Susana, mi cuñivaca I
De cómo mi cuñada Susana paso de tener un coño desaliñado y peludo a uno perfectamente depilado gracias a mi ayuda
Una de las ventajas de ser nudista es que habitualmente, la familia también lo es. Y si esta familia se compone de dos cuñadas, una mayor y una menor que mi mujer, es realmente divino. Siempre que he ido a la playa con mis cuñadas me he fijado en sus coños y como la edad hace que lleven diferentes “peinados”. Tanto mi mujer, de cuarenta años, como su hermana pequeña de treinta, han llevado siempre el coño depilado hasta que se hicieron el laser, lo que las dejo “pelonas” ahí abajo. Sin embargo, la mayor, Susana, que ahora cuenta con 47 años, siempre lo había llevado recortado para que el pelo no le saliera por la braga, de tal manera que cuando se quedaba desnuda en la playa, parecía que llevara un tanguita.
Sobre ella deciros que es una hembra de pelo rizado como sus hermanas, con un par de tetas naturales tan grandes como su cabeza y pese a ellos duras y recias, con unos pezones centrados y negros desde que tuvo a mi sobrina que te desafían cuando se ponen duros. Son tan largos como una falange del meñique y muy reactivos a cualquier roce. En otra mujer con menos pecho, ese pezón centrado igual estarían demasiado arriba, pero en su caso, le quedan a la altura justa para que parezca que están más arriba de lo que en realidad los ha puesto la edad y la gravedad. Y la edad la ha tratado bien, pese a su constitución fuerte, no tiene barriga ni celulitis.
Es increíble lo que uno puede deducir de cómo van las relaciones sexuales de una pareja mirándole solo la entrepierna. ¿Qué por qué digo esto? Sencillo…. Cuando todavía nadie en la familia sabía por los problemas que estaban atravesando ella y su marido empezó la temporada de playa. Y al ir el primer día me fije en la mata de pelo que cubría su coño. “Eso” siempre estuvo recortadito, sin depilarse nunca del todo, pero siempre con la raya del bikini hecha. Por lo que me había contado el cuñado, no es que fuera una maravilla en la cama (o eso decía él) pero no era la típica que se estira y tienes que hacerlo tu todo y eso me cuadraba con el “peinado” arreglado pero sin florituras. Algo para “llevar a diario”, vamos.
Cuando esa mañana se quito el bañador y dejo la entrepierna al aire pude ver una mata de pelo desordenada, abundante y descuidada, nada propio de una mujer a la que su marido monta de forma regular. Como es normal, en toda la mañana no le quite el ojo de encima y me pude fijar que, cuando se giraba o ponía en cuclillas para buscar algo en la bolsa de la playa, para ponerle crema a mi sobrinita mayor o se levantaba, incluso su ojete tenia pelo, algo inusual en ella. Y no solo a mi me llamo la atención ese detalle.
Estando estirado en la toalla, se acercaron mi mujer y Susana y se tumbaron en las toallas que teníamos puestas una al lado de la otra. Mi mujer, María, tras mirarme y creer que estaba dormido, le pregunto abiertamente
María: Susana, cielo… llevas una selva ahí abajo – le soltó con su habitual desparpajo – solo falta poner “Welcome” y tienes un felpudo
Susana: Joder, María, que burra eres – le contesto Susana con cierta mala leche
María: Hostia, Susana, pero si tu siempre lo has llevado arregladito. Con mucho pelo para mi gusto, pero no eso que llevas. Si ha de molestarte hasta para follar.
Susana: Bueno… en cuanto a lo de follar – le dijo con voz resignada – mira, Luis y yo hace más de seis meses que no follamos y lo de arreglarme el coño… pues como solo me sirve para mear, tampoco es que tenga ganas de que me lo miren.
María: Joder, hermanita. Pero si no tienes en casa lo que necesitas, ¿porque no sales a buscarlo por ahí? – dijo mi mujer con voz picarona
Susana: Buffff que palo – contesto de mala gana – Ponerme a buscar ahora a alguien que me monte, como si fuera una colegiala. Me da un palo tremendo. Además, los que valen la pena y tienen buen rabo, como Carlos, ya están pillados.
María: Jajajajaja. Pero que puta eres! – Le dijo entre risas - ¿Le has mirado la polla a mi marido?
Susana: Ya te digo – Confeso – Llevo toda la mañana fijándome en ese rabo rasurado que tiene y hostia… he de decirte que hasta que hemos llegado creía que no me iba a volver a mojar nunca, pero… me equivoque – término la frase con una gran carcajada.
María: Pues además de tenerlo bonito y grande, lo sabe usar – respondió María, poniendo los dientes largos a su hermana mayor – Y suelta unos lechazos…
Susana: Calla, joder, que me vas a poner más cachonda de lo que estoy… y menos mal que con el pelo no se nota el flujo, que si no, ya me resbalaría por la pierna.
Vaya, vaya… Así que la cuñada se había fijado en que tenía un buen rabo y además, iba falta de polla… Sin poderlo evitarse me puso el rabo duro como una piedra solo de pensar en mi cuñada a cuatro patas, con los tetones colgando mientras se la clavaba por esa raja peluda y le abría los cachetes para verle su negro ojete. Ni que decir tiene que cuando llegamos a casa, después de acostar a la niña, le pegue un polvazo a mi mujer mientras pensaba que era su hermana Susana. Y no veáis como la deje de rellena de lefa por todos sitios.
Unos días después, mi cuñada necesito hacer unos arreglos en casa y como mi horario laboral es bastante flexible lo arreglamos para coincidir en su casa durante la mañana. Era ideal ya que mi sobrina estaría en el instituto, su marido en el colegio donde trabajaba y mi mujer, en la oficina, pudiéndose Susana organizar el día para no tener que ir a trabajar hasta primera hora de la tarde. Vamos, que teníamos la casa para trabajar sin que nadie nos molestara. Sobre las diez de la mañana pude terminar con las gestiones que tenía que hacer y, tal como habíamos quedado, me dirigí a casa de mis cuñados. Llame a la puerta y tras insistir un par de veces, me abrió mi cuñada envuelta únicamente en una toalla.
Susana: Hola, cuñadito – Me dijo mientras se ajustaba la toalla alrededor de sus grandes tetones – Me has pillado que iba a entrar en la ducha.
Carlos: Ah! Pues haz, oye – le dije sin darle importancia a tenerla casi desnuda delante mío – yo voy a por una cerveza y te espero en el comedor. Y con tu permiso, me quito la camiseta, que hoy hace un calor de mil demonios.
Susana: Si hombre, tranquilo. – Dijo con una sonrisa – si total, ya te he visto en pelotas en la playa un montón de veces, no vendrá de una más.
Carlos: Ya. Por eso – respondí – no sé qué haces tapándote esas tetas tan bonitas que tienes, si ya te las he visto un montón de veces – Ahí me tire a la piscina – y cada vez es una alegría para la vista – le dije guiñando un ojo.
Susana: jajajaja – rió con ganas – tienes razón. Voy a ponerme algo y te ayudo con la reforma que quiero hacer con los muebles – dijo mientras se quitaba la toalla y se la ponía en el hombro, quedándose totalmente desnuda – tomate la cerveza que ahora vengo – y se marcho camino a su habitación moviendo ese culo de raja peluda que se había dejado.
Cuando volvió, lo hico con una camiseta de tirantes que le dejaba las tetas medio al descubierto y un pantalón de gimnasia de los que se ciñen al culo, tipo coulotte de color blanco. La verdad es que se había puesto cómoda y pese a haberla visto en bolas mil veces, con esa ropita había conseguido ponérmela dura. Por fortuna, yo mantenía el pantalón puesto porque si llego a llevar solo el calzoncillo, se había notado la dureza de mi polla.
Una de las chapuzas que teníamos que hacer era colgar unas cortinas y después de hacer los agujeros y poner los tacos mientras ella me sujetaba la escalera me di cuenta que, al estar ahí subido, mi paquete quedaba a la altura de su cara y las dos veces que me incline a pedirle algo, me di cuenta que me lo estaba mirando descaradamente, suponiendo que yo estaba ocupado con el taladro y no me daba cuenta. Pero no solo me daba cuenta, sino que además, al estar ella debajo de la escalera, aguantándomela, me ofrecía sin querer una prospectiva de sus tetas con unos pezones que se habían puesto duros por el calor y, elucubrando, la proximidad de mi polla a su cara.
Viendo eso, mi polla se volvió a poner morcillona y viendo las ganas de follar que le había confesado Susana a María decidí poner toda la carne en el asador. Mire otra vez el canelón de mi cuñada y me la imagine comiéndome la polla, en aquella misma postura. La jugada funciono en el acto y mi rabo empezó a ponerse duro y a crecer bajo el pantalón. Volviendo a mirar a Susana me di cuenta que ahora estaba totalmente absorta mirándome la polla, casi con la polla abierta.
Carlos: Susana – la llame en bajito para que no se enterara – Susana! - La llame otra vez mucho más alto, como si hiciera tiempo que estuviera reclamando su atención.
Ella salió del trance y sin dejar de mirar mi polla, que formaba un bulto considerable en el pantalón me pregunto qué quería. Unos segundos después dejaba de mirarme el paquete y me miraba a los ojos, encontrando una sonrisa.
Carlos: ¿Que no me escuchabas? – Le pregunte con picardía - ¿En que estabas pensando?
Susana: Nada – dijo sonrojándose – cosas mías. ¿Qué necesitas?
Carlos: Que si te parece bien así o quieres que la suba un poco mas – dije con segundas
Susana: No. Ahí está bien dura… digo… arriba – dijo traicionándole el subconsciente – ahí esta perfecta… perfecto
Carlos: Jajajajaja – me reí con ganas - ¿Pero en que estas pensando?
Susana: Nada, Carlos, nada – me dijo atribulada – que veo cosas y se me va la vista y la imaginación.
Carlos: No eres la única que ve cosas y se le va la imaginación – conteste – no eres la única… - Y contestando eso, termine de poner el soporte de la cortina y baje de la escalera, rompiendo voluntariamente el momento.
Susana: genial – dijo, aprobando el trabajo – Ahora colgaremos las cortinas. ¿Sabes cómo van los ganchos?
Carlos: Que va! – Le metí a la cuñada – Esos ganchos son una mierda. Siempre consiguen ponerme de mal humor y no los pongo bien. ¿Qué te parece si te subes tu, yo te aguanto la escalera y te voy pasando la cortina?
Susana: Vale
Mi cuñada agarro la punta de la cortina y se subió a la escalera, para empezar a colgarla, sin darse cuenta de que con la acción, me había puesto el coño justo a un palmo de la cara. El pantaloncito, que sin duda era de un par de tallas menos a la que le correspondía, se le había metido en el coñito (Se notaba que no llevaba bragas) y transparentaba su abundante mata de pelo. Era tan frondosa que incluso algunos pelos le salían por los laterales. Si no hubiera estado a un palmo de mi cara, no se habría notado, pero estando ahí… madre mía… además, desprendía aquel aroma característico a hembra excitada. Madre mía. Lo que me estaba costando contenerme.
Susana: Cuñado ¿cómo lo ves? – me pregunto en cuanto termino de colgar la cortina
Carlos: Delicioso – respondí sin dejar de mirarle el coño
Susana: ¿Delicioso? Eso no me lo habían dicho nunca de unas cortinas porque… - Entonces miro para abajo y me vio, con los ojos fijos en su coño – Joder, Carlos! – Me dijo en un tono medio enfadado – no hagas bromas con eso, que llevo un montón de tiempo sin que nadie me… - y se calló.
Carlos: Pues será porque tu quieres, cuñadita – le respondí – porque estas para te apetezca y más.
Susana: Pues sí – respondió resignada, pero sin bajar de la escalera, con lo que lo seguía teniendo a la altura de la cara – hace seis meses que eso que estas mirando no sirve para otra cosa que para hacer pis
Carlos: Pues mira, Susana, si por mi fuera, ahora mismo te apartaba el pantaloncito y le pegaba unos lengüetazos – le dije echando toda la carne en el asador – porque entre lo que veo, lo que huelo y lo que me gusta, me está siendo difícil controlarme.
Susana: Yo no se lo diría a nadie – dijo divertida y en broma – y además, entre lo peludo que esta y lo sudada que voy, no creo que te gustara meter la boca.
Sin darle tiempo a reaccionar, aparte el pantaloncito con la mano derecha y pase mi lengua de abajo a arriba por aquella raja peluda. El contacto era áspero y el gusto fuerte, pero la sorpresa fue agradable cuando vi que estaba humedecido y no precisamente por el calor. Hice una segunda y luego una tercera pasada con la lengua. Mi cuñada estaba quieta, sorprendida entre mi acción y cachonda por todo lo anteriormente vivido, unido a que hacía más de medio año que no le habían dado polla. Unos lengüetazos después, separe mi lengua de su coño, la mire a los ojos y le dije
Carlos: Joder, cuñada, que coño mas delicioso tienes. Y que ganas tengo de comértelo bien y no sobre una escalera.
Susana: Carlos… somos cuñados… si se enteran…
Carlos: Me has dicho que no dirías nada, así que yo tampoco.
Entonces Susana hizo algo que me encanto: bajo de la escalera, se fue hacia el sofá sin decir una palabra y se quito el pantalón, abriéndose de patas dejando un coño frondoso a mi disposición. Yo me acerque, me puse de rodillas y empecé a comer el coño más peludo que recuerdo.
Susana: Siendo que este así de peludo, pero si llego a saber que hoy me ibas a poner tan cachonda, me lo habría depilado – Me dijo entre tímida y cachonda
Carlos: Por eso no te preocupes
Y abriendo mi portamonedas, saque una pequeña navaja. En ella unas tijeras. Y con esas tijeras y tras ponerle una toalla bajo el culo obre el milagro: convertir la selva negra de mí cuñada en un delicioso bosquecillo de pelo corto. Después de frotarlo con la misma toalla para quitar todos los restos de pelo que quedaban, quite la toalla y empecé otra vez con la deliciosa tarea de comerle el coño a Susana. Tenía un sabor fuerte, mezcla de la excitación que sentía y de esa ducha que no le deje darse antes de recibirme.
Me centre en su clítoris, que se ergia desafiante i excitado, como una pequeña polla. Lo agarre con los labios y empecé a pasar la lengua sobre él y a succionarlo. De inmediato mi cuñada empezó a gemir y a resoplar como una cafetera mientras me cogía la cabeza. Cuando empezó a gemir más fuerte, me chupe un dedo y se lo metí poco a poco dentro del coño. Ese simple gesto hizo que mi cuñada se corriera empapándome la cara.
Susana: Hostia! Hostia! Hostia! – Solo atinaba a decir mientras bufaba – Que bueno, joder!
Carlos: Joder Susana, que coño mas delicioso tienes – le dije sin sacar el dedo del interior de su coño, moviéndolo ligeramente. Luis tiene que disfrutar de la hostia cuando te lo come.
Susana: ¿Luís? – Pregunto incrédula - ¡Ja! – Exclamo con desidia – ese cabrón no se ha amorrado en 20 años de matrimonio a comerme el coño. Pero que le coma la polla, si. Para eso siempre tiene ganas…
Carlos: Pues menudo mamarracho – Le conteste – Si esta delicioso! – Y volví a meter la boca en su coño para seguir comiéndoselo
La tenía totalmente entregada. Tenía las patas abiertas, como si estuviera en el ginecólogo y las había apoyado en el borde del sofá, echando el culo para afuera todo lo que podía sin caerse del mismo. En esa postura tenia expuesto incluso su peludo ojete, así que no desperdicie la oportunidad y recogiendo con el dedo medio algo del abundante flujo que le caía por la raja, empecé a jugar con él en la entrada de este agujero. Esta vez, Susana, tardo algo menos en correrse, pero de la misma forma volcánica que antes: empapándome toda la cara y preguntándome que le estaba haciendo “ahí abajo”
Carlos: Te estoy comiendo el coño como tendrían que hacértelo a diario, cuñadita – le dije, tirándole la caña – y además, quería comprobar si tienes el ojete tan sensible como tu hermana y veo que sí.
Susana: ¿El ojete? Ah… ah… - Seguía gimiendo, respondiendo a los pequeños masajes que le daba con mis dedos mientras hablaba – el ojete es… ah… solo para cagar. No se…. Ahs… guarro, Carlos…
Carlos: ¿Solo para cagar? – Pregunte con ironía – entonces esto seguro que no te gusta…
Y diciéndole esto, aprovechando la humedad que me fluía sobre el dedo que tenía en su ojete y que estaba empapado, lo empuje lentamente para adentro. Susana puso cara primero de desconcierto ya que era una situación nueva que nadie le había hecho en todos sus años de vida sexual. Después tenso la espalda y subió el culo, poniendo los ojos en blanco y cuando mi dedo llego al fondo de su culo, volvió a estallar en uno de sus orgasmos húmedos mientras mugía como una vaca.
Susana: Hmmmmmmmmmm ooooooooooooooooh!!!! – Gemia – Que bueno!!!
Carlos: ¿Ves Susana? – le dije sin dejar de mover la punta de mi dedo dentro de lo más profundo de su ojete – el culo no es solo para hacer de vientre. Si cuando vas al baño y pegas una buena cagada te sientes genial, imagina que vas a sentir cuando te meta la polla y te la saque del culo…
Y diciendo esto, me incorpore, me baje el pantalón y agarrándole una mano, hice que agarrara mi polla. El resultado era lo que me esperaba y gracias a ese contacto y a que seguía moviendo los dedos dentro de sus agujeros, Susana encajo su cuarto orgasmo en menos de quince minutos
Susana: Joder, Carlos – me dijo mirándome a los ojos – necesito que me la claves. Necesito que me lo hagan.
Carlos: ¿Qué necesitas que, cuñadita? – Le dije jugueteando con el contacto de mi polla en sus nalgas – Yo solo follo con zorritas malhabladas…
Susana: Que me folles, joder! – Dijo desesperada – ¡Necesito que me folles y volver a sentir un rabo dentro del coño, que ya ni me acuerdo como sabe!
Carlos: Eso me gusta más, Susana – y sacándole los dedos del coño y del culo, le metí la polla hasta los cojones de una sola estacada.
Fue como hundir la polla en una gelatina viscosa y caliente. Mi sobrina había nacido por parto natural y eso se nota en los coños que uno visita. Por muy bien que haya ido el parto, cuando la cabeza de una cría sale por allí, no vuelve a cerrarse nunca como antes. Además, sus orgasmos anteriores habían preparado el camino y habían dejado el coño listo para lo que había sido diseñado: ser follado por un macho. Ella volvió a poner esa cara de imbécil sorprendida y abrió la boca. Luego la cerró, junto con los ojos y volvió a soltar su mugido de orgasmo, mientras yo notaba que esta vez, la humedad me resbalaba hasta los cojones.
Susana: Carlos, me corro! – Dijo con los ojos cerrados – Me corro otra vez! Dios! Que polla!
Carlos: Pues todavía no he empezado contigo, cuñada
Tal como estaba mi cuñada, con los talones hundidos en el sofá retire mi polla lentamente y vi que salía totalmente blanca y babeante de flujos. “Bien”, pensé ya que una de las cosas que más me gusta follando es salir de un agujero y llevar mi polla a la boca de la propietaria del mismo, ya sea de su coño o de su ojete y verla salir tan viscosa me garantizo que mi cuñada tendría un buen gusto de boca el resto del día.
Carlos: ¿Quieres que sea suave contigo? – Dije con una voz relajada – ¿O prefieres que te folle duro, cuñada?
Susana: Hostia puta, Carlos… - respondió – dame caña!
Carlos: Genial – Respondí mientras que le asestaba otro pollazo que hizo que mis huevos chocaran contra su peludo ojete – así me gusta más.
Susana volvió a encajar ese pollazo con la misma cara que antes, pero esta vez no le deje saborear el momento y pasando los brazos por debajo de sus piernas, las junte, dejando mi cabeza entre ellas y apretando un poco hacia adelante, acerque sus rodillas a sus enormes melones, que por cierto, todavía estaban tapados por aquella camiseta de tirantes y le encaje totalmente la polla en su chocho de madre. El cambio de postura la sorprendió y vi en sus ojos que las folladas que pegaba con el cuñado eran más bien insulsas. A la cuñada no solo hacía tiempo que no la follaban, sino que además, no se la habían follado bien desde que se caso.
Agarrando el escote de la camiseta la mire a los ojos y con cara de deseo le dije “vamos a ver que hay aquí debajo” mientras partía de un solo tirón la camiseta. Sus dos ubres, al verse libres de la presión, saltaron y se desparramaron, dejando al descubierto esos dos pezones que tanto me gustaban. Estaban duros por la excitación y no pude evitar agarrarlos como si fueran dos botones de una antigua radio, para apretarlos y girarlos mientras seguía bombeando en su coño, lo que hacía que el resto de la ubre se moviera al ritmo que marcaba mi polla.
Carlos: ¿Te gusta, zorrita? – Le dije para empezar a tantear el lenguaje obsceno que tanto me gusta usar mientras follo a una hembra.
Susana: Si cabronazo – me respondió para mi sorpresa – follame, joder! Necesito polla como respirar! Jodeme duro!
Acelere el ritmo. Otro mugido y otra descarga de humedad en mis cojones me indicaron que mi cuñada se había corrido otra vez. Susana tenía los ojos cerrados, la boca abierta y suspiraba y gemía al mismo tiempo. Era como si intentara recuperar todo el tiempo y todos los orgasmos que no había tenido no en seis meses, si no en una vida de casada. Después llego el octavo y posteriormente el noveno orgasmo. La toalla que tenia debajo de su culo estaba totalmente empapada y por un momento se me paso la idea por la cabeza de cómo iba a justificar la mojadura que había en el sofá cuando cabrón le preguntara. Ahora era ella la que se apretaba las tetas, se tiraba de los pezones como una loca y se frotaba el clítoris mostrando que era una tremenda pajillera.
Carlos: Vamos a cambiar de postura, cuñadita – le dije sacándole la polla totalmente empapada del coño – Pero antes, quiero ver que tal la chupas
Susana hizo mohines, como cuando le quitas su juguete favorito a una niña malcriada. Cuando le mire el chocho estaba totalmente abierto y babeando, como el de una zorra después de toda la noche currando. Un hilo de flujo espeso le bajaba por le coño, le pasaba por encima del ojete y se perdía en la toalla, que presentaba una mancha de humedad tan grande como un par de palmos. Le metí dos dedos en el interior del coño y apenas toque pared. Ella se movió echando la pelvis hacia adelante, para que se los metiera mas, pero tras moverlos breves segundos, se los saque para llevármelos a la boca y lamerlos. Estaba fuerte el flujo de mi cuñada…
Carlos: Vamos, Susanita – le dije sonriendo - Amorraté al pilón o aquí se termina la follada – le dije mientras me sentaba en el sofá.
Ella resoplo, como protestando, pero primero se sentó y luego se arrodillo ante mí. Cuando se inclino hacia adelante para empezar a comerme la polla, la gravedad hizo que sus dos tetones se estiraran y fuera imposible llevar la mano para jugar con ellos y con su peso. Y mientras yo acariciaba y tiraba de los pezones de la hermana de mi mujer, ella me demostró porque a su marido le gustaba tanto que se la chupara.
Primero me sonrió, pero no lo hizo como una cuñada mira al marido de su hermana. Lo hizo como una hembra que mira al macho a quien le va a pegar una mamada de las antológicas. Luego saco la lengua y empezó a lamerme las pelotas. Lo hizo sin prisa y sin dejar de mirarme a los ojos, limpiando todo el flujo que su coño había depositado en ellas y que me llegaba hasta el ojete, que también limpio empleándose a fondo. Luego, desde el ojete, subió la lengua por mis cojones y siguió hasta la punta del capullo y al llegar ahí, abrió la boca y tras sonreír otra vez, se la clavo hasta que mi capullo toco su campanilla. Lo hizo del tirón. Sin avisar. Y cuando la punta de mi polla toco el fondo de su garganta, gimió. Y ese gemido hizo que casi se me escapara toda la lefa en su garganta. Mi cuñada era una mamona de campeonato y estaba dispuesto a disfrutarlo.
Eche la espalda hacia atrás y separe las piernas. Tenía intención de que aquella vaca tetuda me pegara una mamada tan larga como mis pelotas pudieran soportar. Y mis huevos pueden soportar muchísimo, así que me relaje y deje trabajar a Susana, que pasaba de chuparme la polla a lamerme los huevos e incluso el ojete mientras me masturbaba con maestría. Al principio, no quise moverme. Ver como disfruta una mujer pegándome una buena mamada mientras esta a 4 patas ante mi polla es una de las cosas que más me gusta en esta vida, pero poco a poco, fui desplazando mi mano derecha hasta sus ubres y mi mano izquierda a su cabeza, con lo que termine follandole la garganta mientras le estrujaba las tetas con verdadero deseo. Y ella, en lugar de quejarse, cada vez gemía mas, haciendo vibrar mi rabo dentro de su boca. Y tras un buen rato, se saco mi polla de la boca y con voz melosa me pidió que la follara otra vez.
Carlos: Ahora te toca trabajar a ti – Le dije totalmente al mando de la situación – monta, zorrita. Quiero ver cómo te la clavas.
A Susana le falto tiempo para ponerse a horcajadas encima mío y tras agarrar mi rabo por la base, se lo hundió en el coño sin perder un solo segundo. Todo el rato que había estado de rodillas, con mi polla en la boca, su coño había estado produciendo un flujo espeso y blanco y cuando mi polla ocupo el espacio vacío que había en él, desplazo todo ese líquido y lo mando directo a mis huevos. Y resbalando, hasta el sofá. Mi cuñada me agarro por las caderas y tirando hacia ella, se la encajo hasta no poder mas.
Carlos: Que necesitada vas de polla, cuñada…
Susana: No lo sabes tú bien – Me dijo – Pero he encontrado lo que necesitaba.
Y con estas palabras empezó a mover el culo, haciendo que casi se le saliera mi polla de aquel chocho de MILF justo antes de dar otro movimiento que hacía que se le encajara hasta lo más profundo de sí misma. A los pocos minutos de cabalgar empezó a poner otra vez aquella cara de imbécil incrédula y a correrse, empapándome los huevos con su flujo.
Una, dos, tres… hasta cinco veces se corrió montándome hasta que la leche en mis pelotas empezó a hacerse insoportable.
Carlos: Cuñadita, si sigues así vas a hacer que me corra – le dije mientras le estrujaba las tetas con ansia, hasta que se pusieron blancas primero y lilas después - ¿Dónde quieres tu premio, zorrita?
Susana: En el chocho! – Me contesto totalmente fuera de sí, mientras movía el culo como una posesa - Échamela dentro del coño! Me hice una ligadura después de tener a Olga (mi sobrina) y me encanta!
Carlos: Pídemelo, golfa
Susana: Carlos, por favor – dijo mientras tensaba los músculos de su coño, indicando que le iba a llegar otro orgasmo de los suyos – Lléname el coño de leche – Dijo fuera de sí – Préñame, joder! Preñameeeeeaaaaaaaahhhhhhhhh
Aquello fue demasiado y agarrándola por las nalgas le encaje mis 20 cm de rabo hasta que mis cojones chocaron con los abultados labios de su coño y en cuanto lo hice, solté una de las mayores corridas de mi vida. El gesto brusco hizo que uno de mis dedos se deslizara dentro de su ojete y la presión, unida a la lubricación que tenía en la zona, hizo que mi dedo medio derecho entrara hasta el fondo en su culo, provocando una gran presión que sumada a los lefazos que le estaba metiendo en lo más profundo provoco en mi cuñada un efecto rebote.
Susana: Hostia que gusto!!! – Chillo, olvidándose de los vecinos – Hostia que bueno!!! Cuanta leche!!! Jodeeeeeerrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr Me meeeeeeeeeeoooooooohhhhh!!!!
Y diciendo esto y agarrando el respaldo del sofá se pego primero una corrida, después un squirt y por ultimo una meada descomunal al no poder controlar la musculatura de su coño, dejándonos empapados a los dos y para tirar el cojín del sofá sobre el que estábamos.
Carlos: Madre mía, cuñada… me has puesto perdido – le dije, viendo la magnitud del desastre.
Susana: Dios! – Dijo mi cuñada al bajar de la nube – me cago en la puta…
Mi cuñada empezó a mirar el sofá. Hacía poco que lo habían comprado, pero ahora mismo, el cojín sobre el que estábamos sentados estaba para tirar y el que tenia la toalla encima, donde ella se había estado corriendo durante casi una hora, no estaba mucho mejor. “Hostia puta” dijo otra vez Susana y cuando se levanto, sacándose mi polla del coño, la situación no hizo más que agravarse, ya que mi rabo hacia de tapón y una parte importante de su corrida y toda la mía cayó como un pegote blanquecino sobre el cojín.
Susana: Joder, Carlos, la que hemos liado – dijo mientras se abría de patas para mirarse el coño, que era un autentico bebedero de patos de lo abierto y mojado que lo tenía – Buffffff vete para casa, que yo mirare a ver como arreglo todo esto… pero antes me pegare una buena ducha… o dos.
Y mientras decía esto, se marcho hacia el baño, dejando a su paso un rastro de flujo, semen y meados que le iba goteando del coño y le bajaba por las piernas hasta llegar al suelo. Yo me vestí como pude y di gracias mentalmente de haberme quitado la ropa y haberla tirado lejos cuando le empecé a comer el coño. Cuando estuve listo, me fui a despedir al cuarto de baño, donde mi cuñada estaba pegándose una larga ducha.
Carlos: Susana, me voy – le dije desde el otro lado de la cortina, pero no obtuve respuesta - ¿Susana?
Descorrí la cortina y vi a mi cuñada con las piernas flexionadas metiéndose tres dedos en el chocho, follándoselo sin piedad mientras ponía cara de viciosa. El chorro de agua apuntaba directamente a su entrepierna y sus tetones se movían al compas de su brazo. Me fije en su mano y algo me dijo que aquella sustancia blanca que tenía en la mano, no era precisamente jabón.
Susana: Joder, cuñado – me dijo como el yonqui que necesita un pico – estoy muy cachonda. Necesito correrme más. Llevaba mucho sin correrme y me has devuelto la sangre al coño. Uffffffffff. Vete porque si no te voy a pedir que me vuelvas a follar y nos va a pillar Olga cuando vuelva del cole en un rato. Hablamos luego… go… goooooooooooohhhhh!!!! – Dijo mientras se volvía a correr, soltando flujo espeso.
Y deje ahí a mi cuñada, masturbándose otra vez. Días mas tarde me conto que todavía se tiro media hora en la ducha, metiéndose los dedos hasta que le fue imposible correrse más. En cuando al sofá, lo soluciono echando una botella de legía encima y diciendo que se había tropezado mientras llevaba el material de limpieza a la terraza. El cabrón compro otro par de cojines para poner ahí y a partir de entonces, conociendo como se corría mi cuñada, procuramos follar en su cama, con un protector o de pie, ya que el parquet se limpiaba fácil de su flujo o mis corridas, claro que algunas otras muchas han sido en otros lugares que ya os contare.
Ah! Por cierto… la próxima vez que fuimos a la playa, las tres hermanas lucieron un coño totalmente depilado, señal de que las follaban bien de forma regular y pese a que mi mujer le hizo un tercer grado a su hermana mayor esta no le confesó que quien “le regaba el jardín” era yo.