Susi y los superdotados
Quería hacerme una foto sexy para enviar a unos amigos y descubrí el negocio oculto de mi amigo fotógrafo.
Mi amigo Josemi, el fotógrafo, es un tío muy machote y se maneja muy bien "julays" de primera, porque hace reportajes de modelos y cosas de esas. A sus más de 50 años, es un tipo flaco, un poco alto, muy musculoso de gimnasio, con gran bigote y una cabellera densa y muy negra, y va de duro, a veces, es pelín violento. Además de a las mujeres también le da a los travestis y por propia experiencia se que no desdeña echar un buen polvo a los afeminados como yo, las "mariconas" como él dice. Josemi gasta mucho dinero en coches, viajes, y todo eso, y yo pensaba que los reportajes se pagan muy bien, aunque os voy a contar como descubrí que llevaba muy discretamente una "segunda línea" de negocio.
Fue el pasado febrero. Yo acababa de volver de unos días en Brasil, disfrutando del verano de aquellas playas. Me apetecía enviar una foto mía dedicada a los amigos que había hecho durante esas breves vacaciones. Tengo ya 45 años, pero me conservo delgado, sin arrugas, con la piel tersa y siempre muy bronceada, así que me gusta exhibirme. Estaba en Barcelona, así que fui al estudio de Josemi, cerca de plaza de Cataluña. Al revés que en Brasil, en Barcelona hacía esos días un frío húmedo de abrigarse bien. Yo quería mandarles una foto lo más sexy posible, así que me abrigué bien, pero llevé las ropas adecuadas en una mochila para ponérmelas en el estudio: braguitas tanga, liguero, medias y un sostén a juego con el tanga y con relleno y todo un arsenal de adornos, pendientes, collar, pulseras, esclava... de todo. Le expliqué lo que quería y riéndose me hizo pasar al pequeño plató. Se puso a preparar los focos y me dijo que me vistiera "tan maricona como eres, golfa".
Me quité la ropa, un poco excitado porque Josemi observaba con atención mi cuerpo desnudo. Adiviné que le llamaba la atención mi depilado integral, sin otro rastro de vello que un pequeño triángulo que me dejo en el pubis, teñido de rubio, como las mechas de mi pelo castaño. Me puse las braguitas y el liguero. Luego me coloqué las medias y las sujeté al liguero. Me coloqué los pendientes y el collar, distribuí las pulseras en las dos muñecas, sujeté la esclava en el tobillo izquierdo y me puse el sostén. Tengo los pechos muy carnosos y con el relleno del sostén hacían unas tetas bien femeninas. Por último, saqué de la mochila unos zapatos de tacón y quedé convertido en lo que soy, lo que me dicen los chicos, "toda una mujercita".
Josemi es un artista, con su costumbre de hacer reportajes de modelos. Me fue indicando distintas "poses", de pie, sentado, en escorzo, de frente, de perfil, de espaldas... y me hizo una veintena de tomas para que pudiera elegir. Me gusta posar para fotos y vídeos, me excita y noto un agradable cosquilleo entre las nalgas y cómo se me ponen tiesos y duros los pezones. Tiene una fantástica cámara digital, conectada a una pantalla de plasma en la pared, de manera que te vas viendo en la pantalla mientras te colocas y posas, y ves la foto cada vez que toma una instantánea, lo que me ponía aún mas cachondo. Me gusta verme así, como una mujer, con las nalgas bien levantadas, los muslos entreabiertos, los pechos marcados como tetas y el vientre bien plano.
Apagó los focos y me dijo que ya podía cambiarme. Me quité las prendas que tanto me gustaban y volví a ponerme la ropa para el frío de la calle. "Vente mañana por la tarde, a eso de las siete, que estaremos solos. Ya tendré todas las fotos para que escojas la que quieres hacer copias", me dijo. Ya salía del estudio cuando añadió, como de pasada: "Tráete de nuevo la ropa de posar, por si quieres mejorar alguna pose que te guste". La verdad es que pensé que, como no me iba a cobrar las fotos, pensaba darse unos buenos revolcones conmigo, y me apetecía que lo hiciera y dejarle satisfecho.
Así que al día siguiente, por la tarde, llegué puntual al estudio, con mi mochila de ropa sexy al hombro. Había unas personas dentro y tuve que esperar un rato. Salieron un poco antes de las ocho, con una chica guapísima que era seguramente la protagonista del reportaje. Cuando les despidió fui a pasar al plató, pero Josemi me llamó: "No, por aquí" y abrió otra puerta, pasando al interior. Le seguí y me encontré en una habitación muy distinta. Era una especie de gran dormitorio, con una enorme cama casi cuadrada en el centro, varios focos alrededor y una gran cámara digital ya instalada sobre un trípode. En la pared, sobre el cabezal de la cama, estaba colgada una gran pantalla de plasma como la del plató.
Sobre la cama, en copias de papel de formato grande, estaban las fotos del día anterior. Eran estupendas y yo daba en todas el aire femenino y caliente que me gusta ofrecer. La calidad de las fotos destacaba mi piel tersa y sin vello, y el ligero maquillaje de ojos y labios. Los tacones contribuían a resaltar mis nalgas redondas y el perfil era todo un éxito por el vientre plano y los pechos levantados por el sostén como dos auténticas tetas. Mientras las miraba, pensando que quería copias de todas, Josemi se acercó por detrás y me cogió las nalgas con una mano. Con la otra, cogió mi mano derecha y la puso sobre su paquete, bien abultado. Luego, sin que yo me resistiera, empezó a quitarme la ropa: me sacó la cazadora, desabrochó mi pantalón y lo dejó caer al suelo, me quitó la camisa... instintivamente me saqué los zapatos y los calcetines y quedé allí de pie, descalzo, sin otra ropa que una pequeña tanga blanca.
Mientras su mano izquierda seguía agarrando mis nalgas, su mano derecha subió por mi vientre hasta el pecho y estrujó, uno tras otro, mis pechos, que ya tenían los pezones duros y erectos. Luego bajó y acarició el interior de mis muslos y regresó a mi vientre que ya mostraba, con sus estremecimientos, mi excitación. Apoyó los labios en mi hombro derecho y su lengua empezó a recorrer mi cuello. Mi cuerpo estaba ya temblando. Se desabrochó la bragueta y sacó fuera del pantalón su pene y sus huevos. Cogió de nuevo mi mano y la puso sobre el pene. Lo agarré con ganas, sintiendo en la mano el calor del pene empalmado, largo, duro y grueso. Noté que el glande estaba ya humedecido, tomé con los dedos esas primeras gotas de líquido preseminal y las llevé a mis labios. Yo estaba tembloroso, deseando que me echase ya sobre la cama y me penetrase cuanto más violentamente, mejor. "Cada día eres más mujercita y más puta", me susurró al oído, sin dejar de acariciarme por todas partes.
De repente sonó el timbre de la puerta. Josemi se separó y me dijo: "Espera aquí nenita, que ha llegado lo mejor, ya verás". Yo me quedé en la habitación, con el cuerpo cruzado por ramalazos de excitación. Ni siquiera pensaba en quién podía llamar, sólo deseaba que Josemi volviera y siguiera acariciándome y chuparle la polla y que me follase. Oí pasos acercándose, la puerta se abrió y Josemi entró acompañado de dos tipos, ambos de unos treinta o pocos más años. Me los presentó como Francisco y Okran (o algo parecido). Francisco era ecuatoriano y Okran, rumano, me dijo. No podían ser más distintos. Francisco es un tipo bajo, fuerte, incluso grueso, achaparrado, de pelo muy negro y facciones duras, con barbilla muy pronunciada, pero sonriente. Okran, el rumano, es delgado pero muy musculoso, de pelo castaño no muy oscuro y ojos claros. Tiene una mirada fría, despectiva y cuando sonríe es peor, porque tiene una sonrisa esquinada y cruel. Es un tipo que produce escalofríos. Josemi se refirió a mi: "Este es Daniel, "la Susi" para los amigos, ya sabéis todo lo que os he contado de él... o mejor, de ella". Francisco y Okran me miraron con curiosidad y recorriendo todo mi cuerpo. Así desnudo, con sólo la pequeña tanga blanca y delante de la cama, me sentí como una puta en un burdel.
Josemi se echó a reír de buena gana. "Bueno, aquí la tenéis, y es todavía mucho más puta de lo que parece". Francisco le siguió en la risa, mientras Okran acentuaba un gesto agrio y despectivo. Josemi se acercó y con gesto rápido me bajó la tanga y la hizo caer a mis pies. Me pene pequeñito, apenas siete centímetros, que siempre hace reír a los machos, estaba ya un poco empalmado por la excitación de verme contemplado como un objeto sexual por los recién llegados. "Venga, nenaza, ponte tus ropitas de faena como ayer", me dijo, e indicó a Francisco y Okran las fotos repartidas sobre la cama. Al tiempo que las curioseaban con interés echaban miradas para ver cómo me ponía las braguitas, el liguero, las medias, los adornos, el sostén con relleno y los zapatos de tacón. Cuando terminé, Okran esbozó una pequeña sonrisa mientras lanzaba un silbido. Habló en un castellano áspero pero bien pronunciado: "A esta golfa le sobran esa miniatura de pija y esos huevitos de paloma... es una hembra de primera". Mientras Josemi recogía las fotos de la cama y las apartaba a una mesita, me dijo: "Nena, ahora vas a ver que Frisco y Okran, aunque sean tan distintos, tienen algo muy parecido".
El ecuatoriano y el rumano, como si les hubieran dado una señal, se desnudaron por completo con rapidez, arrojando al suelo a un rincón las cazadoras, los pantalones, el calzado, la camisa, los calcetines y por fin, los boxer. Con un estremecimiento, mitad de miedo y mitad de placer, me di cuenta de lo que tenían tan parecido dos cuerpos tan diferentes. Ambos mostraban unas pollas descomunales que, aún todavía colgando blandas, les llegaban a medio muslo, bastante más de un palmo de largas y gruesas como mi muñeca. Imaginé cómo serían esos penes empalmados y que era imposible que pudieran entrar en vaginas o anos normales. Yo, aunque tengo un ano muy apretado, dilato mucho, pero aún así pensaba que esas pollas no podían penetrarme sin romperme los esfínteres. Ahora rieron los tres viendo mi sorpresa y mi susto. Josemi estaba encendiendo y orientando los focos y preparando la cámara. La pantalla de plasma se iluminó y apareció en ella la vista de la cama, todavía vacía. Estaba claro que iba a ser mi escenario, pero me preguntaba si para actuar en solitario o para sacrificarme a las exigencias de esos dos terribles superdotados.
"Venga, Susi, voy a hacerte las fotos de tu vida", me dijo Josemi. "Pero primero, queremos que te subas a la cama y te exhibas como sabes hacerlo, enseñándonos bien todo tu cuerpo de zorra... y que te desnudes como sabes hacerlo". Me quité los tacones y me subí a la cama. Me excitó ver mi propia imagen en la gran pantalla de plasma. Josemi se colocó tras la cámara y los otros dos se pusieron junto a él, desnudos como estaban. Me di cuenta de que sus gigantescas pollas estaban empezando a levantarse. Empecé a moverme como una bailarina erótica, adoptando posturas, acariciándome los muslos, el vientre, el pecho... bajé las manos por las caderas y las llevé hasta mis nalgas que procuraba sacar y levantar lo más posible... poco a foco fui desprendiendo las medias del liguero y me las quité muy despacio, primero una y luego otra, sin dejar de mover las caderas... luego me quité el collar y lo dejé caer sobre la cama, me fui quitando las pulseras y me dejé sólo los pendientes y la esclava del tobillo... poco a poco empecé a bajarme la braguita, la deslicé por mis muslos y la dejé caer. Para entonces, las pollas de Francisco y Okran estaban completamente tiesas y mostraban un tamaño de verdadero miedo, las dos cilindros de carne eran más largos de treinta centímetros y con por lo menos cuatro o cinco centímetros de grueso y se veían muy duros.
Con el gesto más femenino que pude me quité el sostén y se lo tiré a Okran, que lo cogió en el aire con buenos reflejos. Mis pezones estaban más tiesos y duros que nunca sobre mis pechos carnosos y mi vientre vibraba de excitación. Notaba como corrientes eléctricas por los muslos, la espalda y las nalgas. En la pantalla de plasma de la pared iban apareciendo las tomas de la cámara que manejaba Josemi. De repente este me ordenó: "Venga, Susi, ponte a cuatro patas, con la cara hacia la cámara y el culo bien en pompa, que luzcan bien tus nalgas". Lo hice. Noté un escalofrío cuando mis pezones erectos rozaron la sábana y procuré levantar al máximo mis nalgas y moverlas sensualmente. "Ahora es tu turno, Frisco", dijo Josemi.
El ecuatoriano no se lo hizo repetir. Se puso ante mí junto a la cama, un poco desviado para no tapar la cámara y cogiéndome la cabeza llevó mi boca hacia su enorme polla. Era demasiado grande para meterla en la boca, así que me puse a lamer el capullo con la lengua y al mismo tiempo cogí el pene con las dos manos y lo apreté, estaba durísimo, eché hacia atrás la piel sin dificultades y mi lengua empezó a lamer ansiosamente el pene desnudo, que empezó a estremecerse. Pasé la lengua por los gruesos huevos y Francisco emitió un pequeño rugido de placer. Sus manos agarraron mis pechos y los estrujaron como si los ordeñara hasta hacerme gemir de dolor. Me pellizcó los pezones y no pude evitar un agudo gritito de dolor. "Venga, ya está bien de preámbulos, dale la vuelta", ordenó entonces Josemi a Francisco. Este me hizo volver por completo, manteniéndome a cuatro patas, pero con la cara hacia la pantalla de plasma y las nalgas levantadas hacia la cámara. "Te ha llegado el momento de comportarte como una yegua buenecita", me dijo. Josemi le tendió un frasco de crema y Francisco empezó a dilatarme el ano con los dedos. Lo hacía muy bien y yo dilato con facilidad, así que al poco podía ver ante mis ojos, en la pantalla de plasma, mi ano abierto como una moneda grande y vi muerto de miedo cómo se acercaba el capullo de la enorme polla del ecuatoriano.
Era imposible que eso me entrara. Francisco me dio unos azotes cariñosos pero fuertes, con las palmas abiertas, sobre las nalgas. Metió una mano entre mis muslos entreabiertos y cogió mi pequeño pene tieso y mis pequeños huevos y los retorció hasta arrancarme un grito de dolor. Mi pene perdió la dureza y quedó colgando, blandito y ridículo. Las manos del ecuatoriano me estrujaron un poco los pechos, bajaron por mi vientre y agarraron con fuerza mis caderas. Se dio un poco más de crema en el pene, lubricó bien el capullo y lo apoyo en mi agujero, que reaccionó excitándose a tope. Aguanté la respiración sabiendo lo que venía ahora. Las manos de Francisco endurecieron la presión en mis caderas y el glande de su pene se abrió camino en mi ano. Mis esfínteres se dilataron con un dolor intenso, pero eso era sólo el principio. Abierto camino, la gigantesca polla continuó hundiéndose en mis entrañas, mientras la cámara de Josemi iba fijando tomas. Al cabo de unos segundos, más de la mitad de aquel enorme cilindro de carne estaba dentro de mi recto y de pronto volvió el dolor. Era evidente que no podía entrar más. Eso era lo que yo pensaba, pero tenían planeado algo muy distinto. El rumano se acercó a la cama por la izquierda, me cogió la cabeza y me tapó la boca con una mano.
En ese momento, Francisco volvió a agarrarme las caderas con fiereza, noté cómo sus dedos se hundían en mi carne... y con un tremendo empujón de su pelvis la gigantesca polla volvió a abrirse camino dentro de mi y no se detuvo hasta que los huevos del ecuatoriano se aplastaron contra mis nalgas. Mis gritos de terrible dolor estaban sofocados por la mano del rumano, que me cerraba la boca, y las lágrimas caían a chorros de mis ojos. Toda la polla de Francisco estaba dentro de mi y entonces empezó un saca y mete frenético, me mareé y por un momento pensé que iba a desmayarme. El rumano metió uno de sus fuertes brazos bajo mi vientre y mantuvo en alto mis nalgas para que Francisco disfrutara al máximo. Poco a poco el dolor empezó a disminuir, aunque seguía siendo fuerte. Así estuvimos un buen rato, quizá diez minutos, hasta que Francisco se detuvo bruscamente, con toda su polla dentro de mí y sus huevos aplastados contra mis nalgas y soltó un rugido mientras el enorme cilindro de carne se estremecía y descargaba los chorros de semen caliente en mi interior.
Por un momento quedamos inmóviles, luego oí las instrucciones de Josemi a Francisco. "Sácala muy despacio, poco a poco". Intensos ramalazos de placer cruzaron todo mi cuerpo, las caras internas de mis muslos, mi vientre que no cesaba de vibrar, mis pezones, mi espalda... mientras la enorme polla se deslizaba despacísimo fuera de mi ano. Era algo fabuloso. Cuando el glande salió, Francisco lo dejó un momento apoyado en mi superdilatado agujero y sólo el último chorrito de esperma. Josemi me ordenó que me quedase quieto como estaba, a cuatro patas, con las nalgas levantadas y los muslos entreabiertos. Levanté la mirada hacia la pantalla de plasma y vi como el semen escurría de mi ano y se deslizaba entre mis nalgas, escurriendo por mis huevos y mi pequeño y flácido pene. Era una imagen excitante de un redondo culo violado, que Josemi estaba fijando en numerosas tomas.
Agotado, me dejé caer boca abajo en la cama, respirando agitadamente. Llevé mi mano derecha a mi ano y recogí semen de Francisco que me llevé a la boca y lamí con placer. Josemi se echó de nuevo a reir y me dijo que no era todavía tiempo de descansar. "Nenaza, nada de adormilarte, que ahora es el turno de Okran y es más exigente que Frisco, así que prepárate como una buena putita, que la sesión no ha hecho más que empezar". Me estremecí, porque apenas sentía el culo, lo tenía como acorchado, pero la enorme polla del rumano, quizá cuatro o cinco centímetros aún más larga que la de Francisco, se mostraba erguida y tiesa a tope, exigiendo su ración de culo de marica. Poco a poco me levanté, me di la vuelta, de nuevo cara a la cámara, y acercé mi lengua al glande de la polla del rumano, en el que eran visibles las primeras gotas de líquido preseminal. Él mismo retiró hacia atrás la piel, para ofrecer la polla totalmente descapullada a mi lengua y mis labios.
(seguirá con Okran... y los que vinieron después)