Superbotellón. MariCruz29
La litrona y el calimocho están bien para los botellones, pero cuando se trata de un superbotellón, me van cosas más "duras".
Superbotellón
Supe del superbotellón por el tamtam cibernético. "Superbotellón el sábado tarde en el Polígono, junto al desguace" decían los e-mails de Destripaterrones y de Hacendoso, dos chicos, de avatares bastante estúpidos, con los que acostumbro a pajearme por WebCam.
Le dije a Amanda de ir juntas y torció el gesto, porque tiene la manía de que si está reglosa sólo se le acercan los vampiros, pero finalmente la convencí. Y llegó el sábado. Me puse un tanga antiguo, segura de que algún tío me lo sacaría del culo creyéndolo botín de guerra, cuando en realidad sería regalo o dádiva como diría mi abuela que aquí, la nena, le haría en plan piadoso para que presumiera con los amigos.
No hace falta describir el ambiente del superbotellón, porque ¿quién no ha estado en alguno? Mucha marcha, mucha litrona tocada con ginebra, mucho calimocho y mucho tío salido. Así debe ser el cielo. Nada más llegar, Amanda y yo nos convertimos en las reinas de la fiesta bueno, exagero, la mayoría ni se enteró de que estábamos allí, pero unos cuantos sí -. Bebimos, hicimos muchos jijís y muchos jajás, y en eso Amanda, que es muy puta y muy alcahueta, me dice: "El chico rubito va por ti". Le eché una ojeada y me dije que una buena mamada siempre apetece. Yo en esta vida he comido muchos rabos y a ninguno le he hecho ascos, sean del tamaño de un cacahuete, de un pepinillo, de una zanahoria o de un plátano. Nada más ver a un tío, suelo imaginar como tendrá el rabo y luego intento comprobar en vivo si he acertado en el pronóstico. Al rubito le hice un tamaño medio, de los que llenan la boca sin llegar al fondo de la garganta. Estiré del chico y fuimos al desguace, Entre un Ford Fiesta y otro de color claro, morreamos, me estrujó las tetas y me palpó el culo, yo vestida. Le eché mano al paquete y diez segundos después le había bajado la cremallera de la bragueta, había sacado el caramelo y lo tenía en la boca.
Sé chuparla. Primero suelo demorarme en el glande, lengüetear la zona del frenillo y tragarme el cacharro y eso vale para todos, pero, a partir de ahí, cada polla tiene su ritmo más o menos rápido. El rubito parecía de los normales, así que programé la lengua en plan batidora y, yo de rodillas, le agarré el culo, lo acerqué más y me puse a darle gusto.
Debo estar loca. Unos guijarros me lastimaban las rodillas ¡y me gustaba! Me gustaba estar allí, en un desguace, chupándosela a un tío cuyo nombre ignoraba. Me gustaba y, chupándole la polla, quise que me llamara puta, hice fuerza para que me llamara puta, y entonces gritó "¡Puta!" y se corrió en mi boca. Demasiado poco duró el rubito, la verdad.
Me arreglé, volvimos con todos, pasé a otro grupo, me gustó un morenazo e imaginé su rabo.
Un magnífico superbotellón, aquél.