Susana

Susana es una delincuente de delitos informáticos, joven, guapa, inteligente, independiente,... y yo, un Inspector Jefe de la policía, intentando cazarla, pero ¿en qué sentido?¿conseguiré seguir siendo el profesional que siempre he sido?

  • Susana! Es inútil que corras, soy más rápido que tú!

Se giró pero no me contestó, al darse la vuelta tropezó con algo y se cayó al suelo. Por su gesto se había hecho daño en la muñeca, pero se levantó de nuevo y siguió corriendo como pudo. Abrió una ventana, salió por ella y se enganchó en las cañerías para seguir por ahí. Hice lo mismo, me estaba divirtiendo mucho con aquella persecución, pero las cañerías no soportaron mi peso y a mitad de camino empezaron a romperse. La miré, en su cara se dibujó sorpresa, había casi 4 pisos de caída libre al patio de luces.

  • Espera, no te muevas – me dijo para mi sorpresa.
  • Susana... - le dije en un susurro.

Se metió por una de las ventanas y se asomó por otra que quedaba más cerca de donde yo estaba.

  • Camina despacio, y cógeme la mano – me dijo a la vez que estiraba el brazo. Dudé un instante pero la cañería volvió a crujir, no tenía otra opción – vamos!!

Alcancé su mano y me cogió fuerte con la otra. Tiraba de mi, haciendo que el peso a sujetar por las tuberías fuera menor. Me ayudó, despacio, hasta que pude cogerme a la ventana. Nos quedamos un rato, cara a cara, jadeando, sin decir nada.

  • Tengo que irme, tus amigos están apunto de venir.
  • Crees que te voy a dejar marchar?
  • Debes... – frunció el ceño, se giró e intento caminar, pero no podía, respiraba ruidosamente.
  • Necesitas ayuda? – Dije mientras intentaba subir, aún estaba al otro lado de la ventana. Temblaba como un flan, algo le pasaba.
  • No, sólo coger un poco de aire... – se puso la mano en la frente y la otra mano sobre la rodilla y comenzó a toser.
  • Está aquí! – gritó uno de mis compañeros al final del pasillo. Y Eduardo?
  • Ayudadme! - Susana comenzó a correr de nuevo, no podía dejar que la atraparan, se lo debía.
  • Eduardo!! Qué coño! Venid, rápido, Eduardo necesita ayuda! Cómo has terminado aquí tío? – me dijo mientras me ayudaba.
  • Ella, trepó y pensé que las tuberías también soportarían mi peso.

Cuando salimos a ver si la encontrábamos, como era evidente, no quedaba ni rastro de ella.

Estuve unos días muy preocupado, la había visto mal y no sé, supongo que era distinto verla en videos y fotos, que en carne y hueso, no era una chica normal y corriente, era  muy muy guapa y tenía algo que atraía, que atrapaba, una magia, una dulzura, no sabría explicarlo.

Durante un par de semanas seguimos buscándola pero no se registró movimiento de ningún tipo en el que ella pudiera verse involucrada, podía estar escondiéndose, aunque también pensé en otras posibilidades. Tal vez había huído, o al verse amenazada estaba escondiéndose mejor, o hubiera enfermado.

Aquel jueves salimos todos a tomar unas copas, aprovechando que universitarios y sobretodo, universitarias, tomaban las calles y los pubs. Me recogí pronto, estaba bastante cansado, demasiado trabajo rastreando a Susana... me pareció verla entonces, entre todo el mogollón de gente, hablaba con un chico, él le acababa de dar algo y ella también a él a escondidas y disimulando. Se cruzó con mi mirada, se despidió del chico y comenzó a caminar rápido, de tanto en tanto miraba atrás, para ver a que distancia le seguía. Comenzó a callejear, esquivando hábil a la gente, hasta que entró en una calle... estaban dando una paliza a un tipo, no quiso entrar, dudó un instante para donde dirigirse y se equivocó en su decisión, llego a un callejón sin salida. Miró a ver si podía saltar a algún sitio, lo intentó un par de veces sin dejar de mirar como me acercaba lentamente, me gustaba saborear el momento y sabía de sobras que no lo iba a conseguir, podía permitirme ese lujo.

Encontró un cubo de basura pequeño, redondo. Le dio la vuelta, subió a él y a partir de esa altura intentarlo de nuevo. Entonces si que corrí hacia ella, tenía muchas posibilidades de conseguirlo y lo consigue! Pero ya estoy cerca, consigo cogerle una pierna, intenta darme una patada con la otra, mientras se mantiene cogida a una escalera de incendios. La esquivo, y tiro de su pierna. Suelta la mano, la mano que se había lesionado no lo resiste, y la otra se abre al no poder soportar su peso, más el mío tirando de ella. La cojo en el aire, cuando sus pies tocan el suelo sujeto sus muñecas y se las pongo en la espalda mientras la atraigo hacia mi. No cesa en su empeño de intentar soltarse. La empujo bajo el marco de una pequeña puerta:

  • Susana.
  • ... – no dice nada, sólo intenta librarse – sabes lo que me espera si me entregas, verdad?
  • Susana – dije con una media sonrisa y me humedecí la comisura de un labio, estaba jugando conmigo, era muy lista y es que me tenía que dar igual, tenía que entregarla.
  • Por favor... dame otra oportunidad – oí sirenas de polis, supongo que por el tema del chico que estaban currando una calle más allá.

Vinieron un par a nuestro callejón, oí sus pasos, me tiré a los labios de Susana para disimular y que no hicieran que me girara, posiblemente eran compañeros. Cuando se fueron seguimos besándonos. Aflojé un poco la fuerza que hacía en sus muñecas, esperé un poco, para ver si aprovechaba la ocasión, cuando estuve seguro aflojé un poco más. Me estaba poniendo duro bajo los pantalones, seguro que ella lo notaba. La solté del todo para cogerle la carita y seguir besándola, tenía unos labios carnosos y un paladar dulce.

  • Vamos a tu casa – me dijo. Me quedé sorprendido al oír eso – vives muy lejos?
  • No, aquí cerca, ven – comenzó a toser a poco que nos pusimos a caminar, una tos extraña – estás bien.
  • Sí, sí, me curo de un resfriado.
  • Vale – le cogí la mano y comenzamos a caminar.

Las calles aún olían a húmedo, había llovido por la tarde y el ambiente había refrescado. Casi no se podía soportar el bochornazo que hacía por la mañana y el calor de los días anteriores. Subimos a mi apartamento, saqué un par de llaves en una arandela y abrí primero el portón, luego los dos pisos hasta mi puerta. Allí la dejé pasar delante de mi. Llevaba puestos unos tejanos y una camisa que se ajustaba justo bajo la base de su pecho, realzándolo, también llevaba una bandolera. Cerré la puerta y seguimos donde lo habíamos dejado, sin dar más explicación, ni decirnos nada más.

Empezó a desabrochar los botones de mi camisa y a besar mi pecho. El vello estaba empezando a crecer de nuevo. Creí que se me paraba la respiración cuando noté que empezaba a bajar peligrosamente, mientras me acariciaba el torso, hasta ponerse de rodillas y con cara de traviesa, comienza a desabrocharme el cinturón y luego los tejanos poco a poco. Me toca sobre los boxers, estoy excitadísimo, me besa bajo el ombligo y tira con cuidado de la última prenda que me cubría. Me coge la polla entre sus dos manos y empieza a besarla primero, luego a darle lametones y todo sin dejar de mirarme. Besa mis ingles, mi vello púbico, me lame por todos lados y luego, se la mete en su cálida y húmeda boquita, por poco me corro al sentirlo, pero consigo aguantar, por suerte! Me hubiera perdido lo que venía a continuación, pero dónde había aprendido a mover la lengua así? O quién le habría enseñado?

No lo pude soportar, después de variar varias veces el ritmo, de alternar besos, con lametones y chupetones, y sobretodo, de masturbarme muy dulcemente, empecé a sentir un hormigueo en la tripa, que bajó a mis testículos y sentí las contracciones del orgasmo. Resoplé, ella sabía que me estaba corriendo, pero no se separó, siguió de la misma forma, menos cuando el primer chorro cayó sobre su lengua, se detuvo unas décimas de segundo, pero siguió al poco. Cerré los ojos mientras me iba y cogí su pelo fuerte dentro de mi puño, pero no tiraba, ni empujaba su cabeza, ni interfería en su trabajo, sólo lo cogía. Cuando recuperé la consciencia tras el orgasmo miré para abajo, seguía con su mano en mi polla, yo había soltado su pelo. Se limpiaba la comisura de los labios con el dedo índice.

  • Te lo has tragado.
  • Todo – me dijo mirándome a los ojos mientras sonreía maliciosa y se puso en pie – debo irme.
  • Sí - no pude reaccionar, le hubiera pedido que se quedara, pero no asimilaba todo lo sucedido.
  • Cómo se abre la puerta? Ah si! Ya está... ya nos vemos Edu.
  • Sí, sí – me había dejado fuera de combate, me cerró la puerta en los morros sin que pudiera mediar palabra.

Mi blog de relatos https://minahstahl.wordpress.com