Surprise!

Lo prohibido se nubla si estás caliente...

Hace una semana que no veo a Tomás. Está en su época de exámenes, y 4º de medicina no es fácil. Y esperar que aún le quedan 3 más. Así que como buen novio, le doy su espacio. Estamos juntos hace casi 4 meses, desde mi cumpleaños 18. Mis padres aún no saben. No sé como decírselo. Mi hermano José sí. El es menor que yo 3 años, y me entiende. Mis padres son de mentalidad abierta, pero creo que aún no estoy preparado para contarles.

Estoy acostumbrado a ver a Tomás todos los días. Él vive solo en un apartamento 4 pisos más abajo que el de mis padres, donde vivo yo. Es un apartamento de lujo, mucho para su corta edad. Lo se porque mis padres diseñaron este edificio, el Edificio Diamond, famoso en la ciudad por ser lujoso y tecnológico. En fin, estoy empezando a echar de menos a Tomás.

Espero que no esté viendo a alguien más. Se que es un picaflor. Siempre le conocí muchas chicas y chicos que venían por la noche y ya no estaban por la mañana. Tomás es bisexual, y todos en el apartamento lo sabemos. Voy a llamar a Tomás.

  • Aló? – escucho al otro lado de la línea.
  • Hola Tom – digo - ¿como estas?
  • Hola Carlitos – responde – muy ocupado. ¿Cómo estás tu?
  • Extrañándote – dije al grano – quiero verte...
  • Carlitos... – empezó a decir él, pero no lo dejé continuar.
  • Vamos, solo un ratito – insistí.
  • De verdad no puedo – volvió a decirme – no tienes nada que estudiar? Los exámenes de ingreso a la U se vienen pronto.
  • Es que te necesito – dije tajantemente.
  • Ay Carlos, no puedo desconcentrarme ahora – me dijo en tono molesto – si tanto necesitas.. hazte una paja.

Y me cortó. Era cierto, de todas formas: estoy caliente. Pero quisiera más penetrar ese trasero musculoso de Tomás que correrme entre mis manos. Además también quiero sentir su falo grueso en mi. Bueno, me contentaré con masturbarme esta vez. Voy a mi computadora. No hay conexión a internet. Quiero porno para hacérmela. Necesito ver algo, no tengo tanta imaginación. Seguro en la habitación de mi hermano él guarda algunas revistas. Iré a ver.

José no está, aún no regresa de rugby, así que tendré que buscar dónde las guarda. De seguro no están a simple vista, ningún adolescente admite tener pornografía. Es casi verano, y hace mucho calor. Así que salgo de mi habitación sólo con un pantaloncillo que uso en casa; me encuentro con la nana, saliendo de la pieza de mi hermano.

  • ponte algo de ropa – me dice, con ese tono de abuela. Mal que mal me conoce de toda la vida.
  • hace calor, nanita – le respondo – ¿te incomoda mi piel?
  • Jajaja – rie – no seas chistoso niño, con ese cuerpo flacuchento no incomodas a nadie.

Se fue riendo. Pero aquello no era cierto. Mi cuerpo hacía años que no era tan flacuchento. El rugby, deporte que practicaban casi todos los hombres de mi familia, me había ayudado a ensanchar mi espalda y mantener un torso marcado. Según Tomás, le excitaba mucho mi abdomen marcado, pero no tan voluminoso. Y se que ahora quizás está acostumbrada, pero la nanita sí se incomodó cuando, en mis primeros años de pubertad, me observó desnudo. A los 13 años aún entraba a mi habitación sin golpear, por lo que fue viendo mi desarrollo de a poco. Un día se fijó en mi pubis, que comenzaba a florecer de vellos claros. Ese día dejó de entrar sin aviso.

Aún no encuentro ninguna revista de mi hermano. Sé que tiene alguna, pero no dónde las guarda. Intentaré en su computadora, quizás el tiene conexión. Tampoco. Busco bajo la cama, entre los colchones, donde las guardaba yo. Y sé que guarda algunas, porque yo le heredé varias cuando cumplió 15. Y eso no fue hace tanto, así que por ahí deben estar. Buscaré entre sus ropas. Voila . Aquí hay unas. Encontré algo más. Escondido entre calcetines, una caja de condones. Y no estaba llena. Este sí que es descubrimiento. Bah, qué pienso. Yo tenía cajas de condones a los 16, y no las usaba. Era "por si acaso". No creo que mi hermano a los 15 tenga relaciones sexuales, si bien tiene novia.

Me voy a mi habitación; abro un par de revistas, y me quito el pantaloncillo. Quedo desnudo. Empiezo a hojear una BlayBoy que era mía. Que buena revista. Pero no me excitaba en nada. Comienzo a pensar en mi hermano y en la pequeña de Rosalía, su novia, desnudos, haciendo el amor. Sonrío. Miro mi pene, y comienza a despertar. Decido ayudarlo, y me comienzo a pajear. Suavemente. Miro la revista. Pero no me pasa nada. Desde que asumí mi homosexualidad, ninguna mujer desnuda me enciende. Cierro los ojos; ya estoy excitado, así que ahora puedo proyectar a Tomás encima mío, y su culito moviéndose y frotándose sobre mi.

Estoy corriéndome... ahh.. si... esto está bueno...

... de pronto, y sin que me alcanzara a dar cuenta, la puerta de mi habitación se abre, y entra José. Nunca golpeamos, es una mala costumbre. Por eso nos hemos encontrado en situaciones embarazosas muchas veces. En varias ocasiones lo encontré masturbándose. Al principio, de más pequeño y en sus primeras veces, le daba vergüenza. Luego, hoy ya ni si quiera se detiene si aparezco yo en su habitación mientras menea la nutria. Pero hoy es distinto. Entra en mi habitación, no dice ni hola, se sienta en mi cama. Yo estoy desnudo y con el pico en la mano... me detengo. Me siento también.

  • qué sucede – le pregunto.
  • acabo de hacerlo con Rosalía por primera vez – me dice sin pelos en la lengua.
  • ehm.. – no sé que decir exactamente – felicitaciones!

Lo veo pensativo. No está con la sonrisa de oreja a oreja que uno espera en un quinceañero que acaba de probar el sexo.

  • no pude irme – confiesa

Siempre hemos tenido confianza. Pero nunca él había sido tan directo. Y yo no entiendo mucho la situación. ¿Porqué una adolescente podría tener problemas para terminar?

  • lo hicimos mucho rato, no se si ella se vino – continua José – pero yo no. Cuando ella emitió un par de gemidos yo también lo hice; pero la verdad no me corrí. Me saqué el condón, lo boté y ella no supo.
  • quizas... – empiezo a decir algo, pero no se cual será la continuación de esa frase – te falta una paja.
  • ¿qué? – preguntó extrañado.

Yo no sabía si era verdadero, pero no quería dejar a mi hermanito con la idea de que no entendía su problema. Y no lo entendía, en efecto.

  • vamos – le dije – hazte una conmigo.
  • ¿que? – volvió a preguntar
  • Nunca lo hemos hecho... – respondí – quizá esto te falta.

Ya había perdido el control de lo que decía.. sólo quería quedar bien con el.

Para mi sorpresa, accedió. Tomó una de las revistas que tenía en mi cama, y empezó a tocarse. No se demoró mucho en empalmarse.

Estuvimos corriéndonos la paja un buen rato, hasta que me fui primero. Fueron varios chorros que vacié en mi abdomen, recostándome. Luego froté el semen contra todo mi pecho. Me encantaba hacer eso.

Pero José aún no se venía. Se estaba dando a un ritmo increíble, y no se venía. Qué idea más imbécil, si no se había corrido dentro de una chica, no iba a correrse en su mano. Una última idea. Me acerco calladamente, y reemplazo su mano por la mía. Ya había masturbado a Tomás muchas veces, no me era extraño frotarle la verga a mi hermano. Lo moví a distintos ritmos, y nada. Más me estaba excitando yo. Ya. otra idea. Le dije que se tumbara boca abajo en mi cama.

  • ehh.. – dijo – no soy gay hermano.
  • lo sé – dije yo – no te lo voy a meter, solo estimularé tu recto.

Mentira. Sí había pensado en penetrarlo. Me estoy volviendo muy degenerado. Pero tener a mi hermano desnudo, con su cuerpo a medio desarrollarse, con apenas un poco de vello en la base del pene y nada más, me excitaba. Tomo algo de lubricante y meto sn avisar un dedo. Exclamó, no de placer, sino de incomodidad.

  • yo creo que voy a tener que penetrarte – le dije sin más.
  • ¡¡¿¿quée??!! – exclamó.
  • Si, yo creo que necesitas algún otro estímulo – ahora sí que estaba fuera de control...

Después de unos minutos, mi hermano accedió a regañadientes. Todo fuera por solucionar su problema de excitación. Le dije que se pusiera de rodillas en el borde de la cama, dejando su pene libre para que pudiera hacerse una paja mientras yo se lo metía. Me estaba aprovechando absolutamente de la situación. Pero, no lo estoy pensando mucho. Tengo ganas, y es mi hermano. No me importa. En verdad soy un enfermo.

Aplico lubricante y comienzo a penetrarlo. Despacio. De a poco. Entré. Ahora voy a comenzar con ritmo. Él no lo está disfrutando, su pene no se logra empalmar. Así que decido que bajaré el ritmo, pero lo voy a masturbar a la vez. Es una posición incómoda. Pero está dando resultado. Siento como se empieza a poner duro el pene de mi hermano. Quizás lo está comenzando a complacer, porque emite un par de gemiditos leves, casi imperceptibles. Yo en cambio lo estoy pasando de maravilla. Tengo el pene de otro en una mano, y el mio en un trasero...

Aumento el ritmo, voy más y más rápido. Me voy a ir........

ahhhhhhgggggggg..... ya no aguanto más... hasta que escucho esa voz

¡¡¡CARLOS!!! – un grito desde la puerta de mi habitación.

Volteé. Es Tomás. Acababa de abrir la puerta. Esta en el umbral con una cara de sorpresa.

(continuará)

(toda esta historia es ficcional, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)

(Todos los comentarios, críticas, y saludos, o si me quieren pedir un microcuento especial, pueden escribirme a wyatt.hall@gmail.com )