Susana y los chicos (I)
Hola, me llamo Susana y voy a contaros cómo llegue a obsesionarme con mi hermano y sus dos amigos íntimos hasta el punto de convertirme en su amante habitual, dispuesta a satisfacer todas sus fantasías sexuales.
Hola, me llamo Susana y voy a contaros cómo llegue a obsesionarme con mi hermano y sus dos amigos íntimos hasta el punto de convertirme en su amante habitual, dispuesta a satisfacer todas sus fantasías sexuales. Tengo 25 años y todavía vivo en casa de mis padres, puesto que mi economía no me ha permitido independizarme, aunque es mi propósito algún día. Mi padre es un abogado de prestigio que pasa gran parte del día metido en su despacho, y mi madre, aunque estudió magisterio, nunca lo ejerció, dedicándose por entero a su marido y familia, gracias a la holgada economía que el trabajo de mi padre les proporcionaba, siendo la tradicional ama de casa, aunque también dedica parte de su tiempo a otras actividades, como ir al gimnasio, acudir a actividades sociales o su gran afición en los últimos años, los bailes de salón.
Mi madre se quedó embarazada de mí siendo bastante joven, hecho que precipitó su matrimonio y, aunque mis padres se llevan bien, su relación es bastante rutinaria, a juzgar por lo poco que se les escucha hacer el amor, a pesar de ser todavía jóvenes (mi madre tiene 46 y mi padre 48). Mi hermano Javi tiene 17 años, aunque está bastante desarrollado para su edad, puesto que mide más de 1,80 y, debido a su dedicación a los deportes en general, y al baloncesto en particular, luce un cuerpo atlético donde destacan sus robustas piernas y la tableta de chocolate que decora su estómago. Mi madre le recuerda continuamente lo guapo, alto y fuerte que se está poniendo y le gusta lucirlo delante de sus amigas cuando vienen a casa, cosa que a mi hermano le causa gran vergüenza.
Desde pequeño comparte una íntima amistad con otros dos chicos de nuestro barrio, Raúl y Luís, tanto que siempre los hemos llamado en mi casa “los tres mosqueteros”, porque lo hacen todo juntos: fueron al mismo colegio y ahora van al mismo instituto, juegan en el mismo equipo de baloncesto y salen de juerga juntos. Aunque esto último lo hacen poco, porque son deportistas y sanos y muchas veces prefieren quedarse en casa, hablando, escuchando música, jugando a la consola o cosas similares. De hecho, todos los viernes por la tarde, día que mis padres dedican a sus sesiones de baile de salón, se reúnen en la habitación de mi hermano hasta que se hace lo suficientemente tarde como para que cada uno tenga que volver a su casa. Ninguno de los tres tiene o ha tenido novia, al menos de manera pública y manifiesta, sólo amigas del instituto o del barrio.
Yo por mi parte me considero una mujer atractiva, que siempre ha atraído las miradas y atenciones de los hombres de mi entorno. Mido 1,75, castaña, de pecho generoso, silueta delgada y estilizada, salvo por la excesiva anchura de las caderas, aunque mi altura compensa esa pequeña desproporción. Tras terminar psicología entré a trabajar en una consultora de Recursos Humanos, donde llevo más de 2 años, en un trabajo que me gusta y me permite realizarme profesionalmente. Como digo, siempre he tenido éxito entre los hombres, pero ninguna de mis relaciones ha durado demasiado tiempo, quizás por no haber encontrado al chico adecuado. Tampoco era una chica de buscar rollos de una noche, siempre esperaba un tiempo prudencial con el chico que me gustaba antes de ofrecerme a tener relaciones. En el terreno sexual siempre he sido fogosa con mis parejas y algo sumisa, aunque sin demasiados excesos, quizá por ese recelo que tenemos las mujeres a que se nos juzgue equivocadamente si nos comportamos de manera liberal en la cama.
Hasta el momento de comenzar mi historia, mi experiencia se limitaba al coito vaginal, al sexo oral y a alguna penetración anal, que no resultó especialmente satisfactoria. Nada de sexo duro, ni de prácticas no convencionales, sólo sexo regular, a pesar de que en la soledad de mi habitación, mi imaginación volaba en ocasiones recreando situaciones lujuriosas en las que varios hombres me penetraban por todos los orificios y que terminaban invariablemente en masturbaciones frenéticas para calmar mi calentura. Pero eso era algo que sólo ocurría en mi fantasía y nunca me había planteado seriamente llevarlo a la práctica, no era propio de una “chica decente”. Sólo en una ocasión había probado el semen de hombre, y fue porque uno de los chicos con quien salí un tiempo no me avisó de que iba a correrse en mi boca y, aunque el sabor no me desagradó, le recriminé y no volvió a hacerlo más.
La relación con mi hermano siempre ha sido cordial y fraternal. Como soy 8 años mayor que él, he jugado desde pequeña el papel de hermana protectora y supervisora en ausencia de mi madre y he compartido juegos y actividades en multitud de ocasiones con Javi y sus dos amigos íntimos, quienes siempre me han considerado algo así como una prima mayor. En este sentido, aunque existe mucha confianza por el transcurso de los años, Raúl y Luís siempre me han demostrado mucho respeto y consideración y yo por mi parte les había cogido gran cariño, viéndoles como tres niños que compartían todo, no siendo consciente de cómo el paso del tiempo les había transformado de impúber a adolescentes atractivos, ni de cómo había cambiado su forma de mirarme, hasta el comienzo de esta historia.
Un viernes por la tarde, día de la reunión semanal de mi hermano y sus amigos, había quedado para salir con unas amigas, pero una de ellas me llamó a última hora para decirme que se anulaba el plan, así que me quede en casa, en mi habitación leyendo un libro. Mi hermano y sus amigos estaba en su habitación, donde se encerraban cada viernes para tener su espacio de intimidad y creo que, acostumbrado a que ese día se quedara habitualmente sólo en casa y que yo le había dicho que saldría, no reparó siquiera en que yo me encontraba en mi habitación. Estaba ensimismada en la lectura cuando escuché voces y vítores que salían de su cuarto, por lo que, movida por la curiosidad, salí al pasillo y me acerqué a su puerta para ver si averiguaba el motivo de tanta algarabía. No podía escuchar con claridad lo que decían, pero sí algunas frases sueltas, del tipo “joder, qué buena está la tía”, “como me pone” “lo que daría yo por follármela” y cosas por el estilo, por lo que imaginé que estaban viendo porno en el ordenador de mi hermano.
No sé por qué, pero aquello despertó algún resorte dentro de mí y sin quererlo empecé a imaginarme a aquellos tres muchachos con sus penes en la mano, moviéndolos de forma rítmica mientras se excitaban contemplando alguna escena sexual en la pantalla, visión que provocó que mi intimidad empezara repentinamente a humedecerse. Algo avergonzada por mi reacción, me volví a mi cuarto con sigilo y seguí con la lectura, aunque a veces mi imaginación volvía a recrearse en la escena que había creído adivinar detrás de la puerta.
A partir de aquel día comencé a ver a mi hermano y sus amigos de manera diferente. Me percaté de cuánto habían crecido, de lo altos y fuertes que lucían y de qué ya no eran los críos flacuchos que yo recordaba, y me costaba entender cómo estaban tan al margen de las chicas de su edad. Me pareció inapropiado, pero no podía evitar que la semilla de la curiosidad hubiese germinando en mi alma, así que decidí indagar más sobre las reuniones de los viernes en la habitación de mi hermano. Aprovechando que Javi no estaba en su cuarto, el viernes siguiente por la tarde coloqué mi mp3 en un lugar discreto y disimulado, y lo deje en modo grabadora, para poder escuchar posteriormente sus conversaciones. Salí de marcha con unas amigas hasta la madrugada y, al día siguiente, entré en su habitación cuando no estaba y recogí de nuevo el mp3. En la soledad de mi habitación empecé a escuchar lo que estaba grabado. Podía distinguir claramente la voz de los tres chicos.
- ¿Tú que has traído? – escuché decir a mi hermano
- Poca cosa, la verdad – le respondió Raúl – pero bueno, menos da una piedra
- Pues yo esta semana no he conseguido nada, no he tenido ocasión – apuntó Luís
- Joder, que cabrón…bueno, pues vamos a empezar por el tuyo Raúl – replicó Javi– que lo que yo tengo os va a flipar…
No sabía de qué estaban hablando, imaginaba que se referían a películas que se habrían descargado de Internet o algo así. En la grabación se percibía que estaban viendo algún tipo de imágenes en la pantalla del ordenador y los comentarios que hacían.
- Joder Raúl, qué mal se ve tío, tienes que buscar mejor sitio para colocar la cámara –dijo mi hermano
- ¿Qué quieres tío? Bastante trabajo me cuesta para que encima te quejes de mis dotes de director…- contestó Raúl
- Bueno, por lo menos se le ven las tetas… que bien ricas que están – dijo Luís
- Sí, eso no se puede negar, tiene un par de domingas buenas, aunque un poco caídas – señalo mi hermano
Seguía sin entender demasiado bien qué es lo que estaban viendo y, aunque empezaba a darme cuenta de que eran grabaciones tipo cámara oculta , no sabía a quién habían grabado.
- Bueno, ahora la tuya Javi, a ver que tal –dijo Luís
- Vais a ver, ésta es bastante buena, que ya he encontrado el sitio perfecto – comentó mi hermano
Se hizo un silencio, que atribuí al tiempo de poner la grabación en el ordenador, y al poco retornaron la conversación.
- Pufff… joder eso sí que son unas buenas tetas, qué ricas, que pezones –escuché que decía Raúl
- Y qué culo que tiene la tipa, joder – apuntó Luís – para metérsela entera por ahí
- ¿No me digáis que no os la follabais? –preguntó mi hermano- yo me la follaba hasta reventar
- Follarla, comerla, chuparla… de todo tío, yo le haría de todo –replicó Raúl
- Pues son 10 minutos de grabación, así que no sé vosotros, pero yo me la voy a cascar mientras –dijo Javi
Nuevamente, aquellas palabras hicieron que volviese a imaginarme a mi hermano y sus amigos con las pollas al aire, masturbándose con la visión que aquella grabación, cuyo contenido me tenía cada vez más intrigada. Y nuevamente la calentura me invadió y, casi sin percatarme de ello, había empezado a tocarme por encima de la ropa mientras seguía escuchando.
- Ahh, que buena que está, le hacía de todo, qué coño más rico – escuche a Raúl
- Uff, y lo que tiene que ser que te la mame y correrse en su boca ¿eh? –dijo mi hermano
- Sí tío, es que tu hermana está que te cagas…-contestó Luís
Aquello me dejó de piedra y mi corazón dio un vuelco. Aquellos pillos se estaban masturbando ¡con una grabación mía! No sé ni cuando ni cómo, pero no había lugar a dudas: Javi me había grabado en vídeo sin que lo supiera y ahora estaban los tres soñando con mi cuerpo y dedicándome sus pajas. Me calenté de forma súbita y, a pesar que no podía dejar de sentirme ofendida por la violación de mi intimidad que aquello suponía, tampoco podía evitar sentirme orgullosa de que mi cuerpo despertara esa turbación entre los tres chicos, incluido mi hermano. En la grabación seguía escuchando sus jadeos y sus improperios, exaltando las bondades de mi cuerpo, hasta que entre exclamaciones oí que empezaron a correrse. Sin control sobre mi imaginación, no pude evitar visualizar aquellos tres cuerpos jóvenes y fibrosos y sus pollas escupiendo semen, mientras yo, arrodillada en medio, lo recibía en mi cara y boca. Mi mano había seguido jugando con mi entrepierna mientras escuchaba la grabación y en aquel momento, sin poderlo remediar, me corrí yo también, casi al unísono de ellos.
- Bueno, a ver si seguimos así y la semana que viene tenemos tan buen material – dijo Raúl
- Sí, lo intentaré, pero a ver si vosotros también os lucís, que últimamente soy yo el único que consigue algo bueno –replicó mi hermano
- Se hará lo que se pueda colega, pero tú sigue así. Además tu hermana es la que está más buena –apuntó Luís.
El resto de la grabación, aparte de algunas referencias a mí, no me ayudó mucho a adivinar quienes eran las otras víctimas de ese complot entre los tres mosqueteros para satisfacer sus instintos de voyeur . Por lo que se refería a Raúl, podía sospechar que era su hermana el objetivo de su cámara, una chica de unos 19 años a la que conocía sólo de verla por el barrio, pero con quien nunca había entablado una relación amistosa, y de la que poco más sabía que se llamaba Silvia y que era hermana del amigo de Javi. Luís no tenía hermanas, así que tenía más dudas con él. Una parte de mí pensaba en comunicarme con las otras dos víctimas para idear alguna forma de represalia que les diese un buen escarmiento a esos mocosos pervertidos. Pero la otra, la más peligrosa, rememoraba la excitación que me había provocado escuchar lo que hablaban y descubrir que era yo el principal objetivo de sus artimañas, que el interés por verme desnuda era uno de los principales promotores de esa forma de actuar, reprobable en cualquier caso desde un punto de vista moral.
¿Cómo no me había dado cuenta de la manera en la que me miraba ahora mi hermano pequeño? Empecé a atar cabos y a recordar pequeños detalles que en su momento me pasaron desapercibidos y que ahora cobraban sentido, como notar fugaces miradas mientras estábamos en la playa o cuando andaba liguera de ropa por la casa, alguna braguita o tanga que había desaparecido misteriosamente de mi cuarto para luego regresar sin más explicación y cosas por el estilo a las que, ya digo, no le había dado importancia hasta entonces. Mezclados con estos pensamientos, otros bien distintos distraían mi atención: ¿por qué entonces no me sentía ofendida, sino más bien, y sin poder controlarlo, excitada al recordar lo que había escuchado? Casi inconscientemente, volví a poner la grabación del mp3 y escuchando la conversación mi mente no podía dejar de pensar en la forma que tendrían aquellas jóvenes pollas, en imaginar sus cuerpos desnudos, el ritmo de su masturbación y en desear, aunque intentase negarme a ello, que fuese mi boca la que sustituyese a sus manos en aquella tarea. ¡Qué depravada me sentía al pensar aquello! ¿Qué me estaba pasando? Casi no me reconocía, pero no podía controlar aquella excitación.
Aquel sábado se me hizo muy extraño, con emociones confrontadas que no me dejaban pensar con claridad. Veía a mi hermano deambular por la casa e inevitablemente me fijaba en su cuerpo, que hasta entonces no había llamado mi atención con otros ojos que los de ser de la misma familia, y en cómo se había convertido en un hermoso joven, de cuerpo atlético y bello rostro. Como estaba próximo el verano y empezaba a hacer bastante calor, Javi vestía pantalón deportivo corto que dejaba sus piernas musculosas al aire, y no podía evitar que mi mirada se detuviese por momentos en ellas, en su culo prieto o en sus fornidos brazos. Del mismo modo, ahora sí estaba atenta a sus esquivas miradas hacia mí, que también vestía de forma ligera por la temperatura ambiental, con una camisa larga que cubría hasta poco más arriba de mis rodillas. Aunque no dejaba mucho a la vista, notaba como su mirada se clavaba a veces en la parte de mis muslos que la camisa dejaba asomar. En todo caso, dado que mis padres estaban en la casa, todo era muy disimulado y discreto. No hablé casi nada ese día con Javi, sólo lo imprescindible, me sentía demasiado confusa. Aquella noche me costó mucho conciliar el sueño, atribulada por mis pensamientos contradictorios.
El domingo, cuando me levanté, la sensación de ser el objeto del deseo sexual de mi hermano y sus amigos y la excitación que ello me suponía fueron los primeros pensamientos que afloraron a mi mente. Fui al baño de la parte superior de la casa, donde está mi habitación y la de Javi, y al regresar me encontré en el pasillo con mi hermano, que acababa de despertarse y también tenía necesidad de aliviar su vejiga. Sin poderlo evitar, mi mirada se desvió fugazmente hacia su entrepierna, que lucía abultada por la típica erección matutina de los hombres y, por primera vez en mi vida, miré aquella parte de su anatomía con pensamientos lujuriosos. Como Javi venía medio dormido no se percató de nada, sólo me saludó al cruzarnos y se metió en el baño. Bajé a desayunar a la cocina en pijama, donde estaban mis padres terminando de hacerlo.
- Vamos a dar un paseo y a comprar el periódico, ¿te apetece venir? –preguntó mi madre
- La verdad es que no mucho, prefiero quedarme y leer un rato – le respondí
- Vale, como quieras, tú te lo pierdes, cuando desayune tu hermano recogéis la cocina un poco ¿vale? – dijo mi madre
Cuando Javi bajó a desayunar, mis padres ya estaban casi saliendo por la puerta. En cuanto se marcharon, yo regresé a mi habitación sintiendo el corazón acelerado y con un torbellino de sensaciones que se agolpaban en mi mente. Aquello se me antojó como una ocasión que debía aprovechar de alguna manera y comprobar el efecto que realmente causaba en mi hermano. Guiada por la excitación que agitaba mi ánimo y mi voluntad, me quité el pijama, me puse un tanguita minúsculo de color negro, un pantalón corto que se ajustaba a mi culito y una camiseta blanca de tirantes algo gastada. Me miré en el espejo y comprobé que la forma del tanga quedaba perfectamente marcada por debajo del pantaloncito. Para rematar mi atuendo decidí no ponerme sujetador, me calcé unas sandalias de tacón bajo y volví a bajar a la cocina. Allí estaba mi hermano ultimando su taza de café y en cuanto entré noté como su mirada se clavó en mi camiseta que, sin quedarme ajustada, permitía que mis pezones quedaran claramente marcados en ella. La verdad es que no era esa mi manera habitual de vestir en casa y, aunque sin demasiado exceso, era lo bastante provocativa para llamar su atención.
- Buenos días otra vez hermanito, termina de desayunar que yo me encargo de recoger mientras.
Inicié una conversación intrascendente sobre cosas cotidianas mientras de forma distraída, sin mirarle apenas, me movía por la cocina recogiendo los restos del desayuno, sintiéndome cada vez más húmeda por aquella situación. Un par de veces me agaché lo suficiente, dándole la espalda, como para que mi culo se marcase de forma contundente y además pudiera contemplar parte de mi tanga que sobresalía del pantaloncito con el movimiento, o realizaba gestos que le permitiese atisbar una buena porción de mis pechos, todo ello de forma natural y sin darle mayor relevancia. Durante ese rato, mi hermano siguió sentado en su silla, aunque hacía tiempo que había terminado el desayuno, y podía adivinar que la causa de seguir allí era, por un lado deleitarse con la visión de mi cuerpo y, por otro, disimular la erección que aquello seguramente le había provocado. Cuando terminé de recoger, le dije a mi hermano que me iba a mi habitación a leer, y que sin necesitaba alguna cosa me avisase.
- Yo voy a salir un rato, ahora, que he quedado con Raúl y Luís – replicó Javi
Desde mi cuarto pude escucharle ir al baño de la planta baja y quise imaginar que estaría masturbándose para aliviar el calentón. Al cabo de un rato oí que salía de la casa, así que rápidamente bajé al baño inferior y, en cuanto entré, un débil pero inconfundible olor a sexo invadió mi nariz, confirmando mi hipótesis anterior: el calentón que había provocado en mi hermano le había obligado a descargarse, dedicándome probablemente sus pensamientos lujuriosos. Me sentí orgullosa a la vez que perversa. Como me encontraba sola en casa, consideré que era el momento idóneo para empezar a indagar qué mecanismo había ideado para grabarme. Revisé mi habitación y los espacios comunes, en especial el cuarto de baño de la planta superior, donde solía ducharme, pero no encontré nada. Entré en su habitación para ver si encontraba alguna pista, pero la curiosidad mi hizo detenerme en su ordenador, que se había quedado encendido. Curioseando por las carpetas, encontré varias con contenido pornográfico de diverso tipo y, dentro de una de ellas, una en particular que no pude abrir porque estaba protegida por contraseña. Probé diversas palabras que me vinieron a la mente, pero ninguna funcionaba. De repente tuve una intuición y probé con “mosqueteros” ¡Tachán! Dentro había dos carpetas, una se llamaba “Susana” y otra “parecidas”. Dentro de la primera había varios vídeos, así que abrí el primero y pude verme en el cuarto de baño, desnudándome, entrando en la ducha y secándome posteriormente. Las restantes tenían el mismo escenario y protagonista, confirmando mis sospechas de que era el baño el lugar elegido para realizar las grabaciones y supuse que aprovechaba antes de que yo entrase para colocar la cámara. La última grabación, la que había sido el motivo de sus pajas el viernes, había sido realizada el domingo anterior, lo reconocí porque ese día pasé un buen rato después de la ducha delante del espejo untándome de crema hidratante. Eso significaba que durante la semana mi hermano había dispuesto de esa escena y probablemente se la habría cascado más de una vez con ella.
Entré en la carpeta “parecidas”, que contenía bastantes archivos de vídeo y empecé a abrirlos, mostrándose ante mí una sucesión de escenas de porno duro. Por el cuarto o quinto vídeo me percaté de que todos los vídeos tenían de protagonista a mujeres con un cierto toque de similitud: siempre era castaña, media melena, grandes pechos y caderas algo anchas y entendí de repente la razón del nombre de la carpeta: ¡mi hermano buscaba escenas en las que aparecían mujeres que les recordaba a mí! Seguí viendo aquellos vídeos y comprobé que, a pesar de que muchos iban de penetraciones anales y vaginales, los que predominaban eran de sexo oral, pero no de mamadas suaves, sino de mujeres que engullían pollas hasta que desaparecían en su boca o, en otras, era el hombre el que literalmente se follaba la boca de la chica. Aquello era nuevo para mí, puesto que aunque había visto porno en diversas ocasiones y no me consideraba una mojigata, ver aquellas pollas acometiendo con ese ímpetu la boca de una mujer era algo a lo que no estaba acostumbrada. Seguí viendo videos de ese tipo, que como digo eran la mayoría, y conforme más veía, más excitada empezaba a sentirme relacionando ideas: mi hermano estaba obsesionado conmigo hasta el punto de buscar la forma de grabarme desnuda y, además, su máxima fantasía era tenerme de rodillas frente a él mientras me comía su polla hasta la garganta. Sin poderme contener, me bajé el pantalón y empecé a masturbarme mientras veía aquellas escenas en las que la protagonista se parecía a mí, imaginando que la polla que penetraba su boca, mi boca, era la de mi hermano. Me corrí brutalmente en poco tiempo.
Cuando regresé a mi habitación me sentía enormemente turbada, desconcertada y sin saber por qué no alcanzaba a controlar el fuego interior que me abrasaba desde hace unos días. Pero no podía evitarlo y tampoco me apetecía luchar contra ello, estaba descubriendo una parte de mí que me asustaba y que inevitablemente deseaba aflorar a la luz. El resto del día mi cerebro era bombardeado con las imágenes que había visto, con las sensaciones que me había evocado, con el orgasmo brutal al que me habían llevado mis fantasías. Grabé aquella carpeta “parecidas” en un pen antes de regresar a mi habitación para poder volverlas a ver en otra ocasión.
Como dije, la última grabación mía que había en su ordenador era de la semana pasada, así que supuse que estaba cerca el momento que aprovecharía para su nueva grabación y no pensaba dejarme engañar esta vez, así que estaría atenta. Durante ese día no pasó gran cosa, aunque cuando Javi estaba en su habitación no podía evitar pensar que estaría viendo alguna de aquellas escenas, las mías o las “parecidas” mientras deseaba mi cuerpo. Casi de noche, estando todos en el salón, dije que iba a ducharme y me fui a mi habitación a prepararme. Desde allí escuche que Javi entraba en el baño y al poco salía de nuevo y supuse que había puesto la cámara. Aunque todavía no sabía qué tipo de montaje utilizaba mi hermano para espiarme, por el enfoque de las escenas que había visto, la cámara debía estar situada enfrente del plato de ducha. Con mucho disimulo, mientras me desvestía buscaba la ubicación de la cámara, porque estaba casi segura de que ya la había colocado antes de entrar yo. Y por fin la encontré, disimulada entre varias toallas que reposaban en el mueble situado enfrente de la ducha, cuya puerta estaba ligeramente entreabierta. Bien, ya estaba dispuesto el escenario y yo era la actriz principal.
Entré en la ducha y comencé a enjabonar mi cuerpo suavemente con la esponja. Sabiendo que estaba grabándome, mi calentura comenzó a subir, imprimiendo cada vez más sensualidad a los masajes y fricciones que aplicaba a mi cuerpo. De frente a la cámara me amasaba los pechos, deteniéndome en los pezones, que estaban ya duros como piedras. Mis manos bajaron después hasta mi coñito y se entretuvieron en enjabonarlo bien, para después girarme, con naturalidad, y dedicar mis atenciones a mi culo, que quedaba expuesto al objetivo de la cámara. Cada vez estaba más caliente por la situación, así que decidí ir un paso más allá y empecé a masturbarme lentamente, con los ojos cerrados, mientras mi mente se recreaba en imaginar las pollas de mi hermano y sus amigos. Dos de mis dedos se enterraron en mi cuevita mientras con la otra mano jugaba con mi clítoris, masajeaba mis tetas o llevaba una hasta mi boca para lamer el pezón. Me sentía muy excitada, sabía que estaba dándoles un espectáculo inesperado a los chicos y que aquello seguramente les volvería locos. En las escenas que había grabado hasta ahora sólo me habían visto desnuda, pero no tan perraca como me estaba mostrando en esos momentos. Me corrí de manera brutal, jadeando y respirando aceleradamente. Salí de la ducha y regresé a mi habitación, para escuchar como poco después Javi volvía a entrar en el baño a recoger las pruebas del delito.
A partir de ese día me fijaba cada vez que entraba a ducharme si estaba preparado el sistema de grabación, pero al parecer era algo que sólo hacía los fines de semana. Las miradas de Javi durante los siguientes días eran cada vez más descaradas, sus ojos se clavaban en mi cuerpo cuando me veía por la casa, supongo que el visionado del último vídeo había incrementado su interés por mí. Yo por mi parte, aunque sólo le veía por la tarde, cuando volvía del trabajo y él de sus entrenamientos, también estaba cambiando mi comportamiento.
Elegía por las mañanas la ropa pensando en él, buscando prendas que resaltasen mis encantos y me mostrasen provocativa, y durante la jornada laboral mi pensamiento volvía a mi hermano, sus amigos, sus deseos hacía mí, lo que todo aquello me excitaba, la parte oculta de mi personalidad que se estaba imponiendo poco a poco. Deseaba volver a la casa para verle, para desearle cada vez más, para que se excitara con la visión de su propia hermana. Por las noches, antes de dormir, volvía ver los vídeos que había robado de su ordenador y me masturbaba viendo escenas de mamadas profundísimas, de chicas que se parecían a mí tragando pollas hasta la misma garganta e imaginaba, mientras me corría, que era yo la que recibía el semen de mi hermano y sus amigos directamente en mi esófago.
Decidí que les iba a pagar con la misma moneda, por lo que compré una microcámara inalámbrica, de tamaño minúsculo y precio desorbitado. El viernes llegué antes a la casa, y no estaban ni mis padres ni mi hermano, momento que aproveché para buscarle el sitio idóneo a la cámara, bien disimulada en un rincón de la habitación. Desde mi ordenador podía ver que la ubicación elegida ofrecía una buena vista de gran parte de la habitación, sobre todo de la parte que más me interesaba, alrededor de su ordenador. Puse a grabar la cámara, me arreglé y salí a dar una vuelta con una amiga hasta las 12 de la noche. Cuando regresé Javi y sus amigos seguían en la habitación, así que con una voz les hice saber que ya estaba allí. Casi de inmediato, los tres bajaron al salón y en sus ojos podía ver claramente la excitación y el deseo con que me miraban, lo que implicaba que se habían deleitado bien con el regalo que les había hecho. Me miraban de arriba abajo, notaba sus ojos clavados en mis piernas, en mi pecho, en mi culo.
- Hola chicos, ¿todavía por aquí?- les dije con una sonrisa pícara
- Sí, pero ya nos vamos a ir que es tarde –respondió Raúl
- ¿No habéis salido a dar una vuelta? –le pregunté a mi hermano
- No, teníamos cosas mejores que hacer –contestó Luís, que de forma poco disimulada no paraba de mirarme el escote.
- Yo también voy a acostarme que tengo sueño –repliqué
Y acto seguido subí las escaleras hacia mi habitación. Desde abajo, los chicos me seguían con la mirada y seguramente tuvieron una buena vista de mis piernas, puesto que la minifalda que llevaba y el ascenso de los escalones les ofrecían un buen panorama. Sentirme tan deseada me producía mucho placer y excitación, y mis recelos y prejuicios iniciales cada vez tenían menos efecto sobre mi comportamiento. Mi corazón latía alocadamente cuando me quité la ropa y, casi con manos temblorosas, puse el vídeo que había grabado con mi cámara.
Tras un rato de grabación en la que se veía la habitación vacía, aparecieron los tres chicos, que se sentaron en torno al ordenador. No podía escucharlos, porque sólo era vídeo, pero intuía que repetían el protocolo que ya había escuchado la semana anterior. A la primera “espiada” que vi fue a Silvia, hermana de Raúl, en su habitación mientras se cambiaba de ropa. Tenía un buen cuerpo, algo rellenita pero con buenas curvas, grandes tetas (aunque algo caídas, como había apuntado mi hermano) y un culo respingón, aunque esto último no se apreciaba demasiado bien, porque en toda la escena llevaba puesta unas bragas blancas que no le favorecían nada. Los chicos miraban atentamente la pantalla haciendo comentarios que no podía oír, aunque sí imaginar. La segunda espiada, cuya identidad me tenía muy intrigada, resultó ser la vecina de Luís, a la que sólo conocía de vista, y a la que grababa a escondidas en su habitación a través de la ventana. En ésta se veía poca cosa, y menos yo que los chicos, sólo alguna teta en la penumbra y con la imagen borrosa. En la tercera grabación me vi a mí misma entrando en la ducha, y la actitud de los chicos cambió radicalmente, mostrándose muy agitados y hablando entre ellos, aunque sin dejar de prestar atención a la pantalla. Cuando comenzó en el vídeo la parte en que me masturbaba, los tres se bajaron los pantalones casi al unísono y por vez primera pude contemplar aquellas tres maravillas, que ya lucían en estupendo esplendor.
No sé cuál me gustaba más, eran espléndidas, grandes y duras, las mejores que había visto hasta entonces, y había visto unas cuantas. Quizás la de Luís era la más gruesa, pero la verdad es que la que más morbo me provocaba era la de mi hermano, no tan gruesa pero dura como un mástil de barco. Para mi deleite, los tres empezaron a masturbarse mientras seguían viendo la escena y yo me uní a su actividad, con lo que los cuatro nos dábamos autoplacer, ellos viéndome a mí y soñando con follarme y yo viéndoles a ellos y fantaseando con comerme sus pollas, sobre todo la de mi hermano. En mi mente se mezclaban las imágenes de los videos que robé a mi hermano y la visión de su polla y me imaginaba irrumpiendo de repente en la habitación para dirigirme hasta él, ponerme de rodillas y meterme su polla hasta hacerla desaparecer de la vista de sus amigos para comenzar un frenético mete saca hasta conseguir que vaciase sus huevos y así poder degustar su semen, para inmediatamente pasar a cada uno de sus amigos y aplicarles el mismo tratamiento. Me estaba convirtiendo en una auténtica depravada y me estaba encantando. Los chicos también parecían muy agradecidos con la escena que les regalé, porque se corrieron abundantemente en poco tiempo, a pesar de lo cual siguieron masturbándose y, cuando la grabación terminó, volvieron a ponerla desde el principio. Así pasaron al menos una hora, viendo la escena y pajeándose. Cada uno de ellos se corrió tres veces antes de terminar exhaustos del esfuerzo y parar la grabación. Yo me dormí muy a gusto después de tener dos orgasmos gracias a ellos.
Aquel domingo me levante con una inesperada claridad de pensamiento, no podía pelear contra mis instintos y la parte oscura de mi personalidad que los acontecimientos habían despertado. Deseaba a mi hermano y a sus amigos, deseaba sentir sus pollas dentro de mí, que disfrutasen de mi cuerpo, que no fuese el objeto de sus fantasías, sino el instrumento para hacerlas realidad. Tenía que trazar un plan para que aquello saliera como deseaba, llevarlos a mi terreno.