Sus ojos me cautivaron
Una mujer casada que un día de lluvia encuentra a una mujer que la llevará a un mundo de placer y erotismo.
Soy una mujer casada, de 36 años y con un físico medianamente atractivo. Hasta ahora sólo había fantaseado con mujeres y aunque me atraía la idea de tener relaciones lésbicas, nunca había tenido la oportunidad hasta que ocurrió algo que cambió mi manera de sentir, de vivir, de soñar... Aquel día que lo cambió todo estaba lloviendo muy fuerte, salía de unas oficinas donde trabajo y como mi coche estaba aparcado unas calles mas abajo y no tenía paraguas decidí hacer un poco de tiempo en la cafetería mas cercana hasta que parara el diluvio que estaba cayendo.
Me senté en una mesa al lado de la ventana, me sirvieron un café que había pedido y me quedé absorta en mis pensamientos mientras veía resbalar las gotas de lluvia por el cristal. Noté que alguien pasaba por mi lado y se sentaba justo en una mesa que había enfrente, a la vez también percibí un agradable olor a perfume de mujer. Noté que la persona que se acababa de sentar me estaba mirando y disimuladamente la miré por curiosidad. Allí estaba ella: Una mujer preciosa de unos 25 a 30 años, morena, con unos ojos oscuros y profundos que me cautivaron nada mas verla, sentí una extraña sensación como de sorpresa y de atracción por su belleza.
Bajé inmediatamente la mirada, casi me sonrojé un poco y dejé mis ojos clavados en el cristal intentando calmar el calor que me subía por la cara. Al cabo de un rato volví a mirarla y mis ojos coincidieron otra vez con los suyos, esta vez ella me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Por fin paró de llover y decidí que era hora de marcharme a casa. Durante el resto de lo que quedó de día no paré de pensar en aquella mujer, trataba de recordar sus ojos , sus labios, su cara... Su imagen daba vueltas por mi mente y me excitaba y me subía la temperatura el sólo hecho de imaginar que le rozaba su piel con mis dedos.
Al día siguiente cuando finalicé mi trabajo decidí volver a la misma cafetería ya que mi marido regresa tarde y no tendría que dar explicaciones. El local estaba muy lleno, me quedé sentada en un taburete que quedaba libre en la barra, eché una mirada alrededor y la localicé sentada en un rincón de la barra. Mi corazón latía a mil por hora, mis ojos buscaron sus ojos e hicimos un cruce de tímidas miradas, estaba claro que ella también me buscaba con la mirada por alguna extraña razón.
Por otra parte también dudaba de todo lo que estaba pasando y pensaba que aquella mujer no podía estar interesada en mi y eran todo imaginaciones mías. Se levantó para ir al baño y pude recorrer todo su cuerpo con la mirada, llevaba una falda muy ajustada y se podía apreciar un culito muy redondo y unas piernas bien formadas, sus movimientos al caminar eran muy sensuales y provocativos, se giró hacia mi y me pilló mirándola, me dirigió una mirada picarona como dándome a entender que ese contoneo de cuerpo estaba dirigido a mi. En ese momento sentí un estremecedor calor entre mis piernas, sentía ganas de devorar aquella mujer, de acariciar toda su piel con mis dedos, de tocar sus pezones, de besarle la oreja, de rozar mis labios con sus labios; la deseaba y mi clítoris me dolía y palpitaba, no sabía como frenar aquel deseo, quería seguirla pero me quedé sentada.
Al cabo de un minuto regresó hablando por el móvil, pagó su consumición y se marchó. Allí me quedé clavada en el taburete preguntándome porqué se habría marchado tan pronto, llegué a pensar que quizá con la mirada picarona se había insinuado a mi con la intención de que la siguiera y al no hacerlo se sintió mal y se marchó. Me fui a casa un poco triste; esa noche descargué en mi marido todo el fuego que quemaba de deseo todo mi cuerpo. Cada roce de piel, cada beso, cada embestida de mi marido imaginaba que era ella la que me lo hacía. Acabé en un intenso orgasmo. Me sentía un poco culpable con él, pero aquella mujer me estaba cambiando y quería dar rienda suelta a mis mas íntimos deseos, soy de esas personas que piensan que la vida hay que vivirla y que las ocasiones las pintan calvas.
Al día siguiente no podía concentrarme en el trabajo, pensaba que quizá no volvería a verla mas y eso me creaba una gran ansiedad y frustración. Las horas pasaban muy lentas y por fin llegó la hora de salida. Me arreglé el pelo y me pinté un poco antes de salir y me dirigí rápidamente a la cafetería. Se me salía el corazón del pecho, estaba mas nerviosa que nunca. Llegué a la cafetería y me senté en la misma mesa que el primer día. La busqué por todas partes pero ella no estaba y el alma se me cayó al suelo. A cada ruido que hacía la puerta de entrada me giraba, pero no era ella. Transcurría el tiempo y mi desesperación era cada vez mas angustiosa. Al cabo de una hora decidí marcharme, tenía ganas de llorar. Ya en la puerta me quedé unos segundos quieta y al mirar hacia la acera mi cara se iluminó.
Ella venía corriendo, al verme sonrió, paró de correr y bajo la cabeza como avergonzada. Dios míoÁ pensé, es tan tímida como yo. Cuando se acercaba a mi, no sabía que decirle, lo que si tenía claro es que tendría pocas oportunidades como esta. La miré fijamente a los ojos y le dije sonriendo y con voz temblorosa: - Llegas tarde hoy. - Si, es que he tenido que acompañar a mi madre al tren, vino ayer de improviso y se va de improviso, así es ella. Ya está claro, porqué se fue ayer tan aprisa. -Me llamo Julia y Àtú?. Le dije con voz mas tranquila una vez había roto el hielo. -Me llamo Esther. Julia, Àte apetece tomar algo en mi casa si no tienes nada que hacer?, como te veo sola por aquí, vivo cerca. -Oh, si, si, claro , gracias, no tengo nada que hacer ahora. Nos dirigimos hacia su estudio, yo no caminaba, iba flotando. Hablábamos de tonterías y cada vez que nos mirábamos parecía que nos fundíamos en un sólo cuerpo con la mirada, de vez en cuando su brazo rozaba el mío y eso me hacía estremecerme toda.
Cuando llegamos a su pequeño pero acogedor estudio, cerró la puerta y nos quedamos paradas en la entrada, la miré y le dije: -Esther, no sabes lo loca que me tienes. -No tanto como tú a mi, me contestó ella. Nos acercamos, sentía su respiración en mis labios, me acerqué y besé sus labios suavemente, ella introdujo su lengua en mi boca y la entrelazó con mi lengua en un juego que no quería que acabara nunca. Mis manos empezaron a recorrer su espalda de arriba a abajo, la apretaba contra mi con todas mis fuerzas y pensaba: Vas a ser mía, vas a ser mía, te voy a hacer estallar el chocho de placer.
Puse mis manos por delante y las posé en sus pezones que estaban muy duros y empecé a darles un masaje con un sólo dedo en forma circular, Esther gemía y su respiración iba cada vez mas acelerada igual que la mía. Ella me mordía la oreja y me dijo susurrándome al oído: -Vamos a mi cama, allí estaremos mas cómodas. Nos fuimos a toda prisa hacia el dormitorio, besándonos y mordiéndonos los labios con un deseo incontrolable. Encima de la cama nos ayudamos a quitarnos la ropa, casi queríamos romperla para dejar al descubierto todo nuestro cuerpo.
Allí nos quedamos desnudas, la una frente a la otra. Le di un beso en sus carnosos labios y empecé a lamer sus pezones, le pasaba la lengua suavemente y luego los succionaba como si me los fuera a comer. Ella gemía, yo seguí pasando mi lengua por su vientre, su ombligo y fui acercándome al botón mágico. Su clítoris estaba abultado y todo húmedo. Pasé mi lengua suavemente, saboreando un agradable sabor agridulce a sexo que antes nunca había sentido. Ella se estremeció y me decía: -Así, así, chúpame toda, mámame mi almejita. Esas palabras me excitaban aún mas, mi chocho estaba muy caliente y necesitaba el contacto con algo para calmar mi calentura.
Cambié de posición, cogí su mano y me la puse en mi chochito para que me hiciera lo que quisiera y yo me lancé a su almejita para comérmela toda. Esther me penetraba con un dedo, y yo la penetraba con mi lengua, se la metía todo lo que podía, dejándome casi sin respiración. A ella la oía murmurar: -Ya no aguanto mas, méteme la lengua mas, maaas, asiii, asiii. Esther me metía el dedo a un ritmo desenfrenado y yo me movía siguiendo su ritmo como una loca y a la vez la penetraba con todo lo larga que era mi lengua. Las dos gemíamos, y gritábamos, sobre todo Esther. -Asiiiiiii mi amor, fóllame toda, te deseaba tanto, dame fuerte con tu lengua , asiii , me corrooo, me corrooo, no aguanto mas, quiero que te corras tu a la vez, toma dedito, córrete mi amor a la vez conmigo, ahoraaa, ummmmmmmmmm.
Las dos estallamos en un tremendo e intenso orgasmo que nos dejó temblando durante algunos segundos, nunca antes había sentido nada parecido y Esther según me contó tampoco, esta era nuestra primera vez. Después de toda esta explosión de placer, nos dimos un apasionado beso. Esther me dijo: -Esto nunca lo había sentido antes, es mi primera vez con una mujer. - Yo tampoco y espero que no sea la última. - ¿Quedamos mañana, Julia?. -Cuando quieras Esther , soy toda tuya. Esther es mi amante ahora. (Este relato es ficticio, ojalá me ocurra a mi algo parecido algún día.)