Susana I
Éramos viejos conocidos. Ella había sido mi proyecto de sumisa 5 o 6 años atrás cuando apenas contaba con 22 añitos y demasiados pájaros en la cabeza.
Susana I
Éramos viejos “conocidos”. Ella había sido mi proyecto de sumisa 5 o 6 años atrás cuando apenas contaba con 22 añitos y demasiados pájaros en la cabeza.
Por casualidad, y por vivir en una pequeña ciudad del oeste español, nos encontramos una tarde de sábado en un centro comercial. Tras los dos besos de rigor, seguidos de un café (durante el cual nos pusimos al día de nuestras vidas) intercambiamos nuestros teléfonos.
Al despedirnos apreté su brazo izquierdo suavemente mientras le susurraba al oído:
- Te siguen brillando los ojos cuando me miras, cerdita.
Se puso roja.
- Ya sabes que me impones respeto…
- Tomaremos un café en la intimidad?
- Tengo novio… - Balbuceó
- Esa no es la respuesta.
- Tengo que irme, me espera.
Se alejó a toda prisa, no sin antes regalarme una risita.
Nuestra breve “relación” había durado apenas un verano en el que ella descubrió que le iba el sexo duro. Le encantaba sentirse usada por mi, de todas las maneras posibles. Descubrió el ardor de la cera en sus pechos y en su sexo, descubrió que las pinzas de la ropa (puestas en sus pezones o sexo) le hacían llorar y que eso la excitaba, los azotes, mi polla follando su garganta hasta que las arcadas le hacían casi vomitar… Tenía alma de sumisa, de eso no me cabía ninguna duda, pero cuando dejó a su novio y se empeñó en instalarse en mi chalet tuve que ponerle las cosas claras: yo ni era, ni sería nunca, su novio. Nuestros más de 20 años de diferencia de edad, y mi modo de disfrutar de la vida, lo hacían inviable.
Con el ajetreo de la vida me olvidé de este encontronazo en el centro comercial y una noche me llegó un Whatsapp de Susana:
- No me has escrito…
- Hola fea!!! Me había olvidado de ti.
- No habrá café en la intimidad?
- Mmmmmm, te atreverás a venir a mi casa?
- Creo que sí, pero sólo si te portas bien conmigo. Tengo novio.
- Eso es un aliciente para mi…
- Eres el mismo cerdo de siempre.
- Y a ti te encanta. Tu novio no te da caña?
- Él me trata bien, soy su princesita.
- Y tú necesitas alguien que te trate como una puta, como si lo viera…
- Tal vez…
- Chica mala. En serio te apetece correr el riesgo?
- Tal vez…
- Pidemelo bien.
- Puedo ir a tu casa?
- Tú sabes hacerlo mejor…
- Puedo ir a su casa, Señor?
Había dicho las palabras mágicas. Estaba ofreciéndose a que yo volviese a usarla a mi antojo, a ser mi puta, a estar a mi disposición para mi uso y disfrute. Me empezaba a gustar la idea.
- Con una condición
- Dígame
(El cambio del tu por el usted también me gustaba…)
- Será un café sin compromiso por parte de ninguno. Ha pasado tiempo, sin expectativas, Susana…
- Acepto. Me apetece charlar con usted
(Me empezaba a poner bastante ese respeto, estos años que habían pasado la hacían más serena…)
- Te aviso con un par de días…
- Perfecto
Pasaron todavía un par de semanas hasta que tuve una tarde totalmente libre de ocupaciones. Le envíe un whatsapp:
- Susana, el miércoles te espero en casa. A las 5 de la tarde es una hora perfecta.
- Allí estaré.
Susana tiene unas tetas majestuosas. Grandes, suaves, con unos pezones hiper sensibles al placer y al dolor, resumiendo: unas tetas de las que siempre me gustó disfrutar y de las que disfrutaría en el futuro. El resto de su anatomía a juego: caderas anchas (sin ser gorda) y una cara de niña buena, enmarcada en una melenita rubia, que me ponía a cien.
El miércoles a las 5 en punto sonó el timbre, y al abrir la puerta me encontré con una chica, que podría ser mi hija, enfundada en un vestido beige que no dejaba nada a la imaginación… había venido a por todas, no cabía duda.
- Buenas tardes… - dudó - Señor…
- Hola Susana, estás espectacular…
Volvió a ponerse roja, joder como me ponen las tímidas....
Continuará
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