Susana: ¿Si o no? (3)

Cuando descubres que tu mejor amiga y tu ex-amo se conocen, te mosqueas. Cuando te percatas de que tu novio también los conoce, te bloqueas. Cuando ves que han tramado algo... te asustas.

Si en aquel momento me hubiese convertido en un dibujo animado, estoy segura de que hubiese sido completamente aplastada por un yunque gigante.

El bolso se me cayó al suelo y empecé a temblar. Tenía frente a mí a mi propio novio, ¿qué leches hacía él allí?

Por su parte, el cabrón de Pedro estalló en una gran carcajada:

  • ¡Increíble! – decía entre risas - ¡Poder ver esa cara no tiene precio!

No pude ni contestarle, estaba demasiado absorta mirando a Mario, que evitó mirarme a los ojos y sólo logró decir:

  • Joder, Susana… - dijo, sonando más a confirmación que a sorpresa.

Cruzó la puerta, volvió a cerrar con llave y la guardó en el bolsillo de su americana. Es cierto que perdí mi oportunidad de escapar de allí pero, ¿cómo iba a pensar en escaparme si la persona que tenía que salvarme estaba en el comedor?

Mario se quitó la americana y la colocó sobre una de las sillas del comedor. Luego se sentó y apoyó los codos sobre sus rodillas mirando hacia el suelo. Su cara parecía un poema. Ágata se acercó hasta Pedro y le susurró algo que no logré escuchar. Pedro asintió con la cabeza y ella salió de la habitación, dejándome a solas con aquel par.

Por mi parte, yo no entendía nada, miraba a Mario y después a Pedro, una y otra vez, intentando comprender qué estaba pasando. Me acerqué hasta Mario, confundida y algo mosqueada:

  • ¿Qué… qué haces tú aquí?
  • ¿No crees que podría preguntarte lo mismo? – me preguntó él, seriamente.
  • No… no es lo que parece – dije yo intentando aclarar la situación - ¡Mierda! Sé que suena a tópico, pero te juro que yo no tenía ni idea
  • ¿Qué tú no tenías ni idea? – dijo enfurecido, interrumpiéndome - ¡¿Qué TÚ no tenías ni idea?! ¡¡Yo sí que no tenía ni idea!!
  • Calma, calma chicos… - dijo Pedro, interviniendo en la conversación – Tenemos toda la noche para aclarar las ideas
  • ¡¿Qué?! - exclamé yo, sin entender nada - ¡Tú flipas si crees que me voy a quedar aquí toda la noche!
  • Pues ése era mi plan cuando te invité… - dijo él, volviendo a sonreír.
  • ¡¿Invitarme?! – grité, dando un par de pasos hacia él, totalmente enfurecida - ¡Esto es lo que querías! ¿No, cabronazo? ¿¡Robarme el móvil para llamar a mi novio y que pensara que quedo contigo y con ella!? ¡¡Dile que no es verdad!! ¡¡Dile que yo NO he venido a esto! ¡¡DISELO, JODER!!
  • Mario: no es verdad y no ha venido a esto – dijo él, repitiendo mis palabras exactas como si fuese una regañina – Aunque creo que ya lo sabe, Susanita

Aquello me dejó más descolocada todavía. ¿Mi novio sabía que yo iba a estar en esa casa? ¿Se conocían? ¿Qué estaba pasando? Las preguntas invadían mi cabeza, mi seguridad desaparecía y empezaba a temblar como una cría estúpida. Me acerqué hasta Mario, me agaché frente a él y le cogí del brazo con dulzura.

  • Mario… - dije, con la voz entrecortada – Mario, cariño… vámonos, por favor
  • Cállate, anda – me contestó secamente, apartándome de él con un gesto despectivo.
  • ¡¿Prefieres a esta gentuza antes que a mí?! – grité rabiosa y dolida - ¡Pues que te jodan a ti también!

Sin pensarlo dos veces, cogí la llave del bolsillo de su americana y salí corriendo hacia la puerta. Mario se levantó como un rayo y se abalanzó sobre mí, tirándome al suelo. Me cogió de las muñecas y apretó con rabia, haciéndome soltar la llave que todavía tenía en la mano. Yo estaba cagada de miedo; nunca, y cuando digo nunca es NUNCA antes Mario se había comportado de ese modo. Ahora, pese a ser la persona con la que dormía cada noche, no sabía qué pretendía. Sin poder evitarlo, mis ojos se empañaron y comencé a lloriquear.

  • Cariño… - dije, intentando apelar a su compasión.

Él me dio un bofetón descomunal y pegando su cara a la mía, me susurró:

  • Te he dicho que te calles, ¿me has entendido?
  • Pero… ¿qué te pasa? – dije sollozando.

Otra bofetada consiguió girarme la cara, ésta vez me había dado con más energía.

  • Susana, ¿cuántas veces te lo voy a tener que decir? – me dijo, clavándome las uñas en las muñecas de la presión que hacía – No quiero oírte. Ni una…puta…palabra.

Entre llantos, asentí con la cabeza. Me miró a los ojos con furia y me dijo:

  • Y ni se te ocurra seguir llorando

Como pude, intenté frenar en seco, aunque mis ojos parecían no responder. Pedro, que permanecía de pie sin perder un detalle, se acercó hasta Mario y cuando estuvo detrás de él, se puso en cuclillas:

  • Sabía que no iba a ser fácil, pero está más guerrera de lo que recordaba.

Le miré con odio. No sólo me la había metido doblada Ágata, sino también ellos dos. Parecía que todos sabían de lo que hablaban, la única que no estaba entendiendo nada era yo. Pedro se acercó unos centímetros más a mí y comentó:

  • Tienes las de perder, Susanita… así que, ¿vas a ser buena?

Le escupí en toda la cara a modo de respuesta. Él se echó a reír una vez más y se alejó, mientras se limpiaba la cara.

  • De acuerdo… - dijo pausadamente – Entonces por las malas.

Sin dudar ni un segundo, Mario me arrastró hasta la silla en la que había estado sentado y ambos me ataron de pies y manos. Ni mis patadas ni los manotazos sirvieron de nada. Los dos se sentaron en el sofá, quedando frente a mí, mientras Pedro parecía estar relajado y entretenido, Mario estaba sentado en el filo del sofá, moviendo las manos de forma nerviosa y mirándome con cara de odio de vez en cuando. Ágata volvió a entrar en la habitación con una bandeja con bebidas. Pedro sirvió una copa a Mario y se sirvió otra para él. Sirvió una tercera y me hizo un gesto de invitación.

  • ¿Un trago? – preguntó cortésmente.
  • No bebe, – contestó Mario por mí – hace años que no prueba el alcohol.
  • ¡No jodas! – exclamó Pedro, sorprendido – Pues le va a sentar de maravilla, ¡Ja, ja, ja, ja!

Cogió la botella y sirvió una ración más generosa. Se acercó hasta mí y puso el vaso frente a mis labios. Lo miré desafiante.

  • ¿Por las buenas? – me preguntó.

Apreté mis labios, sellándolos con todas mis fuerzas.

  • Ah… entonces por las malas – concluyó sin perder los nervios.

Me tapó la nariz fuertemente mientras aguantaba el vaso con la otra mano, intenté resistir todo lo que pude, pero finalmente, cuando abrí la boca para coger una bocanada de aire, volcó la bebida en mi boca y volvió a cerrármela, sujetándome la mandíbula fuertemente mientras seguía con la nariz tapada. "¡Maldito cabrón!" - pensé, cuando no pude hacer nada más que tragármelo.

  • ¡Que…te jodan! – le dije, entre arcadas.
  • Igualmente – contestó sonriente, apretándome la mejilla.

Levanté la vista y vi a Ágata que me miraba con compasión. Parecía ser la única que no estaba disfrutando con aquello. Mario, sin embargo, continuaba mirándome con odio.

  • Vale, ahora que estamos más relajados y nadie quiere tirar la puerta abajo – dijo, señalándome con la mano – creo que ya podemos charlar tranquilamente.
  • ¡Déjate de mierdas! – grité histérica – No quiero
  • Cuando decía "hablar" no me refería a ti, Susanita… Tú ya te has quedado bien a gusto antes de que llegase Mario.

Sentí un pinchazo en el estómago. Recordé todo lo que había dicho antes y ahora, por primera vez después de seis años, volvía a sentir esa sensación de temor, de miedo a las consecuencias de mis palabras.

  • Es que chico, tu novia, además de muchas cosas, tiene la lengua muy larga

Mario se rió. ¿Por qué coño se reía? Pedro se aclaró la garganta para llamar mi atención y se sentó en el filo del sofá.

  • Susanita, te juro que no tenía ninguna intención de buscarte ni de volver a aparecer en tu vida – me explicaba tranquilamente – pero… ¿Se lo explico yo o se lo explicas tú? – le preguntó a Mario.
  • Sigue tú – contestó mi chico, apretando los puños – yo ahora estoy demasiado
  • Seguiré yo – Pedro puso una mano en el hombro de Mario – Tranquilízate, tío

Mario asintió con la cabeza, mientras nervioso, frotaba sus manos en el pantalón. Yo no podía creer lo que veían mis ojos. ¿Qué era toda esa fraternidad?

  • ¿Estás bien? – le preguntó Pedro.
  • Sí, sí… - decía Mario, nervioso - sólo necesito un minuto y ya
  • Pero, ¿¡qué es esta mierda!? – grité yo, alucinada de la complicidad que había entre ambos – Mario, ya puestos ¡¿por qué no le comes la polla también?!

Mario estaba a punto de estallar. Apretó los dientes, dio un puñetazo al sofá y le dijo a Pedro:

  • Que se calle… - dijo entre dientes - ¡Haz que se calle, joder…!

Pedro se levantó, abrió un cajón y volvió a dirigirse a mí, poniéndome una pelota en la boca y sellándola con cinta americana. Antes de volver a sentarse me dio un par de toquecitos en la cabeza.

  • Susanita, ahora tienes que estar atenta – me dijo, alegremente – porque si te pierdes algún detalle, perderá la gracia. ¡Y te aseguro que cuando oigas lo que tenemos que explicarte, no te lo vas a poder creer!

En ese momento, odiaba a cada uno de los presentes, pero prestaba atención a sus palabras. Necesitaba saber de una vez lo que pasaba.

  • Susana – me dijo Mario, algo más tranquilo pero frío y distante – No hay ningún curso de actualización del trabajo. Los días que llego tarde, es porque los paso aquí

Abrí los ojos, sorprendida. Primero, porque me había engañado, Y segundo, porque si ambas explicaciones estaban relacionadas, ellos dos se conocían desde hacía bastante tiempo.

  • Conocí a Pedro y a Ágata hace… ¿cinco meses? – preguntó, mirando a Ágata.
  • Sí, un poco después de trasladarme… - contestó ella.

Miré a Ágata con rabia. Pedro se dio cuenta y se echó a reír.

  • No, Susanita… no se la folla. – me aclaró – Nos conocimos en ése precioso bar que hay cerca de aquí. – "¿El bar? ¿¡Ése puticlub asqueroso!?" , pensé para mí – No suelo hacerle mucho caso a los tíos que están en la barra, pero Mario… parecía necesitar ayuda.
  • Estaba hecho una mierda – siguió explicando Mario – me avergonzaba de mí mismo por haber ido hasta allí dispuesto a engañarte con una puta. ¡Pero soy humano, joder! Y llevaba mucho tiempo pensando en la cantidad de cosas que no hacía… cuando estaba contigo.
  • Mientras Ágata bailaba como una zorra en medio del bar, me acerqué y le pregunté qué le pasaba – explicaba Pedro, retomando la conversación – Me encontré con la típica historia: chico conoce chica, se enamoran… pero con el tiempo, el chico se empieza a hartar de que su novia sea tan mojigata

Miré a Mario con los ojos como platos. ¿Eso pensaba de mí? Sí, es cierto que no le permitía muchas cosas, pero no tenían nada que ver con él, simplemente había cosas que estaban demasiado relacionadas con el tipo de vida que había dejado atrás. ¿Y le había estado contando todo eso a un tipo en una casa de putas? Mario parecía estar mucho más tranquilo que antes, lo cual no me gustaba nada.

  • Intenté animar al chaval, de hecho le propuse disfrutar un ratito de Ágata, pero ¡Qué va, no hubo manera de...!

Pedro se calló de repente, se quedó mirándome fijamente y se acercó un par de pasos.

  • ¿Nena? – preguntó, moviendo su mano frente a mí.

Involuntariamente seguí la mano con la mirada y pude comprobar que el alcohol estaba actuando… ¡Y de qué manera! "¡Mierda, mierda, mierda…!" pensé cuando empecé a sentirme mareada y noté cómo ojos se me iban para arriba sin poder evitarlo.

  • ¡La puta! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Sólo con una copa! – dijo Pedro, sorprendido.

Me pegó un toque en la frente y me preguntó:

  • ¿Estás aquí? – Asentí con la cabeza - ¿Estás siguiendo la conversación? – Volví a asentir - ¿Seguro? Porque si no te meto un rato en la ducha… – ¡Negué con fuerza! – ¡Ja, ja, ja! Vale, vale, veo que sigues aquí… ¿Por dónde iba?
  • Mario rechazó su oferta, Señor – contestó obedientemente Ágata, refrescándole la memoria.
  • ¡Ah, sí! Bueno… ¡No te puedes ni imaginar la cara que se me quedó cuando me enseñó una foto tuya en el móvil! Pensé: ¡No puede ser! ¡Es imposible!
  • Es muy extraño que el tío que tienes al lado en la barra de un puticlub se eche las manos a la cabeza cuando le enseñas la foto de tu novia… - decía, mirando al suelo – Cuando sin haberle dicho el nombre de tu chica le oyes decir "¡Joder, Susanita!"

Debía ser el alcohol, pero justo en esa parte, comprendí lo que Mario me decía. Pedro se levantó, animado y excitado y continuó hablando:

  • Pensé que era una broma. ¡Era imposible que el novio de Susanita tuviera que salir de casa para buscar una puta! – ése comentario me hizo saltar e intenté quejarme, aunque sólo conseguí soltar un grito ahogado – Perdona, ¿es que te he ofendido? ¡No me jodas, Susanita…!
  • ¿Por eso no querías que nadie te llamara así? – dijo Mario, enfadado y dolido – Me dijiste que era por alguien del pasado. ¡Cuando decías eso, pensaba en un exnovio, coño! ¡No que hubieses sido la zorra de un tío!

Mareada y confundida, no aguanté más y empecé a llorar. Había intentado olvidar mi pasado y ahora se me había estampado en la cara.

  • Me jodía que mi novia no quisiera abrirse un poco más sexualmente. ¡Pero me tocó los cojones enterarme que antes de conocerme eras cualquier cosa menos una mojigata!
  • ¿Qué es eso de "No dejarse" hacer cosas, Susanita? – preguntó retóricamente Pedro - ¿Crees que es justo para el chaval?

Bajé la mirada. ¡Joder, no, no podía ceder! Volví a levantar la cabeza, allí estaban los dos, de pie frente a mi. Respiraba con fuerza y algunas lágrimas seguían cayendo por mis mejillas. Mario me miraba con un odio tangible; Pedro, en cambio, tenía una sonrisa de oreja a oreja. ¡Podía enfrentarme a uno, pero no a los dos! Estaba mareada, las muñecas me dolían y empezaba a sentirme débil.

  • Así que hicimos una especie de apuesta. – dijo Pedro, dicharachero – Bueno, más bien un pacto, o un trato… ¡Llámalo como quieras! El caso es que después de comprobar que aquello que le explicaba sobre ti era cierto

Abrí los ojos y di un grito. ¿Qué quería decir eso de comprobar?

  • ¿Qué te crees, tonta, que en cuanto te largaste borré tus fotos y tus videos? – volvió a preguntar retóricamente.

¡¡Dios mío, no podía ser verdad!! Recordaba algunas imágenes, algún día suelto frente a la cámara… ¡No lo sé! Cualquier cosa que venía a mi mente era suficientemente terrible para ser vista por Mario. Intenté mirarle a los ojos, pero no pude, bajé la mirada…Dios mío, no podía creer que Mario hubiese visto eso

  • Al ver todo aquello, Mario decidió dejarte – Al oír eso, estallé en un llanto escandaloso, mientras Pedro continuaba hablando – Pero… ¡lo que son las cosas! Yo… ¡No otro, no! ¡YO le animé a que no lo hiciera! Te preguntarás: ¿por qué? ¡Fácil! Le propuse echarle una mano.

Miré a Pedro, después a Ágata y luego a Mario sin dejar de llorar, estaba colapsada.

  • ¡Una semana! – dijo finalmente Pedro - Una semanita para desenterrar a la vieja Susanita

Yo, que seguía llorando a mares, me aterroricé al escuchar esas palabras. ¿Una semana volviendo a las andadas? Mario fue terriblemente franco conmigo:

  • Te juro que ahora mismo sería capaz de dejarte… eso tenlo claro. – me dijo, fríamente - Si él tiene razón, tal vez podamos llevarnos bien y llegar a un acuerdo mutuo. Si no, ves haciéndote a la idea de empaquetar tus cosas.

¡Joder! ¡Quería a Mario! ¡Había cambiado mi vida entera por él! Sí, habíamos pasado unos meses asquerosos, pero ahora todo parecía tener sentido. Sin embargo, ¿volver a ser la que fui? ¿Dejar aflorar a esa Susana zorra? ¿Era capaz? Y lo más importante: ¿sería después capaz de volverme a controlar?

  • Aunque pueda parecer lo contrario por la silla, las hostias y la cinta americana, te aseguro que no tengo ninguna intención de intentarlo si antes no me das tu aprobación – Mario se apoyó con las manos en mis hombros – Si me dices que no, cruz y raya; Si me dices que sí, quiero que te dejes de remilgos y me demuestres cómo eres. No quiero volver a tener en mi cama a esa Susana frígida, ¿me entiendes?

Asentí con la cabeza.

  • Y una cosa más: Si aceptas, durante esta semana no estaremos solos – miré a Pedro con dificultad, mis ojos parecían no hacerme mucho caso, pude ver cómo saludaba con la mano con ironía - ¿te ha quedado claro?

Volví a asentir.

  • Estupendo – dijo Mario, mirando el reloj – Volveremos en un rato…y entonces me dices qué has decidido.

Di un grito de aviso.

  • ¿Quieres decir o preguntar algo? – dijo Pedro, amablemente.

Asentí con energía.

  • No me interesa – contestó Mario, secamente, alejándose hacia el final de la casa junto a Ágata – Ágata, ¿qué hay de cena…?

Me quedé a solas con Pedro. Era muy extraño encontrarme en esa situación frente a alguien con quien había compartido tantas cosas. Volvió a pasar la palma de la mano frente a mis ojos. Mi vista volvió a perderse intentando seguirle.

  • Menudo pelotazo llevas, Susanita… – dijo suavemente, mientras me acariciaba el pelo - ¿Qué te has hecho? Sigues teniendo huevos pero… ¿tanto llegaste a odiarme que te has prohibido ser tú misma?

Solté un gemido, intentando protestar, pero él me hizo un gesto para que me callara.

  • Reconozco que es una situación jodida – dijo, mientras apagaba una a una las luces del comedor – ¿Quedarte sin novio o volver a ser una putita? ¿Perder la vida por la que has apostado, o darme el gusto de quitarme esa espinita? ¿Seguir siendo Susana y empezar de nuevo por tercera vez… o tragarte el orgullo y ser Susanita? – dijo sonriente tras apagar la última luz, dejando la habitación a oscuras - Te veo en un rato, preciosa… Ahora tienes mucho en qué pensar

¡Gracias por leerme!

¡Y comentad, os haya gustado o no!

J