Sus mejores vacaciones (Revisado)
Dos parejas de jóvenes matrimonios descubren en unas vacaciones de Pascua que con el ambiente adecuado, son muy capaces de rebasar sus límites de "decencia" y disfrutarlo plenamente.
Que poco podían imaginar Carmen y su marido Carlos lo que les iba a cambiar la vida en aquel inocente fin de semana de Pascua en que sus amigos de toda la vida Magda y Paco les propusieron alquilar un chaletito en un pueblo de la costa de Alicante.
Carmen con sus 30 años recién cumplidos y Carlos con uno más habían sido novios desde su mayoría de edad hasta que se casaron con 25 y 26 respectivamente, siempre decía que eran muy afortunados al haber acertado a la primera con su media naranja, no conocían otras relaciones anteriores y desbordaban felicidad y optimismo de cara al futuro.
Sus amigos Paco y Magda eran de su misma edad y se conocían desde siempre, ambos habían llevado existencias paralelas, incluso ellos empezaron a salir juntos mucho antes, cuando apenas habían cumplido los 15, se casaron un año antes que Carmen y Carlos y mantenían muy buena amistad desde que los cuatro iban al instituto.
Aquel sábado de febrero después de cenar juntos, estaban tomando unas copas alrededor del fuego cuando Paco propuso de repente.
– ¿Queréis que alquilemos una casa en Pascua y pasamos unos días los cuatro? A todos les pareció una idea genial, sin más dilación empezaron a buscar ofertas en la Internet y encontraron una que les encantó en el pueblo alicantino de Jávea, comprobaron que a todos les cuadraban las fechas e hicieron la reserva sin darle más vueltas. – ¡Qué bien! – Dijo Magda – Las mejores experiencias siempre se viven cuando haces las cosas sin pensártelo mucho, ¡me encanta!
Como el chalet tenía piscina, una tarde de ronda por el centro comercial Carmen se decidió a comprar un bikini, su marido al principio se mostró sorprendido porque ella era muy recatada y desde que la conocía nunca la había visto con uno puesto, su economía no les permitía hacer muchos viajes a la playa, tan solo de vez en cuando a alguna piscina pública con familiares y amigos, y siempre iba con discretos bañadores porque decía que ir en bikini era lo mismo que ir en ropa interior y le daba mucha vergüenza. Tenía un cuerpo normal, pero muy bien proporcionado, con su 1,65 de altura pesaba 57 kg y lucía unos pechos muy acordes con su estructura, se podría decir que no estaba delgada pero sus curvas la hacían muy atractiva, su marido siempre le decía que estaba buenísima y a ella le gustaba que lo hiciese, aunque no en público, pues era mucho de guardar las formas y mantener siempre la discreción. Por eso cuando Carlos la vio con aquel bikini blanco puesto se le salieron las ojos de las órbitas.
– Pero Carmen, qué buena estás, si no estuviésemos donde estamos te echaba un buen polvo aquí mismo. – ¡No seas burro! Contestó. – ¿Cómo me veo? La prenda consistía en dos triángulos que le venían muy justos para cubrirle los pechos y una braguita atada a las caderas con sendos lazos por la que sobresalía su vello púbico descontroladamente. – Te ves mejor que nunca, pero se te ve toda la pelambrera. Dijo Carlos con una sonrisa. – Ya lo veo, pero eso se puede arreglar, me refiero a si no voy muy descarada, no quisiera parecer una fulana, ya me conoces. – Que va mujer, estás guapísima, me encanta verte así, pero no respondo de Paco, ya sabes que es muy cachondo y cuando te vea así seguro que te va a decir alguna burrada. Ella sonrió y dijo. – Estoy segura, pero me lo compro porque tenemos una boda y el vestido que voy a llevar es palabra de honor y quiero coger color sin que se note la raya del tirante, además, sólo me lo pondré en la piscina donde todos somos de confianza pero si vamos a la playa iré con el bañador.
Cuando llegaron a la casa descubrieron que era mejor de lo que parecía en las fotos, estaba ubicada en la parte más alta de una colina y tenía unas vistas espectaculares de la bahía. Al inspeccionar la piscina, situada en un lateral, comprobaron que tenía un enorme seto de gandules alrededor que impedía la visión de la zona de baño y el solárium a nadie que no estuviese en la casa o en la misma piscina. Paco nada más verla exclamó – Mirad chicas, aquí podéis tomar el sol en top-les que no os puede ver nadie. Magda le contestó enseguida con aspaviento. – Nos veis vosotros, ¿no sois nadie? Tú si quieres tomar el sol en pelotas hazlo pero a nosotras no nos metas. – Pues no lo descarto, esto está de puta madre.
Las chicas se quedaron deshaciendo las maletas y ellos fueron al Mercadona para aprovisionarse, compraron mucha comida pero sobre todo mucha bebida, querían pasarlo bien y el alcohol siempre ayudaba en ese cometido, mientras iban añadiendo botellas al carro Paco dijo guiñando un ojo. – A ver si se ponen contentas y las convencemos que tomen el sol en top-les, no te lo tomes a mal pero me encantaría verle las tetas a Carmen.
– ¿Yo tomármelo a mal? Ella es muy libre, que haga lo que quiera, ojalá se soltase un poco, si se pone el bikini que se compró ya casi te las enseña enteras. – ¡Ostia!, exclamó, ya me está gustando esto, ya tengo ganas de verla, con lo buena que está... – Pues a ver si le dices dos tonterías y me la calientas un poco que últimamente la tengo un tanto desganada.
–Tranquilo. Dijo Paco, no te preocupes que traigo una sorpresa, cuando nos tomemos dos copas la saco y verás cómo nos animamos todos. – ¿No será droga? – ¡Que va! es un juego erótico, ya lo verás, será divertido.
Después de ordenarlo todo y ponerse cómodos, prepararon algo de comer y cenaron en la terraza contemplando aquellas maravillosas vistas, el cansancio del viaje y el vino hicieron que la noche no diera mucho más de sí y decidieron ir a descansar pronto para afrontar el día siguiente con ánimos renovados. Antes de las 9h. Ya estaban todos en marcha, la mañana era espléndida, a aquella temprana hora el termómetro ya alcanzaba unos 22 grados que auguraban un día de calor veraniego.
Desayunaron y decidieron ir disfrutar de la piscina. Como Carlos y Paco ya llevaban el bañador lo hicieron directamente mientras las chicas iban a cambiarse, se metieron en el agua que estaba más fría de lo que parecía y cuando estaban jugando con una pelota apareció Magda con un pareo que se quitó enseguida mostrando su cuerpo menudo pero perfecto, era un poco más baja de estatura que Carmen y también más delgada, parecía una japonesa, era muy bonita de cara pero tenía poco pecho, cosa que no hacía para nada desmerecer el equilibrio en sus proporciones. Vestía un bikini rojo sangre que la hacía parecer más atractiva si cabe. Carlos no pudo evitar delatarse con una mirada de deseo que Paco adivinó enseguida y comentó.
– ¿Qué te parece mi Mujer, está buena eh? ¿No le darías un buen revolcón? Su amigo se le quedó mirando y contestó. – Desde luego, si ella quisiese, tú me dejaras y mi mujer lo aceptase, no me molestaría para nada. Es más, siempre me ha dado morbo Magda. – Pues no te digo yo el morbo que me da Carmen y lo que me gustaría hacerle porque igual te enfadas. Dijo en el mismo momento que ella hacía su aparición con un vestido playero blanco – que su marido no le había visto nunca – y un sombrero de paja.
Se situó al lado de una Hamaca, se desprendió de la pamela y se sacó el vestido con sutileza sobre su cabeza mostrándoles lentamente la rotundidad de su hermoso cuerpo. Paco no se pudo reprimir y lanzó un silbido al aire y dijo. – ¡Ahí tías buenas, estáis las dos como dos talgos dobles! ¡Venid al agua!
La mañana transcurrió entre juegos, bromas, chapuzones y como no, la insistencia de Paco en que las chicas hiciesen top-les, pero no causó mucho efecto en ellas porque no le hicieron el más mínimo caso, cuando el sol apretaba sin piedad Carmen se puso a tomar el sol boca abajo y se desabrochó los cordones del biquini para evitar las tan temidas marcas el día de la boda. Paco se percató enseguida y la animó a darse la vuelta, Carlos que estaba a su lado le dijo por lo bajini.
– Deberías hacerlo. – ¿El qué? Contestó girando la cabeza para quedarse mirando a su marido. – Darte la vuelta y enseñarle tus bonitas tetas a Paco, seguro que le daba un infarto. – ¿Pero tú estás loco? Como le voy a enseñar nada, ya tiene bastante con verme en bikini. Puede que sea el primer hombre aparte de ti que me ve con tan poca ropa. A Carlos se le ocurrió contraatacar con la mujer de Paco. – Que lo haga Magda primero, si ella lo hace seguro que mi mujer también se anima. Antes que la aludida pudiese decir nada intervino su marido.
– Pero si ella es muy plana hombre, no es lo mismo que tu mujer que está muy bien dotada. – Eso lo dices porque te molestaría que lo hiciese, que eres muy celoso. – ¿Celoso? Aquí cada cual es muy libre de hacer lo que quiera, nosotros somos una pareja muy liberal, ¿verdad cariño? – Magda siempre se había considerado una mujer valiente y atrevida, no tenía miedos, no era una mujer frágil, había hecho puenting y le gustaba experimentar con todas las oportunidades que aparecían en su camino, en aquel momento pensó que nunca había hecho toples y que aquel podría ser un buen día para empezar. – Verdad amor mío, pensándolo bien y como no hay nada que ver… – Dijo al tiempo que se incorporaba en su hamaca y se desprendía de la parte superior del bikini, dejando sus pequeñas y preciosas tetas a la vista de todos – Carmen que estaba de espaldas no se percató pero el espeso silencio que se formó en el grupo la alertó. – ¿Qué pasa? Le preguntó a su marido. – Nada, que lo ha hecho, que tu amiga se ha quedado en bolas, ahora te tocará a ti. – Que te crees tú eso, no tendrá tu amigo tanta suerte. Paco tardó unos segundos en reaccionar y fue para provocar a Carmen con el mismo razonamiento que su marido. – Venga Carmencita, enséñanos las tetitas que tu amiga ya lo ha hecho. A lo que Carmen respondió con un gesto despectivo diciendo. – Lo tienes claro chaval, no des tanto la lata y tráete unas cervezas anda.
Tomaron un par de latas con un aperitivo en las mismas tumbonas y pidieron una paella a un restaurante que servía a domicilio, Magda permaneció todo el rato sin el sujetador, estaban muy cerca los cuatro formando un círculo y Carlos no podía dejar de mirarle los pechos, intentaba disimular, pero la vista regresaba a los pezones de su amiga sin darse cuenta, al final su mujer le dio una palmada en el hombro con aires de castigo diciendo.
– ¡Ya está bien hombre, le vas a gastar las tetas de tanto mirar! Tápate hija que se le cae la baba, menos mal que Paco dice que no tienes tetas que si no… ¡se te echa encima! Todos rieron la gracia, pero al acabar las risas, Carlos con un tono más serio comentó mirando a Magda directamente. – Es que no lo puedo evitar joder, te conozco de toda la vida y siempre me has parecido una mujer preciosa, siempre me has dado un poco de morbo. Carraspeó un poco y levantó las manos señalando sus pechos. – Y ahora, verte así casi desnuda delante de mis narices… pues lo siento, no puedo evitar mirarte, si te molesta me doy la vuelta.
Magda soltó una sonora carcajada y dijo tranquilamente. – Mírame las tetas todo lo que quieras hombre, que hay confianza, además a Paco le gusta, ¿verdad cariño? – A mí me gusta todo lo que te guste a ti amor mío. Contestó al tiempo que se incorporaba para ir a por otra ronda de cervezas.
Vino la paella y se sentaron a comer, entre risas y trivialidades cayeron dos botellas de vino con el arroz y una de cava con los postres, con la espesura del alcohol acumulado y la modorra de la sobremesa la conversación derivó de nuevo hacia lo sucedido en la piscina porque Paco insistía en que tenía derecho a verle las tetas a Carmen para “desempatar” con su amigo. Ella negaba con la cabeza argumentando que sus tetas eran solo de su marido, pero el tono iba subiendo en intensidad y temperatura y empezaron a opinar sobre los gustos sexuales de cada uno sin ningún pudor, como si se tratase de un tema más. Carmen estaba sorprendida de verse a sí misma en esa tertulia tan descarada y su marido todavía más. En ese momento Paco se levantó y dijo.
– Vamos a jugar una partida a un juego que me he traído y veréis que bien lo vamos a pasar. ¡Perfecto! dijo Carlos , mientras, voy poniendo unos gin-tonics. Las Chicas no pusieron mucho entusiasmo pero aceptaron sin reparos a participar en él.
Cuando desplegó el tablero sobre la mesa, puso unas tarjetas en el centro y explicó en qué consistía el juego. Cada uno tenía un color como el parchís, iban tirando el dado y avanzando por las casillas en ascenso, cada vez que caías en una te quedabas con la tarjeta correspondiente. Cuando llegaban todos al centro y estaban las tarjetas repartidas empezabas a recorrer del mismo modo el camino de descenso por turnos y cada vez que caías en una casilla la persona propietaria de la tarjeta de dicha casilla debía de hacerte una de las 5 preguntas que aparecía en ella y en caso de no saber la respuesta para seguir en el juego debía someterte a la prueba allí indicada junto con el propietario o propietaria de la tarjeta. Cada uno tenía dos comodines que le eximían de realizar la prueba si no quería sin perder el turno, pero si gastabas los comodines estabas “obligado” a realizar la prueba para seguir avanzando.
Empezaron a tirar los dados y a recorrer el tablero acumulando tarjetas, cada vez que pillaban una se afanaban en leer las pruebas que describían y empezaron a darse cuenta que el juego podía ponerse muy atrevido, quizás demasiado. Pero siempre estaban los comodines para poder pasar por alto alguna prueba. – Pensaron sobre todo las chicas – Carmen fue la que al leer una de las tarjetas que había pillado hacia el final del ascenso se plantó y dijo…
– ¡Ah no! Esto es muy fuerte, yo no pienso jugar a esto. Su marido que también se percató que la cosa podía acabar complicándose le dijo. – Mujer, tienes dos comodines, si no quieres hacer algo úsalos y ya está, no pasa nada. Paco intervino diciendo. – Si queréis en vez de dos comodines jugamos con tres. Carmen enseguida le cogió la palabra y dijo. – Si es con tres me apunto, ¿y tú Magda? – Por mí también, pero con tres comodines. – ¡Perfecto, dijo Paco! ¡Adelante pues!
Cuando estuvieron todos en la cúspide llegó la hora de iniciar el descenso. Carlos se ofreció a servir otra ronda de gin-tonics a la que todos se apuntaron. El primero en iniciar el camino de vuelta ya con las copas en la mesa fue Paco, cayó en una casilla cuya tarjeta tenía su amigo, respondió a la pregunta sin problemas y continuaron jugando un par de rondas en las que cada uno de ellos acertó en las respuestas sin mayores dificultades, al final Magda falló en una respuesta y la prueba consistía en relatar a sus amigos como había sido su primera experiencia sexual con otra persona. Carmen y Carlos no tuvieron ninguna duda que en ese momento se iban a enterar de cuando y como había perdido la virginidad su amiga con su marido Paco, por aquella época novio, y su marido se recostó en el respaldo del sillón esperando confiado que comenzase el relato.
Magda bebió un poco, carraspeó en un tono humorístico y sus primeras palabras los descolocaron a todos, pero un poco más si cabe, a Paco. – Pues mi primera vez fue a los 14 años en el viaje de fin de curso. – ¿Cómo? - Dijo su marido incorporando su cuerpo mostrando interés e invitándola a seguir. – Eso sí es una novedad, cuenta, cuenta… ¿Quién fue el afortunado? – Remató la pregunta con cierta molestia en su tono de voz. – En este caso fue afortunada. Confesó con humildad – Durante unos segundos se formó un denso silencio que finalmente rompió la clara voz de Magda al iniciar su historia.
Fue con nuestra amiga Maite. – ¿La tortillera? – Interrumpió de nuevo su marido. Carlos notó que su mujer bajaba un poco la cabeza y ponía una sonrisa extraña que no lograba identificar, ¿tal vez era de vergüenza ajena? ¿Complicidad? ¿Resignación? – Sí, esa Maite, la tortillera que dices tú. Una gran persona y una buenísima amiga. – Hizo una pequeña pausa, y como nadie dijo nada continuó. – Nos tocó dormir juntas en la misma habitación, la primera de las cuatro noches que estuvimos en Sevilla no pasó nada, simplemente que cuando nos íbamos a duchar ella se desnudó por completo delante de mí en la habitación. – Yo lo había hecho discretamente en el baño y había salido ya medio vestida, todos la conocéis, con catorce años ya tenía el cuerpo bien formado y desarrollado, se acercó y me dijo si me gustaba su cuerpo, yo le dije inocentemente que mucho, que tenía sana envidia de sus pechos porque yo era muy planita, como ahora, dijo mirando a su marido frunciendo el ceño. – Me preguntó que si me apetecía tocárselos, yo me asusté un poco y le dije fingiendo molestia que se vistiese que teníamos que irnos, pasó el tenso momento y yo me quedé algo confusa.
– ¿Y eso qué experiencia sexual es? Pregunto su marido. Magda le ordenó callar agitando la mano y continuó con su relato. – Al día siguiente cuando me estaba duchando entró en el baño, se quedó mirándome un instante y me dijo que me diera la vuelta y me frotaría la espalda, yo le cedí la esponja y la dejé hacer, me frotó el cuello y la espalda con suavidad pero no tardó mucho en levantarme los brazos con sus manos, rodear mi espalda y hacer lo mismo con mis tetas, me quedé bloqueada, no supe que hacer, ella viendo que no la rechazaba soltó la esponja y continuó con las manos atrapando mis pezones entre sus dedos una y otra vez, de repente bajó una de sus manos hasta mi sexo y con la mezcla del jabón y la excitación del momento noté por primera vez en mi vida un dedo dentro de mí. Ahí sí que me asusté y me di la vuelta nerviosa, cogí la toalla y salí del baño un poco histérica, unos segundos después cuando entró en la habitación me pidió disculpas, yo las acepte e intenté olvidar el tema. Carlos con una sonrisa se dirigió a su amigo diciendo. – Eso ya es algo de contacto, ¿No? – Sí, pero tampoco cuenta como una experiencia sexual, digo yo.
Magda intervino de nuevo haciéndoles callar. – En realidad la experiencia fue la última noche. – De nuevo consiguió que centrasen en ella sus miradas. – Ese día bebimos un poco de vino en la cena, tal vez demasiado, nos metimos en la cama charlando y riendo algo achispadas y de repente se levantó, se acercó a la mía y me pidió permiso para acostarse a mi lado, le dejé sitio y nada más entrar en la cama nos cubrirnos con la sábana y nuestras caras se quedaron a tres centímetros, entonces me preguntó cuántas veces había besado a mi novio. – Paco y yo por aquel tiempo simplemente nos escribíamos notas, no éramos novios todavía. Ninguna, le contesté. Entonces ella besó dulcemente mis labios al tiempo que notaba su mano en mi cadera. Me dijo que no sabía besar, que tenía que abrir la boca y sacar un poco la lengua, lo hice. Empezamos a jugar con nuestras lenguas mientras su mano recorría una y otra vez mis piernas apretadas. Paró y me volvió a preguntar cuántas veces me había masturbado, yo le contesté la verdad, Ninguna. Pues vas a tener suerte porque hoy será tu primera vez, me dijo, y además vas a tener una buena maestra, no te asustes y relájate.
– No fui capaz de reaccionar, o no quise, porque sentía curiosidad y estaba un poco mareada, la cuestión es que me empujo con suavidad para poner mi cuerpo boca arriba, cogió mi mano la deslizó hacia mi sexo y me dijo en un susurro que abriese las piernas, obedecí y enseguida, guiada por la suya comencé a restregarla por mis bragas una y otra vez, fue casi instantáneo, a los pocos segundos las tenía tan mojadas que pensaba que me había meado encima. Entonces me dijo que me apretara los pezones y ella acabaría el trabajo. Metió su mano por debajo, me metió los dedos en la vagina empezó a moverlos con rapidez y en menos de un minuto me dio tal calambre que tuvo que taparme la boca para que no despertara con mis gritos a medio hotel. Acababa de descubrir lo que era tener un orgasmo.
Los tres espectadores se habían quedado de piedra, sobre todos los chicos que intentaban malamente disimular la erección que les había provocado la detallada historia. – Siempre es hora de enterarse de las intimidades de tu mujer. – Dijo Paco. – Eso no me lo habías contado nunca. – ¿Me habías preguntado alguna vez? – La verdad es que no, siempre he dado por supuesto que tu primer orgasmo había sido mérito mío. – Pues ya ves que no cariño. ¿Qué se la va a Hacer? Comento Magda poniendo cara de resignación. Carlos medió con otra pregunta malintencionada. – ¿Y tú, no le hiciste nada, no le tocaste las tetas por fin? Ella, con una sonrisa pícara contestó. – Esa historia no forma parte de la prueba. Prueba que me parece que he superado, ¿No? – Por supuesto, contestó Carlos. – Sigamos con la partida pues.
Y siguieron, cuando Carlos falló en una respuesta la prueba también consistió en relatar su primer “Coito” especificaba la tarjeta, a lo que sin muchos detalles contestó la verdad, que había sido en una acampada con su mujer allí presente. Siguió el juego y la siguiente que falló fue Carmen. La tarjeta la tenía su amiga y la prueba consistía en que durante un minuto debía de situarse detrás de ella y acariciarle los pechos por encima de la ropa. Aquello provocó algo de revuelo y algún comentario jocoso en la mesa. – Carmen no había conocido otro hombre, no tenía ninguna experiencia con otras personas como la que había contado su amiga, su marido satisfacía todas sus necesidades y estaba muy enamorada, se consideraba una mujer feliz y realizada, sin embargo pensó que no había nada de malo en dejarse tocar un poco los pechos, incluso podría gustarle, ¿Porque no? Pensó…
Su marido le comentó que podía pedir el comodín si no quería hacerlo, Carmen miró a Magda y le dijo. – Por mí no hay problema, si a ella no le da ningún reparo, prefiero guardarme el comodín. Magda se levantó riendo y diciéndoles a los chicos. – ¿Reparo? Ahora sabréis lo que es sobar unas tetas que no tenéis ni idea. Se situó detrás de su sillón y preguntó. – ¿Quién va a llevar la cuenta del tiempo? Carlos se ofreció, cuando estuvo a punto le hizo una señal con un movimiento de cabeza, Magda apoyó sus manos sobre las tetas de Carmen y empezó a acariciarlas muy sutilmente, tanto que no sabías bien si la tocaba o no, pero pronto salieron de dudas cuando empezó a apretarlas y a amasarlas con más firmeza jugando con sus pezones que se habían puesto visiblemente duros. Su marido las miraba incrédulo, incapaz de expresar lo que sentía en ese momento, la imagen de los pechos de su mujer en manos ajenas no acababa de encajar en su mente, pero al mismo tiempo le provocaba una curiosa e indefinida sensación que básicamente se reflejaba en la entrepierna con una incipiente erección. Por su parte Paco estaba embobado mirándolas y relamiéndose sin hacer el más mínimo comentario. Fue finalmente Magda la que rompió la magia del momento preguntando si ya había pasado el minuto, Carlos miró el reloj y al comprobar que habían pasado un poco más de dos, soltó un escueto sí y Magda interrumpió el manoseo.
A ver si tengo suerte y a la próxima me toca sobártelas a mí. – Dijo Paco guiñándole un ojo a Carmen. – Entonces me pido comodín. Contestó ella con unas risas. Pero le tocó a Carlos hacer lo mismo con Magda. Él enseguida le recordó que tenía tres comodines pero ella negó con la cabeza diciendo. – Prefiero guardármelos de momento, ven para acá, a ver si has aprendido algo. Carlos miró a su amigo como buscando consentimiento y Magda al percatarse dijo con sorna. – Mi Paco no decide quién puede tocarme las tetas o no, así que no hace falta que le pidas permiso. Carlos repitió paso a paso los mismos movimientos que había hecho ella antes con su mujer, También se le endurecieron los pezones de una manera exagerada. – Pensó él – Parecía que tenía dos dedales entre sus dedos. – Mmmmmmm, veo que has aprendido bien la lección – Comentó fingiendo placer, o no… – Como nadie controlaba el tiempo fue ella misma la que puso fin al manoseo con un. – ¿Te parece que ya es suficiente? – Claro, Claro. Sigamos la partida.
El ambiente estaba muy enrarecido y la excitación del grupo se podía sentir en el aire, entre el alcohol y los recientes momentos vividos se percibía una desinhibición que hacía que todos se sintiesen especialmente confiados, a gusto y con unas ganas cada vez menos reprimidas de continuar aumentando la carga sexual que se vivía en aquella tarde de primavera.
El siguiente en fallar fue Paco y la prueba consistía en que el poseedor de la tarjeta que era su amigo debía de quitarle una prenda de vestir. Enseguida reaccionó levantando una mano y diciendo. – Me pido el comodín. – Tranquilo hombre que no te voy a comer. – Apuntó Carlos. – Ya, pero es que no me voy a sentir cómodo si tengo que acabar la partida en pelotas. Entonces fue cuando se percataron todos que únicamente llevaba puesto el bañador y estallaron en una carcajada general. Siguieron lanzando dados y respondiendo a preguntas hasta que Carmen volvió a fallar siendo Paco el propietario de la tarjeta. La prueba consistía en que durante un minuto debía de situarse a su espalda y acariciarle el sexo por encima de la ropa. – Comodín. – Dijo Carmen antes siquiera que él acabara de leer. – Como quieras, dijo su amigo con cara de resignación. Continuaron la partida y en el siguiente lance se repitió la misma situación, Carmen falló de nuevo y el poseedor de la tarjeta volvía a ser Paco. Leyó la prueba en voz alta. “ Para continuar el juego debe de besar al poseedor o poseedorade la tarjeta durante un minuto mostrando al resto de jugadores el contacto entre sus lenguas “
Me pido el comodín – Repitió estrategia Carmen. – Pero “mi arma” – Protestó él. – ¿No te apetece un buen morreo con tu amigo Paco? – Pues la verdad es que no hijo, qué quieres que te diga… –Te recuerdo que solo te queda uno. – Dijo frotándose las manos —Espero que vuelvas a caer en alguna de mis casillas.
– Paco siempre había sido un chico popular y con don de gentes, atlético, deportista y muy simpático. Desde que se conocían que había sentido una atracción morbosa por la mujer de su amigo, Carmen tenía el don de despertar sus instintos más primarios, siempre que salían solía hacerle algún comentario cachondo y formaba parte de sus fantasías más húmedas, en el fondo se había traído el juego con la esperanza de poder verla ligera de ropa o quien sabe, si era un poco afortunado poder acariciar alguna parte de su cuerpo –
¿A alguien le apetece un poco de cava? Estoy cansado de tanto gin-tonic. – Dijo Carlos. Todos levantaron la mano y mientras quitaba los vasos y salía a buscar la botella los demás continuaron lanzando los dados, Magda falló en su respuesta y buscaron al poseedor de la carta correspondiente, al no encontrarla ni en un montón ni en el otro le llamaron a gritos. – ¡Carlos ven, que te toca prueba con Magda! ¡Pero no te olvides del cava! Sirvió unas copas y se apresuró a leer la prueba “ Para continuar el juego el poseedor o poseedora de la tarjeta situándose a su espalda deberá acariciarle el pecho durante un minuto por debajo de la ropainterior” Carlos miró a su amiga esperando su reacción, ella se incorporó y se soltó el pareo que le cubría todo el cuerpo atándoselo de nuevo en la cintura mostrando así la parte superior del bikini rojo, a continuación levantó las palmas de las manos diciendo. – Hoy es tu día de suerte Carlitos, además de verme las tetas en la piscina me las vas a sobar a gusto. – Sí, sí. – Añadió Paco – Estás disfrutando hoy con las tetas de mi mujer cabronazo...
Carlos, intentando mostrar resignación, como si lo que iba a hacer fuese una obligación y que solo hacía porque no le dejaban otra opción, miró de reojo a su esposa por si notaba alguna mirada reprobatoria –cosa que no ocurrió – se situó detrás de Magda, rodeó su cuerpo hasta meter lentamente ambas manos por debajo del sostén del bikini y empezó a amasar sus pequeños pechos, enseguida noto lo mismo que la vez anterior, sus pezones se endurecieron de tal manera que prácticamente se dedicó a masajearlos con el índice y el pulgar apretando cada vez un poco más hasta que al cabo de un par de minutos ella dijo sonriendo. – O lo dejamos ya o no respondo…
Carlos no sabía bien qué le estaba pasando, había disfrutado mucho acariciando a su amiga, pero realmente, cuando más morbo sintió fue en el momento que vio como lo hacía ella con su mujer, nunca había notado esa sensación y se sorprendió deseando más, en el fondo se daba cuenta que quería ver a Carmen en manos de su amigo Paco. Especulaba con los límites que pondría si presentaba la ocasión, hasta ahora Carmen no se había inmutado al verle a él con su amiga y se decía a si mismo que los límites los pondría ella si llegaba el caso, eso es, pensó, que llegue hasta donde ella quiera, pero cuanto más lejos mejor.
No tardó en tener de nuevo ocasión para reafirmar esas nuevas sensaciones que habitaban su ser porque después de fallar de nuevo con la respuesta le tocó pasar la prueba a Carmen con su amigo Paco que leyó despacio el enunciado de la carta. “ Para continuar el juego deberásituarse a la espalda del poseedor o poseedora de la tarjeta y acariciar su sexo durante unminuto por encima de la ropa interior ” Carlos pensó que quemaría su último comodín, Sabía que ella nunca había acariciado – Aunque fuese por encima del bañador – otro pene que no fuera el suyo, pero sorprendentemente no fue así.
– Carmen que ya había notado antes la protuberancia que sobresalía del bañador de Paco cuando ambas amigas estaban en plena actuación pensó que había llegado el momento de probar algo diferente, se decía a si misma que estando su marido presente, si él no ponía ningún impedimento no había engaño, ni traición, ni nada parecido a los cuernos, todo era consentido y en la cara, por tanto, se levantó y dirigiéndose a su amigo dijo. – En fin, tendremos que jugar alguna vez, ¿No? ¿Cómo nos ponemos? Su marido contestó rápido. – Aquí delante de nosotros que se os tiene que ver bien.
– Por fin me toca algo bueno, dijo Paco con una sonrisa de felicidad, espero que me la trates bien… Cuando se levantó, ambos cónyuges removieron sus sillones entre risas para poder ver bien el espectáculo. Se quedaron sorprendidos al ver la erección que se intuía debajo del bañador – ¡Ostia Paco! ¿Qué tienes ahí escondido? Comentó su amigo espontáneamente. A Carlos le impactó casi tanto como a su mujer ver el tremendo bulto que se marcaba en el bóxer de su amigo, calculó que aquello debía de medir unos 20 cm. Como la suya no pasaba de los 15 se le escapó un comentario por lo bajini dirigido a su esposa. – Ahí tienes trabajo cielo…
Carmen se colocó en posición y rodeando el cuerpo de Paco posó sus manos sobre sus ingles y empezó a subirlas y bajarlas sin rozar el prominente bulto, Carlos estaba a punto de protestar porque deseaba analizar su reacción al tener aquello entre sus manos, pero no fue necesario, vio como sus manos palpaban la zona escrotal hasta que notó sus testículos y empezó un suave masaje como si los estuviese sopesando, acto seguido se centró en el bulto, lo cogió suavemente con todos los dedos y empezó a recorrerlo durante unos segundos empapándose de lo que tenía entre manos, cuando le pareció oportuno inició el rítmico movimiento de masturbación. Se quedaron todos enmudecidos mientras pasaba el tiempo y el movimiento no cesaba, Fue Magda la que, de nuevo, rompió la magia del momento. – Creo que llevas más de tres minutos ya, si no paras se va acorrer. Su marido que era el puro retrato de la felicidad dijo. – Tranquila, por mí puedes seguir hasta que te canses. Carmen no solo no paró en seguida sino que hizo algo que les sorprendió a todos, al que más, a su marido. Cuando inició el movimiento de retirada antes de abandonar su posición metió una mano por la parte superior del bañador y le acarició el pene directamente, Paco no se inmutó y la instó a seguir. – Así mucho mejor, no pares. Pero Carmen después de satisfacer su curiosidad sacó la mano y guiñándole un ojo a su marido dijo. – Era preciso.
Esta acción derribó otra barrera en el subconsciente del grupo, como si los límites que se habían autoimpuesto cada uno de ellos se hubiesen ampliado sustancialmente, nadie se atrevía a hablar, pero todos pensaban que tal vez se podía llegar un poco más allá. Si nadie se plantaba no iban a ser ellos los primeros que rompieran el encanto, porque en el fondo de su ser los cuatro querían probarse. Ninguno de ellos acumulaba grandes experiencias al margen de sus parejas, habían crecido y cultivado su despertar sexual juntos, pero eran jóvenes y no podían dejar de sentirse atraídos por las parejas de sus amigos. A nadie le amarga un dulce, pensaban. Otra cosa era ver a sus parejas en brazos ajenos. Carlos que hasta ahora había visto a Carmen acariciar a su amigo y dejarse acariciar por la esposa de él, lo que sentía de verdad era morbo y ansias de ver más y Paco estaba dispuesto a aguantar lo que fuese con tal de poder disfrutar del cuerpo de la mujer de su amigo. Carmen no entendía lo que le pasaba, pensaba que estaba un poco borracha pero se sorprendía a si misma deseando que a nadie le diese por interrumpir la partida y ser de nuevo ella la protagonista de otra acción atrevida, preferiblemente con su amigo Paco. Deseaba más, estaba dispuesta a llegar hasta donde su marido le permitiese, sí, estaba decidido, si Carlos no la paraba ella no iba a echarse atrás. Magda sin embargo, lo tenía claro, sabía cuáles eran sus límites y no iba a rebasarlos.
Continuaron lanzando dados y avanzando en el juego y de nuevo fue Carmen la que falló, pero esta vez el poseedor de la tarjeta era su marido Carlos “ Para continuar el juego el poseedor oposeedora de la tarjeta deberá despojarle de la ropa interior y retenerla en su poder hasta elfinal del mismo ”. – Has de quitarte el bikini cielo, o puedes utilizar el comodín que te queda. Dijo Carlos. – No, no quiero utilizarlo y no, no he de quitarme el bikini ¡Lo tienes que hacer tu! Dijo al tiempo que le indicaba que se acercara con un movimiento del dedo. Carmen se levantó, llevaba puesto el vestido playero blanco, su marido se plantó delante de ella y estudió un poco la situación evaluando como debía de proceder, ella sonreía, Carlos noto que desviaba su mirada hacia Paco. – como si quisiera asegurarse que no se perdía detalle – La abrazó metiendo las manos por el cuello del vestido buscando el nudo del sostén en su espalda, lo desató y a continuación le sacó los tirantes por encima de la cabeza, metió las manos por el escote y le quitó la prenda muy despacio dando un toque de erotismo a la acción. Sus oscuros pezones quedaron expuestos tras la fina gasa del vestido y Paco lanzó un silbido de satisfacción. Carlos decidió probar a su esposa subiendo un poco la tensión para quitarle la braguita, se situó tras ella y empezó a levantarle la falda lentamente aprisionando la tela con ambas manos, como si estuviese levantando el telón de un escenario, de manera que iba dejando las piernas desnudas de su mujer a la vista de su amigo que, embelesado a un metro de la acción, no podía apartar su mirada, tampoco pestañeaba, a Carlos le parecía que ni siquiera respiraba. Llegó hasta su cintura dejando la totalidad de la prenda expuesta, pasó los pulgares por los lazos de la braguita y empezó el suave descenso de sus manos arrastrándola con ellas, al notar que la falda bajaba a su mismo ritmo rectificó la postura de los dedos para dejar más margen y enseñarle así a su amigo un poco más de lo que exigía el guion. En ese momento su mujer le volvió a sorprender sujetando la enrollada tela de su falda con ambas manos. Carlos comprendió que si le quitaba la prenda en esas condiciones el coño de su querida esposa quedaría expuesto ante las narices de su amigo, pero pensó que era su decisión, así que continuó con la operación. Deslizó la prenda con suavidad hasta llegar al suelo, Carmen levantó ambos pies sucesivamente para facilitar su desalojo y cuando por fin vio a su marido con el bikini en las manos soltó el telón de su falda dando por finiquitado el acto.
Paco se arrancó a aplaudirle y comentó sin disimulo. – Vaya coñito tienes Carmencita, mmmm, que ganas tengo de probarlo. - Pues ya veremos si se tercia la cosa. – Contestó ella con una sonrisa pícara después de dar un sorbo de cava.
La siguiente en tener que pasar por una prueba fue Magda y el poseedor de la tarjeta era su marido que leyó en voz solemne el contenido “ Para continuar en el juego el poseedor oposeedora de la tarjeta deberá acariciar su sexo durante un minuto por encima de la ropainterior ” Paco y Magda se levantaron al unísono sin hacer ningún comentario, estaban llegando a un nivel de relajación y entrega en el que – A pesar de que todos tenían comodines por utilizar – nadie dudaba que las pruebas se tenían que cumplir sin posibilidad de negarse. Igual que en los anteriores lances Paco se situó tras su esposa, le levantó el pareo hasta dejar su bikini al descubierto y empezó las caricias con una mano mientras subió la otra hasta su pecho metiéndola por debajo del sujetador, Magda con cara de satisfacción giró la cabeza buscando la de su marido y se fundieron en un beso apasionado, en ese momento Paco metió su mano por dentro del bikini con total naturalidad y empezó a masturbarla. Sus amigos eran espectadores de primera fila y observaban sin perderse detalle cómo le metía los dedos en la vagina y ella buscaba desesperadamente la polla de su pareja. Carmen excitada por el espectáculo introdujo su mano en el bañador de su marido agarrándose a la de Carlos mientras el respondía metiéndole la suya entre las piernas que ella abrió para facilitarle el acceso.
Llegados a ese nivel de excitación grupal, los cuatro parecían dispuestos a hacer el amor abiertamente delante de sus amigos sin ningún miramiento. Paco pensaba que le había tocado la lotería, su plan había funcionado, había conseguido que Carmen le tocara la polla, le había visto el coño y desde la posición que tenía podía observar como su marido se lo estaba tocando y como ella iba perdiendo poco a poco los estribos, estaba seguro que acabaría viéndola follar y eso le excitaba más que lo que estaba haciendo con su mujer.
Carlos se sentía exultante viendo a su mujer en ese estado catatónico en que le parecía que no era consciente de lo que estaba haciendo. Era sabedor que su demente nivel de excitación se debía más al hecho de comprobar continuamente que su amigo Paco –A pesar de estar metido de lleno en el magreo de su mujer – Tenía siempre la mirada puesta en la entrepierna de Carmen, por eso él se afanaba en abrir los labios de su vagina para que Paco la pudiese ver bien, le estaba regalando esa visión a su amigo porque disfrutaba como nunca hubiese llegado a imaginar de aquella situación.
Carmen, a pesar de lo que creyese su marido era perfectamente consciente de lo que estaba haciendo, se sentía completamente libre y maravillada de esa recién descubierta libertad, también era perfectamente consciente que Paco no le quitaba ojo y que tal como su marido le estaba acariciando el coño –Aparte del placer que le provocaba el hecho en sí – Estaba descubriendo otro placer que encendía más su cuerpo si cabe, y no era otra cosa que sentirse observada en esa situación íntima por otras personas. Por eso abrió más sus piernas, para mostrarse completamente sin ningún pudor, para enfrentarse a sus miedos y rendirse al placer sin límites.
Magda, que tenía claros los suyos desde el principio, estaba viendo cómo se les escapaba la cordura, ella sabía en qué consistía el juego, tenía claro hasta donde podía llegar con Carlos si se daba el caso, pero con Carmen… eso era otro cantar. No se consideraba lesbiana, pero la experiencia que les había relatado durante el juego no la había podido olvidar nunca, había sido un gran alivio contárselo a su marido y poder soltar así ese lastre que la atenazaba, pero al acariciar los pechos de su amiga habían regresado a su mente sensaciones olvidadas, quería continuar escarbando en ellas, necesitaba poder volver a sentirlas y tal como estaban sucediendo las cosas iba a perder la oportunidad – Que con un poco de suerte – aún le podía brindar la tarde, con el nivel de desenfreno alcanzado se habían derribado todas las barreras morales y ya nadie pondría ningún reparo a lo que pudiese pasar a continuación, así que decidió arriesgar.
–Un momento por favor, parad un momento, dijo zafándose del abrazo de su esposo. – Aún no hemos acabado la partida. Se quedaron todos sorprendidos por la interrupción y mientras recomponían sus posturas Magda continuó. –Todavía quedan algunas tarjetas con sus pruebas correspondientes ¿Qué hacemos, nos vamos a nuestras habitaciones a follar o continuamos jugando? – Es que eres aguafiestas cariño. – Dijo Paco, yo si follamos aquí prefiero follar, pero si tenemos que irnos a la habitación, elijo seguir jugando. – Sigamos el juego. – Apuntó Carmen atisbando una oportunidad de arriesgar un poco más – Adelante pues, ¿a quién le toca tirar? Reanudaron la partida aún con la elevada temperatura en sus cuerpos, Magda se había quedado sólo con el bikini al deshacerse del pareo, los dos chicos sólo levaban sus bañadores y Carmen el vestido playero sin su bikini que aparecía sobre la mesa al lado del tablero.
Después de un par de rondas contestando correctamente a las preguntas sin mayores sobresaltos, de nuevo fue Magda la que erró y en consecuencia le correspondía pasar prueba, no pudo evitar una sonrisa cuando vio a su amiga con la tarjeta en la mano “ Para continuarel juego el poseedor o poseedora de la tarjeta deberá masturbarle con sus manos durante unminuto por debajo de la ropa interior ” Se hizo un silencio extraño que Magda rompió recordándole que le quedaba un comodín. Carmen miró a su marido y le dijo. – Yo nunca he hecho nada parecido pero hoy estoy haciendo muchas cosas que no había hecho nunca y me siento bien. Carlos hizo un gesto levantando los hombros como dándole a entender que era su decisión, ella se levantó, se puso frente a su amiga y le dijo. – ¿Vamos entonces? Magda se incorporó y se quedó a su altura esperando. Carmen asentó sus manos en las caderas y rodeando medio cuerpo reubicó su posición quedando ahora una mano en el culo y otra en el coño de su amiga, ambos maridos tenían ahora una visión perfecta de sus esposas.
Carmen empezó haciendo movimientos en círculo sobre el tanga rojo sintiendo en sus dedos la raja de su amiga cada vez que pasaba por encima, estuvo más de dos minutos repitiendo el movimiento hasta que empezó a notar que la prenda estaba húmeda, en ese momento deslizó su mano bajo la tela y comprobó con una facilidad pasmosa como sus dedos entraron sin ningún problema en la vagina, notó su mano chorreando y le dijo en un susurro. – Estás cachonda ¿lo estoy haciendo bien? – Sí, sí, muy bien, contesto con la respiración entrecortada. Sus maridos no daban crédito ante aquel espectáculo, Magda se cogió las tetas y empezó a pellizcarse los pezones con rabia. Carmen se arrodilló y aceleró el movimiento de su mano empapada con los flujos que emanaban de su vagina, estaba entusiasmada viendo la reacción que con su movimiento estaba causando en el cuerpo de su amiga. El tanga le había caído hasta las rodillas y notaba como dos o tres dedos entraban y salían sin parar de su interior golpeando su clítoris en cada envestida. Apenas podía abrir los ojos del placer y las convulsiones que empezaba a sentir en el fondo de su ser, pero cuando lo hacia, lo que podía ver era a su marido y a su amigo. – Que se habían desprendido de los bañadores – arrodillados a escasos centímetros de Carmen con sus pollas en las manos contemplando con lascivia como su amiga hurgaba en sus entrañas y empezaba arrancarle suspiros de placer, acelerando su ritmo cardíaco y dificultándole la respiración, en ese instante decidió soltarse del todo, se rindió a las sensaciones, liberó todas sus tensiones y acabó en un sonoro orgasmo soltando descontrolados gritos de placer y derramándose entre los dedos de Carmen que se había contagiado de su éxtasis y también soltó un contenido – ¡Siiiiiiii….! Cuando sintió las convulsiones y notó el goteo de sus fluidos deslizándose por la palma de su mano.
Magda sintió que le fallaban las piernas, dio dos pasos atrás para sentarse en el sofá y Carmen, sin comprenderlo ni entender bien porque la siguió de rodillas sin sacarle los dedos de la vagina, sólo cuando se sentó la liberó de su garra de placer quedando acodada sobre las piernas y contemplando la cara desencajada de su amiga. Fue en ese instante cuando Paco decidió apostar fuerte y lanzarse a por Carmen. Se acercó por detrás, la envolvió en un abrazo y empezó a acariciarle los pechos con ambas manos esperando su reacción y la de su marido. Carmen sintió el abrazo y sonrió interiormente, ahora era su turno, no sabía quién le estaba tocando las tetas pero tampoco le importaba, lo que su cuerpo necesitaba era acción y estaba dispuesta a entregarlo sin condiciones. Cerró los ojos inclinando la cabeza hacia atrás en señal de sumisión, este movimiento no pasó desapercibido para Paco que intuyó en el una apertura total para actuar en libertad. Cuantas veces había imaginado aquel momento, cuantas veces se había masturbado por el simple hecho de haberle visto un poco más de carne a través de un escote generoso, cuantos sueños húmedos propiciados por las curvas prohibidas de su amiga. Y allí estaba, con sus tetas en la mano, amasándolas, jugando con ellas, apretando sus duros pezones, disfrutando cada segundo, sintiendo como su cuerpo empezaba a contonearse exigiendo más.
Carlos todavía estaba en estado de shock cuando vio a su amigo desplazarse unos centímetros para acercarse a la espalda de su mujer y empezar a sobarle las tetas. Pensó que había llegado el momento de la verdad, sabía que su amigo no pararía mientras ninguno de los tres. – O bien su esposa o bien Carmen o bien él mismo – se opusieran a su acción. Estaba poseído por una excitación inédita incomprensiblemente provocada, no por haber sido testigo del morboso y brutal orgasmo de su amiga, ni por verla en ese momento tirada en el sofá con las piernas abiertas acariciándose el coño. Sino por ver a su mujer en brazos de su mejor amigo, no acababa de comprenderse a sí mismo pero decidió que él no iba a pararlo.
Vio como Paco continuaba con su magreo y empezaba a darle suaves mordiscos en una oreja, su esposa estiró el cuello en un acto reflejo y él bajó una mano hasta su sexo, apartó un poco el vestido que le caía entre las piernas, metió la palma de la mano acaparando todo su coño y empezó a moverla arriba y abajo recorriendo con ella toda la zona genital. Al notar que contorsionaba un poco la muñeca bajo la entrepierna de su mujer supo que le estaba metiendo los dedos y decidió cambiar de postura para ver mejor el espectáculo. Se incorporó y rodeó el gran sofá en el que seguía recostada su amiga observando a sus parejas y se situó detrás de ella de manera que estaba de pie a escasos centímetros de la cabeza de Magda con su mujer y su amigo de cara frente a ellos. Notó la mirada de Paco en sus ojos demandando una señal de aprobación pero no hizo nada, simplemente tampoco lo impidió.
Carmen seguía con los ojos cerrados abandonada por completo al placer que le estaban provocando esas manos, no quería que aquel momento acabase nunca, sentía aquella lengua caliente en el interior de su oreja, sentía como le apretaban los pezones que se notaba duros como piedras y sentía esa humedad aceitosa manando entre sus piernas, sentía esa mano frotando su resbaladizo coño y esos expertos dedos entrando y saliendo de su cuerpo en un ritmo constante que le provocaban una dulce y placentera sensación de bienestar. Decidió abrir los ojos. Cuando vio a su marido detrás de Magda con esa mirada rebosante de lujuria y vicio fue consciente de la situación. Por primera vez en su vida, unas manos que no eran las de su marido estaban escarbando sus rincones más secretos, por primera vez en su vida un hombre que no era su marido estaba provocándole placer, por primera vez en su vida había provocado un orgasmo en otra persona que no era su marido, estaba haciendo muchas cosas por primera vez.
En varias ocasiones había pensado que al estar tan feliz con su pareja, si tenían suerte y permanecían juntos el resto de sus vidas no conocería más hombre que Carlos y eso le provocaba cierta tristeza, el hecho de que su marido hubiese sido su primer novio y sus valores en el sentido de respeto y fidelidad, la habían privado de tener experiencias con otros hombres. Pero ahora estaba allí, sintiendo los latigazos de placer que le provocaba Paco, viendo a su amiga delante de sus narices con las piernas abiertas jugando con su clítoris y a su marido detrás de ella contemplándola y disfrutando de la escena. Todos los temores que había albergado respecto a si Carlos aceptaría lo que estaba pasando en sus narices quedaron disipados cuando notó que se estaba masturbando tras el sofá. En ese momento supo que su marido estaba disfrutando tanto como ella al verla entregada a otro hombre y que no le provocaba ningún tipo de reacción de rechazo sino, más bien, todo lo contrario. No obstante pensó que debía pedirle permiso. Hacía un buen rato que notaba la polla de Paco rozando su culo y espalda, ladeó un poco su cuerpo y la buscó con la mano. La agarró y comenzó a jugar con ella fijando la vista en su marido que no dejaba de mirar hacia su entrepierna observando como los dedos de Paco entraban y salían una y otra vez de su vagina y como su mano masajeaba su polla. En un instante en que sus miradas se cruzaron le dijo gesticulando con la boca pero sin emitir sonido alguno. – Quiero que me folle – Carlos asintió levemente con la cabeza y ella se sintió por fin absolutamente libre para actuar.
Cambió de postura ladeando su cuerpo y cuando la tuvo de cara se la agarró muy despacio con las dos manos. Impresionada por el tamaño de aquel miembro empezó a acariciarla con cuidado recorriéndola en toda su extensión desde los testículos hasta el glande, se inclinó y se la puso en la boca comenzando así una mamada a una polla descomunal para ella y que por primera vez. – Pensó con ironía – no era la de su marido. El glande le llenaba por completo la boca, intentó varias veces tragar parte de aquel cipote pero se veía incapaz, decidió entonces lamerla a la larga, como si estuviese comiendo una mazorca de maíz, empezaba por la base y cuando llegaba a la cúspide se la metía en la boca un instante y regresaba de nuevo al principio. Ocupada en esa tarea estaba cuando notó que le tocaban el culo, desvió la mirada un instante y se percató de que Magda le estaba levantando la falda del vestido e inmediatamente empezó a restregar la mano por su empapado sexo, no tardó en meterle el dedo gordo en la vagina mientras jugaba con el clítoris con sus habilidosos dedos. Tenía maña la tía – Pensó – porque en pocos minutos le vino una especie de calambre que le recorrió el cuerpo entero deshaciéndose en un orgasmo que le nubló hasta la vista, pero que acabó de envalentonar su ánimo. Con las dos manos agarradas a aquella polla y aun sintiendo los dedos de su amiga en su interior levantó la cara hasta situarla a pocos centímetros de Paco y le dijo con la voz entrecortada pero con claridad. – Quiero que me folles – Paco miró a los ojos a su mujer – que había escuchado la demanda de Carmen – buscando también su consentimiento y ella, que seguía con sus dedos dentro de su amiga recogiendo el fruto de su orgasmo asintió levemente con la cabeza.
Paco no quería desaprovechar ni una oportunidad ante aquel sueño hecho realidad delante sus ojos y le dijo. – Antes quiero comerte ese coñito. – Hazme lo que quieras. – Contestó Carmen sin dudar un instante – No hizo falta más diálogo ni más planificación. La hizo sentarse en el sofá y ella se recostó tendiendo su cuerpo hasta apoyar la cabeza justo delante de su marido que aprovechó para inclinarse sobre ella y besarla con pasión, mientras observaba como a escasos centímetros por debajo del morreo que tenía con su esposa, Paco se arrodillaba, le abría las piernas y metía su cabeza entre ellas. Carlos fue testigo en primerísima fila de como con ambas manos separaba sus labios vaginales descubriendo el sonrosado y húmedo fruto que hasta ese momento sólo él había podido catar en exclusiva. Desde su perspectiva podía adivinar el botón hinchado del clítoris de su mujer y como Paco jugueteaba con él, primero con sus dedos y después con su lengua haciéndolo vibrar una y otra vez.
Carmen se sabía poseída por la lujuria y se entregaba a ella por completo, la lengua de su amigo le empezaba a hacer sentir nuevos cosquilleos que se transformaban en pequeños latigazos de placer. Le agarró la cabeza a su marido e intensificó su beso con el ansia de la que está de nuevo al borde del clímax, sintió que le mordisqueaban los pezones y pensó que su amiga Magda había vuelto a la carga. Mientras sus lenguas peleaban descontroladas y le sobrevenía un nuevo orgasmo, lo que pasaba por la mente pensando en su marido era. – Así que a ti lo que te gusta es esto, verme entregada a otras personas, ver cómo me acarician y me comen el coño, ver cómo me corro una y otra vez en manos de tu amiguito, ¿estás disfrutando, eh? Pues ahora vas a ver cómo me folla tu amigo Paco, vas a ver cómo me la mete y vas a verme gozar otra vez, esto va por ti cariño.
Carlos estaba disfrutando de verdad, no era capaz de explicárselo, su lógica se enfrentaba al placer que sentía ante la realidad que se exponía frente a él. No sentía celos, no sentía remordimientos, no se sentía humillado, no se sentía cornudo. Se sentía exultante, eufórico, excitado como nunca, no se atrevía a tocarse por miedo a correrse instantáneamente. Acababa de ser testigo del segundo orgasmo de su mujer cuando vio que Paco se incorporaba colocando su cuerpo entre las piernas buscando la posición idónea para penetrarla. Casi al mismo tiempo Magda dejó de chuparle los pezones y se centró en su coño como si no quisiera que perdiera ni un segundo de tensión y se relajase.
Carmen vio cómo su marido dejaba de besarla y colocaba su cabeza junto a la suya observando las evoluciones de su pareja de amigos. Empezó a acariciarle de nuevo las tetas con mucha suavidad y delicadeza. Ambos fueron testigos de cómo Magda le agarraba la polla a su marido y la acercaba a su coño, de cómo empezó a jugar restregando el glande en su vagina como si se tratase de un consolador, en ese momento cruzó por su mente una aliento de cordura y pensó que no se había puesto preservativo, ella tomaba la píldora pero podía fallar, casi al instante pensó que su marido no había puesto ninguna objeción y decidió que por si acaso se tomaría la pastilla del día después. Dicho pensamiento se difuminó en el acto al empezar a sentir la polla de su amigo deslizándose en ella muy despacio, entrando y saliendo lentamente y ganando unos milímetros de profundidad en cada acometida, poco a poco iban siendo testigos de cómo desaparecía aquel pedazo de carne entre sus piernas hasta que se notó llena, sintió los testículos de Paco golpeando contra su cuerpo cada vez que atacaba y le parecía que se desgarraba por dentro con cada embestida. Siguieron así durante unos minutos en los que su nivel de excitación iba aumentando por momentos, su marido a su vera, cabeza con cabeza pellizcándole los pezones, su amigo penetrándola cada vez con más brío y su amiga que metía de nuevo la mano entre sus piernas estimulándole el clítoris entre envestida y envestida de su marido. Las primeras ráfagas eléctricas no tardaron en recorrer de nuevo su cuerpo cada vez con más fuerza e intensidad y notó todos sus músculos tensionándose con cada convulsión, se sorprendió a si misma diciendo. – Siiiiii, asíiiiii, sigue, sigue, no pares por favor… Cuando ya le parecía que iba a explotar ladeó un poco la cabeza hacia su marido y continuó sorprendiéndose al decirle. – ¿Te gusta cariño? – ¿Te gusta ver cómo me folla Paco? – ¿Te gusta ver lo puta que soy? Carlos que siempre la había incitado y animado cuando tenían relaciones a decir guarradas y cosas de ese tipo y nunca logró escuchar ninguna palabra malsonante ni en el más intenso de sus orgasmos, no salía de su asombro, estaba completamente alucinado con su nueva mujer. – ¡Siiiiii, me gusta! ¡Me encanta ver cómo te folla mi amigo! ¡Me encanta verte gozar! – Pues disfruta ¡Cabronazo!
Carmen, ya no pudo aguantar más, sintió el relámpago orgásmico estallar en su interior, sintió su cuerpo levitar de placer, sintió que perdía la consciencia y notó por primera vez en su vida que se corría con eyaculación incluida, sintió como los espasmos en su vagina provocaban una secreción líquida hasta ahora desconocida. Escuchó en ese momento a su follador incansable jadear y anunciar que se iba a correr, pensó que pararía y lo haría sobre ella pero soltó toda su carga de caliente esperma en la profundidad de su cuerpo y se dejó caer sobre sus pechos completamente agotado.
Carlos se incorporó lentamente contemplado los sudorosos cuerpos de Su mujer y su amigo, se agarró la polla con intención de masturbarse hasta correrse – cosa que pensó que no le costaría mucho trabajo – pero cuando Magda lo vio con la polla en la mano, se precipitó hacia ella y empezó a mamársela con ahínco y desesperación. Casi le dolía de la entrega y la pasión que ponía. Ella si conseguía – Para su asombro – metérsela completamente en su garganta una y otra vez. Notó que se iba a correr y se lo hizo saber con un gesto de sus manos, pero ella no paró, insistió con la felación hasta que le vino el orgasmo. Cerrando los ojos sintió como su polla escupía semen en continuas ráfagas como nunca lo había hecho y como sin sacársela de la boca, su amiga iba tragándoselo todo hasta el final. Cuando al fin se la liberó, fue testigo del reguero de su propio esperma que, saliendo de la boca de Magda se le deslizaba por la barbilla camino del cuello. Acto seguido vio cómo se acercaba buscando la boca de su amiga y le dio un profundo beso al que Carmen correspondió con entrega y que dejó sus labios y cara marcados con restos de semen. Paco salió de dentro de su mujer al tiempo que él rodeaba el sofá, cuando la vio de frente con el vestido enrollado sobre el abdomen, la piel brillante por la sudoración, con las piernas completamente abiertas, la vagina colorada y húmeda por efecto de la batalla recién librada y su cara relajada de completa satisfacción y felicidad se sentó a su lado y la besó al tiempo que le introducía la mano entre sus piernas y le metía los dedos en la vagina. – Pasó por su cabeza que todos menos él, lo habían hecho ya aquella tarde y pensaba que como marido era su obligación hacerlo, como si de alguna manera metafórica estuviese reclamando la propiedad como macho alfa de aquella hembra – Entraron tres con suma facilidad, le dijo a su mujer que la quería con locura y le dio las gracias, sintió su mano empapada con los viscosos fluidos que emanaban de las entrañas de su mujer, la sacó y se la mostró. Estaba llena de restos del esperma de su amigo. – Mira, le dijo con un susurro, estás llena de leche de Paco. Se la limpió con el vestido que era la única prenda de tela que tenían entre los cuatro y dijo.
– ¿Alguien viene a darse un baño? Los cuatro se acercaron en silencio a la piscina y se metieron en el agua, después de unos minutos de relajación y de pensar en todo lo que acababan de vivir Carlos preguntó al aire. – ¿Que ha pasado aquí? Paco, siempre directo y pragmático contestó. – Que hemos follado como buenos amigos y hemos pasado una tarde genial, que me parece que a partir de ahora nuestra amistad se va a ver reforzada con este nivel de… digamos intimidad, que hemos vivido juntos y que por lo que a mí respecta este va a ser nuestro gran secreto. – Comparto la opinión de Paco, apuntó Carmen. Carlos asintió en señal de aprobación y Magda dijo. – Por mí perfecto, pero yo tengo una queja. – Se le quedaron mirando a la espera y cuando era consciente que estaban todos pendientes de ella continuó fijando los ojos en los de su marido. – Yo quiero follar con Carlos para estar en igualdad de condiciones. – Lo veo justo cariño, cuando queráis….
Pero esa, amigos y amigas, será otra historia…
Ganyata.