, completaban mi ropaje la gorguera  de hilos de oro, y una cofia de perlas, revestida entera de joyas me presenté en el salón en compañía de mi séquito de francesitas coloridas. Estaba hermosa en verdad, eliminar las enaguas hacia mi vestido más ligero. Mi esposo, el Rey, se veía más majestuoso que de costumbre, por primera vez lo veía sentado en su trono. Todos me reverenciaban a medida que caminaba como sobre una nube. Luis bajó de su trono para acercarse a mi. Besó mi mano galante y me guió hacia un saloncito detrás del gran Salón.

Sus dos hermanos discutían allí, era bien conocido en la corte su eterna rivalidad y sus constantes peleas. Sin reparar en ellos, me miró a los ojos y estampó un beso en mi boca, profundo, mojado, lleno de pasión. Sorprendida traté de alejarlo. Haló mi cabello alejando mi rostro del suyo.

-Nunca, nunca vuelvas a tratar de alejarme cuando te toco de cualquier manera. Eres mia-

Su voz fue tan enfática y profunda, voz de mando, que sus hermanos voltearon a mirarnos. Me tomó de la cintura y me hizo doblarme sobre una mesa de madera solida. Levantó mi falda, sobrefalda, el verdugado sobre mi cabeza, dejando mis partes inferiores al aire. No pude evitar sentir vergüenza.

  • Por favor Luis, te lo ruego, no delante de tus hermanos-

  • Como te atreves, pequeña princesa desobediente, aún tienes las nalgas marcadas y ya quieres más? A mi me obedeces y si quiero que la corte entera te vea desnuda, te quitarás cada prenda frente a todos-

La incomodidad de mis ropas levantadas de esa forma y el hecho de que estaba siendo exhibida a los ojos de mis cuñados, me dieron el valor de intentar bajarlas un poco. Pero mi esposo me lo impidió poniendo una mano firme sobre mi espalda, mientras con la otra mano me obligaba a abrir las piernas. Puso dos dedos dentro de mi que entraron sin que mi cuerpo opusiera ninguna resistencia.

  • Siempre mojada, siempre lista -

Comencé a llorar, incapaz de decir nada, pues ya sabía que nada de lo que dijera cambiaría mi situación. Sus manos se alejaron de mi, pero no fui capaz de levantarme por miedo a la ira terrible de Luis.

  • Y ustedes qué - dijo con voz de molesto. -Quieren ver como se disciplina a una esposa arisca?-

No quiero ni imaginarme la cara de Enrique y Eduardo. Sólo era capaz de llorar.

  • Enrique pasame ese candelabro que está ahí -

  • Toma hermano-

Sentí entonces una cosa grande y fría que se abría paso dentro de mi vagina, no pude contener un grito al sentirme violada por eso.

  • Relajate. Vamos flojita, eso es. Quieras o no lo vas a tener completo dentro de ti. Y recuerda es un castigo, para mi mejor si te duele-.

Aquello dolía terriblemente, lo sentía enorme. Pero intenté obedecer y respiré profundo abriendo más mis piernas.

  • Eso es, obediente, muy obediente la princesita, ya casi lo encajo todo -

Me quejaba, lloraba, mientras aquella cosa enorme se abría paso en mi cuerpo, me hacia daño por dentro, el dolor era terrible.

  • A ver abierta, bien abierta princesita, así te voy a dejar, bien abierta -

A mis espaldas escuche jadeos y movimientos continuos.

De repente el objeto salió de mi y lo sustituyó una polla caliente y grande, era Luis que me poseía, llegó al climax en el mismo momento que yo sentí mi cuerpo de nuevo abandonarme.

Se retiró y con algo que no supe que era limpió mi vagina. Me levantó y me estampó un beso en la boca más apasionado que el anterior, me dejé e inclusive respondí a él.

  • Muy bien pequeña, así se hace, y a ver si aprendes a no decir que no a tu dueño, cada vez que lo hagas, espera tu castigo a continuación.

  • Si Señor, lo siento tanto - dije aún sollozando

-Mañana que te vean los físicos ahí abajo. has sangrado un poco -

  • Tengo también que abrirme de piernas para ellos?

Pasando su mano cariñoso por mi rostro - Si y lo harás, abrirás bien tus piernas para que los físicos vean dentro de tí, no queremos que haya daño permanente, verdad?-

  • Si, no queremos que haya daño permanente - respondí en un susurro, tratando de convencerme de lo que decia.

Mis cuñados arreglaban sus ropas. Un calambre en el vientre me cruzó subitamente y me doble sobre mi misma. Luis asustado apremió a sus hermanos.

  • Llamen a Florinda, la nana de la Princesa- dijo angustiado obligandome a que me recostara en un sofá.

  • Ves pequeña, las cosas que me haces hacer. Cómo te sientes?-

  • Me duele el vientre mi Rey-

  • Debes portarte mejor para que no desates mi ira-

  • Perdóneme -

Florinda llego apremiada. Se acercó a mi preocupada.

  • Qué pasó?- Nos preguntó

  • Nada mucho, la princesa fue desobediente y me vi obligado a castigarla y ahora le duele el vientre - dijo mi esposo tranquilamente - Hágala descansar y enviaré mis físicos inmediatamente a valorarla-

Me sacaron por una puerta trasera para llevarme a mis aposentos. Mientras me desvestía Florinda preguntó que me había hecho el Rey.

  • Me violó delante de sus hermanos con un candelabro- respondí

  • Qué? Pero... pero con un candelabro, metió ese objeto dentro de ti?

  • Si y me dolió, me dolió mucho -

Un silencio lleno la estancia

  • Obedece pequeña, no importa lo que te pida, obedece. Esta claro que ese hombre no es lo que se diga,  normal. Pero éste es tu destino y nada podemos hacer.

Su cara compungida me recordó cuanto me ama esa mujer que ha acompañado mi vida hasta ahora, que me crió, me cuidó, me arrullo,  para ahora tener que verme maltratada por el Rey de Francia.