Supervacaciones en Almería
Mi chica y yo por fin nos lanzamos a hacer realidad nuestra fantasía
Lo habíamos hablado varias veces, pero teníamos claro que no queríamos que sucediera en nuestra ciudad. Nos importaba la discreción, no queríamos volver a encontrarnos a ninguno de los implicados en nuestro día a día una vez hubiera terminado todo. Así que aprovechamos las vacaciones de verano en Almería para cumplir nuestro deseo.
Después de meses fantaseando con ello, sabíamos que queríamos hacerlo, pero no teníamos la menor idea de cómo organizarlo, así que durante unas semanas nos tocó peinar la red en busca de una página o aplicación de contactos que nos resultara de confianza. Fueron muchas las que descartamos por un motivo u otro, la mayoría de ellas porque parecían negocios encubiertos o porque allí no parecía haber personas, sino programas informáticos esperando recopilar información sobre gente para vete tú a saber qué fines. Al final, optamos por la más famosa y conocida.
El tono del anuncio era complicado. Queríamos dejar claro qué queríamos y qué no queríamos, desde el minuto cero señalar cuáles eran los límites, pero a la vez queríamos resultar amables: se trataba de pasarlo bien. Así, una noche, cachondos perdidos, escribimos el anuncio: “Somos una pareja de fuera, en unas semanas iremos al Cabo de Gata de vacaciones, buscamos varios chicos para que nos miren hacerlo en la playa de noche y se masturben y eyaculen sobre los pechos de ella. Ni en la boca, ni en la cara, ni en ningún otro sitio, sólo en los pechos. Ella no os tocaría y vosotros tampoco podríais tocarla a ella. No follaríais con ella, sólo miraríais y os masturbaríais. Sólo buscamos lo que pone en el anuncio. Por favor, si buscáis otra cosa o pensáis que luego cuando estemos a ello vamos a invitaros a follar, no contestéis este anuncio”.
Una vez le dimos al botón Publicar, nos reímos un rato. “¡Qué bordes somos!” dijo ella. Estábamos bastante nerviosos, era la primera vez y sabíamos que era algo inusual. Yo, que soy un hombre, sé cómo funcionan las mentes de los hombres, así que creí oportuno dejar claro dónde estaba el límite.
Aún así, un alto porcentaje de los correos que recibimos precisamente pedían poder follar también o que ella al menos hiciera mamadas. Si en el anuncio te han especificado que no van a tocarte, ¿realmente crees que con un correo electrónico vas a convencer a alguien de algo? Si te invitan a un evento con unas reglas concretas, ¿quién te crees que eres para cambiar las reglas ya establecidas? Contestamos un par de estos correos diciendo que no, que nuestras condiciones eran innegociables. Pero no hay nada más pesado que un tío cuando está cachondo y no respeta a esa persona a la que se quiere follar, y mucha gente realmente se cree que tiene un encanto que les hace imposibles negarles algo, así que al final optamos por ignorarlos.
Por fortuna, hubo otros correos de gente muy amable. Fueron unos veinte. Chicos de todas las edades. Hicimos una criba: eliminamos a los muy mayores, a los muy jóvenes y a los que venían presumiendo de polla. Somos gente normal y buscamos gente normal. También pasamos a ignorar automáticamente a los cazafotos, nosotros nos conformábamos con una descripción y no ofrecíamos más que eso, por seguridad.
Mi chica, Susi, es bajita y delgada, tiene unas tetas hermosas que atraen las miradas de todo el mundo. Sus ojos almendrados y su sonrisa cautivan. Es dicharachera pero a la vez tímida, de manera que tiene mucho encanto desde el primer momento, porque al conocerla percibes que tiene un gran mundo interior. Y es así: es inteligente, sensible y la empatía es su fuerte. Es una mujer maravillosa. Cuando nos conocimos, fue un flechazo. Yo no quería nada serio con nadie, pero nos quedamos tan pegados el uno al otro que los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses y al final resultó que ni yo ni ella queríamos estar con nadie más. Ahora, después de más de un lustro juntos, al principio de nuestros 30, nos abríamos a nuevas experiencias. Y no lo hacíamos porque nuestra relación estuviera estancada, sino porque habíamos descubierto que compartíamos perversiones, y eso hay que aprovecharlo.
Finalmente, seleccionamos a siete chicos. Todos estaban entre los 24 y los 40, lo cual nos parecía un rango de edad aceptable. Todos nos parecían educados y respetuosos. Había desde un profesor universitario a un camarero, pero todos parecían tener claro que teníamos unos límites que no debían sobrepasarse. Y lo más importante: respetaban ese límite no por miedo a quedarse fuera, sino porque realmente entendían que intentar otra cosa era el equivalente a agredirnos. Con ellos intercambiamos no más de cuatro correos electrónicos. No queríamos ser pesados ni redundantes: la cosa era quedar y cumplir la fantasía.
Quedamos con los chicos para cuando ya lleváramos un par de días en Almería. Nos daría tiempo a acomodarnos y broncearnos, conocer el entorno. El sitio que seleccionamos era una famosa playa muy grande a la que sólo puede llegarse en vehículo, que por la noche ha de ser propio. Obviamente, no quedamos directamente allí, sino que quisimos conocerlos antes, y nos citamos con los siete en un parque cercano a un pub del pueblo que está justo al lado de la playa.
Era miércoles noche, pero verano, de modo que había movimiento. Docenas de turistas por todas partes. Elegimos el vestido de Susi entre los dos. No era muy ceñido ni muy corto. Algo por encima de la rodilla y ancho, bonito, con un escote el uve amplio que, al ser el vestido amplio, dejaba mucho movimiento a sus tetas. Y por su puesto no llevaba ni bragas ni sujetador. Nuestro apartamento estaba en otro pueblo, así que recorrimos el camino hasta allí en coche, en silencio. Yo la miraba de reojo mientras conducía. Muy callada, miraba al frente como analizando una ecuación muy compleja. No quise hablarle para que no se pusiera nerviosa.
Sólo una vez aparcados le dije: “¿Estás segura? Aún podemos decirles que no queremos”.
Ella me miró con una sonrisa extraña: “Eso sería una putada, ¿no? Se sentirían estafados”.
“No sería estafar a nadie. No tienes que hacer nada que no quieras” le contesté.
Entonces, se adelantó y me dio un beso en los labios. “Anda, tonto, sólo estoy nerviosa, pero tengo ganas. Sólo espero que sepan respetar los límites que les hemos dicho que tenemos”.
Cuando llegamos al parquecito, había cuatro chicos paseándose solos por allí. Nos miraron y los miramos. No pasó mucho hasta que uno de ellos se nos acercó. Los otros chicos le siguieron rápidamente. En más o menos media hora, ya estábamos los nueve: siete chicos y nosotros dos. No obstante, a uno de ellos lo mandamos por donde había venido, pues nos había dicho que tenía 40 y debía estar más cerca de los 60. Mentir en estas cosas debería ser delito. Se fue soltando un par de improperio e insultos a mi chica. Los otros chicos quisieron ganarse el papel de héroes, pero fue la misma Susi la que calmó los ánimos: “pasad de él, vamos al pub a tomarnos algo”.
Mientras esperábamos a que nos atendieran, allí sentados en la terraza, conversamos un poco de nimiedades. La mayoría eran de la zona, y nos estuvieron recomendando sitios que visitar. Uno de ellos incluso quiso invitarnos a su piscina, pero lo rechazamos amablemente. Una vez nos hubieron servido las copas, cuando no llevábamos ni cuatro sorbos, Susi dijo “bueno, yo no quiero esperar más, ¿nos vamos a la playa?”. Los chicos se rieron nerviosamente, nadie se lo esperaba, ni si quiera yo. Rafael, el mayor de todos, se ofreció a invitar a todo el mundo. Ni si quiera apuramos las copas y nos pusimos en camino.
Decidimos ir en dos coches para resultar menos llamativos. En un coche iríamos Susi y yo con dos chicos y los otros cuatro en el otro. De camino al coche, yo iba muy nervioso. Ella y yo nos adelantamos y me confesó que estaba cachondísima. Eso me excitó bastante. La agarré de la cintura y la besé, luego bajé mi mano y la metí bajo su vestido, que levanté ligeramente, dejando ver una buena perspectiva de su culo a los dos chicos que venían detrás. Ella se rió.
Abrí el coche y me senté en el asiento del piloto. Entonces, Susi me dijo algo que yo no esperaba, que quería sentarse atrás con los dos chicos, pero no me opuse. Nos pusimos en marcha. Yo iba conduciendo en silencio y ella atrás iba hablando muy dicharachera con ellos. Por aclarar: atrás iban apretados, pero nadie estaba poniéndole la mano en la pierna ni nada. La conversación era agradable. El camino hasta la playa no es largo, pero como es una carreterita de tierra y piedras, hay que ir despacio y al final echas los 10 minutos o más. A mitad de trayecto, de pronto, ella dijo “Bueno, mirad esto”. Yo miré por el retrovisor y vi cómo ella se sacaba las tetas apartándose el escote. Los chicos miraron alucinados sus tetas, que son muy bonitas. “¿Qué os parecen?” preguntó ella, y ellos dos se deshicieron en halagos de todo tipo, lo que pareció encantarle. Acto seguido, levantó las piernas y puso una encima de las piernas de cada uno de los chicos, se remangó el vestido y les enseñó su coño, pues no llevaba ropa interior, como ya dije. Se llevó sus dos manos a éste, con la izquierda se acariciaba el clítoris mientras con la derecha se introducía suavemente un dedito. Pidió con una voz muy cachonda de súplica a los chicos que siguieran diciéndole cosas, y ellos siguieron haciéndolo, interrumpiéndose el uno al otro, subiendo la intensidad, diciéndole cada vez guarradas más explícitas. Cuando uno de ellos la llamó putita ella estalló en un orgasmo y empezó a convulsionarse en el asiento trasero.
Poco después llegamos al aparcamiento de la playa. Allí había cuatro o cinco coches aparcados, pero no había movimiento de gente. La playa es muy grande y era de noche, así que desde allí podíamos irnos a algún lugar apartado y con casi toda seguridad podíamos disfrutar de cierta intimidad. La intimidad que puedan disfrutar ocho personas. Los dos coches aparcamos el uno al lado del otro. Nos bajamos. Los tres hombres que íbamos en mi coche no disimulamos nada las erecciones. Imagínate la cara de los cuatro chicos del otro coche cuando vieron bajarse a Susi con las tetas sacadas y remangándose el vestido.
Los dos chicos que habían venido con nosotros ya intuían qué es lo que le iba a Susi y uno de ellos dijo a los demás: “Mirad las tetazas que tiene esta zorra”. Ella, en lugar de ofenderse, se puso aún más cachonda. Se apoyó contra mi coche y adelantó la pelvis mientras con una mano se acariciaba el coño y con la otra se pellizcaba los pezones. Los tíos no tardaron nada en rodearla como una jauría de lobos hambrientos. Los seis tíos se agolpaban y daban empujones por ser quien estuviera más cerca de ella, pero ninguno hizo si quiera el ademán de tocarla. “Enséñanos el culo, puta” dijo uno, y ella muy obediente se dio la vuelta, se levantó el vestido y se inclinó, dejando su culazo a la visión de todos.
Luego, se dio la vuelta, se puso de rodillas y dijo “Quiero vuestra lefa, quiero que os corráis todos en mis tetas, que me bañéis entera”, ya totalmente fuera de control. Un par de ellos se sacaron la polla y empezaron a meneársela allí mismo. Quise poner algo de cordura y dije “Vámonos para la playa, aquí en el parking puede venir alguien en cualquier momento”. No hubo protestas.
Era de noche y corría una agradable brisa en dirección al mar. No tan fuerte como para levantar arena. Anduvimos por un camino de listas de madera y después nos desviamos hacia la izquierda. Los tíos no paraban de decirle guarradas a Susi. Yo nunca la había visto así, estaba desbocada. Incluso fue una parte del trayecto a cuatro patas, sobre rodillas y codos, mientras todos le decían lo buena que está y lo zorra que es.
Cuando nos hubimos alejado lo suficiente del camino, me detuve, ayude a Susi a ponerse de pie y no sin cierta pericia le quité el vestido, dejándola totalmente desnuda. Los tipos la miraban y comentaban con ella y entre ellos lo buena que está. Eso la ponía a mil, se retorcía como una culebra y se pasaba las manos por todo el cuerpo. “¡Pollas fuera!” gritó de pronto, y ellos rápidamente empezaron a desnudarse, igual que yo.
Susi se puso de rodillas y empezó a masturbarse mirando como los seis tipos y yo nos masturbábamos a la vez mirándola a ella. Los tíos empezaron a acercarse cada vez más, hasta que pronto estuvo rodeada de todas aquellas pollas que apuntaban directamente hacia ella. “Más cerca, más cerca” susurraba ella acariciándose cada vez más rápido. Llegó un momento en que las pollas estaban literalmente a un par de centímetros de ella. Susi se retorcía y se relamía, sacaba su lengua y hacía el ademán de lamer alguna de las pollas. Entonces, el que estaba detrás de ella dijo: “Quiero verte el culo”, y ella obediente, siguiendo de rodillas, pegó la cara a la arena, dejando su culo apuntando al cielo. El tipo se agachó y puso su polla a centímetros de su culo y su coño, masturbándose con frenesí. “Joder, como me gustaría follarme este coñito” dijo, “noto su calor”. En ese momento, ella estalló en su segundo orgasmo. “¡Sí! ¡Sí” gritaba, mientras gotas de líquido salían disparadas de su coño hacia la arena.
Me abrí paso como pude y aprovechando esta misma postura, se la introduje. Ella, aún muy excitada, gimió con alivio. Empecé a embestirla con fuerza en esta postura. Ella, a cuatro patas, miraba a los tíos y sus pollas y susurraba cosas que creo que nadie fue capaz de oír.
Estuvimos un rato en esta postura hasta que uno de los chicos pidió que ella se pusiera encima para que todos pudieran ver cómo sus preciosas tetas botaban. Y así hicimos. Susi se puso encima mía y empezó a balancearse. Los tipos se nos acercaron nuevamente, poniendo sus pollas cada vez más cerca de su cara. Ella estaba fuera de si y desinhibida. La agarré con fuerza del culo y apreté el ritmo, dándole con todo lo que tenía para darle. Esto le hizo perder el equilibrio, y tuvo que agarrarse como acto reflejo a la pierna de uno de los chicos, quedando entonces la polla de éste literalmente apoyada en la frente de Susi. Aquello me puso a mil. El chico se quedó quieto, sin saber que hacer, pero Susi no se apartó corriendo en absoluto: miró fijamente aquel pedazo de carne que había apoyado por encima de sus ojos y empezó a mover la cara en círculos, restregándose la polla por toda la cara con la boca entreabierta, aún agarrada a la pierna del chico, hasta que la polla llegó a sus labios. Entonces, con el glande del chico directamente apoyado sobre sus labios, lo miró a los ojos y le dijo “Quiero que te corras”.
Esto debió ser la gota que colmó el vaso para él, porque no pasó ni medio segundo y ya estaba echándole varias descargas de semen caliente en los labios, algunas de los cuales cayeron en el interior de su boca, pero la mayoría se resbalaron por su barbilla hasta caer en sus tetas. Cuando la última descarga hubo salido, el chico hizo el ademán de apartarse, pero ella estiró la mano, le agarró la polla y se la llevó a la boca, relamiéndola mientras se ablandaba, tragándose los restos de semen que en ella hubiera. Con la polla de aquel chico en la boca, tuvo su tercer orgasmo.
Durante un corto periodo de tiempo, esto me dejó pillado: no era lo que habíamos hablado, y nos dejaba en una situación confusa. ¿Querrían lo mismo ahora el resto de chicos? Pedí a Susi que se tumbara boca arriba en la arena. Entonces, me dirigí a los chicos. “Nada ha cambiado, no podéis tocarla y solo podéis correros en las tetas”. Si hubo alguna objeción, no me lo dijeron.
Me puse de rodillas y le di varios golpecitos con mi glande en el clítoris, lo que le hizo dar un respingo de placer. Es algo que le gusta mucho. Puse sus piernas sobre mi pecho y le follé un rato en esta postura. Sus hermosas tetas bailaban al ritmo de mis embestidas, con varios goterones de semen encima, iluminadas por la luna. Ella gemía sin parar y no podía apartar la mirada de las pollas que se masturbaban alrededor de ella. Los chicos se habían puesto todos de pie y la rodeaban.
Al rato, ella estiró una mano en ademán de agarrársela a uno de ellos. Él flexionó un poco las rodillas para facilitarle el alcance. Ella empezó a masturbarlo. Después, con la otra mano hizo igual con otro. Todos se pusieron de rodillas y la rodearon. Mientras yo la follaba, ella iba cogiendo pollas y masturbándolas para luego cambiar por otras distintas. Ya no eran ellos los que la llamaban putita, era ella misma. Preguntaba “¿Soy una zorra?” y los demás contestábamos que sí.
Cuando uno de los chicos avisó que iba a correrse, ella se agarró las tetas y las juntó para recibir la corrida. Él descargó sobre ellas entre jadeos de placer, lo que la excitó muchísimo, pues se puso a gemir desesperada. Y creo que a todos los demás nos excitamos mucho al verla.
El siguiente en correrse fui yo. Ya no aguantaba más, lo vi inminente y aceleré el ritmo. Susi empezó a gemir, mirándome directamente a los ojos. Noté como su interior se apretaba para mi. Estallamos los dos en un tremendo orgasmo, llenando yo su interior y envolviéndome ella a mi. Me quedé flojo, con los brazos colgando. Ella me sonrió con ternura y me dijo que me quería. yo también la quería, claro. Me aparté a un lado.
Ya sólo quedaban cuatro tipos que se masturbaban mientras ella se acariciaba tirada en el suelo. Uno de ellos se puso entre sus piernas y empezó a masturbarse con su pene apuntando directamente hacia la vagina de mi novia. Ella estaba acariciándose, así que su mano estaba realmente cerca de la polla de aquel tío. Susi alternaba mirando a uno u otro, a veces estiraba la mano y masturbaba un poco a alguno de ellos mientras se mordía los labios y pedía que la bañaran entera en semen. Entonces, agarrando a uno de ellos, el tipo empezó a descargar todo su semen por su cuello y pecho. Fue increíble, porque él echó una corrida grandísima, realmente se había estado reservando para ella. Eso la puso cachondísima, y no sé si como acto reflejo o como liberación final, agarró la polla del tío que estaba entre sus piernas y la guió al interior de su vagina mientras recibía los goterones sobre su cuerpo.
El chico empezó a follársela con ritmo, y ella, ya totalmente desinhibida, se llevó las otras dos pollas que le quedaban a la cara y empezó a lamerlas y mamarlas, primero una, luego otra, intercambiando. Succionaba con afán y masturbaba con frenesí. Y mientras el otro no paraba de follar, golpeando con sus huevos en el culo de mi novia. Al rato, uno de los chicos a los que se la estaba chupando avisó que se iba a correr. Se levantó y puso una pierna a cada lado de mi novia, apuntando con la polla a sus tetas. Ella abrió mucho la boca y sacó la lengua, pidiendo la corrida en la boca. Él apoyó el glande en la lengua de Susi y descargó su semen en el interior de la boca de mi novia. Acto seguido, por la excitación, y mientras era follada por el otro tipo, ella tuvo un nuevo orgasmo mientras extraía las ultimas gotas de semen del pene de aquel desconocido.
Después, el que se la estaba follando, muy apurado, extrajo el pene del interior de mi novia y se corrió en su barriga. Ella se quedó destrozada. El resto mirábamos, ya servidos, agotados, sentados en la arena. Sólo quedaba uno que se masturbaba apuntando hacia su cara. Ella lo miró melosa y empezó a acariciarle las pelotas y con voz caprichosa le pidió su corrida. No sé qué le pasó, si fue de la presión de tener tantos ojos encima suya o de saber que ella ya estaba más que servida, pasados unos minutos, el tipo tuvo un gatillazo.
Susi se puso en pie. Estaba cubierta de semen, desde la barbilla hasta la barriga, y también le goteaba el mío pierna abajo. Se me acercó. “Voy a meterme en el agua para quitarme esto de encima” me dijo. La agarré de la mano y la acompañé al agua. Varios de los chicos nos acompañaron también. Era de noche y hacía frío, pero la negra agua estaba templada y se movía con fuerza. En el agua estuvimos charlando con normalidad. La luna lo iluminaba todo en un tono gris azulado y la naturaleza era buena con todos nosotros.