Susana, Servicio Completo

El taxi dejó a Susana junto a la recepción del hotel, céntrico y de cierta categoría. El posible cliente la había citado en el bar del hotel, para tomar una copa, previo paso a subir a la habitación.

Susana, servicio completo

El taxi dejó a Susana junto a la recepción del hotel, céntrico y de cierta categoría. El posible cliente la había citado en el bar del hotel, para tomar una copa, previo paso a subir a la habitación.

Cuando llegó al hotel, le llamó para ver quien era, pues no se conocían. Susana, de 1,60 y 23 años, se dedicaba a esto por pura necesidad, siendo madre soltera, tenía que sacar adelante su vida y la de su crío como fuera, y la verdad es que con este trabajo no le iba nada mal. Solía escoger ella a sus clientes, si le convencían, iba con ellos. También sus servicios tenían una cierta exclusividad, hombres bien posicionados económicamente, profesionales liberales fuera de su ciudad, que querían probar un bocado tierno y joven.

Alguna vez algún rarito que le pedía alguna cosa rara, que por supuesto la cobraba más.

Carlos, su cliente era un hombre maduro, de unos 45 años, la esperaba en el bar tomando una copa. Iba bastante bien vestido.

Susana iba con un vestido sexy, pero discreto, como su cliente le había pedido. Carlos estaba en la ciudad de paso, por un tema de negocios, y su costumbre era la de catar algo local cuando iba a una ciudad nueva. Se saludaron como si ya se conocieran, Susana se sentó junto a el.

-¿Quieres tomar algo aquí? ¿O lo tomamos en el mueble bar del hotel?

-Aquí está bien. Espero que lo que ves sea de tu agrado.

-No estás nada mal, pero nada mal, apuesto a que vas con regularidad al gimnasio.

-Si, me cuido.

Las típicas frases triviales para romper el hielo.

-¿Qué tipo de servicio te gustaría que te hiciera?

Carlos, acostumbrado a mandar por su trabajo, le gustaba ser dominante en el sexo, y así se lo hizo saber a Susana, quería tomarla por todos sus agujeros, y esto era una condición obligatoria, no quería mirar el límite de tiempo. También remarcó que quería darle azotes y golpes, y atarla.

-Bien, un servicio de sumisa, te costará algo más, y si quieres penetración anal, el precio también sube.

-De acuerdo, lo que quieras, estoy deseando tomarte ya, así que vamos a la habitación.

Ambos fueron hacia el ascensor, la verdad es que la zorrita iba discreta pero sexy, moviendo el culo realzado por esos zapatos de tacón. Tenía un aire a secretaria,

Qué morbo tiene, seguro que mama de vicio. En la habitación del hotel, sacó 500 euros de su cartera, y se los puso en la mesa.

-Susana, si me gusta lo que haces, habrá algo más para ti, y venga, desnúdate.

A Susana la perspectiva de que se lo hiciera por todos sus agujeros, y que la azotara no le hacía mucha gracia, pero pensó en los 500 euros y en lo bien que le iban a ir.

-Déjame ir al servicio.

-Bien, pero no tardes zorra.

En el servicio sacó de su bolso unas medias de rejilla y se las colocó. También se quitó el vestido, quedando con un conjunto de ropa interior de encaje muy sexy, y se hizo dos coletas

Cuando volvió a la habitación, Carlos había preparado sobre la mesa varios juguetes, unas esposas y una fusta.

Pudo apreciar por su cara que aunque trataba de controlar la situación, estaba nerviosa, y esto le complacía. Cada vez se empalmaba más.

-Venga, quítate los zapatos, que quiero verte esos piececitos, y ponte de rodillas.

Susana obedeció sumisamente la orden del que durante un rato iba a ser su amo, colocándose de rodillas frente a el, frente a su verga que ya estaba dura. A Carlos lo que más le ponía era sentir ese poder sobre ella, Susana se la empezó a chupar, suave, lenguetaditas pequeñas, le tocaba los testículos, Carlos jadeaba de la excitación y la fue dejando hacer, pero la sujetó de las coletas, como le ponía eso… Chica traviesa… Susana… la mamada se prolongó un rato, y después, Susana se quitó el sostén, liberando sus pechos, uno con un piercing.

-Vamos Susanita, jodeme con las tetas.

Los modales de Carlos habían cambiado a peor, cogiendola con fuerza de las tetas, apretándoselas, lo que arrancó un quejido de Susana. Con la polla llena de saliva, la cubanita que le estaba haciendo lo tenía a punto de caramelo. Pero no iba a ser tan rapido

Carlos le ordenó que parara, y la hizo colocarse a cuatro patas sobre la cama. Todavía llevaba el tanga, y las medias de rejilla. Cogió de la mesa un dildo, y se lo introdujo por el ano. Tampoco quería hacerle mucho daño a la zorrita, así que lo hizo con cierto cuidado, y lubricándolo. Aún así, a Susana le dolió. Bien, vamos a jugar un poco en serio. La ató boca arriba con los brazos y las piernas en cruz, a la cama, y se entretuvo lamiéndole las plantas de los pies, para luego darle golpes con una vara en las mismas plantas de los pies, y en el muslo. Susana se sentía ridícula así atada, y tenía que reconocer que había tenido servicios mejores. Después de haberlo hecho un rato, se colocó sobre ella y empezó a sobarla las tetas, lamiéndolas y mordisqueándolas, y tocándole la vagina sin mucha delicadeza. No estaba mal esta chica, y le encantaba que fuera española. Susana cerró los ojos, ya que no disfrutaba, de hecho se estaba sintiendo humillada por toda esta actitud, estaba dejando de ser persona, para ser un objeto al servicio del placer de un tipo que por edad podría ser su padre. Pero recordó que su trabajo era complacerle al máximo, y jadeaba como si estuviera disfrutando.

Dejó escapar un suspiro cuando Carlos la embistió. Sin haberla sacado el dildo del culo le dolía un montón la penetración. La penetró repetidas veces montándola, y jadeándole guarrerías al oido mientras la sometía.

-Seguro que no te habían castigado como era debido. Necesitas educación zorra. Cuando se cansó de tirársela así, la desató, y le sacó el dildo del ano. Ahora se la metió por detrás, y le puso el dildo en la vagina. Con Susana a cuatro patas, la penetraba mientras le daba golpecitos con la vara en las nalgas.

Venga jaca que te lo mereces, por zorrón.

Susana dejó escapar una pequeña lágrima del dolor que le causaba, y mordió la almohada de la cama. Con un agujero tan prieto, Carlos no tardó en descargar sobre ella.

La había dejado hecha polvo, pero ya había pasado. Aunque igual no podría coger un cliente en toda la semana, le había pagado bien, y le dio un incentivo de 80 euros más.

Susana se lavó en el vater, mientras Carlos la observaba desde la puerta entreabierta. La zorrita estaba bien buena, se lo había pasado bien con ella. Realmente era divertido hacerlas pasar por todo eso, mientras lo hacía pensaba en cualquier becaria joven de la empresa, o alguna secretaria con las que fantaseaba. Lamentablemente la relación sexual con su mujer era aburrida y su válvula de escape era esta.

La joven, cansada de la sesión, recogió su dinero, y llamó a un taxi, que la llevaría a su casa, con su pequeño Iker, al que estaba dándole una buena vida.