Sushi
Fantasías sexuales con comida...
Llegaron los postres. Todos habíamos disfrutado el sushi, los yakitoba y los yakitori, las ensaladas Pedimos cinco platos diferentes, para compartir tantas delicias entre todos. Alba muy pronto se decidió a empezar por el helado de mango. Jorge cogió un pastel chiquitito, y tú- siempre aventurero- te decantaste por la especialidad típicamente japonesa. Y yo, fiel a mis principios ( e infiel a mi marido, aunque esto no venga a cuento ), opté por la tarta de chocolate.
Metí un bocadito en la boca, y aquel manjar se deshizo dentro de mí, me regaló un baño intenso de sabor a cacao y a menta. Qué placer tan sencillo Marga comentaba algo del trabajo, el restaurante- que descubríamos de casualidad- era muy mono y coqueto. Fuera llovía, tú te acercabas a tus labios comestibles la cucharita llena de helado de té verde, Paco, mi aburrido y predecible esposo, se quejaba del mal tiempo del mes de abril.
Te miré, me sonreíste, y deseé follarte larga y vorazmente
Comías pastel de chocolate, ¿ajeno a mis deseos?, y hablabas con unos y con otros. Saqué el pie de mi precioso zapato rosa de Guess, de punta estrecha y tacón alto. Y, protegida por los manteles y por mi posición en la mesa, decidí iniciar un juego perverso. Subí muy lentamente mi pierna, gozando del leve movimiento, excitada sola y con el coño ardiendo. Avancé con sumo cuidado hasta llegar a las cercanías de tu cuerpo divino, y rocé, casi imperceptiblemente, con mi pie desnudo el bulto que exhibías bajo tus vaqueros.
Te agradó la caricia me miraste y tu gesto me animó a continuar
Con los dedos, avaramente, como una viciosa incorregible, apliqué sensuales toqueteos a esas partes de tu persona que tanto ansiaba lamer. Disfruté tus turgencias, gocé cuando te veía tratando de acompasar tu respiración agitada, me mojé con garbo al contemplar tu rostro acalorado. El camarero preguntaba si tomaríamos té o café o infusiones, yo sólo quería tomarte a ti, beberme tu leche a punto de escaparse de tus entrañas, te seguí con la mirada cuando te fuiste al cuarto de baño, quise seguirte, y besarte en algún recoveco escondido, pero Paco me preguntó algo, y después me sonó el móvil, y cuando iba a levantarme tú ya regresabas, satisfecho, con la cara sofocada y el pelo revuelto.
Te deseé entonces más que nunca
Ya en casa, ya en la cama, Paco introdujo uno de sus torpes dedos en mi vagina, y empezó a moverlo de una forma que no me gustaba nada. Pensé en decírselo, o en cambiar yo el movimiento, pero lo dejé correr. Dentro de dos minutos, lo sabía, pasaría directamente a la penetración, metería su absurda verga en mi coño hambriento de ti y se colocaría sobre mí gimiendo. Cinco o seis embestidas absurdas, sus jadeos en mi cuello, y yo, mientras, completamente pasiva, me limitaría a esperar su orgasmo recordando tus ojos verdes.
Y, por supuesto, esa polla con la que, supongo, haces virguerías
Cristina Padín.