Sus labios marcados en la espuma de la cerveza

Los cursos veraniegos...

La profesora de inglés entró el primer día, dejó sus libros sobre la mesa y se presentó ante los cuatro alumnos que compartíamos el curso veraniego. No escuché su nombre o, para ser más exactos, lo escuché pero a duras penas pude retener el nombre de Helen porque mi atención estaba ya centrada en el precioso vestido rojo que llevaba, el corte de pelo francés que dejaba su cuello a la vista y sus piernas, no muy largas pero sensiblemente sugerentes; cuando se dio la vuelta para apuntar su correo electrónico en la pizarra pude ver su culo perfectamente marcado bajo su vestido rojo; ¿o quizá ya estaba volando mi imaginación? Sus pequeños pechos se marcaban perfectamente en su vestido y el viento que entraba por la ventana abierta movía ligeramente la tela de su escote. En ese momento quise ser aire para poder meterme bajo su vestido y sentir el calor de su pecho…

Helen me dirigió una pregunta que no entendí, lo que sí vi es como me dirigía una maravillosa sonrisa mientras creía entender entre una nube de pensamientos.

  • Soy Nikita, de Madrid. Ingeniera en una consultoría energética – dije sin dejar de mirar los labios de Helen- Todo el mundo me llama Niki

La clase siguió sin que pueda dar mucha más información de qué temas tratamos, creo recordar que los típicos temas del primer día: presentación, motivaciones y este tipo de trivialidades. Mis cinco sentidos ya estaban puestos en la suave y dulce voz de Helen, en sus manos, en sus brazos desnudos. Al final de la clase, mientras recogía mis pobres apuntes, ella se dirigió sutilmente a mi sitio, se sentó junto a mí y, poniendo su mano suavemente sobre la mía, me preguntó:

  • ¿Te encuentras bien Niki?

  • Sí, perfectamente…-respondí sin mucha seguridad pues mis sentidos estaban colapsados con el ligero olor a perfume que desprendía mezclado con el olor de su piel

  • Si tienes alguna pregunta, no dudes en ponerte en contacto conmigo, tienes mi correo electrónico, ¿vale?- dijo fijando sus alegres ojos verdes en los míos.- Por cierto, ¿te apetece que cenemos hoy juntas?- me preguntó apretándome suavemente la mano izquierda.

  • Genial, ¿sabes dónde podemos ir?- No me lo podía creer, ¿cenar hoy con mi profesora?

  • Nos vemos a las 18.30 en el pub Olssen, a la salida de la ciudad, ¿lo conoces? Hoy tengo que hacer unos recados en el centro

  • No lo conozco- respondí- pero lo encontraré, nos vemos allí.

Helen se levantó, recogió sus apuntes y salió de la clase, no sin antes girar ligeramente la cabeza y regalarme una última sonrisa con sus pequeños labios carnosos.

Una vez en casa, estuve repasando un rato mis pobres apuntes sin apenas poderme concentrar, me duché, me depilé y me puse un excitante vestido veraniego muy fino y algo transparente con la esperanza de que Helen se fijara en mi cuerpo. Fui directamente al pub en el que nos habíamos citado y Helen llegó algo tarde, los hombros cubiertos con una fina chaqueta blanca y una gran sonrisa en su boca. Entramos y me llevó a una mesa pequeña escondida junto a una ventana. Helen se quitó la chaqueta y nos sentamos prácticamente juntas en la pequeña mesa redonda; su olor y su calor me invadieron de nuevo súbitamente, mis manos estaban frías, no sabía qué hacer o

qué decir.

  • Espero que te guste esta mesa –dijo Helen abriendo el menú- es mi favorita en este pub. ¿Te gusta la cerveza negra?

  • Me encanta el sitio pero prefiero la cerveza rubia.

  • Tomaremos una gran hamburguesa con patatas, las sirven muy buenas aquí.

Helen cerró el menú y lo puso sobre la mesa. El camarero vino y Helen pidió dos cervezas y dos hamburguesas con patatas. De repente, sin decir nada, se levantó y desapareció en dirección al servicio, no pude dejar de mirar su cuello, bajar mentalmente por su espalda y llegar a su culo, un rayo eléctrico me recorrió la espalda. Pasado un momento volvió con una gran sonrisa en dirección a nuestra mesa. Me di cuenta en seguida de que no llevaba sujetador y sus pezones se marcaban perfectamente a

través de su vestido, en uno creí notar un piercing a través de la suave tela de su vestido... ¿era mi imaginación o mis pezones se ponían igualmente duros y mi vulva se humedecía terriblemente?, ¿habrá perforado algún otro aro su piel suave? La incertidumbre me excitó aún más. Con una gran energía Helen se sentó junto a mí.

  • ¿Y cómo has llegado a dar con la escuela en esta ciudad tan pequeña? Generalmente la gente suele preferir ir a Dublín-me preguntó Helen

  • No me gustan las grandes ciudades y prefiero un trato más personal; por eso no quiero ir a Dublín a estudiar; ¿sabías que esta escuela tiene muy buenos comentarios en internet?

  • Sí, los alumnos suelen quedar bastante contentos; la atención es más personalizada y es más barato que estudiar a Dublín

Trajeron las cervezas y brindamos sonoramente por nosotras. Ella bebió un gran sorbo de su Guinness y yo otro gran trago de mi cerveza.

  • ¿Quieres probar mi cerveza? La Guinness en Irlanda sabe especialmente bien- sus labios habían quedado perfectamente marcados en la espesa espuma de la cerveza

  • Encantada… -dije cogiendo su jarra de cerveza. Le di la vuelta a la jarra y bebí un gran sorbo donde Helen había dejado sus labios marcados en la espuma. Me separé lentamente el frío cristal de la boca, cerré los ojos y busqué el sabor de Helen entre el amargo sabor de la cerveza. Abrí los ojos, dejé la jarra frente a ella y vi como me sonreía, dejando a la vista sus blanquísimos dientes blancos- Exquisita Helen, de verdad- le contesté acariciando suavemente su hombro izquierdo desnudo y comprobando que, efectivamente, no llevaba sujetador.

El camarero trajo las dos hamburguesas en dos enormes platos llenos de patatas fritas. Aparte trajeron el ketchup y la mayonesa… Helen dio un gran bocado a su hamburguesa y, mientras masticaba me miró; las dos rompimos sonoramente a reír. Un SMS sonó repentinamente en mi teléfono.

  • Es una amiga mía- susurré mientras leía el mensaje de Joan, mi novio, al que desde que aterrizara en Dublín hace dos días no había dicho nada. Nada importante –seguí susurrando a Helen y ruborizada por mi situación añadí- luego contestaré.

  • Saluda a tu novio de mi parte –dijo Helen descaradamente- Y dile que tiene una novia con unas manos preciosas. Contéstale tranquilamente, no te preocupes por mí

Me ruboricé, apagué el teléfono y lo guardé en mi bolso… aunque habitualmente quería ocultar que tenía novio, Helen me había cazado rápidamente. Me sentía incómoda al estar excitadísima buscando sus labios en la espuma de la cerveza y tener a Joan sin noticias mías desde hace dos días.

  • Y tú Helen, ¿tienes novio?

  • Sí, vive en Belfast. Como tiene exámenes y trabaja mucho, ahora no nos solemos ver con demasiada frecuencia –me contestó antes de meterse una patata frita en la boca y dar otro trago a su cerveza- Por cierto Niki, ¿te apetece ir conmigo el próximo fin de semana a ver los acantilados de Moher? Son un espectáculo maravilloso y no están lejos de aquí.

  • Sí, claro… -no me lo podía creer, ¿me estaba invitando a pasar con ella el fin de semana?- encantada de ir contigo a ver los acantilados. ¿Cómo nos podemos organizar?

  • Hmmm… -Helen pareció dudar un momento- nos podemos quedar a dormir en una pensión que conozco en una pequeña aldea junto a los acantilados. Te aseguro que no te arrepentirás!

Ella me sonrió, su mano izquierda cogió mi mano derecha y no pude remediar acercarme un poco más a ella, pegando prácticamente mis muslos desnudos a los suyos; su calor me excitaba cada vez más, notaba mis pezones cada vez más excitados y visibles a través de mi vestido mientras mi mente ya estaba buceando entre su vestido y su piel tersa y suave, mi lengua buscando ansiosamente su intimidad.

Me quedé un momento mirando hacia el final del bar pensando en mis cosas. De repente una mano suave giró mi cara en dirección a Helen y noté cómo un dedo recorría lentamente la comisura de mis labios. ¿Qué era aquello? Cerré los ojos e instintivamente abrí mis labios para dar cabida al dedo en mi boca sin saber muy bien las consecuencias que aquello tendría… el dedo tenía un agradable sabor a mayonesa que se iba difuminando con el tiempo pero yo ya no quería que el dedo saliera de mi boca. Lo busqué con mi lengua, lo lamí y noté cómo el dedo entraba más dentro de mí y jugueteaba con mi lengua, a lo que respondí buscando algún otro dedo pero desgraciadamente éstos no aparecían por ningún lado. Noté cómo el dedo salía suavemente de mi boca… inútilmente intenté retenerlo mordiéndolo suavemente pero no conseguí detener su salida.

Abrí los ojos y vi a Helen sonriente, mirándome fijamente con sus maravillosos ojos verdes, sus muslos ardían junto a los míos. ¿Ardería su vulva como ardía la mía?

  • Tenías mayonesa en los labios Niki – me dijo. E inmediatamente ambas rompimos a reír.

  • Disculpa, no era mi intención… ¿cómo excusarme?

  • Sssssssss… no te excuses-Helen me puso el dedo en la boca y acto seguido sus labios calientes se juntaron con los míos… mi boca se volvió a abrir y mi lengua se encontró inmediatamente con la ávida lengua de Helen. Cerré los ojos, Helen había girado la cabeza y sus manos cogieron fuertemente mi cabeza con la clara intención de no dejarla escapar en mucho tiempo.

¿Cuánto tiempo estuvimos besándonos? Si lo medimos por la temperatura de la cerveza, debo decir que cuando tomé el siguiente trago ésta ya estaba caliente y un grupo de folk irlandés había empezado a animar la tarde a los escasos clientes del lunes. La hamburguesa y las patatas estaban completamente frías, tampoco tenía más hambre.

Me levanté del banco en el que estábamos con el cuerpo entumecido, nuestros brazos y piernas se habían ido cruzando con el paso del tiempo y tenía el brazo izquierdo  ligeramente entumecido. Me coloqué el vestido y me fui al baño, estaba excitadísima. Quería contestar a Joan pero, ¿qué decirle en esas circunstancias?. Encendí el teléfono y escribí precipitadamente: “hola cariño, el primer día ha ido genial, la profesora encantadora; estoy tomando una cerveza con los compañeros. Te quiere, Niki” Mis bragas estaban tremendamente húmedas, me lavé la cara con agua tibia y me coloqué el sujetador.

Me miré un momento en el espejo. ¿Qué veía? Una mujer de 38 años ya madura pero con unos preciosos ojos negros, con un buen trabajo que quería perfeccionar su inglés durante las vacaciones y que se sentía extrañamente atraída por su profesora. Me cubrí la cara con las manos, ¿era normal aquéllo?

No me dio tiempo a mucho más porque la puerta se abrió y Helen entró en el baño, se puso detrás de mí y pude sentir sus pechos en mi espalda, su respiración caliente en mi cuello y sus manos apartar mi pelo negro para que su lengua me bese y me lama el cuello. Todos sus movimientos los iba siguiendo en el espejo mientras sus manos buscaban mis pechos por encima del vestido.

El móvil que llevaba en el bolso volvió a sonar, supuse que sería Joan otra vez pero ya no me preocupé de mirar más el móvil; era vergonzoso. Me di la vuelta, Helen estaba pegada a mí, sonriente, con sus manos alrededor de mi cabeza, sus preciosos ojos verdes mirándome…

  • ¿No estarás incómoda, no? – preguntó Helen

  • No, supongo que no…

  • ¿Supones?

  • Me vuelves loca Helen – le dije besándole de nuevo. Mi mano bajó por su espalda y agarré fuertemente su culo; estaba caliente y duro, seguramente por hacer deporte.

  • ¿Te apetece venir a casa?– dijo Helen- Vivo en el pueblo de al lado, en un pequeño piso con unas vistas que te encantarán. Te vas a sorprender

  • De acuerdo, me encantan las sorpresas – dije convencida

Anduvimos un buen rato las dos juntas sin hablar junto a una carretera comarcal con escaso tráfico. De vez en cuando nos mirábamos y sonreíamos, el viento fresco del verano me aclaró ligeramente las ideas. El paseo era agradable, nos cruzamos con algunas personas en bicicleta que saludaron a Helen amablemente. Ella les devolvía el saludo con una generosa sonrisa. ¿No era precisamente eso lo  que me excitaba de ella?

Casi cayendo la noche entramos en su casa, un pequeño apartamento de dos habitaciones en la planta superior de una casa de campo con las paredes pintadas de alegres

colores y un enorme ventanal al oeste, desde donde se veía una preciosa puesta de sol. Las estanterías estaban llenas de libros, pasee mi mano por los libros que tenía colocados.

  • Ponte cómoda Niki- me dijo mientras fue a abrir el ventanal para dejar paso al aire de la última hora de la tarde. Sólo distinguía su figura al contraluz del atardecer, vi cómo

abría un pequeño armario junto a la ventana, sacaba unos vasos y servía algo en un vaso bajo y ancho. Le puso una pajita corta y se acercó al sofá.

Antes de darme mi vaso le dio un sorbo a mi pajita y acto seguido me besó. El contenido del vaso paso de su boca a la mía, selladas herméticamente por nuestros labios; sin dudarlo tragué inmediatamente lo que me dio; el líquido me quemó la garganta y supe que tenía alcohol pero no supe distinguir qué bebí. Ella estaba de pie y yo sentada en el sofá, nuestros cuerpos sólo estaban unidos por nuestras bocas y nuestras lenguas se entrelazaron inmediatamente. Me intenté levantar para apagar mi excitación pero ella se separó de mí y se fue hacia la ventana, encendió una suave canción de jazz y empezó a bailar.

¿Cómo describir el cuerpo de Helen moviéndose perfecta al contraluz al ritmo de jazz? Helen se quitó la chaqueta, se desabrochó el vestido rojo y se lo fue quitando poco a poco… su hombro derecho primero, su hombro izquierdo después. Se quitó el vestido al son de la segunda canción mientras sus pechos se distinguían perfectamente al contraluz, incluso pude distinguir que, efectivamente, un aro perforaba su pezón izquierdo. Dio un sorbo a su copa, la volvió a dejar en la ventana y, mientras el líquido salía de su boca y bajaba por su cuerpo y mojaba sus bragas, siguió bailando un rato rítmicamente al son del jazz. Cuidadosamente se quitó las bragas que quedaron en el suelo y al contraluz pude ver su culo perfecto, sus muslos algo anchos pero fuertes. Sus manos suaves recorrían todos los rincones de su cuerpo y el olor de su sexo invadía la habitación entera.

Me levanté excitadísima y fui lentamente hacia ella mientras bailaba mirando por la ventana hacia la llanura verde. Llegué a ella y el olor de su sexo me volvió loca. Mi mano caliente buscó su vulva húmeda, mi boca buscó su cuello perfecto y nuestros cuerpos se fundieron para bailar.

Ella suspiró cuando mi dedo corazón se metió en su cuerpo, su sexo estaba depilado, húmedo y caliente. Note el frío de un metal en mi mano, mis dudas estaban aclaradas. Apreté su cuerpo contra el mío con toda la fuerza que pude. Mi boca le lamía el cuello ansiosamente y mi otra mano buscaba con ansia su pezón derecho. Helen no paraba de bailar, se apretaba a mí y su mano derecha apretaba la mía en su sexo, para no permitirme salir de ella en ningún momento; su otra mano subía ansiosa por mi muslo izquierdo.

Helen intentó dos veces darse la vuelta pero yo no se lo consentí; una vez llegados a este punto no dejaría que ella tomara el mando de nada, era su noche y me dispuse a darle placer.

La cogí de la mano y la guié suavemente hacia el sofá, no sin antes desnudarme precipitadamente. Me tumbé sobre ella, nuestros cuerpos se juntaron suavemente y me moví sobre ella para sentir su cuerpo desnudo bajo mi cuerpo. Bajé hacia sus pechos y la besé suavemente sus pezones que estaban ligeramente dulces y pegajosos por el alcohol que salió de su boca. Con dos dedos tiré cuidadosamente del aro del piercing mirando atentamente cómo se tensaba la fina y oscura piel de su pezón y un pequeño agujero separaba la parte final del pezón del resto de su pecho. Helen gimió ligeramente y se quejó levemente del dolor que le provoqué, me encantó la sensación de "provocar dolor". Acto seguido me metí su pezón en la boca y le di la vuelta con la lengua. Helen buscó mi cabeza y con sus manos me decía que le gustaba el placer que le provocaba mi lengua.

Su vientre era suave y terso, lo recorrí con mi lengua, igual que antes había recorrido sus axilas, su cuello, su cara, sus brazos, sus manos… ella se intentó volver a levantar pero yo le volví a dejar bien claro que de momento ella no me tocaría.

Su sexo estaba ardiendo y efectivamente un aro dorado había perforado sus labios. Le di varios besos suaves, lamí todos sus labios, jugué largo rato con su aro, aspiré su dulce olor a mujer, dejé que su olor me invadiera mientras el sol del atardecer me calentaba agradablemente la espalda desnuda a ritmo de la mejor emisora de jazz de la región.

De repente sonó Duke Ellington en algún rincón de la casa. Helen se dio media vuelta y me dio un beso en los labios; su cuerpo aún estaba caliente y olía a sábanas limpias. Se levantó de un salto y acto seguido oí la ducha al otro lado de la puerta mientras Miles Davis tocaba algunas de sus más conocidas canciones.

Helen volvió desnuda a la habitación y se vistió con un vestido veraniego azul oscuro que le quedaba especialmente sexy con el pelo mojado.

  • ¿Te gusta? – me preguntó poniéndose delante de mí y colocándose correctamente la tira del sujetador

  • Estás preciosa

  • Me voy que ya llegamos tarde a clase. No faltes, ¿vale preciosa? Te espero – dijo mientras nuestros labios se volvían a fundir- El próximo autobús a la cuidad pasa dentro de 25 minutos.