Susy, una ama de casa muy dulce 5
El lecho nupcial era el testigo perfecto de aquella desenfrenada y pasional entrega. Los gemidos de placer y las palabras, que rayaban en la vulgaridad, llenaban el espacio donde noche antes Carlos, su marido, sólo dormía plácidamente a su lado. Hoy era diferente, ahí estaba Raúl, quien en su juventud y calentura la poseía de mil y una forma, propios de una pasión prohibida.
Mientras las dos manos de doña Susy halaban hacia abajo el apretado short que se había puesto por un momento Raúl, su rodilla derecha se doblaba para posarse en el piso y quedar en cuclillas delante de él. Ataviada en una amplia y floreada bata sus formas se desdibujaban bajo esa vestimenta, Raúl apenas podía ver por el estrecho hueco que se alcanzaba a formar por debajo de su rostro trazando apenas el nacimiento de un par de blancos senos; sin alcanzar a distinguir mucho su imaginación hizo el resto excitándolo aún más. El short bajó de un solo tirón casi hasta los tobillos del joven albañil al tiempo que su falo semierecto salía de su escondite apuntando hacia el bello rostro de Susy, en un vaivén de arriba hacia abajo, moviéndose varias veces y obligando a esta a seguirlo con la mirada y pasarse, quizá inconsciente o tal vez con todo el deseo que contenía su cuerpo, la lengua por sus labios y volteando hacia arriba para mirar a Raúl quien de pie observaba todo desde ahí, como una niña que pide permiso para comerse el caramelo que ha deseado por algún tiempo.
No se había equivocado, aquel falo lucía grueso y largo, aún no estaba totalmente erecto y mediría poco más de 15 centímetros, tal vez alcanzaría los 20 cuando se parara por completo, lo palpó con sus dedos, aquella verga negra y gruesa todavía no se ponía del todo dura. Siguió mirando fijamente a los ojos de Raúl, estaba subyugada ante aquel ejemplar: por un lado un joven alrededor de los 25 años, fuerte y musculoso, aún siendo ella joven tuvo un novio así mucho menos un amante, sus amantes habían sido por lo general hombres adultos que la apoyaban en sus estudios y le proporcionaban placer; y por otro lado aquel pene obscuro, casi negro, tan grueso que no podía rodearlo con su mano completamente y largo que aún sin alcanzar su tamaño completo, ya era grande y veía como iba cobrando todavía más vida delante de sus ojos. Definitivamente, volvió a pensar, no se había equivocado. Aquella figura que había observado a través del pantalón corto, hoy se presentaba ante su mirada lasciva. Tenía el tamaño y casi la forma que se había imaginado. Aquel palo palpitante y vivo apuntaba hacia su izquierda en una curva que le parecía más que excitante y cachonda. En señal de lo que él deseaba, la tomó suavemente con ambas manos alrededor de la nuca, la atrajo hacia sí, ahí mismo en el pasillo que daba a su recámara matrimonial, fuera del baño, doña Susy no opuso resistencia, fue dócil, deseaba serlo, hacía ya varias veces que ella era la que dominaba, pero hoy ante ese macho quería ser sumisa, abrió la boca lo más que pudo y fue introduciéndose lentamente la colorada cabeza. Poco a poco se fue sumiendo en su húmeda y caliente cavidad bucal un centímetro, luego fueron dos hasta abrigar completamente aquella cabeza palpitante. Las manos de Raúl la tomaban de los cabellos y la empujaban con cierta rudeza hacia su pene.
Ella sentía como aquella carne viva iba cobrando mayor dureza y crecía palmo a palmo entre los pliegues húmedos y calientes de su boca. El tamaño cada vez era mayor y el grosor de aquel palo juvenil y ardiente llenaba por completo su boca que por más que lo abría no lograba abarcarlo todo, las paredes laterales de su boca rozaban literalmente con la piel suave y dura de aquel hermoso pene. Abría lo más que podía su boca, formando casi una perfecta letra "O" para abrigarla por completo con el calor de su húmedo orificio bucal. La sacó un poco de ella para chupar, cual de niña lo hiciera con aquel sabroso y prohibido dulce, la punta roja y palpitante de aquella deliciosa verga que se presentaba ahora ante ella. La ensalivó completa, la sacaba y se la volvía a comer, con su mano derecha retraía la piel completamente hacia la base del pene, alejaba un poco su rostro, la veía con demasiada lujuria que no cabía más en sus ojos para nuevamente en un movimiento rápido y decidido volver a meterse lo más que le cupiera dentro de su caliente y ardiente boca. La succionaba duramente, sin piedad, aun cuando sentía que la punta le rozaba la campanilla. Una mano jugaba con las bolas de Raúl, mientras que su boca se recreaba con aquel falo enhiesto y caliente y su otra mano retraía la piel de la verga para descubrirla completamente y así introducirse el mayor número de centímetros de ese caramelo macizo que le sabía a gloria. Pronto su boca sintió el sabor salado del líquido preseminal, chupó con mayor fuerza hasta sentir las manos de aquel joven y fuerte albañil que en un movimiento suave pero firme la levantaban de las sienes para indicarle que no siguiera, que él deseaba que ella se pusiera de pie.
Ella se levantó poco a poco hasta quedar totalmente de pie, ahí frente a Raúl, alzándose sobre la punta de sus pies buscó los labios del albañil para fundirse en un beso ardiente; sus lenguas se entrelazaban cual si tuvieran vida propia. Raúl se inclinó un poco para besarla con mayor comodidad. Susy era pequeña, apenas alcanzaba los 1.55 metros de estatura, en tanto que Raúl, alto y musculoso, llegaba un poco más allá de los 1.70. Para Raúl era un sueño, ahí la tenía, entre sus brazos, delgada pero bien formada. Su cintura podía ser abarcada por sus brazos, en tanto que sus nalgas redondas, firmes y paraditas podían ser acariciadas de la forma como él quisiera. Doña Susy aún tenía un poco húmedo el pelo, recién se había bañado también. Ella fue sintiendo la erecta y dura verga de Raúl punzarle casi a nivel de pecho, la tomó con una mano en tanto seguía sintiendo los labios ardientes del albañil succionar fuertemente los suyos, en tanto que su lengua se enroscaba con la de él. Raúl la separó un momento, la miró con todo el deseo ardiente que sentía, Susy sólo vestía una bata holgada, tomó los extremos inferiores de la bata y la pasó por encima de la cabeza de ella. Sus manos recorrieron palmo a palmo lo que sus ojos a la distancia no podía hacer. Ahí la tenía a su merced. Completamente desnuda. Su mirada se fue posando en cada milímetro de aquella hermosa y nívea piel. Acarició sus aureolas que se erguían como muestra de su excitación. Corrió por su plano vientre hasta llegar a su pubis perfectamente depilada con sólo una hilera fina de vellos que ascendían desde su intimidad ardiente hasta diluirse suavemente en su cintura. No dijo más, la tomó entre sus brazos, la alzó con suavidad pero con la fortaleza propia de su cuerpo y su juventud. Ella se dejó llevar. Recorrió con ella el pasillo hasta depositarla en la cama matrimonial, donde noche a noche dormía con Carlos, su marido.
Los labios de Raúl fueron recorriendo cada palmo de aquel vientre blanco de la señora, besándola primero muy suave y después con mayor deseo, fue arrancando ligeros gemidos de Susy. Llegó hasta los labios íntimos para posarse cuál ligera mariposa cuando descansa en la más delicada flor. Los besó con cariño, con dulzura, con amor... fue sintiendo como Susy levantó ambas rodillas y dejarlas caer a ambos lados para abrirse un poco más y con ello facilitarle el trabajó, en tanto sus labios dejaban escapar un "sigue" con demencia, con deseo, con lujuria. La ternura del primer momento dio paso al deseo carnal, lujurioso y lascivo de Raúl. Empezó a besar con mayor fuerza los ardientes labios inferiores de la señora en tanto su lengua empezaba a profanar aquel recóndito, oscuro y caliente hueco, que se suponía debía ser sólo del marido de Susy. Su lengua cobraba vida propia para introducirse milímetro a milímetro sintiendo el calor y percibiendo el sabor que emanaba de aquella cueva húmeda y ardiente. Cada vez entraba un poco más haciendo gemir a doña Susy, quien apretando las rodillas contra las orejas de Raúl y entre bocanadas de aire que halaba para poder respirar sólo lograba emitir sonidos ininteligibles que se mezclaban con sus propios gemidos creando un ambiente propio de una película porno. La nariz de Raúl a ratos aspiraba fuertemente para llenarse de los olores de la caliente vagina de Susy y por otros momentos se enterraban en el hueco ardiente hurgando así los placeres escondidos de la vulva mojada y chorreante de la señora que respondía con varios "más" prolongados y ahogados en el tormentoso pero dulce mar del placer. El tiempo corría como miles de golpeteos de caballos desbocados que fuertemente pisaban en las sienes de Susy, el latir fuerte de su corazón era el ritmo que marcaban las manecillas del espacio que se bañaban del placer que ella sentía.
Aquella habitación se teñía de múltiples colores como prueba de las oleadas calientes que bañaban el interior de las entrañas de tan hermosa señora al sentir la lengua viva y dura de Raúl que buscaban aquellos puntos más sensibles de su intimidad. No supo cuánto tiempo transcurrió, sólo lamentó por breves instantes que el joven albañil se separara de ella para quedar erguido frente al hermoso cuerpo desnudo de Susy que se dibujaba lleno de placer, y emular así a su hermosa verga que ya muchos minutos antes yacía duro y parado cual mástil más alto de un velero. La cara enrojecida de Susy indicaba cuánto estaba disfrutando el momento, los dientes que mordían desesperadamente los labios inferiores de su boca eran la ansiedad que mostraba cuando deseaba que aquello no terminara. Quizá pasaron dos segundos pero para ella fue una eternidad, no sentir la lengua y en ocasiones la nariz de Raúl en su íntima, ardiente y perfectamente depilada vulva la hacía sentir deseosa de pedir más, su mente no pensaba sólo deseaba seguir sintiendo. Un "oh" prolongado y cachondo escapó de sus labios cuando los 21 centímetros duros y gruesos fueron llenando completamente los pliegues húmedos y calientes de su vagina, sólo alcanzó a doblar las rodillas al aire para permitir así que Raúl se encimará sobre ella sosteniéndose en sus delgadas pero fuertes piernas. Raúl entraba y salía como poseso, como un loco que deseaba volver a la cordura después de cabalgar aquella yegua brava pero que deseaba ser domada. La habitación matrimonial se llenaba de ayes, quejidos y gemidos ardientes que volaban para posarse en todos los rincones de aquella recámara, donde noche a noche sólo era testigo mudo de charlas simples y sin sentido para ella, donde las palabras de Carlos, su marido, muchas veces la arrullaban para llevarla plácidamente a brazos de morfeo; en esa habitación donde la noche anterior ella se quemaba por sentirse poseída y Carlos sólo alcanzaba a desearle "buenas noches". Pero hoy era diferente, ahí estaba un hombre de verdad. Un macho joven, fuerte y vigoroso. Sus palabras, tanto de él como de ella, rayaban en la soez, en la vulgaridad... propios de una entrega desenfrenada y ardiente. Sus palabras llenaban cada hueco de aquel dulce espacio nupcial cómo si fueran los cascos de dos animales, hembra y macho, salvajes que a lo lejos se entregaban a una pasión llena de locura y deseo.
Los movimientos frenéticos de Raúl cesaron por un momento. La miró a los ojos, y contra el pesar de Susy se separó de ella. La tomó de sus piernas y en un movimiento rápido y ágil le fue indicando cómo quería que ella se pusiera para que la siguiera poseyendo. Susy entendió perfectamente, levantó su cuerpo para sentarse por unos momentos en la orilla de la cama, subió sus pies y apoyándose en ellos giró el cuerpo para así apuntar directamente con sus redondas, firmes y suaves nalgas el cuerpo atlético y juvenil de Raúl, mientras sus brazos descansaban perpendicularmente en la cama, giró su cabeza en un movimiento sexy, hacia arriba, para mover su cabello y así dejar al descubierto su cuello y parte de su rostro. El joven albañil quien en ningún momento perdió la rigidez y dureza en su miembro se acercó lentamente hasta la cueva caliente de la doña Susy, de un solo golpe le dejó ir los pocos más de 20 centímetros de carne dura, ardiente y gruesa. Los gemidos de la señora resonaron en toda la casa. Eran gemidos de placer y locura del paroxismo al que la llevaba cada embate de Raúl cuando en movimientos fuertes y rudos le tocaba el fondo de sus entrañas. Con sus fuertes manos Raúl se aferró de las redondas y protuberantes caderas para quedar prácticamente unido a ella, moviendo su cuerpo hacia adentro de ella para luego salirse unos cuantos centímetros y volver al ataque de aquella más que mojada y ardiente cueva que le abriga su verga carnosa y llena de venas gruesas y a punto de explotar, la cual a doña Susy le daba una sensación de ser más gruesa de lo normal. A cada nuevo embate la gloria bañaba en sudores el cuerpo de Susy. Cuando el joven y musculoso albañil empezó a sentir que el final se acercaba, alargó su brazo derecho hasta tomar la cabellera azabache y sedosa de Susy, la haló con firmeza pero al mismo tiempo, con cierta suavidad. Ella tuvo que echar la cabeza hacia atrás mientras sentía que aquel pequeño dolor incrementaba las oleadas de placer que inundaban su vagina cuando la verga de Raúl entraba y salía a gran velocidad de su intimidad. Era el momento que esperaba Raúl, mientras sostenía con fuerzas su cabello y la halaba cual jinete que doma a una yegua salvaje, sus labios se abrieron para dejar escapar las palabras que redondearían aquel ardiente e infiel encuentro:
Te gusta putita? Dijo, sin reparos, sin rubores...
Siiii.. papito.. coges riquísimo.. siiii.. sigue.. dijo doña Susy quien ese tipo de palabras la excitaban mucho más.
Te gusta coger mucho verdad putita, te encanta la verga.. verdaaaaadd???
Siiii.. siii.. me gusta que machos como tú me cojan.. siiii.. sigueeeee... siii oooo.. que ricoooooo siiiiigueeeee... aaaaaaaaaaaaaa
Me voy a venir perrita... me voy a veniiiiirrrr....
Damelos.. échamelos... oooooooo.. siiiii.. mássss... maaaaaaasss.. siiiii.. asiiiii.. ooooo... siiii.. que ricooooo.. ooooooooooo... aaaaaaaaaa.
Aaaaaaaaaagggggg..... exclamó Raúl al tiempo que ambos cuerpos se cimbraban como consecuencia de haber alcanzado el clímax de esa entrega lujuriosa.
Susy se dejó caer sobre la cama matrimonial sin dejar salir de ella aquella negra y hermosa verga. Raúl se recostó un poco sobre el cuerpo de la señora Susy. Así estuvieron unos momentos. Hasta que Susy interrumpió el momento. "debo ir por mi nena al kínder" dijo. "Y tú debes ir a casa de tu chalán sino vendrá tu patrón y te `irá como en feria´ al ver que no trabajaste hoy" concluyó. Contra su pesar Raúl se levantó al tiempo que decía, "tienes razón, ya hasta se me había olvidado"... "jajajajaja" se escuchó la carcajada de ambos. "si quieres lavarte ya sabes donde, le dijo a Raúl, mientras voy por tu ropa que ya debe estar seca". Raúl obediente se metió al baño. Transcurrieron los minutos. Raúl volvió a saltar la pequeña barda trasera para salir por la casa aledaña donde él trabajaba, en tanto que doña Susy ataviada con sus apretados pantalones de mezclilla se dirigió al kínder para recoger a su nena.
Ya venía de regreso de la mano con su nena del kínder.
mami me compras un yogurt? Le dijo la nena.
Si mi amor, contestó ella, ahorita que pasemos a la tienda de don Pachito te lo compró, te parece?
Si mami, dijo la nena.
Don Panchito, cuánto cuesta este yogurt? Preguntó ella desde lejos, pues sabía que aquel viejo siempre que pasa por ahí sus descaradas y mórbidas miradas la recorrían desde el pelo hasta la planta de sus pies.
7 pesos, dijo don Panchito, quien no perdió la oportunidad para clavar su miraba en el pequeño escote que se abría en forma de diamante dejando ver, apenas, un poco del nacimiento de los senos de Susy, pero que a Panchito le parecía el nacimiento de la gloria, pero para usted ya sabe, dijo el viejo tendero, puede llevárselo y luego me lo "paga" remató con un dejo de deseo insano en sus palabras.
Está bien, dijo doña Susy, pero pues entonces me aprovecho y me llevo también un refresco y este queso que me gusta mucho, ¿está bien? Inquirió, sabiendo de antemano la respuesta, y ya mañana antes de ir por mi niña al kínder paso a pagarle, le parece? Y sin dejar espacio para una respuesta, concluyó sólo espero que doña Meche no se enoje por que me fía.
No se preocupe doña, dijo el tendero, el negocio es mío y yo sé lo que hago, la espero mañana, está bien, afirmó.
Susy, se dio media vuelta sin soltar a su nena de la mano, y mientras sus pies se alzaban para pasar el pequeño escalón que se levantaba en la puerta de aquel tendajón, los ojos de Panchito se posaban en ambas nalgas que apretaban aquel pantalón deslavado de Susy apretaban cual si fueran dos manos fuertes, y como si fuera posible, le daban una mayor forma y volumen. En su mente calenturienta el viejo tendero la imaginó de muchas maneras y Susy tomaba forma en múltiples posiciones.
Ya estando afuera, Susy volteó por un momento para decirle, "mañana pasó, don Pachito, mañana sin falta le pago"