Suya
La princesa Isabel de España es intercambiada en el tratado de paz de su país con Francia, deberá enfrentar una nueva vida, llena de retos impuestos por el cruel de su esposo, que odia a España y vuelca sobre la jovencita toda su rabia
Casarse con un príncipe puede parecer el sueño de toda chica, pero no cuando una nació princesa, simplemente ese es mi destino, trazado desde el mismo momento en el que nací mujer.
La guerra entre Francia y España ha durado demasiados años; todos, tanto de un lado como del otro estamos diezmados, nuestros pueblos están hambrientos y en cada hogar se llora la partida de algún ser querido, villas y ciudades han sido quemadas y masacradas. Ya demasiada muerte acompaña esta guerra. Así que mi padre y el joven rey francés buscan una salida diplomática al conflicto.
A pesar de todo, mi vida transcurre tranquila, entre institutrices y nanas, creciendo sana y rozagante dentro de los muros de un palacio. Soy la tercera de los hijos de la Reina Carlota y el Rey Bonifacio. Mi madre es una mujer hermosa que cree que sus hijos deben estar preparados para gobernar, tanto hombres como mujeres, por lo que a todos se nos ha educado según sus preceptos, aunque sin duda mis hermanos varones han recibido mucha mas atención. Mientras a mi me enseñan a bailar y comportarme a ellos los instruyen en el arte de la espada, mientras yo aprendo latín, ellos aprenden economía y francés; mientras yo coso y tejo la ropa de nuestros soldados bajo la luz del atardecer, mis hermanos acompañan a mi padre a las reuniones del Consejo de Guerra, junto a Condes, Marqueses y Señores.
Siendo como soy, la única hija de los Reyes de España, mis hermanos mayores y mi hermanito son varones, estoy rodeada de un séquito de niñas nobles como damas de compañía que han crecido a mi lado. Nos une una gran amistad que ha sido forjada en el compartir cotidiano de las obligaciones y juegos dentro de palacio. Sus dormitorios flanquean mi habitación en el Palacio Real, que confluyen todos en un salón en el que estudiamos, hacemos nuestras labores y jugamos en invierno, cuando el clima no nos permite estar mucho tiempo en los jardines. La gobernanta a cargo de nosotras, es mi vieja nana Doña Florinda de Caceres.
- Niñas, niñas vengan todas que el Rey y la Reina vienen hacia acá
Presurosas todas corremos al centro del Salón, pues es extraordinario que seamos visitadas por mis padres.
- Princesa sientese en su pequeño trono; niñas, niñas, todas detrás de Isabel.
Obedecemos al instante las ordenes de Florinda, me siento en mi pequeño trono mientras las criadas me alisan con las manos el vestido y Florinda intenta que mi cabello se mantenga ordenado en el pequeño moño que me han hecho esta mañana.
El soldado de la puerta toca y entra anunciando.
- Sus majestades el Rey Bonifacio y la Reina Carlota.
Detrás entran mi madre y mi padre, mis tres hermanos y otros caballeros y damas de la corte. Me levanto en muestra de respeto y hago una reverencia junto a mis damas de compañía, en honor a los Reyes, mis padres.
Después de besarme amablemente, mi padre se acerca a la chimenea, mientras mi madre pasa su mano por mis sonrosadas mejillas y le echa un vistazo a la habitación y a mis damas de compañía
- Hija -dice mi padre- todos sabíamos que éste día iba a llegar, claro que esperábamos que no fuera tan pronto, pero bueno, lo fue.
Extrañada miro a mi madre y me percato de que de sus ojos caen algunas lagrimas reprimidas, que trata de esconder. La miro a los ojos esperando alguna explicación, porque no entiendo nada.
- Isabel, mi pequeña Isabel. Lo que tu padre quiere decir, es que la corte a pactado con el Principe de Francia, Don Luis de Navarra el casamiento de ambos.
- Queeeee?. Suelto sin pensarlo dos veces
- Pues eso hija – continua mi padre- que te casas, todos sabemos que no debe ser muy gracioso para ti casarte con quien ha sido nuestro enemigo durante tanto tiempo, pero piensa que esta guerra no la comenzaron ustedes, ni tu ni él, pues apenas tiene 19 años y la guerra mas de 30, de hecho ni yo era Rey cuando comenzó el conflicto, pero está en sus manos terminarla. Así que hemos pactado los esponsales para dentro de dos semanas – Mi padre seguía hablando y yo sorprendida no era capaz de articular palabra – Pues tu hermano Carlos a su vez desposará a la pequeña María de Francia. Así el próximo Rey de Francia habrá nacido de vientre español y el Rey de España de vientre francés Es perfecto para garantizar la paz entre nuestros reinos. Así que preparate para casarte, mi princesita. Tienes mucho que hacer antes del matrimonio. La doble boda se celebrará en Barcelona, el 20 de este mes.
Mi padre como es su costumbre, ya habiendo informado su decisión se retira sin más de mis aposentos. Mi madre se acerca a mi y alguien le coloca una silla a mi lado.
- Pequeña Isabella, las princesas nunca están lo suficiente con sus padres, es nuestro deber hacer todo lo que tengamos al alcance por nuestro reino y nuestro Rey. Tu obligación es casarte y ser la Reina que he criado, esperaba que este día no llegara tan pronto, mirate apenas eres una niña, pero tu padre tiene razón, ya has sangrado por lo que ya puedes cumplir como esposa.
- Madre, no entiendo nada, que tiene que ver mi sangrado con el hecho de casarme.
- Mi niña, princesa de mis entrañas, aún eres tan inocente – Dirigiéndose a los demás – Dejennos solas por favor – Todos salieron de la habitación rápidamente – Hija, respondeme sin vergüenza alguna. ¿Sabes tu lo que sucede entre un hombre y una mujer una vez que están casados?
- Creo que si. Se casan y se besan mucho, tienen hijos, la verdad no se que más pasa.
- Bueno, creo que voy a tener que explicarte algunas cosas. Cuando un hombre y una mujer se casan, deben tener relaciones en la cama para que puedan nacer los hijos, es así como las mujeres nos embarazamos.
- ¿Y qué es tener relaciones?
- El hombre y la mujer van a la cama juntos y él toma posesión de ella, eso significa que debes entregarte a él. Las mujeres sangramos por la vagina y los hombres meten su cosa, sabes su pene justo allí. El sangrado anuncia que ya podemos tener hijos, por eso si ya has sangrado ya puedes casarte.
Mientras mi madre hablaba recordaba a los perros y los caballos que había visto montando a una perra o a una yegua y la verdad es que eso parecía siempre dolerle a la hembra, me imagine a mi misma siendo ensartada por esa cosa. Y sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo de pies a cabeza.
- Tu cuerpo deja de ser tuyo cuando te casas y pasa a ser de tu marido, él esta en el derecho de poseerte y te hace suya. Es por eso que debes ser muy obediente, pues las mujeres no entendemos los caminos del placer, muchas veces son dolorosos, pero es nuestro deber satisfacer los deseos de nuestro esposo. Así lo quiso Dios. Nacimos para saciar sus instintos y para darles hijos. Si eres obediente con él, seguro te irá bien, quien no amaría a un ser tan hermoso y dulce como tu. Recuerda que para eso fue que naciste. Para parir reyes y reinas, y el camino hacia eso es que el Rey de Francia haga sus cosas en tu cuerpo.
- ¿Me va a doler?
- Si hija, al principio es doloroso, pero así como tus hermanos tienen que liderizar batallas y exponerse a la muerte, al frío y al hambre para proteger su reino, de la misma forma debes entender que ese es el dolor que pagamos por nuestro pueblo y por Dios. Fue Dios el que nos dio ese papel en la vida y debemos cumplirlo con alegría
- ¿Cómo va a ser madre?
- Depende de él y de las cosas que le gusten. Pero la primera noche te acostarán en una cama, él puede pedir que estés desnuda o no, casi todos piden que la esposa tenga un camisón largo con una abertura a la altura de tu vagina, pues habrá mas gentes allí. Alguno de tus hermanos, los hermanos del Rey de Francia y algunos nobles españoles y franceses, todos ellos deben estar presentes para certificar que eres virgen y de esa manera garantizar tu virtud, lo que deja sin duda que tu primer hijo, heredero del trono de Francia es hijo legítimo del Rey.
- ¿Y si quiere que esté desnuda, todos verán mi cuerpo sin ropa?
- Si, yo no creo que sea así, de todas formas nos enteraremos en una semana cuando se acuerden los términos de los matrimonios. Cada uno de los novios entregará a la otra parte sus peticiones para que cuando llegue el momento no haya sorpresas.
La tristeza y el miedo calaban en mis huesos cada vez más hondo, pues todo era para mi desconocido. No solo tenia que dejar el calor de mi hogar, mis amigas, mi país, sino que además tenía que someterme a no se sabe que tipo de cosas que deseara el Rey Luis. Pensar que yo a ese hombre ni lo conocía, enumeré en mi mente las cosas que había oído sobre él; todos decían que era un gran espadachín, nadie hasta ahora le había ganado en el combate de espadas, que era cruel con sus enemigos y muy amable con sus amigos, también se decía que era un asesino a sangre fría y no sabia perdonar, se convirtió en Rey hace apenas 2 años, porque su padre murió al infectarse una herida de guerra propinada al parecer por mi primo el Conde de Barcelona, también sé que su madre es mi tía, hermana de madre y por lo tanto una Medici.
Mi madre se despidió de mi con un abrazo. Y me dejo allí, sola, pensando en mi incierto futuro, futuro que me espera en el país de nuestros enemigos, al lado de un Rey cruel y despiadado.
Juana, la regordeta de mi mejor amiga, nos buscaba a todas, que escondidas jugábamos, el sonido de nuestras risas la llevaban a un lado y al otro, mientras las 7 corríamos de un escondite a otro, los guardias de mi ala del palacio nos vigilaban desde su adustos rostros con una media sonrisa que no podían ocultar.
- Te encontré María Rosa. Detente. Dijimos sin trampas ...
Sin darse cuenta tropieza con mi madre que camina con una cara de pocos amigos hacia mis aposentos.
- Disculpe su majestad. Estamos jugando a las escondidas.
- Esta bien Juana, tranquila. Isabella, sal de donde estés que tenemos que hablar.
Saliendo de mi escondite, junto a dos de mis amigas.
- Si madre.
Doña Florinda y mi madre me instan a caminar con ellas hacia mi habitación. Entramos al cuarto que coronado por una gran cama con dosel a visto mi vida pasar desde que nací. Colgaderos dispersos muestran lo que será mi ajuar de novia, las costureras de palacio, llevan toda la semana haciendo vestidos de todos los tipos para que me lleve a mi nuevo hogar, por lo que he tenido esta mañana que probarmelos todos, para que les hagan los últimos arreglos, un hermoso vestidos con incrustaciones de piedras preciosas, de color rojo fuerte ocupa un lugar privilegiado, pues será el vestido que usaré en mi boda con el Rey Luis de Francia.
Mi madre se acerca a la cama y con unas palmadas me llama a sentarme a su lado. Doña Florinda a la que me une un amor profundo creado en la realidad de las noches en vela a mi lado cuando me asolaba alguna enfermedad o el siempre estar allí para consolarme de los golpes de mis hermanos en los juegos de jardín me observa tranquila. La miré esperando su apoyo incondicional (como siempre). Asintió levemente y yo me senté al lado de mi madre.
- Isabella, ya cada novio entregó sus condiciones de casamiento. Para explicarte mejor es allí donde cada uno pide la dote al padre de la niña y las condiciones en las que se efectuara el matrimonio, lo que incluye que podrás llevarte de esta vida de niña a tu vida de mujer junto a él.
Mi respiración se agitó, pues era claro que ya las cartas estaban echadas y lo que venía a continuación era saber sólo que me deparaba.
- Tu padre a estado de acuerdo con las condiciones, así que el contrato de compromiso ya se ha firmado. El rey Luis tampoco a objetado las condiciones que hemos puesto para el casamiento de Carlos y la princesa María.
Como envidiaba a esa María, seguro que mis aposentos pasaban a ella en lo que yo saliera del Castillo, iba a poder disfrutar de mi familia, mientras yo tendría que vivir en esa familia compuesta por el Rey, su madre y dos hermanos, todos soldados, todos franceses.
- Tu dote serán los países bajos, que gobernarás como soberana y el Rey Luis está de acuerdo en ser tu príncipe consorte, seguirá siendo un protectorado español, que gobernará el segundo de tus hijos sin importar si es mujer u hombre, pero jamás, jamás podrá ser gobernado por el rey de Francia, pues pasaría a formar parte de su reino y eso no lo queremos.
Aquello me sonaba como a Ruso, ese idioma extraño que alguna vez escuche en la corte y del que no entiendo nada.
- ¿Qué piensas niña, de hecho tendrás tu propio estado para gobernar?
- Nada madre, me parece muy bien aunque no lo conozco y espero ser una buena Reina.
No te preocupes por ello. Tu esposo y tu padre decidirán quien será el gobernador interino, solo debes tener en cuenta que si pasa algo que amenace tu vida alguna vez, no estarás a la deriva, pues tienes los Países Bajos como refugio.
Bien madre, lo agradezco.
- Bueno, según las condiciones de tu esposo solo podrás llevar a Francia dos damas de compañía
De mis ojos brotó una lagrima de solo pensar en dejar a mis amigas, que desde los 7 años me acompañan.
- Tranquila hija, sin duda contigo tendrá que ir Doña Florinda y alguna de tus damas de compañía, la que dejamos a tu elección.
- Juana, madre, tendrá que venir Juana conmigo.
- Muy bien, hablaré con su familia lo antes posible, pues parten a Paris apenas se realice el matrimonio, al día siguiente de la boda. Hay otras cosa de las que debo hablarte y para lo que quiero que estés preparada. El Rey Frances exigió a tu padre ciertas condiciones para la noche de bodas.
Escuchar eso fue una patada en el estomago, pues lo que pasaría en la cama entre el Rey y yo no había dejado de preocuparme desde el día mismo que se anunció nuestra boda.
- Dime madre, por favor...
- Bien, ya te explique que tu padre ha accedido a todas las demandas del Rey en cuanto a esto, así que no pidas que intentemos cambiar nada. Aceptalo y preparate para lo que vendrá, con la dignidad y la valentía de una princesa de España.
- Si madre, lo haré, pero cuenta ya.
- Ya, esta bien. Deberás llegar al lecho conyugal sólo con una bata de Gaza, la que se te retirará en la cama, así que estarás desnuda durante tu desfloración Deberás mostrar tu vagina abierta al Rey, tu esposo para asegurarse que efectivamente seas virgen.
Sentí como la sangre subía a mi cara y la vergüenza se apoderaba de mi inmediatamente. Doña Florinda se acerco y paso su mano por mi cabello.
- Mi niña no será tan malo, sólo debes cerrar los ojos y dejar que tu esposo vea lo que quiere ver.
- Flori, madre, tengo miedo.
- Lo sé hijita – respondió mi madre – pero debes estar tranquila. Tu padre no quiere sorpresas de ningún tipo por lo que esta noche vendrá con tu hermano a Carlos a revisarte.
- ¿Qué? Pero madre, revisame tu, no se Florinda, cualquier mujer, ¿Por qué debo exponer mis partes ante mi padre y mi hermano? Es horrible, comencé a llorar de solo imaginarme lo que la vergüenza de ser vista allí por los hombres de la familia.
- Hija, conoces a tu padre y aunque he insistido, él así lo quiere, aceptalo y ya, no hay nada que podamos hacer. A tu desfloramiento asistirán 20 personas.
- ¿20 personas? Acaso soy la puta de España, que todos tienen derecho a verme desnuda y expuesta por ese Rey malvado e inhumano.
- Hija, las cosas son así, y te repito, no hay nada que podamos hacer para cambiarlo. Florinda que esté lista a las 7 para recibir a su padre y su hermano. El Rey la quiere desnuda por completo y en su cama.
- Si, su majestad, así será dejeme a mi.
Mi madre nos dejó allí, y yo me tire a mi cama a llorar mi pena, mi vergüenza, el comienzo de una vida de mujer llena de abandono, entendí que ya no era una niña y que mi vida en Francia sería un infierno.
Florinda me dejo llorar y a las seis media, me fue a buscar a la cama para prepararme.
- Princesa sigue mis instrucciones y no será tan terrible como te lo imaginas, agradezco al Rey que te haga pasar por esto hoy mismo, porque así te prepara para la verdadera noche de bodas. Creo que consciente el Rey Bonifacio de tu edad y de los cuidados con los que ha crecido, va a ser muy duro ese momento, por lo que prefiere que su vergüenza y su tristeza se manifiesten hoy delante de los que te quieren y no en una semana con un montón de extraños.
Me levantó suavemente de la cama y fue quitando las capas de ropa que me cubrían, hasta que mi piel blanca y nacarada era lo único que me cubría.
- Querida Isabella, ya es la hora, enjuguese las lagrimas y metase en la cama hasta que estén aquí los hombres.
Anuncio el soldado de la puerta con dos toques
- El Rey Bonifacio y los Príncipes Carlos y Juan
No podía creer que esto estuviera pasando, yo la princesa de España, la flor de Madrid, adorada por todos los súbditos de este reino, desnuda, para ser inspeccionada como una Yegua por el Rey y los príncipes.
- Hola hija
- Su majestad. Sus excelencias. - respondí lo mas dignamente posible desde mi cama, tapada por las frazadas que en la noche me cubrían del frío
- Florinda dejanos por favor.
- Su majestad, con todo respeto, dejeme estar presente, eso tranquilizara a la niña que esta muy nerviosa.
- Mujer he dicho que te marches, te recuerdo que ya no es una niña, es una mujer con obligaciones para con la corona y hará lo que se diga como la hija obediente que es.
- Si Señor.
La vi alejarse mientras mi padre y mis hermanos se acercaban a mi cama. Una mirada de cariño se cruzo entre nosotras antes de cerrar la puerta de mis habitaciones.
- Isabel, tu madre ya te explicó las condiciones de tu casamiento – asentí con la cabeza – Muy bien y también te dijo que vendríamos aquí a corroborar tu situación antes de que lo haga el Rey Luis.
- Si señor.
- Entonces descubrete, dejanos ver lo que entregamos a Francia.
Quite poco a poco las frazadas que me cubrían, mis hermanos y mi padre al verme completamente desnuda por unos segundos, cambiaron su faz y me miraban como cuando se ve algo que se desea mucho, un postre, un juguete, que se yo
- Muy bien, recuestate – siguió mi padre – y abre las piernas.
Tapandome la cara con mis manos abrí mis piernas, no quería ver lo que pasaría. Sentí unas manos que me doblaban las rodillas, imagino que para tener mejor visión de mi vagina.
- Hazlo tu Carlos, así practicas para el momento en el que tengas que revisar a la Princesa María. - dijo mi padre -
Así que ella pasaría por lo mismo que yo, mi hermano también se lo haría a la pequeña francesa, las dos seremos inmoladas por los hombres, buscando vengarse con nosotras por todo lo que la Guerra les había hecho.
Vi entre mis dedos como Carlos se acercaba y abría mi vagina para verla. No pude reprimir un suspiro y sentí que algo se hinchaba allí abajo donde los hombres tenían puesta su atención.
- Padre mira como se abre sola y está mojada – dijo mi hermano mayor – sin duda es virgen, he visto antes coños como este tan cerrados
- Si hijo, yo te lo dije, son todas unas putas, hasta tu madre y tu hermana, no pueden reprimir lo que son, cuerpos solo hechos para complacer nuestros deseos. A ver hija te gusta que Carlos te toque verdad
Yo no me atrevía a contestar, pues toda yo estaba envuelta por sensaciones nuevas, mi corazón latía al 100 por 100 y sentía como fluía un liquido entre mis piernas, algo que no podía parar.
- No lo se padre, no lo se -le respondí casi llorando.
- Bueno, está bien, ya hemos visto que estás completa y sin tacha, entregaremos a Francia una mujer hermosa y virginal como debe ser – cubrió mi cuerpo con la frazada y me advirtió – no te toques allí donde hemos estado, instruiré a Doña Florinda sobre esto, pues debes mantenerte intacta.
- Si padre, nunca se me había ocurrido hacer tal cosa.
- Muy bien - dandome un beso casto en la frente se retiraron.
Capitulo 2
Llegó el gran día. Todos en el palacio del Conde de Barcelona corren de un lado para otro. Hace dos días que estamos aquí con nuestras comitivas. Los Franceses arribaron apenas ayer. Al Rey Luis no lo he podido ver, así que me casaré con un completo desconocido, no así a la Princesa María, pues sus aposentos se encuentran al lado de los míos, de hecho pudimos presentarnos una a la otra. Es rubia, muy rubia, pequeña, de huesos finos, tiene 13 años, uno menos que yo, ella es la mas pequeña de su hermanos. Trajo enanos con ella, y sé por mi madre que tampoco podrá llevarse a Madrid más de dos damas de compañía. La verdad es que ambas compartimos el mismo destino, por lo que odiarla se me hace imposible.
Todos revolotean en mi rededor, costureras, peinadoras, me pusieron crema en todo el cuerpo y una ropa interior de muchos encajes, si supieran estas mujeres que mi esposo no verá nada de lo que tanto arreglan, solo mi cuerpo desnudo y tembloroso.
Mi padre, el Rey de España, orgulloso me entregó. Alto, rubio, con un rostro fuerte, de mandíbula cuadrada y profundos ojos azules, mi prometido me esperó con su elegante uniforme en el altar de la xxxxx de Barcelona, mañana aquí mismo será la boda de mi hermano, cuando ya esté de camino al Paris donde continuaré mi vida. Ese hermoso hombre tomo mi mano y la perdí entre sus dedos, soy tan pequeña a su lado, apenas puedo ver su pecho estando a su lado. Muchos sentimientos pasaron por mi al verlo, al darle mi mano, al olerle ese aroma lleno de limón y menta; pero entre todos esos sentimientos el miedo sin duda superó a los demás. Nada más saber que ahora mi vida depende completamente de este hombre, que mi cuerpo, mis pensamientos y mis actos serán ahora su responsabilidad. Solo me hace temerle.
La fiesta pasó sin mayores contratiempos, todos los nobles tanto de España como de Francia presentaron sus respetos a nuestra mesa, donde este adonis francés no me dirigió mas de una o dos miradas, jamás pude ver que se esbozara sonrisa alguna en su rostro. Cortés, lleno mi copa cada vez. Saludó a todos con respeto y compartió con mi padre el brindis correspondiente. “Por la paz entre nuestras naciones”
Doña Florencia vino a buscarme para prepararme para la noche de bodas a eso de las 9 de la noche y fue el único momento en el que tuvo a bien dirigirme la palabra.
- Nos vemos ahora, esposa mía
Respondí con un ademán y me retire después de saludar a todos, mientras me aplaudían. Mi madre al abrazarme me advirtió.
- Se obediente.
La habitación asignada para el sacrificio era aquella que yo había ocupado estos últimos días. La cama sin dosel sobresalía en un espacio que ahora ocupaban en su mayoría un montón de sillas a su alrededor, serán los asientos de aquellos que miraran mi entrega a aquel hombre que ni conozco.
Florinda me guía hacia una habitación contigua a ésta, la que ella a ocupado. Allí con lagrimas en los ojos y en completo silencio me va quitando la ropa que he usado para casarme. Taciturna, no quiero pensar, no quiero saber, no quiero siquiera ver a mi nana mientras me prepara para ser inmolada en nombre de España. Tenemos las mujeres que resolver con nuestro sacrificio aquello que los hombres no fueron capaces con sus espadas y sus flechas.
Lista con una bata de Gaza que no esconde nada de mis formas, me miro un momento en el espejo de la cómoda. Destacan mis pechos y el monte de Venus, pues son mas oscuros que el resto de mi piel; pienso no más que aquello es muy adecuado.
Florinda me pide entre sollozos que espere que alguien me venga a buscar, pues ni ella ni ninguna mujer cercana a mi tiene permitido estar en lo que sigue. Así que sola espero sentada en el pequeño banquillo frente a mi propia imagen, pequeña y desolada.
Oigo como la habitación de al lado se va llenando de gentes, hablan en francés, en español y en catalán. Seguido por un silencio profundo. Una puerto se abre a mis espaldas y la mano de mi hermano Juan toma la mía en silencio. Juan siempre ha sido mi hermano favorito, me defendía de niña de mis otros hermanos, cariñoso como ningún hombre es, de mirada dulce. Es él, justo él que me acompañará esta noche. Pienso que, seguramente se ofreció el mismo para tal tarea, pues su presencia será un bálsamo en este momento.
- Hermanita, estás hermosa. Debes venir ya, tu esposo te espera.
Callada, silenciosa, esperando lo peor, caminé siguiendo a mi hermano favorito, quien me entrego en las manos del Rey de Francia, sentado en la cama, paso sus manos por mi cuerpo, la luz tenue de la habitación, me ayudo a olvidar las 20 personas que nos acompañaban.
Me atrajo hacia el y en mi oído dijo
- Jamás pensé que España tendría mujer tan hermosa para mi.
Con sus manos grandes y fuertes en mi cintura, me poso en la cama y quito el camisón que me cubría. Instintivamente traté de tapar mis senos y mi vulva, pero sus manos no me lo permitieron, las tomó entre las suyas y las poso a cada lado de mi cuerpo.
- Eres tan pequeña, mirame a los ojos, tu cuerpo ahora me pertenece y yo soy Francia, quiero verlo y tocarlo completo. ¿Entendiste?
- Si Señor – contesté a media voz
- Muy bien. Todos aquí están esperando que entre en tu cuerpo, pero primero, lo primero
Tomo mis piernas en sus manos y las colocó igual que hiciera mi padre hace unos días. Ordeno a un lacayo que acercara una vela y la puso entre mis piernas. Cerré mis ojos para acallar mi vergüenza. Con sus manazas abrió mi vulva y encontró lo mismo que mi padre, un himen intacto y una vagina cerrada.
- Declaro públicamente que recibo a Isabel de España intacta e inmaculada. Condición que perderá de inmediato.
Todos rieron. Se acostó a mi lado aún con su camisón puesto, no se desnudará para los presentes, solo yo debía pasar por tan terrible transito. Me toco, poso sus manos en mis senos pequeños y torció sus dedos sobre mis pezones. Mi cuerpo reaccionaba ante el contacto de ese hombre al que estaría enlazada el resto de mi vida.
Bajo sus manos hasta el centro de mi cuerpo y toco de nuevo mi vagina.
- Estas mojada princesita, que conveniente. España esta lista para recibir a Francia.
Me avergonce más de lo humanamente imaginable, sus palabras hicieron que mi cuerpo me hiciera sentir traidora a la causa española, aunque este sacrificio lo estaba haciendo justo por España.
Me monto. Se posesiono entre mis piernas con su enorme cuerpo y sin siquiera darme un beso, empujo su ariete contra mi vulva. El dolor me partió en dos y un grito salió de mi boca sin que pusiera contenerlo.
- ¿Duele Princesa? Acostumbrate. Ahora eres mía y haré contigo lo que quiera.
Mis sospechas fueron ciertas, el dolor se había instalado en mi cama y mi esposo era un monstruo desalmado. Empujó sin compasión ese enorme pene en lo profundo de mi y mis gritos se escuchaban fuera de la habitación. Su cuerpo pesado me cubría ahogando mi dolor en su pecho. Es tan grande todo el, empujaba dentro de mi, tratando de entrar mas allá de lo posible. Escuche una puerta azotarse mientras mis lagrimas manaban sin pausa por mis mejillas. No tenía que mirar para saber que fue Juan, indignado ante el trato brusco que recibía su hermana favorita.
En ese momento decidí tratar de cerrar mis piernas, tratar de resistirme aunque solo fuera un poco a sus embates, tome fuerzas de no se donde y trate de cerrarme a su cuerpo. Su respuesta no se hizo esperar. Y levantando su cuerpo un poco me dijo con autoridad.
- Abre las piernas princesita, que te estoy haciendo Reina.
- No, me duele, me duele mucho. Por favor para un momento.
- No, abrete sino quieres que te amarre las piernas a la cama delante de toda esta gente.
Ante esa amenaza y a sabiendas de lo que eso significaría para mi familia, me abrí todo lo que pude, se lanzó sobre mi de nuevo y con sus manos tocaba impúdicamente mis pechos.
Algo crecía dentro de mi, una agitación, un desasosiego, en mi vulva algo crecía que no podía controlar. Y comencé a gemir y se perdió el dolor para dar paso a una sensación rarísima como unas ganas de orinar, pero sin orina.
Supe lo que era cuando él me lo dijo.
- La muy putita va a correrse, pues correte, quiero ver como te corres mientras te violo.
No aguante más y un gemido profundo acompaño una explosión de mi cuerpo, que aceleró en el Rey Luis su derrame. Sentí como crecía aquello en mis entrañas y como algo explotaba y me llenaba de un liquido por dentro.
Caímos agotados, habíamos consumado el matrimonio, en la noche mas espeluznante de mi vida. Se bajo de mi cuerpo y yo pude cubrirme.
- Esto lo voy a disfrutar mas que tu, preñarte será mi prioridad de ahora en adelante. A partir de hoy dormirás en mis aposentos hasta que confirmen tu primer embarazo. Y abriré todos los caminos de tu cuerpo. Si vuelves a tratar de oponerte te castigaré, eres mi esposa y me importa un rábano si naciste princesa, plebeya o sierva. Me obedecerás, tengo un cinto que dice que lo harás ¿me entendiste?
- Si señor – su crueldad solo es comparable con su belleza -
Caí dormida a su lado, adolorida y cansada.