Susana: Veredicto (4/4)

¿Queríais una respuesta? Aquí la tenéis.

En cuanto Pedro salió de la habitación, perdí la noción del tiempo. Estaba a oscuras en aquel comedor, atada de pies y manos y amordazada. A lo lejos oía ruido de platos y cacharros que venían del fondo de la casa y sus voces sonaban confusas.

Tenía que pensar en muchas cosas, había dicho Pedro antes de dejarme allí sola. ¿Realmente tenía tanto en lo que pensar? Creo que no. No tenía que elaborar ningún plan, ni organizar nada, solamente tenía que decir "sí"… o decir "no".

Seguía estando demasiado nerviosa para pensar, notaba mis pestañas empapadas por las lágrimas y no conseguía normalizar mi respiración. Sinceramente, ¡aquella situación era una mierda! ¿¡Por qué tenía que elegir entre mi novio y mi pasado!? ¿Tanto le molestaba no tener sexo salvaje o simplemente, conformarse con algo más tradicional? ¿Era tan tan tan importante? "No puedo creer que Mario sea tan gilipollas…" – pensaba para mí – "Ahora ya no sé si se ha dejado liar por Pedro, o si es que es más cabrón todavía…" .

Moví la cabeza en dirección a la puerta y la habitación empezó a girar. "¡Joder, el puto alcohol!" – Decía mi cabeza – "¿No podrían haber montado todo esto después de cenar? Al menos me habría pillado con el estómago lleno…"

Dejé mi mente en blanco y como pude, observé la habitación, como si intentase memorizarla, procuraba fijarme en cada detalle con tal de no perder la realidad que me rodeaba. Mirar en cada detalle, a oscuras y con aquel silencio, estaban consiguiendo serenarme a pasos agigantados. "Quieren que sea Susanita… Hablan de mí como si fuera un dos en uno, dos chicas en un mismo cuerpo… como en aquella película… ¿Cómo se llamaba?" – Mi mente se estaba yendo por la tangente – "Sí, la de Geena Davis, que es una ama de casa normal… pero resulta que era una espía… o una asesina… pero, ¿¡En qué coño estoy pensando!? ¡Susana, céntrate!"

De repente, no sé por qué, me vino a la cabeza el collar que llevaba Ágata y eso me llevó a recordar el día que lo rechacé: "¡Necesito una vida normal!" – Recordaba a Pedro frente a mí, tan altivo, fingiendo indiferencia – "No puedo seguir con esto… te lo he dado todo, he hecho mil locuras por ti, lo he dejado todo cada vez que me has llamado… pero siento que no hay nada más…"

Respiré hondo. Tenía un nudo en la garganta que me impedía fingir que esos recuerdos no me afectaban: "Si me quedo… ¿qué más puedes darme? ¿Qué más puedes ser para mí? ¿Podrías ser algo más?" – Con la respiración entrecortada, cerré los ojos y seguí recordando – "Por favor, ¡sé algo más!… Seguiré siendo tuya, seré tu Susanita, en privado podríamos seguir siendo igual, pero por favor… da un paso más…"

De nuevo, volví a realidad. En la calle no se oía ni un alma, aunque de vez en cuando se escuchaba algún coche pasar a lo lejos. "Y ahora lo lleva la puta de Ágata" – pensé de nuevo - "¿Qué estoy diciendo? ¿Puta, por qué? ¡Yo lo rechacé! Yo lo rechacé… ¡Y a él le dio igual, se ha buscado a otra y no le importo una mierda!"

Escuché una risita de Mario en la lejanía, parecía mucho más relajado. "¡Tendría que estar preocupándome de Mario, no de Pedro! No he pensado en Pedro desde hace años, ¿qué más me da? Mario… Mario, piensa en lo de Mario. Quiere ver a la Susana de los videos… ¡Joder! ¿Habrá visto el del consolador? ¡Joder, joder…!"

Volví a ponerme nerviosa, había pasado tanto tiempo que ni siquiera recordaba qué habría exactamente en aquellos videos. "Eso es que le han gustado" – sorprendentemente, me alegré de pensar eso – "Si no, no querría que volviese a ser así, ¿no? … ¡Joder, o el video del restaurante…! ¡Madre mía…qué vergüenza! ¿¡Cómo puede ser que Mario prefiera que sea así!? ¡Con lo que me ha costado ser como soy ahora! ¿No sabe lo mucho que me he esforzado para ser una novia ejemplar? ¿Qué se cree? ¿Que a mí no me gusta comportarme como una zorra...?

Abrí los ojos, sorprendida. ¿Estaba yo pensando eso? ¿En serio había pasado eso por mi cabeza? – " Susana, estás borracha, no sabes ni lo que dices ni lo que… ¿¡A quién quiero engañar!? ¡Sí que me gustaba sentirme así, me levantaba por la mañana y tenía esa sensación de comerme el mundo! Aunque después me arrodillara frente a Pedro… ¡Sentirme suya me hacía sentir especial, me miraba y sentía mariposas en mi estómago, me tocaba y temblaba entera! Quiero a Mario… ojalá me sintiera así con él" .

¿Había decidido? ¿Era eso realmente lo que quería? Tal vez… aunque seguía tocándome las pelotas acceder a todo lo que quisieran.

Volví a mirar a mi alrededor, con la mirada perdida. ¿Cuánto rato llevaba a solas? ¿Me habrían preparado cena a mí también? "Bah, qué mas da… ahora no tengo hambre…" Los ojos se me cerraban por momentos… no sé por qué en una situación así iba a tener sueño, quizá fueron los nervios, o el bloqueo mental… pero sin poder aguantar más, me dormí

(…)

¡Me desperté de un brinco! Intenté hablar y me asusté al ver que no podía, solamente conseguí soltar un grito ahogado. Me tomé un segundo: miré a mi alrededor, ¡Vale, ya estaba situada! Seguía igual que antes. No sabía si habría dormido unos pocos segundos o un par de horas, estaba totalmente descolocada. Sólo esperé que no hubiesen escuchado mi gritito ridículo.

¡Genial! ¡Qué suerte la mía! Nuevamente, desde el fondo de la casa, los pasos y las voces volvieron a acercarse. Las luces se encendieron y tuve que cerrar los ojos, llevaba demasiado rato a oscuras. Pude entrever a Pedro, que se acercó a mí y me preguntó:

  • ¿Has dicho algo, Susanita?

Negué con la cabeza.

  • Ah, me había parecido que nos llamabas… - dijo él, con ironía.
  • ¿Te encuentras bien? – preguntó Mario, cosa que me sorprendió.

Asentí, procurando parecer lo más cómoda y risueña posible. En realidad no me encontraba bien, el alcohol siempre me había desinhibido bastante, en todos los aspectos en los que se puede desinhibir una persona, así que esa respuesta tan alegre confirmaba que no estaba muy fina.

Mario parecía preocupado y nervioso, al fin y al cabo, él había jugado sus cartas y ahora tenía que esperar a que yo moviera ficha.

  • Ya no lloras… – comentó Pedro – y no parece que vayas a volver a montar un pollo… ¿Si te quito la mordaza, te portarás bien?

Asentí exageradamente, como si fuera una niña pequeña. Él se rió con cierta incredulidad. "¿Quién es ahora el desconfiado?", pensé yo. Tras dudar unos segundos, se acercó y me quitó la cinta de un tirón, luego puso su mano ante mi boca y escupí la bola de plástico. ¡Menos mal, qué alivio!

  • Bueno… - dijo Pedro, con curiosidad, mientras Mario se sentaba en el filo del sofá, expectante – Tú dirás

Los miré. ¡Estaban tan ansiosos, que en ese momento todo me empezó a parecer menos trascendental! ¡No sé por qué, demasiados nervios y la cabeza demasiado achispada!

  • ¿Susana? – dijo Mario, nervioso.

Le miré. Bueno, o al menos lo intenté. Me costaba bastante centrar la mirada en un punto fijo, pero juraría que le miré.

  • Tú dirás… - volvió a insistir Pedro, que permanecía de pie frente a mí.

Era mi turno.

  • ¿Cómo…? – empecé a preguntar, con la mirada perdida y hablando terriblemente despacio, como ida - ¿Cómo…? ¿Cómo se llamaba aquella película de Geena Davis… que hacía de ama de casa… pero en realidad era una espía?

Se hizo un silencio sepulcral. Pedro y Mario, se miraron entre ellos, totalmente alucinados. Creo que era lo último que esperaban que dijese.

  • ¿¡De qué… de qué estás hablando!? – preguntó Pedro, descolocado.
  • Sé… sé que era algo "Total"… - decía yo, sumergida en mi mundo – o "Letal"… pero no consigo
  • Creo que es "Memoria Letal" – dijo Ágata.

Pedro y Mario la miraron, todavía más desconcertados.

  • ¡Gracias, Ágata…! - contesté dejando caer mi cabeza hacia atrás – Es que… mira que le he dado vueltas, pero no había manera

Mario se dejó caer hacia atrás, desplomándose en el sofá y se echó las manos a la cabeza, mientras Pedro me miraba prácticamente sin pestañear.

  • ¿¡Has estado pensado en ESO!? – exclamó Mario, sin poder creerlo.
  • ¡No…no! He pensado en muchas cosas… -seguía hablando despacio, con un tono totalmente neutro - pero ésa en concreto me estaba volviendo loca
  • ¡Joder, Susana! – dijo Pedro, alzando la mirada hacia el techo.

¿Me había llamado Susana? ¡Qué fuerte! ¡Me había llamado Susana!

Quedamos todos en silencio. Yo les observaba, un tanto sonriente… ¡Parecían tan decepcionados! Seguía siendo consciente que tenía que elegir y de la parte seria de la situación pero, en ese instante, me di cuenta que había llegado a mi tope, estaba bloqueada.

Y entonces… se me escapó una risita. Los dos levantaron la cabeza al instante, no daban crédito a lo que estaban viendo.

  • Pero, ¿de qué te ríes? – preguntó Mario, un tanto mosqueado.
  • No… ¡no lo sé! ¡Ja, ja, ja! Es que… ¿os dais cuenta de la que habéis montado? ¡Ja, ja, ja, ja!

Aunque Pedro seguía mirándome sin perder detalle, Mario empezó a preocuparse.

  • Tío, mírala… no está bien… – le dijo a Pedro con un tono serio.

Pedro entrecerró los ojos, observándome, fijándose en mí, como si buscara algo, como si intentase ver más allá de mis ojos. Sin perderme de vista, contestó a Mario:

  • Sí, sí que lo está… Está histérica, colapsada, saturada y algo borracha… pero está bien.

Se acercó hasta mí, me cogió la cara con las dos manos y se agachó, quedando su cara al mismo nivel que la mía:

  • ¿Verdad que estás bien, pequeña? – dijo, sonando extrañamente dulce.

Sonriente, asentí con la cabeza lentamente. ¡Había olvidado lo irresistible que era cuando me llamaba "pequeña"! Tan dulce, tan cercano, tan humano

  • Mario, puedes estar tranquilo…– le dijo, mientras me miraba embelesado – y disfrutar del momento. Si nunca la has visto así, es porque debe tener una vida bastante calmada… sin perder los nervios o sin estar en una situación complicada.

Escuchar a Pedro hablar así de mí me hizo sonreír todavía más. Al ver mi sonrisa, confirmó su teoría. Se giró a Mario y le explicó:

  • Mario, la chica que tienes delante no es exactamente tu chica, ni es Susanita… Ante ti tienes a Susana en toda su esencia.

Sin perder los nervios y sonriente, miré a Mario, que no estaba entendiendo nada. No quise interrumpir, así que me quedé callada, escuchando la explicación que Pedro daba a Mario:

  • Cuando Susana insulta como un camionero y contesta con sarcasmos… solamente está a la defensiva, saca las uñas para protegerse.
  • Ahá… – logró decir Mario.
  • Cuando Susana es la chica recatada y discreta que conoces, solamente se está obligando a ser así, porque cree que es como hay que ser
  • ¿Quieres decir que tú conoces más que yo a mi propia novia? – preguntó Mario, un tanto mosqueado.
  • En parte sí, en parte no. – dijo Pedro, intentando no molestar a Mario - Susana no es una chica común, tiene un carácter tremendamente fuerte, que no tiene nada que ver con tener un carácter dominante – aclaró.

Se apartó de mí y volvió a sentarse en el sofá, poniendo una mano en el hombro de Mario y señalando a Ágata con la otra:

  • Si llevo a Ágata al límite, si la pongo en un aprieto a nivel mental, se bloquea y sólo llora y llora – al decir eso, Ágata bajó la mirada – Cuando Susana se bloqueaba… curiosamente, se desbloqueaba.

Volví a reír. ¡Llevaba toda la razón!

  • Sé que suena raro, pero cuando está colapsada, sus filtros desaparecen. No finge nada, ni adorna sus palabras, ni ataca… - los dos me miraron, como si observaran un cuadro – Lo que yo decía: una Susana en estado puro… sin máscaras.
  • ¿Es… es eso verdad? – dijo Mario, levantándose y acercándose a mí.
  • Si – contesté escuetamente.
  • Entonces, dime… ¿Qué piensas?
  • Pienso que debes ser muy egoísta… o estar realmente dolido – le dije, con tranquilidad – para traerme aquí y ponerme frente a una persona que me partió el alma.

Miré a Pedro, que me miraba fijamente y sin pensar, seguí hablando:

  • Me volqué contigo al cien por cien… lo sabes.
  • Lo sé – dijo Pedro, seriamente.
  • Me costó muchas lágrimas y muchos meses aceptar mi condición
  • Eso también lo sé – volvió a decir.
  • Intenté ser la mejor sumisa para ti, la más entregada, la más puta, la mejor… - decía, con voz neutral – Pero necesitaba más
  • Te asustaste de lo que estabas llegando a sentir… y me pediste algo que no podía darte – me dijo él.
  • Lo que me dolió no fue que no pudieses darme más – hablaba como una autómata, sincera a más no poder y sin mostrar ninguna emoción – sino que no me enseñaras tu parte más humana cuando yo te hablaba desde el corazón

Todos permanecían en silencio, escuchándome sin perder detalle.

  • No…preferiste contestarme con prepotencia… "¿Por qué tendría que darle más a una putita como tú?" me dijiste… - estaba diciendo algo que no había podido ni pensar en todos estos años, pero me sentía muy tranquila – Viste lo mal que estaba y te dio igual. Por eso te odio tanto… porque te adoraba

Miré a Ágata y vi que tenía los ojos empañados. ¡Sí que era llorona, sí…! Pedro no dijo nada, mantenía la compostura y apretaba los dientes, aunque no sabía si por rabia o porque eso también le afectaba… aunque sólo fuera un poquito.

Vi a Mario impaciente, nervioso

  • Cariño – dije a Mario, con lástima – Te quiero… no, ¡te quiero muchísimo! Aunque hayas hecho esta gilipollez en vez de hablar conmigo… ¡No puedo evitarlo!

Él pasó frotó de nuevo sus manos en el pantalón, seguramente tenía las manos sudorosas.

  • ¿Quieres a la Susana que has visto en los videos? – él se tensó y afirmó rotundamente – Pues ármate de paciencia, chico… porque mañana ya no estaré tan vulnerable como ahora… - me quedé callada un momento y luego concluí – Tienes mi "sí".

Como si el tiempo se hubiese parado, o como si alguien hubiese dado al botón de pausa, seguían en silencio y no parecían reaccionar. Es curioso, seguramente habían estado planeando esto durante días, o semanas… Y ahora que por fin tenían la respuesta que querían, no parecían muy satisfechos. Quién sabe… después de todo, tal vez no esperaban que la velada acabase de este modo.

  • Sólo… - añadí, rompiendo el silencio – sólo una… cosa más.
  • ¿Sí? – preguntó Mario, inquieto.

Los miré y pregunté:

  • ¿Me… me habéis guardado algo de cena?