Susy, una esposa muy dulce

La reaparición de Susy, casi me corta la “borrachera”, jamás pensé que ella fuera a regresar así, vestida, casi desvestida, era imposible quitarle la vista, definitivamente era obvio que estaba decidida: Un bata semitransparente, roja, de una sola caída, sus finos tirantes apenas lograban sostenerla y eran el único obstáculo para no caer a sus pies.

SUSY, UNA ESPOSA MUY DULCE...

Quiero hacer un salto en el tiempo, no pienso dejar inconclusa toda esa parte vivida en mi adolescencia, sólo que quiero contar lo que actualmente vivo y que me excita muchísimo.

Dicen que uno repite historias, que los hijos se casan con mujeres parecidas a sus madres, y cosa similar hacen las hijas. Por supuesto que parece, asimismo, que esto no es consciente del todo. Aquello que viví de joven al parecer había quedado olvidado. Al menos no eran recuerdos que llegaran constantemente a mi cabeza. Sin embargo, el tiempo, la vida o el destino, no lo sé, se encargarían de recordármelo, y desear, intensamente, revivirlo, a través de la que hoy es mí esposa. Finalmente salí de casa a los 18 años, al principio regresaba algo seguido, después las visitas se fueron espaciando hasta hacerlo solamente en año nuevo en donde nos reuníamos toda la familia. Ya nunca volví a ver a mi madre en esas situaciones, creo que cuidaba ese aspecto cuando la visitábamos, al fin y al cabo tenía casi todo el año para hacerlo sin mayores problemas. A mis 28 años, conocí a la que hoy es mi esposa, ella tenía 22, pero al parecer, una gran experiencia en el plano sexual, pues habiendo iniciado muy temprano su actividad sexual, había sido amante de varios hombres. Esto no me molesto, y ni siquiera fue algo en lo que me detuviera a pensar como un obstáculo para una relación a futuro, simplemente era algo que para mi manera de ver la vida, en ese momento, pertenecía a su pasado. Lo primero que me contó fue su última decepción amorosa, de lo terrible que fue y lo difícil que era para ella sobreponerse a eso. Aún cuando ella sabía que él era casado y ella sólo la amante, con sus escasos 20 años y él con casi los 50, la relación que había durado por espacio de casi año y medio había terminado por chismes. Había pasado ya casi medio año y aún así ella estaba en un impase difícil de superar, en todas nuestras pláticas hacía referencia a él, era obvio que lo extrañaba. Sin embargo, con nuestro trato, fuimos logrando una bonita relación, y terminamos casándonos tres años después.

Ella mide 1.55, era muy delgada cuando la conocí, apenas llegaba a los 45 kilos, aunque de su cuerpo sobresalían sus caderas y la hacían muy atractiva para cualquier macho, cosa que no pasaba desapercibido para mí cuando salíamos a cualquier lugar. Las miradas lujuriosas, a veces hasta palabras, y en otras, expresiones muy vulgares, me hacían recordar que tenía junto a mí a una mujer que era deseada por otros. Esto, aclaro, nunca me molestó, simplemente no le daba mayor importancia, pero aún en mi cabeza no despertaba ningún recuerdo.

Cierta mañana cuando veíamos en un puesto de revistas las novedades de la semana, me tomó del brazo y me pidió que continuáramos con nuestro camino, me sorprendió mucho puesto que era ella a quien le encantaba que le comprara sus revistas, pero la obedecí y caminamos. Como ya hacía hambre nos metimos a un restaurante pequeño, sin embargo la noté muy nerviosa, pero no pasó a mayores. Más tarde al llegar a casa, pues vivimos juntos un tiempo antes de casarnos, sin preguntarle nada, ella me dijo que me había pedido que nos fuéramos del puesto de revistas porque un "amigo" de ella estaba por ahí y no quería que le hablara. Yo entendí la expresión "amigo" y le cuestioné sobre su última relación de la que les hablaba en un principio, y ella me dijo: "no, con este sólo viví un tiempo, como dos meses ya te platicaré". No dije más y tampoco quise hacer de esto un drama. Como ya lo dije, pertenecía a su pasado.

Nuestras sesiones sexuales eran muy intensas, nos entendíamos muy bien. Yo iba de sorpresa en sorpresa cuando hacíamos el amor, era vasta su experiencia. La más grande llegaría pronto. Una noche en que estábamos cogiendo, ella me pidió que la volteara y que la penetrara –no por el ano- pero que me pusiera atrás de ella, se colocó una almohada en el vientre para que así, de ese modo, las nalgas se le pararan y la penetración fuera más fácil, cuando se la estaba metiendo ella me pidió que le golpeara las nalgas, así lo hice y se calentó mucho más, pegaba unos gritos que mi ego de macho se sentía formidablemente bien, pero... siempre hay un pero, me quedé de a "seis", como decimos por acá cuando queremos expresar sorpresa, cuando en medio de la cogida ella me dijo...

  • Cabálgame, pégame, cógeme, cógeme, como me cogía Panchito –quien había sido su último amante, de quien les hablé al principio- así, así... métemela... gritaba...hazme tu yegua... métemela más… sii... siiii… así… duro… pégame... másss… maaaaassss… Al principio me sentí frustrado, pero de ahí pasé a calentarme muchísimo y me la seguí cogiendo hasta que terminamos....

Después cada vez que cogíamos, yo le pedía que se volteara ya se imaginarán que terminábamos cogiendo riquísimo.

La segunda grande sorpresa fue en otra ocasión al estar cogiendo, estábamos en la posición clásica, la del misionero, y ella parecía disfrutarlo mucho, a mi me gusta hablar cuando tengo sexo, entonces le pregunté –¿qué más quieres hacer? – y sin titubear mucho, me contestó:

  • Me gustaría mamarte la verga hasta sacarte la lechita y que Panchito me estuviera cogiendo como su perra, que me golpeara las nalgas y que tú te pararas delante de mi para mamártela; nuevamente, pasé de la frustración a la excitación en un grado mayor, en unos instantes, de tal modo que mi pene no se bajó sino por el contrario, lo tenía como nunca; entonces le pregunté, ¿y qué más? que así siguieran los dos hasta que él se viniera dentro de mi y tú en mi boca, ¿te tragarías mi leche? Síiii -me respondió-, y si luego Panchito quisiera que se la mamaras? Le pregunté. También se la mamaba –me contestó- ya se imaginarán que nuestra conversación hizo que los dos nos derramáramos muy pronto entre gritos y quejidos de placer.

Nunca hice un reclamo al respecto, para qué si en realidad era algo muy excitante para mi; aunque siendo honestos nunca tratábamos el tema fuera de la cama. Sin embargo, dicen que una cosa lleva a otra, y yo sabía que esa charla no tardaría en darse. Era una tarde lluviosa, nos metimos a la cama, nos cubrimos con una cobija y empezamos a charlar, no sé en qué momento la charla dio el giro hacia lo sexual, pero así fue:

  • Entonces? Dije, ¿cuántos antes de mí?
  • Jajajaja, no sé, no llevé la cuenta, jajajaja
  • Y el tipo ese del que me hablaste, el del puesto de revistas?
  • Ah! Con él sólo viví como por un tiempo de dos meses, cuando recién llegué acá a Querétaro.
  • Ya, entiendo, y donde lo conociste?
  • Cuando llegué. En la terminal de autobuses.
  • ¿Cómo? Le dije, el día que llegaste lo conociste, y luego ¿luego? Le pregunté, mientras que en mi cabeza resonaban una frase: "vaya, ¡¡qué puta tengo!!"
  • Bueno, no tan luego luego como dices, pero al día siguiente sí… jajajaja
  • Y fue el único después de Panchito?
  • Mmmm, emitió su boca entrecerrada en tanto que sus ojos se movían hacia arriba y a la derecha, como siempre lo hacía cuando revivía imágenes… tu viviste en la calle de Porfirio Díaz, verdad? Ahí por la Iglesia del "Divino Pastor", ¿no es así? Me preguntó
  • Sí… efectivamente, entre Independencia y Guerrero.
  • Yo viví en la calle Guerrero, me dijo, si te acuerdas que ahí cerca de la Iglesia había un videoclub?
  • Sí, el dueño es conocido mío, el papá de una de mis alumnas, le contesté.
  • Ah!! Siiii?? Jajajaja… una risa entre nerviosa y burlona escapó de sus labios… Así es que conocías a Mario? Me dijo sin soltar mi mano derecha que acariciaba su vello púbico y bajaba lentamente hasta tocar su rajita ricamente humedecida.
  • Sí, le afirmé. Anduviste con él?
  • Sí… de hecho él rentaba un departamento en la calle de Guerrero…para mí.
  • Y ¿qué tal? Te lo hacía rico, le dije, sin dejar de meter un dedo en su caliente y húmeda cavidad.
  • Sí, no he de negarlo. Lo tenía muy grueso, no muy largo, pero sí grueso, y eso a mi me gusta. Más grueso que el tuyo. Lo único malo de él es que a veces duraba mucho.
  • Pero eso les gusta a las mujeres, no es así?
  • Bueno, sí. ¿Pero más de una hora, no se te hace mucho? Me preguntó, y sin dejar contestarle, prosiguió. Es mucho. A veces duraba hasta dos horas sin sacarla, sin venirse, y pues ya te imaginarás. Terminaba aparte de bien cogida, bien rozada.
  • ¿Y cómo te lo hacía? Cuéntame. Ya a estas alturas el ambiente estaba demasiado cachondo. Mis dedos jugaban con su panocha, y de repente ella abría las piernas y yo introducía un dedo, dos dedos y hasta tres… más allá… hasta lo más profundo de su calor, y un "Aaaaaaaaa" se escapaba de su boca.
  • ¿Deveras quieres saber cómo me lo hacía?
  • Sí, le dije.
  • Pues mira, él me rentaba un departamento, pero no le gustaba traer llaves, yo creo que para no tener problemas con su esposa al verle unas llaves que no fueran de su casa… así es que cuando llegaba yo tenía que abrirle la puerta. Así es que normalmente llegaba alrededor de las 2 de la mañana, no todos los días, pero cuando llegaba apenas entraba a la casa me empezaba a besar, él ya venía muy excitado, pues me abrazaba, me besaba y se desnudaba, casi siempre me cargaba
  • Tú cómo lo recibías…interrumpí
  • Desnuda… me dijo, entonces me cargaba
  • Ya sabías que él llegaría a cogerte –volví a interrumpir.
  • Sí... me dijo, además para que te lo niego, ya lo deseaba, pues aunque iba regularmente a verme, a veces pasaba hasta 5 días sin su verga en mi, y me tenía deseosa de su verga… entonces me cargaba, me recargaba en el muro, y ahí mismo me la metía… así yo colgada de su cuello, con mis piernas alrededor de su cintura, él me cogía un buen rato… luego me llevaba a la cama y me seguía cogiendo… la verdad era muy rico al principio, pues como te decía, la tenía o la tiene, muy gruesa, pero el problema es duraba mucho… y ya cuando pasaba de la hora de verdad yo ya me sentía rozada. Yo no sé si tomaba algo, pero duraba mucho. Me podía en diferentes posiciones, y casi siempre le gustaba terminar de "perrito"

Yo estaba con una erección que nunca antes había sentido, y ella húmeda como nunca, me la monté y ahí mismo terminamos cogiendo.

Un día me metí al latinchat, y vi una sala que llamó muchísimo mi atención "cógete a mi esposa, yo veo" entré y platiqué no sé con cuántos.

Fue así como se despertó en mi la morbosidad de verla cogiendo con otro, antes ni siquiera pasaba por mi mente; y de repente llegaban a mi cabeza todas las imágenes de mi madre que vi cuando joven, el asunto revivió fuertemente.

Después de estas experiencias y darme cuenta que eso me excitaba sobremanera empecé a buscar la manera de hacerla realidad. Curiosamente, mi excitación provenía de imaginármela cogiendo con otro, de verla y escucharla gemir, gozar, gritar y pedir más. En esa fantasía yo no me veía como actor, sino como espectador... todas las ocasiones en que mi mente se recreaba en eso mi pene se ponía durísimo y un calor me recorría todo el cuerpo.

Fue así, también, como me fui enterando de sus anteriores experiencias, pues estas eran las narraciones en nuestras sesiones de sexo; hasta que una noche después de una buena cogida, aún en la cama, le solté:

  • Me gustaría verte cogiendo con otro.
  • Estás loco, me dijo, mientras volteaba a verme, más como buscando si en realidad hablaba en serio o simplemente estaba, como decimos por acá, "tanteándola".
  • No, le dije, no es locura, créeme que me excita mucho sólo la idea de pensarlo. Me gustaría verte cogiendo con otro. La verdad es que me doy cuenta que cuando fantaseamos tú también te excitas demasiado.
  • Sí, me dijo, y ese fue el punto sin retorno, no lo puedo negar a mi también me excita la idea, pero es riesgoso, ¿no crees?
  • No mi amor, le dije, hay que elegirlo bien, sólo será sexo, no amor. Y lo podemos hacer cuantas veces quieras, con dos condiciones solamente: que él use condón y que yo esté presente.
  • No sé, me dijo, aún me da cierto miedo.
  • No temas cariño, insistí, sólo quiero saber si te atreverías... si es así déjalo en mis manos; yo no quiero participar sólo ver como lo gozas.
  • Está bien amor, asintió, lo voy a hacer, sí me atrevería, lo dejo en tus manos, pero también quiero poner una condición.
  • ¿Cuál? Pregunté
  • Yo lo elijo pues tiene que gustarme y tú te encargarás de que me lo lleve a la cama. Ah! y nada de fotos ni videos, es algo muy íntimo mío y tuyo, bueno y del otro, pero no quiero esas cosas.
  • Está bien, le dije, de acuerdo, tú lo eliges y yo hago el resto. Los condones los llevaré yo para que no haya problema. ¿Te parece?
  • Muy bien me dijo ella, de acuerdo.

La ocasión se dio muy pronto, cerca de 10 días después de esta plática. La empresa en la que yo trabajaba en ese tiempo cumpliría quince años y los socios de la misma habían corrido la invitación, ya con mucho tiempo de anticipación, de celebrarlo en grande en un hermoso hotel de la Ciudad de México situado en la Av. Reforma. La invitación era abierta para todos los trabajadores de las distintas sucursales y podíamos llevar a nuestra correspondiente pareja, con la única condición de confirmar en tiempo y forma. Llegó el día tan anhelado. Por supuesto esto ya había sido pensado y repensado con Susy –mi esposa-, Jorge, mi mejor amigo y quien a ella le gustaba, también laboraba en la empresa e iría con su esposa, así es que habíamos urdido un plan para "robarnos" a Jorge sin que Mary, la esposa de Jorge, sospechara algo. Sin embargo, las cosas cambiaron un poco y se facilitaron mucho más, resultó que la mamá de Mary tuvo una caída fracturándose un brazo y requería de una operación para la colocación de un clavo, esto hizo que ella tuviera que quedarse a cuidarla en el hospital y Jorge tuvo que asistir a la fiesta solo, aún cuando este incidente estuvo a punto de hacer que Jorge también cancelara, pues decía que no quería ir solo, pero nuestra insistencia, y afortunadamente la de su esposa, hizo que al final se decidiera y fue con nosotros.

La noche de la cena de gala, Susy iba simplemente hermosa y radiante. Un vestido rojo entallado con un escote en la espalda que llegaba hasta el inicio de sus hermosas nalgas, unas zapatillas del mismo color hacían que sus nalgas se pararan aún más. Por el frente el vestido era poco escotado, pero lo suficiente para dejar ver el inicio del nacimiento de sus hermosos senos. Por el tipo de vestido –escotado por detrás- era de mal gusto ponerse brassier así es que prefirió no llevar nada. El vestido caía con soltura en un discreto olan, un poco más arriba de las rodillas, así que cuando Susy se sentaba éste se subía un poco y dejaba ver sus hermosas y bien torneadas piernas. El cuerpo de Susy no es propiamente delgado, pero tiene todo en su lugar, el poco pero continuo ejercicio la han puesto mejor que cuando la conocí. Para rematar Susy eligió una tanga roja, bastante pequeña, sin ser de hilo dental cubría sólo lo necesario, bien depiladita sólo con una rayita delgada de pelos que subían hasta su vientre en una fina hilera de vellos, la hacían ver maravillosamente cachonda para esa noche.

La Junior Suite en que nos quedamos –aunque debo admitir que tuve que cubrir la diferencia, pues la empresa sólo nos pagaba una habitación sencilla o doble- era el marco perfecto para este encuentro. Cubrir esa diferencia era lo de menos, lo que prometía esa noche era mucho más que el gasto efectuado. Al entrar a la habitación te encontrabas, a la izquierda de la misma, con una hermosa sala de piel en color negro; una mullida alfombra de color arena en el piso contrastaba con el color de la sala pero al mismo tiempo lo hacía más que acogedor. Los dos grandes cuadros, copias por supuesto, de Van Gogh que colgaban hacían ese espacio bastante muy hogareño; sentías como llegar a casa. La cantina en madera rústica pero perfectamente bien barnizada, con varias botellas de vino y licor le daban el toque adecuado como para sentirte en un ambiente lleno de calidez y armonía. Las lámparas que estaban en la esquina de la sala iluminaban hacia arriba y al contar con regulador de luz, permitían crear el ambiente que desearas. Un televisor mediano y el pequeño pero moderno equipo de sonido ponía el toque final a este espacio. Cruzando la sala te encontrabas con un espacio de aproximadamente de dos metros que al mismo tiempo servía como vestidor, igual muy elegante y acogedor. Con un espejo de cuerpo entero y sus reflectores pequeños hacían llegar la luz cálida en cada centímetro de tu piel.

La recámara, hermosa, con una cama king size estaba un poco más al fondo, separada del resto de la habitación por una reja de madera barnizada en nogal que aún sin contar con cortinas al cerrarlas te daba la impresión de estar en un espacio más íntimo aún cuando se podía observar con claridad ya fuera hacia la alcoba o hacia el resto de la habitación. El cuadro que colgaba encima de la cama de un león macho musculoso, con gran melena negra, encima –no copulando- de una hermosa leona, mordiéndole el cuello, en tanto esta ofrecía una pequeña, pero muy sugestiva, resistencia, invitaba a tener el mejor sexo. A la derecha de la recámara estaba el acceso al baño en un pasillo más que espacioso. Era un baño hermoso con un jacuzzi bastante grande.

En este ambiente Susy y yo planeamos la manera en que Jorge caería en sus brazos y yo observaría todo.

Habíamos quedado con Jorge que pasara a nuestra habitación a las 9 y media de la noche, pues la cena estaba programada para las 10, y así fue, muy puntual como siempre Jorge llegó con nosotros y después de decirnos lo bonita que era nuestra habitación tomó asiento. Susy, como toda buena mujer aún no terminaba, y nos hizo esperar un poco más; yo tomé asiento frente a Jorge sólo para ver la reacción de su rostro cuando mi esposa saliera. Y así fue. Aunque ningún sonido fue emitido de sus labios, los ojos más que abiertos y un gesto de sorpresa y lujuria que vi en sus labios y ojos fueron más que la evidencia de que Susy era de su agrado. Por supuesto que como amigos que éramos él y yo, Susy también tenía una bonita relación con él, sin embargo esta no iba más allá de lo que podemos llamar una relación "normal" entre tu esposa y tu mejor amigo.

La fiesta se desarrolló en un elegante salón del mismo hotel. Dentro de nuestro plan era sentarnos con personas de otras sucursales, con gente que no nos conociera, sin presentarnos como esposos. Con cerca de mil quinientos asistentes esto era muy fácil, y así lo hicimos. Después de la cena, entrega de reconocimientos, medallas, la presentación de los principales socios y el riguroso brindis, se abrió la pista de baile en la que Jorge y yo nos fuimos alternando para bailar con Susy; siendo honestos a mí casi no me gusta bailar, por lo que Jorge fue quien bailó más piezas con ella. Durante este tiempo yo fingí beber de más, de tal modo que cerca de la 1 de la mañana, cuando Susy y Jorge llegaron de bailar, me encontraron algo "indispuesto" por la bebida. Conociendo el plan de antemano, Susy le pidió a Jorge que nos retiráramos y así lo hicimos.

  • Susy, le dije con los sonidos más "trabados" que pude, invita a Jorge a pasar.
  • No, dijo Jorge, yo creo que los dejo descansar.
  • Nada de eso dije, para descansar sólo la tumba amigo, pasa anda.

Susy, siguiendo el plan, con sus dos manos, lo tomó de la mano izquierda y le dijo: anda pasa, acompáñanos un rato más anda… si?

Ante esta invitación a Jorge no le quedó más remedio que entrar. Yo tomé un vaso de la cantina, me serví un whisky más y me senté en el sillón de la sala, al tiempo que le decía a Jorge, anda, sírvete lo que desees, acompáñame.

  • Voy a ponerme algo cómodo muchachos, no me tardo, dijo Susy, al tiempo que desparecía en el vestidor.

La plática entre Jorge y yo era amena, fluida, a pesar de estar yo "tan tomado"… pues al ser muy buenos amigos esto se daba muy fácil. La reaparición de Susy, casi me corta la "borrachera", jamás pensé que ella fuera a regresar así, vestida, casi desvestida, era imposible quitarle la vista, definitivamente era obvio que estaba decidida: Un bata semitransparente, roja, de una sola caída, sus finos tirantes apenas lograban sostenerla y eran el único obstáculo para no caer a sus pies. Llegando a media pierna, la tela de la cintura hacia abajo era un poco más gruesa, impedía ver claramente, pero dejando mucho a la imaginación. Bajó un poco la intensidad de la luz, haciendo el ambiente más cachondo, más candente y más imaginativo.

Se sentó junto a nosotros, y al hacerlo la bata subió aún más dejando ver sus hermosas y bien torneadas piernas. Sus finos y descalzos pies, se cruzaron unos a otros, dejando ver su roja tanga que apenas cubría su triángulo perfectamente depilado.

continuará