Susan la holandesa (y 3)
Una esposa infiel, un cornudo dispuesto a matar con asta de toro.
Vuelta a la cruda realidad
Susan terminó de contar su historia justo cuando llegábamos a la discoteca. Yo la miraba alucinado, todo me parecía increíble.
Como ya me había vaticinado, Alex solo tenía ojos para mi mujer. Eva, halagada por tanta atención, coqueteaba con el cabrón aquel de forma tal que, conociéndola como la conozco, sabía que las bragas las tenía empapadas y deseando que aquel cerdo pasara a mayores. Él la tocaba inocentemente un muslo, un brazo, la mano, una carantoña en la mejilla... pero era evidente que prefería tocarla otras partes de su cuerpo más excitantes.
Nos habíamos sentado en un lateral del local y ellos dos se levantaron de improviso. Ni nos consultaron cuando se marcharon abrazaditos a la pista de baile. Sonaba música salsa y supe que en menos de cinco minutos, aquel cabrón estaría empalmado suplicándola que le dejara follársela. Eva era una experta en sacar de quicio a un tío frotándose contra él al sonido de la música sudamericana.
A mí no me hubiera importado siempre y cuando acabáramos los cuatro juntos en una orgía pero ya me había avisado Susan que su marido era de los que les gustaba follarse a las esposas de otros pero que nadie hiciera lo mismo con la suya. No era justo y procuré avisar a Eva pero era tal el acaparamiento del puto holandés que no hubo manera.
Seguro de que mi esposa sabría manejar la situación, me olvidé de ella y me dediqué a la deliciosa Susan que me miraba divertida.
— Olvídate de tu chica, Alex se la follará. ¿Te importa?
Le reconocí que no.
— ¿Quieres que bailemos nosotros?
— ¿No habrá problemas con tu marido?
— Contigo no, se cabreará conmigo.
— Entonces, no. No quiero meterte en líos además preferiría que cumplieras lo que me dijiste camino de aquí.
— ¿Prometí?
Me reí con fuerza.
— ¿No decías que en cuanto llegáramos me ibas a demostrar como eras infiel?
Ella río con fuerza.
— ¿No me creías?
Lo dijo con una voz tan seductora que la observé sin decir nada. Mi mirada vagó por su cuerpo hasta quedarse fija en las rodillas. Llevaba un vestido tan corto que la falda solo le cubría hasta la mitad del muslo, usar una falda más larga hubiera sido pecado porque tenía unas piernas preciosas. Casi de forma imperceptible se abrió ligeramente de muslos lo suficiente para que pudiera adivinar el color blanco de sus bragas. La miré intentando saber que coño pasaba. Ella me miraba con sorna. Volví a mirar entre sus muslos y esta vez si separó totalmente las piernas para que pudiera verle con claridad las bragas. Aquello me excitó y más aún sabiendo que la cabrona está jugando conmigo. Puso la mano en la entrepierna y empezó a acarciarse el coño por encima de la braga.
— No seas tímida —le dijo bromeando—, si te vas a hacer una paja, quítate las bragas.
Mira hacia la pista de baile para comprobar que su marido no la ve y sin más historias se pone en pie. Sin importarle que otros la pueda estar mirando, se levanta la falda y de un tirón se baja la braga hasta los tobillos. Se vuelve a sentar, se desprende de la braga que mete en su bolso y retoma la posición anterior con sus piernas abiertas. Esta vez se masturba con frenesí pese a que varias personas pasan junto a nosotros y la miran divertidos. Se hace la paja observándome fijamente quiere que vea cuanto está disfrutando. También yo estoy deseando hacerme una paja pero me da vergüenza.
— Me corro, cariño, estoy a punto de correrme —anuncia sin aspavientos. Su cara se contrae ligeramente y se muerde los labios. No me lo puedo creer pero, aquella jodida, allí mismo rodeada de gente, se corre masturbándose sin pudor, sin dejar de mirarme.
Se relaja en el asiento. Me quedo mirando su coño húmedo pero ella no hace nada para taparse.
Eva y Alex no aparecen, yo pensaba que debían seguir bailando en la pista pero la historia era otra. Me la contaría Eva esa misma noche cuando llegamos a la habitación del hotel. Ella se echó a llorar y me narró como la situación se le había ido de las manos. Me asusté, no la había visto nunca así.
Al parecer cuando se fueron a bailar, ella, desconocedora de la historia de Alex, pensaba dominar la situación y seducirle para hacer esa noche una cama redonda con las dos parejas. Antes de llegar a la pista, se da cuenta de que él es quien domina la situación. Van abrazados por la cintura pero la mano de él se desplaza hasta su trasero. Se lo acaricia descaradamente. '¡Por fin!', le susurra al oído, '¡estaba deseando tocarte el culo!'. Eva se hincha de orgullo: treinta y cuatro años pero una figura apetitosa, le gusta saberse seductora.
Cuando llegan a la pista ella empieza a mover el cuerpo, agitar las tetas, ha llegado su momento, va a ver ese cabrón lo que es una mujer excitante pero él no la deja continuar, la abraza con fuerza con ambas manos en su culo y bailan apretados el uno contra el otro. Eva nota su dura polla a través del liviano vestido que lleva. Le mira divertida. 'Estás caliente, cariño, y eso me gusta', le grita para hacerse oír entre el estruendo de la música. 'Estoy deseando que me la chupes, zorrita', contesta él.
Bailan muy apretados con la pierna de él entre sus muslos y ella aprovecha para frotar su coño con el muslo del cabrón. Él no se anda por las ramas y baja una de sus manos hasta el borde de la falda, se la levanta y empieza a acariciarle las nalgas. Están a la vista de todos pero a él no parece importarle. Eva ve como algunos tíos se llaman la atención unos a otros señalando su culo al aire. Esto es lo que a ella le gusta, exhibirse como una zorra.
Cuando él le ofrece meterse unas rayitas de coca, Eva acepta. No somos muy aficionados a depender de estimulantes externos, pero a Eva una rayita de vez en cuando, no le importa. Entonces él la lleva a la zona de servicios. Se meten en el baño de hombres. Tres tíos mean en los urinarios de la pared, ninguno dice nada ni parece molestarse con la presencia femenina, siguen meando como si tal cosa. Alex saca del bolsillo una cajita de plata y prepara cuatro rayitas blancas, casi paralelas perfectas. Le ofrece a Eva el turulo también de plata para esnifar. Eva se mete una raya por cada fosa nasal. Él la imita.
Ambos sonríen satisfechos y Alex la abraza. Le come la boca metiendo la lengua hasta lo más profundo. Con la mano repta hasta la entrepierna y le levanta la falda para buscar su coño. No le importa que los tres tíos observen atentos. Han acabado de mear pero no se marchan, les divierte más lo que pasa en el baño que lo que pueda pasar en la sala. Alex mete la mano bajo su braga y le frota el clítoris. Eva cree morirse, la coca y la mano experta del cabrón la llevan al borde del orgasmo. Gime de placer. Alex profundiza en su entrepierna y le mete tres dedos. 'Estas chorreando, putita, ¿te gusta que te toquen?, ¿eh?'.
Eva no dice nada, sus flujos responden por ella, es evidente lo que está ocurriendo. La hace sentarse sobre la encimera de mármol del lavabo sin dejar que la falda baje. De un tirón le tira de las bragas que quedan colgando de uno de sus tobillos. Le sube los pies hasta la encimera y le abre los muslos. Su coño afeitado se ve húmedo. Alex entierra la cabeza en la entrepierna y durante unos minutos solo se oyen los chupeteos en el coño de Eva y los gemidos de ésta. Se corre como a latigazos, gritando sin pudor su placer, atrapando entre sus muslos la cabeza de Alex impidiéndole parar.
Uno de los tíos que observa la escena se ha bajado la bragueta y se masturba con los ojos fijos en ellos. Alex se pone en pie y se saca la polla. Sonriente se acerca a Eva hasta tener el miembro enfilado con su coño. La besa en la boca para que saboree su propio flujo y entonces la penetra. A Eva se le escapa el aire de los pulmones, siente que se asfixia. Poco a poco amolda la respiración a su propia agitación. Follan durante diez minutos, él le avisa que no se va a correr dentro y le da a elegir el hacerlo en su boca o en el culo. Eva le grita que se corra en su boca. Alex es un buen amante, espera a que ella termine, entonces se sale de su interior y la fuerza a arrodillarse frente a él, le mete la polla entre los labios y entra y sale como si estuviera follando. Eva me confesaría que jamás nadie le había echado tanta leche en una mamada, le desbordaba la boca y le escurría por la comisura de los labios hasta resbalar desde la barbilla hasta el suelo.
Agotados, se apoyan en el lavabo, necesitan recuperar el ritmo de la respiración. Prepara una serie de rayitas más. Es entonces cuando él parece darse cuenta de los tres tíos que están presentes. Alguno más ha intentado entrar en la servicio pero al ver lo que está ocurriendo se han largado pensando que puede haber lío con aquellos cuatro. Él que se hacía una paja, hace rato que a echado la leche directamente en el suelo y se ha guardado la herramienta. 'A estos gilipollas le has gustado', dice Alex sin preocuparse de si le oyen. Baja la voz y le susurra al oído '¿Quieres que te prostituya?', '¿quieres follarte a estos tres por dinero?'. Eva alucina pero está caliente. Se oye diciendo que sí. Alex negocia y los tres maromos echan mano a la cartera. Alex divide el dinero y se mete una parte en el bolsillo, el resto se lo mete a Eva en el escote. La hacen que se apoye sobre el lavabo y que saque culo. Ella ofrece su grupa. Uno detrás de otro se la meten. Todos por el coño, el culo es reserva especial para Alex. Este mira divertido lo que hacen mientras prepara varias rayitas más de coca, en el impasse que uno sale y otro ocupa su lugar le ofrece y Eva se mete dos rayitas más.
Cuando acaban los tres, el primero quiere repetir, Alex le pide más dinero que nuevamente reparte entre su bolsillo y el escote de Eva. Cuando acaba, con Eva aún apoyada en el lavabo ofreciéndose, Alex le anuncia que la va a tomar por el culo. Los tíos se quedan para verlo. Él se vuelve hacia Eva y le pide ayuda para separarla las nalgas. Escupe directamente sobre el ano y luego sobre la mano que esparce la saliva por la punta de su polla. Luego, despacio, recreándose en la penetración, la folla el culo. Es tanto el placer que le da, que Eva olvida donde está y separando bien los muslos empieza a mear sobre el suelo. Alex se ríe divertido por el sonido. Se corre con otra riada similar a la anterior. Cuando sale de su ano, un reguero de semen le cae desde el culo por el muslo. Alex se ríe, algo se le ha ocurrido. 'No te preocupes, guarra, yo me ocupo de limpiarte el culo', le dice. Cuando Eva espera que él lama su propia leche, ve horrorizada y anhelante como él la apunta con su miembro casi relajado y empieza a mear sobre su culo. Se vuelve a los tres hombres y por signos les anima a hacer lo mismo.
Susan y yo les esperamos durante media hora en la mesa, como no vienen nos acercamos a la pista de baile y comprobamos que no están. Serán cabrones, ¿donde coño se han metido? Cuando nos acercamos al servicio para comprobar si están allí, salen ambos del reservado para hombres, varios tíos hacen cola comentando excitados lo que ha ocurrido en su interior. Al parecer, todos han sido testigos de lo ocurrido a través de la puerta entornada. Eva trae una mirada extraña en la cara. Noto que está colocada. Se abraza a mí riendo tontamente y me pide que la lleve al hotel. 'Necesito follar contigo ahora mismo, cariño', me grita. No entiendo lo que pasa. Huele que apesta y tiene todo el vestido mojado. Alex me da un golpecito en la espalda y se aleja hacia la salida abrazado a su mujer.
Esa misma noche, tras escuchar la historia en boca de Eva, voy hasta la habitación del holandés. Son las tres de la mañana y estoy muy cabreado. Llamó a golpes y me abre Alex desnudo. Él es fuerte pero yo estoy rabioso, de un puñetazo le tumbo en el suelo, le sigo pegando hasta que le dejo medio inconsciente en el suelo. Busco las abrazaderas de las cortinas y le ato las manos sentándole en el sillón frente a la cama. Susan me mira sin entender. Pregunta qué me pasa. No le digo nada, simplemente tiro de las sabanas hasta descubrir que está desnuda. La hago darse la vuelta y ponerse a cuatro patas.
— Susan, esto no va contigo pero ¡abrete el culo! —le grito—, quiero que el cabrón de tu marido vea como se comparten las cosas.
Ella está asustada y separa con las manos sus nalgas. Escupo sobre su ojete y me saco la polla. Apunto hacia su ano y de un golpe violento con las caderas se la introduzco casi por completo. Ella grita dolorida. Quiere explicaciones. Entro y salgo sin miramientos. Alex mira la escena con los ojos desorbitados, lucha por liberarse pero no puede. Cuando estoy a punto de correrme sacó la polla del culo y la hago tumbarse de espaldas. Su cara queda justo debajo de mi polla. Me masturbo hasta correrme. Un escupitajo de leche le mancha, la cara, las tetas, el vientre y le llega hasta los muslos.
— No te preocupes —digo con rabia contenida— yo te limpio.
Como un bombero apagando el fuego, meo sobre ella, mi polla es la manguera. Procuro llegar a todo su cuerpo pero sobretodo le meo en la cara. Abre la boca para beber el líquido caliente. Alex mira enfurecido pero ha dejado de batallar con las ataduras.
Ahora es Susan la que está como enloquecida, se revuelca entre las sabanas empapadas mientras me pide que la folle por el coño. Se ha olvidado que su marido esté presente. Le prometo hacerlo si antes orina sobre Alex. Borracha de lujuria se levanta y se pone de pie frente al sillón donde él está atado. Lleva una mano a su vagína y empieza a mear. Con la mano fuerza el coño para dirigir el chorro hacia su marido, un chorro espeso de pises cuya forma casi plana en algunos lugares se dirige hacia la cara de Alex. El sonido hace más morbosa aún la escena. Alex intenta quitarse del camino de los meados pero no puede. Cuando acaba Susan, se vuelve hacia mí reclamando su premio. La hago sentarse sobre el regazo de Alex, levantar las piernas y abrir los muslos. Me ofrece su coño empapado de sus propios orines. Sin pensármelo dos veces enfoco mi dura polla a su coño y la penetro. Me la follo mirando a la cara de Alex que me insulta y me amenaza con matarme. Me corro dentro de ella.
La beso a ella con dulzura y abandono la habitación sin dejar de mirar a Alex, quiero disfrutar de su rabia. Si quiere matarme lo tendrá que hacer en mi cama. Yo me voy a dormir.
Una hora después nos despierta el sonido de las sirenas a la puerta del hotel. Pienso que es la policía que viene a por mí pero no, se trata de una ambulancia que se lleva a Susan sangrando por la nariz y la boca. Cinco policías llevan a empujones a un Alex con las manos esposadas a la espalda que se defiende dando patadas. Una camarera del hotel ha denunciado que se oyen gritos en su habitación. Cuando la policía abre la puerta, Alex le está dando una paliza con ella caída en el suelo.
A Alex le caen once años en una prisión española. Susan se quedó en España, viviendo de las rentas conseguidas por su maridito y con las ayudas puntuales de una madre abochornada, que paga para ocultar su culpa. A los dos meses el curita holandés cuelga los hábitos y se viene a España a vivir con ella. Los cuatro seguimos siendo amigos y compañeros de cama.
Al marido le iban a soltar a los tres años por redención de penas pero una semana antes de la fecha se lo cargaron en la prisión, rencillas entre presidiarios, dijeron. Susan la holandesa ahora sí respiró tranquila y con su curita volvió a ser feliz. Jamás consiguió que su enorme polla le taladrara el culo pero para eso estaba yo, para eso estamos los amigos.